29 oct 2015

2 pliegos para la Corte. Y no nos oponemos

La Presidenta habría enviado dos pliegos para completar las vacantes en la Corte Suprema (info a). Su envío es extemporáneo, porque no corresponde que ella controle el nombramiento de dos nuevos jueces, a días de su abandono del poder. Y ello, por una cuestión de lógica constitucional: se espera que los nuevos nombramientos que "naturalmente" corresponda hacer, se vinculen con los cambios políticos y de opinión que con el paso del tiempo se van generando (en este caso, y ya sea que el ganador de las próximas elecciones sea un oficialista o no, la idea es la misma: quien gane es el que debe comandar este proceso de cambio). El pasado no debe controlar al presente.

Sin embargo, una cosa debe quedar en claro: en principio, alguien como yo, opositor al gobierno, no encontraría fuertes motivos para oponerse a ninguno de los dos candidatos (no conozco sus CV en detalle, y ese conocimiento podría inducirme a cambios). Preferiría otros nombres; preferiría una mujer. Pero el hecho es: es tan fácil impulsar el nombramiento de (tal como parece) gente decente; no sometida; bien formada. Con propuestas de este tipo hubiera quedado en claro que muchos no nos oponemos a todo lo que propone el gobierno, por opositores nomás, sino porque entendemos que está haciendo las cosas muy mal. Por ello, si en su momento el gobierno hubiera mandado pliegos de este tipo no nos hubiéramos opuesto. En absoluto: en principio, y críticamente, los hubiéramos apoyado (críticamente, por lo antedicho: preferimos una diversidad de otro tipo). Hubiera sido un apoyo sin mayores dificultades. Cuesta tan poco, si se quiere realmente, encontrar respaldo social, consensuar con los otros a través de medidas, propuestas o candidatos que nadie razonablemente rechazaría.

28 oct 2015

EL ESCENARIO DE BALLOTAGE NO ES MAGIA

(de Maristella Svampa)
Los argentinos enfrentamos un escenario de ballotage inédito y espantoso, que tiene a dos derechas distintas como protagonistas: una, el sciolismo, que es un peronismo conservador, más asentado en la represiva Liga de Gobernadores, con su verba pseudofederal y sus diferentes feudos provinciales; y el macrismo, que es la derecha empresarial, con una práctica privatizadora y una lógica tambien lineal y represiva respecto de los conflictos sociales. Ambos son pragmáticos y no le hacen asco a los negocios con el supuesto "enemigo" (hay que ver los acuerdos que hizo el Pro en la ciudad de Buenos Aires con el kirchnerismo)
Ambos creen en el "Desarrollo", es decir, en el extractivismo (minero, fracking, urbanismo neoliberal, megameprendimientos de todo tipo) y en los monocultivos (soja), esto es, en la expansión de una economía de exportación de commodities a gran escala.
Ambos harán un ajuste, vía devaluación (lo que el kirchnerismo les legó), con lo cual aumentarán los conflictos y ello endurecerá el escenario represivo (que hemos visto ya, no es magia, lo que ha pasado en Famatina, Jachal, Resistencia, Mar del Plata, entre otros)
No creo que haya retorno al menemismo (hace rato que estamos en una era post-menemista), y muy probablemente el ballotage acelere el transito del peronismo hacia un escenario post-kirchnerista.
El kirchnerismo, como populismo de alta intensidad, vaya a saber como susbsistirá, cerrado como está ya el círculo en torno al culto mesianico a Cristina.
Es cierto, no fue magia. Es pura realidad.

27 oct 2015

Igualdad, autonomía y derechos sociales

Nueva Revista, desde la Ciudad de Buenos Aires, por la Asociación de Derecho Administrativo, y dirigida por el amigo Damián Azrak (junto con Romina Faerman y Paula Núñez), acá

Volver a los 90?
















El kirchnerismo se especializó por cubrir la escena política con una nube de humo ideológica, que se fue haciendo más densa con el paso del tiempo. Esa densidad de la proclama ideológica fue mayor cuanto más cierto se hizo el entramado de negocios privados en que asentó sus políticas: más se acercaba su política a la transacción pura, más se acentuaba la ideologización de su discurso (“dime de qué blasonas y te diré de qué careces”). Así, la política se fue convirtiendo en lo que es hoy: una enorme red de negocios e intercambios, a la que se fue adosando una cada vez más consolidada trama de criminalidad, anudada con la policía de la Provincia de Buenos Aires y fuertemente vinculada al narcotráfico. Ahora bien, mientras aquella muy preocupante red de negocios público-privados aparece extendida sobre los tres principales candidatos presidenciales a nivel nacional (y genera razonables preocupaciones a futuro, gane quien gane), la trama del crimen vinculada al narcotráfico aparece ligada, de modo casi exclusivo, al kirchnerismo. De allí la extraordinaria alegría que genera la derrota del kirchnerismo en la Provincia, una derrota liderada por una de las figuras más temibles y tenebrosas que diera la política argentina en su historia, desde Herminio Iglesias (y que confirma, también, la curiosa inhabilidad de la Presidenta en la elección de sus candidatos).

Por lo dicho también, resultan risueños, por su torpeza, los rápidos análisis que quieren leer los resultados del domingo como un “corrimiento a la derecha” de la sociedad argentina. Ideológicamente, la Argentina se parece mucho, hoy, a lo que era ayer, y antes de ayer. Querer leer los resultados de otra manera sólo se explica por la pereza de algunos, y la disposición de otros a seguir echando humo ideológico sobre lo ocurrido. En tales resultados primaron, como era esperable, otros datos menos ideales, como el hastío del autoritarismo y la prepotencia presidenciales, o el sensato temor ante el avance narco. La Argentina no se “corrió a la derecha”, aunque su clase política, encabezada por el kirchnerismo, hace rato que ronde por allí. 

Dicho lo anterior, debe quedar claro que el macrismo tiene en su núcleo duro componentes ideológicos propios de la derecha. Pero muchos analistas –aferrados a un análisis ideológico que atrasa décadas- muestran una ignorancia supina cuando se olvidan del peso de la historia, que marca a fuego la vida del país. Creer que en la Argentina se puede “volver el reloj atrás” (pongamos, a los años 90), porque el líder tal o cual simpatizó con los 90 es estar perdido en el análisis. Como ocurrió en la Ciudad, un eventual gobierno nacional de Macri podría tener todos los impulsos “noventistas” que quiera, pero la ciudadanía –aterrorizada por la memoria reciente (marcada por desapariciones, hiper-inflaciones, desempleos)- simplemente tornará imposibles ciertas políticas. Más que la ideología, otra vez, quien marcará los límites de lo que viene será la memoria, instalada en los cuerpos.


(Publicado hoy en Clarín)




23 oct 2015

Micro-crónicas neocelandesas 11: John Pratt, populismo penal

En la Universidad de Victoria, Wellington, enseña John Pratt, autor de Penal Populism, uno de los libros más influyentes en el estudio del tema (cuyo nombre fue acuñado por el profesor de Cambridge Antony Bottoms). En su libro, Pratt examina sobre todo el impacto de la intervención de los medios, en el fomento de un clima de pánico penal, que la clase política retoma, retroalimenta, promueve. El resultado: más penas, más extensas, sobre todo sobre los jóvenes "criminales," los reincidentes, y los que realizan "comportamientos antisociales."

En la materia, NZ tiene uno de sus peores, más oscuros resultados: políticas que siguen a los Estados Unidos en sus peores aspectos (increíble, en los "three strikes and you are out"); punitivismo duro; y una sobrecarga represiva sobre los maoríes, que están altamente sobre-representados en las cárceles (un 40 por ciento vienen de allí). La híper-civilizada, protectiva NZ, falla gravemente en la materia.

Micro-Crónicas neocelandesas 10: Sir Geoffrey Palmer (Moisés) y Carlos Nino

Gracias a Robertino dM (desde lejos) y Joel CR (nuestro increíble "host" aquí) reconstruimos una bonita historia. A fines de los 80, llegó a estas tierras don Carlos Nino, que a su vuelta nos inundó de anécdotas, fascinado de su pasaje por estas tierras. Una de las historias que rememora RdM es la de Nino, asombrado por su entrevista con el Primer Ministro de NZ. Lo que más sorprendió a Nino fue que el Primer Ministro decidió llevarlo a recorrer la ciudad, y fueron entonces tomando autobuses de aquí para allá para verla. El Primer Ministro, me entero ahora, no era otro que nuestro querido Sir Geoffrey (ver post anterior), que siempre anduvo por la ciudad corriendo autobuses (pienso en los candidatos que pueden ganar en mi país, en estos días, y quiero llorar).

p.d.: a Sir Geoffrey lo llamaban "Moisés," por acá, dada su responsabilidad absoluta en la creación de las leyes fundamentales del país. Interpelado de ese modo, Sir Geoffrey acepta gustoso el mote y agrega "Yes, (I am) the Law Giver"

22 oct 2015

Micro-crónicas neocelandesas 9: Geoffrey Palmer; la declaración de derechos NZ y Jeremy Waldron

Ayer en el seminario lo conocimos a Sir Geofrrey Palmer, quien lo fuera casi todo, incluyendo Primer Ministro por el Partido Laborista, a fines de los 80. Como Ministro de Justicia, Palmer fue el responsable del importantísimo Bill of Rights Act de 1990, que revolucionó al derecho local y puso en radical crisis a la doctrina de la super-soberanía parlamentaria (como, más o menos en la misma época, ocurriera en Australia o Inglaterra). Para un país sin Constitución y sin Judicial Review, el Acta representó un cambio absoluto. 

Un par de notas notables, al respecto: 

1) Don Sir hablaba del Acta en primera persona. Pregunta: "Y por qué no hay derecho a la privacidad en el Acta?" Respuesta: "Bueno, es que yo pensé que..." Todo lo hizo él, todo fue responsabilidad de él¡ Lo que hay o no hay es por lo que a él se le ocurrió¡ 

2) Preguntado que le hube por el gran doctrinario neocelandés, el que propagó el pensamiento anti-judicial review por todo el mundo angloamericano, Jeremy Waldron, respondió, crítico: "Es que él tiene en mente una idea de Nueva Zelandia que es la que yo (yo, siempre) podía tener en mi infancia: una sociedad homogénea, sin conflictos, muy pequeña. En ese mundo, claro, se podía pensar en la soberanía parlamentaria y en el rechazo del judicial review"

De Thurgood Marshall a Negre de Alonso

Thurgood Marshall (en realidad Thoroughgood, pero a él le daba verguenza el nombre así que decidió acortárselo) era nieto y gran nieto de esclavos, arrastrados desde el Congo a los Estados Unidos. El bueno de Thurgood argumentó en "Brown v. Board of Education" (el caso que cambió la historia de la jurisprudencia racial en los Estados Unidos), y de ahí -por su trabajo y éxito increíbles, en defensa de los derechos de los afroamericanos- saltó a la Corte Suprema, desde donde cumplió una labor principista y comprometida, tomando partido por todas las minorías desaventajadas.

Cuando estaba por dejar la Corte, advirtió enseguida, y más temprano que cualquiera, que el gobierno conservador iba a reemplazarlo por un juez "negro", enemigo de los derechos de los "negros." Dijo entonces que "una serpiente, negra o blanca, muerde igual." Esto es: si iban a traer a una serpiente dentro de la Corte, había que rechazarla, no importaba su color de piel. Lo que se necesitaba, en su reemplazo, era alguien que continuara la lucha (su lucha) por los derechos de los afroamericanos, no un "Afro-American" que los combatiese. 

La trágica predicción de Marshall se cumplió, y su lugar lo tomó el peor de todos (en verdad, casi el peor de todos, dado Scalia), Clarence Thomas, quien como juez viene desempeñando una labor sistemática de combate contra todos los derechos especiales para grupos, en particular contra los derechos de los afroamericanos.

En la Argentina, llega el nuevo gobierno y la necesidad de reemplazar a algunos de los jueces idos. Entre ellos, a Carmen Argibay. En estos días, comenzó a circular el muy verosímil rumor según el cual el tremendo candidato del oficialismo impulsaría en su lugar a Negre de Alonso (acá). Numeraria del Opus Dei; despreocupada por los derechos de las mujeres; antiabortista; militante contra los derechos de las parejas homosexuales; enemiga del matrimonio igualitario. Cuando se discutían las leyes a favor del matrimonio igualitario, dijo que se iba a instalar un "mercado negro de semen", y que las leyes eran impulsadas por la comunidad artística que buscaba hacer negocios con la llegada de "buques gay, hoteles gay, restaurantes gay, galerías gay, shopping gay" (ver acá)

Ya escucharemos entonces el argumento: "queremos a una mujer en la Corte, necesitamos una mujer en la Corte, y acá está, una mujer formada, comprometida". Esto es: pasaremos a tener en la Corte a la mujer que trabaje contra los derechos de las mujeres y las minorías sexuales, que resultará designada y justificada en nombre de todos ellos, en nombre de todas ellas las que perderán derechos con su llegada.



p.d.: Hay quienes piensan la elección que llega en términos de "mal menor". Otros pretenden lavarse las manos diciendo "lo que pasa es que quiero apoyar a los diputados (del oficialismo)", como si los levantamanos de estos diez años hubieran hecho diferencia (la hicieron, en todo caso, en el sentido contrario: fueron los que ayudaron a justificar, desde la izquierda, la ley antiterrorista o la compra de la imprenta Ciccone, que hubieran podido caer si ellos no hubieran dado su apoyo). Otros más, dicen que lo que les preocupa es bloquear la llegada de "la derecha". Exactamente lo mismo ocurrió en la época de Menem. Hoy sabemos que llegan ministros que favorecen la mano dura; ministros que favorecen el "gatillo fácil;" economistas que quieren el ajuste; los peores gobernadores premiados con lugares en el gabinete; el ala defensora de la represión de la protesta recompensada con el control de la seguridad; y ahora se nos agrega una potencial jueza anti-abortista y anti-gay. Llega el populismo católico-conservador, del ala dura y anti-derechos humanos, y va a llegar con el voto de cantidad de jóvenes que se asumen comprometidos con las buenas causas. Serán todos ellos responsables de la calamidad que viene, que afectará las causas por las que muchos de esos mismos votantes decían luchar. Encontramos su silencio y su voto cómplice. Necesitábamos, en cambio, su voz fuerte, clara, comprometida, jugada, en este exacto momento.

Micro-crónicas neocelandesas 8: No news, good news?

Como me ocurría en Noruega (el vínculo entre tres países tan distantes como Noruega, Escocia y Nueva Zelandia es bastante notable), lo que destaca en la lectura diaria de los diarios es la falta completa de noticias (tapa de tabloide noruego, con foto ocupando media página: "Un alce se asomó por la ventana de la casa de los Bergson"). Aquí es bastante parecido. Veamos la tapa del diario de hoy por ejemplo (la idea de escribir sobre esto la tuve ayer, así que me dije "vamos a ver si es tan así: qué nos dice el diario de hoy?"). Y...la tapa del diario de hoy, con foto exagerada también, nos habla con título catástrofe sobre la "cerca" que pusieron los "Walmsley" en el jardín de su casa, y que impide que "Peter y Sylvia Aitchison" vean el mar (¡¡¡). (En la Argentina combina, en el mismo diario -hoy, pongamos- el espionaje montado por el gobierno sobre los opositores; el lavado de dinero que organizó la presidente a través de hoteles; y la intervención de los servicios de inteligencia en la muerte del fiscal Nisman). Cada país con sus temas.

21 oct 2015

Micro-crónicas neocelandesas 7: El Tribunal Waitangi o Te Roopu Whakamana

En 1840, se firmó un tempranísimo, notable tratado entre la Corona inglesa y la comunidad Maorí: el Tratado de Waitangi. El Tratado -imperfecto y parcialmente incumplido- trajo llamativos cambios en las relaciones entre las partes (que incluyeron, por caso, pioneras reformas legislativas para asegurar asientos fijos a los maoríes, en el parlamento). Luego de más de 130 años de protestas de las comunidades aborígenes, en 1975 se creó el Tribunal de Waitangi, destinado a investigar las demandas de los maoríes; a generar reportes a partir de las evidencias que recibe; y a realizar propuestas a partir de tales reportes. Vamos a mirar con más detalle su funcionamiento. Pero desde ya adelanto: iniciativas de tipo "judicial" como éstas (o legislativas, como el parlamento sami, en Noruega) están a años luz de las políticas de negligencia, hipocresía y maltrato que todavía dominan en buena parte de América Latina.

Micro-crónicas neocelandesas 6: kiwi (el pájaro que no aprendió a volar, oh)

El kiwi (pájaro nacional) está profundamente vinculado a la cultura local, y en particular asociado a la cultura maorí. Se trata de uno de los únicos pájaros que no vuelan. Y no aprendieron a desarrollar el vuelo porque no lo necesitaron para sobrevivir (vegetación exuberante, gran capacidad de camuflaje, etc.). Hoy, sin embargo, por la brutal reconversión ambiental que supo haber desde la época de la colonización inglesa, las principales especies de kiwi se encuentran todas bajo amenaza de extinción. Una gran metáfora: como ha ocurrido con los maoríes, primero les destruyeron la vida, y ahora aparecen con desesperadas políticas tratando de integrarlos y asegurar su supervivencia. No es poco: en mi país primero te matan y luego de muerto te humillan (preguntar por un tal Nisman).

Micro-crónicas neocelandesas 5: Desmesurado jet lag

La última vez que me enfrenté a un desmesurado jet lag, resolví mal la situación. Venía de una noche de avión sin dormir, y tenía que participar al día siguiente en un mortal seminario (muchos de mis ex profesores, incluyendo a Elster y Przeworski, estaban ahí). La radical falta de sueño por la noche de vuelo, más la excitación propia del seminario, y la cantidad de café que consumí a mi llegada para poder mantenerme en pie, lo empeoraron todo. Eran las 5 de la mañana, llevaba mi segunda noche sin sueño, exponía a las 9, y tomé entonces la peor decisión: para descansar al menos un par de horas, recurrí a un inductor de sueño que terminó siendo brutal. Por el azar y una alarma infinita llegué a levantarme a las 7, pero eran las 9, comenzaba mi exposición, y Elster y Przeworski aparecían cabeza abajo; el piso se inclinaba; y la pizarra sobre la que quería escribir se alejaba de mi trazo cuanto más me quería acerca a ella. Decidí entonces, esta vez, cambiar de estrategia (aunque son las 5 ahora, y expongo a las 9).

20 oct 2015

Micro-crónicas neocelandesas 4: Cultura cafetera

Antes de llegar a Wellington recabé unas pocas informaciones. Una de tantas decía que se había convertido en una de las capitales cafeteras del mundo. Llego y ratifico el dicho, que hace que la ciudad me conquiste definitivamente (ella a mí, no yo a ella). Leo en dos guías, antes de rozar el suelo, que hay que visitar "cualquier café": el presupuesto, acertado, es que son todos excelentes. Hay un orgullo especial (que veo repetido en varios lugares) porque la CNN calificó a la ciudad entre las que tienen el mejor café del mundo, junto a Seattle, Melbourne y Singapur. Y es así. Bajo del avión en Auckland, son las 4 de la mañana, literalmente, y fuera del aeropuerto, en unas "trucks" estilo retro, baristas frente a máquinas descomunales empiezan a preparar el café para los recién llegados (debería detenerme en ellas, tal vez más tarde, porque es muy llamativo el hecho: cualquier café tiene unos aparatos descomunales, de Marzzoco para arriba). Repito, son las 4 de la mañana y veo este espectáculo. Tengo estudiado un breve mapa de los cafés de la ciudad, así que llegado a Wellington, muerto de sueño, y luego de los saludos de rigor o no, parto hacia el primero de los cafés marcados: Red Rabbit. Esto es increíble.

Micro-crónicas neocelandesas 3: Todo negro

Apenas he puesto un pie en el país, y advierto la omnipresencia de los All Blacks y el kiwi (el pájaro nacional, en vías de extinción, no la fruta). All Blacks en las casas de souvenir; en los concursos de preguntas; en los kioskos de revista; en los envoltorios de caramelos. Al subir al avión, el anuncio de las instrucciones de vuelo provienen de un video: hombres y mujeres vestidos de negro, interpretando un rap notable, nos van cantando cómo se abrocha el cinturón de seguridad; cómo se colocan las máscaras de oxígeno en caso de despresurización; cómo hay que seguir las luces en caso de emergencia. Todo cantado, todos bailando.

Micro-crónicas neocelandesas 2: Aire de pueblo

Olí el aire de pueblo desde el aire, así que poco me sorprendió el hecho. El avión descendió en Auckland, desde donde debí trasladarme al aeropuerto doméstico, para tomar mi siguiente avión a Wellington, y llegar finalmente a destino. Pero un inconveniente de pronto. Subidos al avión, escuchamos la temblorosa voz del copiloto que nos dice: "Por un contratiempo, el piloto no ha llegado, así que el avión lo conduciré yo. Les pedimos ahora que desciendan de la nave hasta nuevo aviso." El copiloto parecía en pánico, por lo cual la mayoría de los pasajeros se preocupó también. Yo no, porque apenas puse el pie en tierra vi a lo lejos a una figura algo despeinada, que venía hacia nosotros. El piloto, que se había quedado dormido, llegaba tarde, y como en una travesura, sonriente, apurando el paso, se dirigía a ocupar su puesto. Un minuto después de nuestro descenso, el altoparlante nos llama entonces, para que montemos de nuevo a la máquina.

Micro-crónicas neocelandesas 1: El hombre sin martes

Vengo a Wellington por un congreso sobre constitucionalismo, poblado de buenos amigos. Salgo de la Argentina, en un viaje larguísimo, el lunes a las 6 de la tarde. Unas 19 horas después, entre escalas y descensos momentáneos, llego a destino. Sin embargo, todos mis informantes insisten en que estamos en miércoles. No puede ser, si salí el lunes. Si estuve en el aire apenas medio día. Se esfumó el martes. Que el gracioso me lo devuelva ya, así nos reímos todos.

18 oct 2015

Literatura paleokirchnerista

Gracias "estebitan" por este muy buen texto, acá

17 oct 2015

Luca: Time, Fate, Love

El otro gran album del rock argentino: el itálico Luca Prodan, solito en Córdoba, tocando (casi) todos los instrumentos, acá: https://www.youtube.com/watch?v=FYnJ6YHSJG8

Constitucionalización del derecho privado?

Mañana, gran evento en la Di Tella: una relajada conversación con Gustavo Maurino y Alberto Garay sobre el tema, organizada por la Revista Argentina de Teoría Jurídica. A las 4 de la tarde

Más info, acá

14 oct 2015

3 más sobre la Ley de Medios

Balance de 6 años por M.Becerra, acá

J.Rivera desde Todo sobre la Corte, acá

Y la queja, con razón, del director de Perfil, acá

La queja anterior no sólo es razonable, sino que se apoya en el lugar correcto: el obiter de la Corte en su fallo sobre la Ley de Medios. Siempre recuerdo, en idéntico sentido, el obiter de la Corte norteamericana en nuestro querido caso "Red Lion," en donde el tribunal norteamericano aceptó una tremenda -y justa- regulación -la "doctrina de la equidad"- bajo la apropiada advertencia -que nuestra Corte luego, y a su modo, repetiría. La advertencia fue, más o menos, en el siguiente tono: "Ustedes (el poder político) han aprobado una regulación tan importante como riesgosa, y sabemos de los peligros que se abren ahora cuando la validamos judicialmente. Sin embargo, por eso mismo, dejamos en claro que somos absolutamente conscientes de los riesgos de abuso que ahora emergen." 

Pero (y aquí traduzco directamente, para ser más preciso) "si la experiencia en la administración de estas doctrinas indican que ellas tienen, como efecto neto, reducir más que aumentar el volumen y calidad de la cobertura, entonces habrá tiempo suficiente para reconsiderar sus implicaciones constitucionales.” Esto es decir: apenas veamos un abuso, ahí estaremos para fulminarlo declarándolo contrario a la Constitución.

11 oct 2015

Injusticia social e injusticia penal, una vez más

En "Can deserts be just in an unjust world?", Michael Tonry -ya más fuera que dentro de la vida académica - vuelve a insistir, afortunadamente, con un tema que viene obsesionándolo desde hace tiempo: cómo tratar, desde el derecho penal, a los que cometen un crimen desde posiciones de grave desventaja social. En su trabajo, Tonry hace, ante todo, un buen repaso (que yo tratara de retomar en algunos trabajos) de la poquísima literatura anglosajona en la materia: algo de J.Murphy, algo de Duff, algo de Honderich, algo de Richard Delgado. 

Además, Tonry dedica un buen tiempo a señalar la tremenda paradoja sucedida en la materia durante los años 70. Por entonces, el movimiento por los derechos civiles; las ligas por los derechos de los prisioneros; y corrientes penales de avanzada comenzaron a bregar por una justicia criminal menos sesgada, menos discrecional, más consistente. A partir de tales presiones, renacieron las teorías retributivistas; la exigencia de reglas de sentencia más firmes y determinantes; la demanda de menor discrecionalidad judicial; el requerimiento de decisiones judiciales más consistentes. El objetivo era terminar de una vez por todas con un derecho penal que se jugaba en una cancha inclinada contra los más pobres, que se torcía a favor de los más ricos. Cuál fue el resultado? Un derecho penal que le cerró a los jueces la posibilidad de considerar, en sus sentencias, el "background putrefacto" ("rotten social background") del que provenían muchos criminales, para así mitigar las penas. Mucho peor: se impidió desde entonces agregar a las "excusas" de "insanía," etc., otras relacionadas con la pobreza. Y el neo-retributivismo sirvió para levantar una muralla contra todo intento de tomar en cuenta las circunstancias personales de los ofensores -circunstancias que podían haberlos colocado en los peores ambientes y frente a las más graves necesidades. Esto es: los enormes esfuerzos hechos en los 70, destinados a asegurar un derecho menos sesgado contra los pobres, terminaron perjudicando a estos últimos, y atando las manos de los jueces proclives a tomar a la pobreza extrema como elemento relevante -moderador- de sus sentencias.

4 películas colombianas, 2 argentinas, 1 chilena


Colombia

La tierra y la sombra, ópera prima de César Acevedo (2015). Campesinos asfixiados por la caña de azúcar quemada. Explotación feroz.
Sofía y el terco, ópera prima de Andrés Burgos (2012). Ingenua y punzante a la vez, feminismo dulce y tenaz, a la colombiana, con Carmen Maura de protagonista
El vuelco del cangrejo, de Oscar Ruiz Navia (2009), en las comunidades negras de La Barra, costa pacífica colombiana. Varado en el Pacífico, atrapado en el borde colombiano. Angustia poética.
La sombra del caminante, ópera prima de un jovencísimo (20 años) Ciro Guerra (2004). Un hombre sin una pierna se cruza con otro que pasea gente en una silla atada a su espalda. Tan oscura y áspera como eso.

Argentina

Mi amiga del parque, de Ana Katz (2015), el punto más alto de la llamativa, cada vez más interesante filmografía de AK. Cómo hacer buen cine -un cine inteligente- con pocos elementos y grandes actores.
Ciencias naturales, de Matías Lucchesi (2014), gran pequeña muestra del naciente cine cordobés, con enorme actuación de la niña Paula Hertzog.

Chile

El club, de Pablo Larraín (2015). Finalmente, tengo que reconocer que Larraín me torció el brazo. Después de Tony Manero y Post Mortem, que había resistido, y No, que había aceptado con reservas, Larraín me muestra que tiene un modo atravesado, cruel, propio, de pensar el mundo.

8 oct 2015

La terna para la Corte Constitucional Colombiana

Fue anunciada ayer la terna para cubrir un cargo en la afamada Corte Constitucional Colombiana. El proceso ha sido hasta ahora (no impecable pero) autorrestrictivo y (relativamente) transparente. Quedaron dos colegas cercanas, Catalina Botero Marino y Magdalena Correa Henao, y Alejandro Linares (todos vinculados al Externado¡). El presidente anunciado la terna por cadena, acá.
Buen análisis de La Silla Vacía, acá.

6 oct 2015

Mañana última sesión del seminario¡ Democracia, derecho penal y protesta

A las 6 de la tarde, Salón V. Sársfield, todos invitados. Y como en todas las últimas sesiones, con brindis final¡

4 oct 2015

Murió Tato Pavlovsky

De los pocos grandes artistas que no cedieron nunca

Nuevos comicios para Tucumán, 7

Publicado hoy en Perfil, acá

Horacio Verbitsky dedicó su editorial del domingo pasado a sostener el fallo de la Corte Suprema tucumana, en el que el tribunal invalidara la decisión de la Cámara en lo Contencioso Administrativo. En su decisión, como sabemos, la Cámara anuló los comicios provinciales, frente a las graves irregularidades producidas en el proceso electoral. Verbitsky dedica largos párrafos de su texto central, y una columna lateral, a defender la decisión de la Corte, criticando mi propia posición al respecto (una posición que fuera de aval a la postura de la Cámara). Aprovecho entonces la oportunidad que se me brinda para responder al texto de Verbitsky, menos interesado en polemizar contra él que en reflexionar sobre los puntos en que disentimos. Nosotros no somos importantes, pero los temas sobre los que discordamos sí: la discusión, en apariencia sólo técnica, tiene particular interés a la luz de los fraudes habidos y por haber, y la previsible judicialización futura de tales desmanes. Menciono entonces algunos de los puntos que diferencian mi postura de la sostenida por Verbitsky.

La decisión de la Cámara. Un primer punto de desencuentro se advierte en la (parcialmente) diferente valoración que hacemos del fallo de Cámara, y de los jueces que lo escribieron. Aunque ambos podemos coincidir en que el fallo no tuvo la fuerza y rigor argumentativo que mereció tener, disiento tanto en la sustancia como en la radicalidad y virulencia de su crítica a la decisión de la Cámara. Verbitsky sostuvo que, según los camaristas, “no pueden tomarse en serio los votos de los feos, sucios y malos, porque no son ciudadanos libres”, y agregó que el fallo sugiere que se deben “anular las elecciones en los barrios populares (donde triunfó) el Frente para la Victoria (y) excluir a esa población desprotegida del acto eleccionario” para que, mientras tanto “gobiernen los que saben.” La acusación de Verbitsky es de una gravedad extraordinaria: jueces que, desde un discurso racista y elitista, sugerirían en su sentencia que los pobres no voten, y que “gobiernen los que saben”. El tremebundo señalamiento, sin embargo, enfrenta un problema realmente serio: los jueces que no quieren que el pueblo vote pidieron…exactamente lo contrario, esto es, que el pueblo vote. Pero entonces, dos preguntas. Primero: cómo se explica que los camaristas tucumanos, elitistas y racistas, decidieran apelar al voto popular? Se explica fácil: lo sugerido por Verbitsky no era cierto, y su acusación era gratuita, inmerecida e injustificada. Segundo, si la decisión judicial contra el fraude socava el valor del voto, qué es lo que hacen prácticas como la quema de urnas o la adulteración de padrones: vienen a honrarlo? Por supuesto que no, y por ello mismo es importante que la justicia le marque a la política los límites que no puede atravesar.

El lugar de la política. Verbitsky y yo coincidimos no sólo en la exigencia de mejor fundamentación al fallo de la Cámara, sino además, según parece, en una importante cuestión de fondo: la primacía de la política, o –en otros términos- el lugar que la justicia debe dejarle a la voluntad popular. Sin embargo, el acuerdo de fondo puede resultar mera apariencia, si no precisamos nuestros dichos. Y es que no debe confundirse –como creo que le ocurre al propio Verbitsky- primacía de la política partidaria con primacía de la voluntad del pueblo. En lo personal, sin ninguna duda, me inclino por lo segundo antes que por lo primero: la palabra última la debe tener el pueblo. Y digo esto porque, en nuestro país –como en tantos-, desde siempre –aunque particularmente en años recientes- se advierte que la política ha sido capturada por una elite preocupada por vaciar de sentido a la voluntad popular, a la que invoca pero no consulta; a la que se refiere con emoción, pero que deja de lado con desprecio. De eso se trata el fraude; la corrupción estructural; o el decisionismo de uno o unos pocos. Entonces, es importante aclarar que, al defender la primacía de la política, lo que queremos es recuperar poder de decisión y control para el pueblo, y no –digámoslo así- restaurar el orden partidario dominante, controlado por los Insfrán o los Alperovich de turno.

La teoría del control judicial, el “referí” y el juez Roberts. Parece que Verbitsky y yo suscribimos, de algún modo, una teoría del control judicial como la que propusiera en algún momento el juez Roberts, de la Corte de los Estados Unidos: el juez actuando como el “referí” de un partido de fútbol, que respeta siempre el resultado del juego –cualquiera sea- pero que se ocupa de asegurar que el juego se desarrolle conforme al reglamento. Dicho “referí” no puede decir nunca “creo que el resultado es injusto, por lo que vamos a darle por ganado el partido al equipo derrotado.” Puede decir, en cambio “este gol fue en posición adelantada” o, “el penal se tira de nuevo”. Se trata de lo que el derecho conoce como una concepción “procedimentalista” del control judicial, fundada en su momento por el teórico John Hart Ely en su libro “Democracia y desconfianza.” Esta postura tiene un buen arraigo en el derecho anglosajón, tanto en la jurisprudencia como en la doctrina (Verbitsky entiende que le señalo una lectura errada de lo dicho por el juez Roberts, pero en realidad se trata de un malentendido de su parte, atribuible a una redacción en ese punto ambigua de mi parte, así que pido disculpas por ello).

En lo personal, desde hace unos 20 años, defiendo esta lectura procedimentalista pero con un “twist” importante, y es que la apoyo en una lectura “deliberativa” de la democracia, que pide que los jueces se conviertan en protectores de un procedimiento (que debe leerse como) de debate público socialmente inclusivo. Verbitsky o algún otro me podría decir que de este modo vuelvo a las “abstracciones alejadas de la realidad” (en su artículo, de hecho, pide que descienda “desde el paraíso de las abstracciones a la tierra”). Pero disiento con esta lectura: me sitúo en un ideal regulativo (tan abstracto como la concepción procedimentalista que Verbitsky retoma de Roberts), para evaluar críticamente –antes que para refrendar, restaurar o reproducir- una práctica política y judicial concreta, marcada por injusticias y desigualdades imperdonables. Ese ideal me da razones, por ejemplo, para sostener en buena medida el fallo de la Corte argentina en materia de Ley de Medios (sí a una ley que promueve el debate público, no a cualquier intento de ocluirlo); para defender la inconstitucionalidad de la (tramposamente llamada) “democratización de la justicia” (que era en verdad una ruptura de las reglas básicas de juego, como traté de fundamentar en su momento); para reclamar la inconstitucionalidad de la reforma del Consejo de la Magistratura (que Néstor Kirchner promoviera en el Congreso ordenando que su proyecto fuera aprobado, como ocurrió finalmente, sin debate, impidiendo que “se cambie una sola coma”); o para insistir en el reclamo de decisiones que den amparo a los luchadores sociales, piqueteros y activistas que ponen el cuerpo y su dignidad en juego para reclamar por una inclusión social que este gobierno les niega, y que la justicia reiteradamente ha deshonrado.

La teoría procedimentalista y el fraude en Tucumán. Desde dicha peculiar concepción procedimentalista, es perfectamente justificable que un juez anule una elección fraudulenta. Lo mismo puede ocurrir en los casos muy extremos en que un referí de fútbol anula un partido o, aún, le da la derrota al equipo ganador, porque el mismo ha jugado con futbolistas dopados, o porque se comprueba que ha comprado a los jueces de línea. Si un referí (o una Cámara, o la asociación de fútbol) así se comporta, quedan fuera de lugar los insultos del tipo “juez racista,” “elitista” o “aristocrático”: se trata simplemente de un juez que cumplió con su deber, frente a un equipo que –del modo más grave- incumplió con el suyo.

En esta cuestión, Verbitsky y yo disentimos, y me parece que es un buen punto de disenso. Coincidimos en que la elección, hipotéticamente, podría ser anulada (total o parcialmente), si es que se demuestra que hubo un fraude mayúsculo. Pero nuestra diferencia al respecto es tanto fáctica como normativa. Primero entonces, y en relación con los hechos, entiendo que nos apoyamos en alegatos y pruebas diferentes. Mi posición sobre el fraude (y aquí, subrayo, hablo de una convicción personal, no de una “prueba judicial”) se basa en el testimonio de muchas fuentes locales, que incluyen –por citar sólo dos ejemplos- al de uno de los jueces intervinientes en el caso y, en particular, el de una persona que pidió anular la elección por fraudulenta, y que me merece la máxima confianza: el fiscal Gustavo Gómez. Gómez –oh casualidad- es la persona que, en tremenda soledad, supo oponerse al negocio de la megaminería contaminante, en el norte del país, frente al empresariado vendido al dinero del cianuro, y el único que atinó a ponerse de pie –solito él- frente a un poder político y judicial desesperado por amparar, de modo cómplice, al general Milani. Si el fiscal Gómez denuncia que hubo quema de urnas, padrones adulterados, entrega masiva de documentos a dirigentes del FPV, compra de votos, designación ilegal de autoridades electorales (en definitiva, si Gómez dice que hubo un fraude descomunal, que amerita la anulación de la elección), mientras que el gobernador saliente y su mujer, montados en sus respectivos camellos, me dicen lo contrario, no tengo dudas de a quién creerle. De todos modos, tal vez el desacuerdo sea menor de lo esperado: todos –aún la Corte tucumana- reconocen que en esta elección hubo irregularidades notorias y gravísimas, aunque seguimos disintiendo sobre la dimensión y extensión de las mismas. Mi posición, contra la de Verbitsky, es que en Tucumán se produjo un fraude superior al que caracteriza a todas las elecciones nacionales y provinciales, y además en un nivel particularmente “chambón” o torpe (se trató de mostrar la presencia de una diferencia de votos extraordinaria, que no se condecía con la realidad). Nos dice esto que existió en el caso una justicia angelical (la que afirma lo que yo afirmo), y una oposición benevolente e ingenua, enfrentada a las fuerzas del mal, encarnadas por el oficialismo? No, en absoluto. Lamentablemente –es marca de época- en estos tiempos, buenos y malos están mezclados, del mismo modo en que lo están el poder político que hace fraude y el poder económico que lo corrompe; el poder político que denuncia al “neoliberalismo”, y el poder económico con el que el primero hace negocios “neoliberales”.

Finalmente –y ésta sería la segunda diferencia citada- se encuentra la cuestión normativa referida a cómo evaluar el fraude que reconocemos que hubo. Para Verbitsky, que pone en duda la enormidad del mismo, el poder judicial –ante la duda y dificultad de probar la exagerada dimensión del fraude- debe mostrarse deferente frente a la política existente. Para mí, el poder judicial perdió una oportunidad única, histórica: la de decirle al poder político –como el referí al equipo con jugadores incentivados, comprados y dopados- que así no se juega, así no vale, así no se puede. Se trata de que el referí decida el partido tal como quiere? En absoluto, es lo contrario: se trata de marcarle los límites, de una vez por todas, a una política dispuesta a humillar y reírse de la voluntad del pueblo una y mil veces. Se trata, en definitiva, de empezar a poner fin a un orden feudal, asfixiante, hoy judicial y políticamente restaurado.

2 oct 2015

Fallece el Tute Baigún

Un abrazo a los familiares

Una década de deserción jurídica

Publicado hoy en La Nación, acá


Para quienes nos sentimos parte integrante, activa, de la comunidad jurídica argentina, existen dos hechos en particular, propios de esta época, que nos resultan especialmente gravosos. El primero de ellos se refiere a la dimensión y los modos de la defección de tantos colegas. La pregunta es: qué explica que tantos de nuestros pares hayan pasado a avalar, sin la menor autocrítica, lo que hasta hace poco ellos mismos repudiaban? La segunda cuestión tiene que ver con la extraordinaria contribución que pudo haber significado -frente a dicho contexto de debacle legal- el accionar principista, hasta el final comprometido, de algunos operadores jurídicos, decididos a no negociar el contenido de sus decisiones con aquellos que debían ser reprendidos por las mismas. 

Sobre la primera cuestión –referida a los colegas que prefirieron no impartir justicia, sino negociarla- conviene subrayar lo siguiente. La incomodidad que nos genera esa situación de defección generalizada no se relaciona, únicamente, con el hecho de que tantos pares actuaran de modo contrario al que muchos hubiéramos preferido. Se trata de que dichos colegas obraran de manera contraria a sus propias, enfáticas, prédicas de antaño. Me refiero, por citar algunos ejemplos, a colegas que –por convicción y decisión propias- supieron convertirse en adalides de las garantías procesales y máximos críticos de la violencia policial, pero terminaron poniendo su saber técnico al servicio de la rama más autoritaria y brutal del Ministerio de Seguridad, que representó en esta década todo aquello contra lo cual habían militado en otro momento –léase la discrecionalidad policial, la represión de la protesta, la mano dura contra los más débiles. Me refiero a fiscales que supieron tomar como orgullosa misión la de poner al poder político entre las cuerdas, en tiempos de Menem, y que luego utilizaron ese mismo ímpetu y esas mismas facultades persecutorias para asegurar la impunidad del poder (la impunidad de los millonarios de esta época), en tiempos de Kirchner.  Me refiero a jueces que, en su momento, supieron conmovernos demostrando que actuar de otro modo –más ingenioso y audaz- era posible, y que terminaron usando su creatividad y astucia para ayudar sin que se note a sus ocasionales aliados políticos, de corrupción demasiado saliente. Me refiero a activistas que decidieron, por sí solos, abrazar como constitutiva de su identidad la causa de la muerte de los jóvenes Kosteki y Santillán, para aparecer luego sirviendo a los principales responsables políticos de esas muertes (los mismos responsables que en aquel entonces insistieron en la idea de que los piqueteros “se matan entre ellos con el fin de perjudicar al gobierno”). Me refiero a juristas que con fervor propiciaron condenas de por vida a “criminales de lesa humanidad” y que, poco después, se encargaron de sembrar dudas sobre las responsabilidades propias del ex Jefe del Ejército –una figura que carga sobre sus espaldas imputaciones tan serias como las que habían hecho posibles aquellas primeras condenas. Me refiero también a abogados con convicciones que decidieron, ellos mismos, edificar su vida en torno a la lucha contra la persecución a los obreros, y que terminaron conviviendo, justificando o buscando moderar las críticas contra lo planes de espionaje y seguimiento de sindicalistas y militantes opositores, puestos en marcha desde la cúpula misma del gobierno.

Ejemplos como los citados debieran bastar de modo suficiente para sostener lo afirmado más arriba. No se trata, simplemente, de colegas que no se comportaron de acuerdo con los ideales que uno hubiera favorecido, sino de individuos que terminaron deshonrando los principios que ellos mismos, vociferantes o altivos, habían proclamado. No se trata, tampoco, de abogados cercanos que no interpretaron el derecho como uno proponía interpretarlo. No: hablamos de colegas que manipularon argumentos jurídicos para servir a quienes debían ser blanco de sus embates. Y es que, simplemente –y más allá de los mil desacuerdos que nos separen, en torno a los contenidos del derecho- ninguna persona de buena fe cree que la Procuración estaba autorizada a hacer muchas de las designaciones que hizo; o que el derecho permitía al Consejo de la Magistratura reemplazar jueces subrogantes del modo en que lo hizo; o que la Ley de Medios le reconocía a la AFSCA el poder de aceptar muchas de las fusiones y compras que convalidó con impudicia; o que la publicidad oficial podía distribuirse bajo criterios de puro amiguismo; o que la legalidad del uso de la cadena nacional podía depender de lo que declarara al respecto la misma persona que abusaba de ella. 

En casos como los citados, entre tantos otros, no quedamos enfrentados por un modo distinto de interpretar el derecho, sino separados por un modo diferente, decente o indigno, de aplicarlo. Y es que no es cierto que el derecho sea compatible con una interpretación o la contraria (“una biblioteca dice una cosa, pero otra biblioteca dice lo opuesto”). No: hay interpretaciones de la ley buenas, otras regulares, y muchas otras solamente absurdas, inconcebibles, y que nadie que no quiera simplemente trampear el derecho puede reconocer como válidas. En estos tiempos, muchos de nuestros colegas han querido que considerásemos plausibles las que eran, en verdad, interpretaciones puramente disparatadas.

Reconociendo que lo que hacían era injustificable, algunos colegas defendieron su obrar alegando, ya no razones jurídicas, sino excusas políticas. Nos dijeron: “la corporación judicial” debe ser derrotada; “los del otro lado son peores”; “los que ocupaban ese cargo tampoco estaban bien designados;” “en este momento lo que importa es fortalecer el poder político contra el poder económico que lo ataca” Como resulta obvio, cualquiera de los males que tales emotivas frases denuncian puede ser reparado a través de medios realistas, cercanos y perfectamente acordes con versiones no inmorales del derecho. Nada impide, por caso, combatir a la “corporación judicial” por medios legales (concursos más transparentes; formas de acceso sencillo y sin costo a la justicia, para los más pobres); como nada prohíbe  reemplazar las malas designaciones vigentes por otras hechas conforme a la ley (concursos en los que se premie, simplemente, a los mejores candidatos, elegidos en acuerdos sin trampas -acuerdos que la oposición no rechazaría); como nada obsta a apoyar a un proyecto político, denunciando y ayudando a separar, a la vez, sus raíces infectas.  

Lo dicho hasta aquí nos lleva a la segunda cuestión citada al comienzo. Se trata de que, cuanto mayor y más grave es la defección de tantos colegas, más crece la certeza de lo que pudo haber significado la presencia de algún o algunos magistrados que se animaran a seguir una causa hasta el final, aunque ello afectara a sus vínculos y amistades. No se trata del anhelo por una historia de héroes, sino de constatar que una construcción colectiva diferente requiere de algunos firmes, inclaudicables pasos que no se dieron –pasos que pudieron darse, pero que se evitaron cuidadosamente.

La masiva defección de tantos colegas de la comunidad jurídica (que, seguramente, no ha de se muy diferente a la defección que se ha dado entre miembros de las comunidades de músicos, escritores, artistas o empresarios) llevó a que prevalecieran, en esta década, las prescripciones y cierres de causas sin fundamentos; los cajoneos” de casos y la demora de decisiones que involucraban a amigos y aliados; la entrega de fallos; los sobreseimientos sin razón; las decisiones basadas no en el derecho sino en el mero cálculo de conveniencias; la desestimación de pruebas obvias; la inacción frente a los hechos probados; la interposición de recursos y excepciones injustificadas para proteger a los más enriquecidos. Lo ocurrido nos exige preguntarnos por el por qué, para poder ir más allá del mero lamento. Posiblemente –y por conjeturar- se haya tratado una de una mezcla de elementos muy poderosa y común en el ámbito legal. Una combinación de motivaciones como lo son la ambición y el miedo (el deseo de ascenso, de poder de influencia, de mayores ingresos; junto al temor a ser señalado, el pánico de perder los privilegios ya logrados), potenciadas estos años en sus extremos (por un lado, por los niveles de dinero derramados desde el poder; y por otro, por los niveles y modos de la amenaza –vía inteligencia- a la que se recurrió en este tiempo). También en el ámbito del derecho, lo que vamos dejando atrás es una larga década de desidia, complicidad y silencio. 


Nuevos comicios para Tucumán, 5. Piruetas verbales


En un texto publicado en un medio de Tucumán, acá, Lucas A. vuelve sobre el fallo de Cámara y Corte en Tucumán, y a las elecciones anuladas y luego validadas. El texto es mejor que el muy desafortunado que apareciera bajo su nombre en Página hace unos días (a), pero igual tiene problemas serios. Vemos algunos:

1) Lo positivo: quedan en claro puntos que merecían enfatizarse, y con los que coincidimos. Ejemplos: Reconoce que hubo "un proceso eleccionario polarizado con muchas denuncias y serias irregularidades, después de la represión por parte de la policía del gobernador Alperovich ante un ejercicio legítimo del derecho de protesta, la detención ilegal de varios de los participantes de esa manifestación pacífica, la selectividad política contra militantes del Partido Obrero durante una semana sin pruebas en su contra, la violencia policial y la arbitrariedad en su restricciones de la libertad, la manipulación mediática a nivel nacional y al juego autodestructivo en el que tanto oficialismo y oposición suelen sumergirse". Menos mal. Bien ahí.

2) Pero: el texto está, típicamente, lleno de frases provocativas, de impacto, demagógicas, en las que ni él cree, y que él mismo desdice. Frases demagógicas del tipo "Al gran pueblo tucumano, razones," o (la frase final) la solución debe darse "lejos de la judicatura...cerca del pueblo." Agrega además que "un poder judicial endogámico, repleto de castas familiares y fidelidades políticas no da legitimidad a sus decisiones.Resolver conflictos políticos a través de un dudoso poder judicial es potenciar el conflicto y politizar al poder judicial "Ahora, todo esto es inmediatamente negado por él mismo, porque ya desde el artículo de Página reconoce que  la “quema de urnas”, las prácticas de violencia y fraude político y todo desmán en un proceso tan sensible y relevante como una elección democrática deben ser, sin excepción, identificadas, castigadas y revisadas judicialmente." Pero entonces, master, en qué quedamos?????? La justicia es aristocrática, racista, endogámica, elitista, machista (y siguen las firmas), y los problemas deben resolverse políticamente, nunca por la judicatura... pero, caramba, resulta que justo prácticas como las de Tucumán deben ser "identificadas, castigadas y revisadas judicialmente". Entonces: todo lo dicho era pura demagogia. Él mismo reconoce que estos casos deben ser judicializados, más allá de la retórica y la pirotecnia verbal. Si esto es así, ahorrémonos la terminología que engaña.

(2') Un breve interludio, entre paréntesis, para esta frase: "Algunos idealizan a los jueces por la misma razón que idealizan a las personas: No los conocen". A otros, como a él, les pasa lo inverso: critican sin asco (a una justicia "elitista, machista," etc.), porque no conocen de quién están hablando. Si él supiera a quién está criticando al criticar el fallo de Cámara (al menos a uno de los jueces a quien indirectamente conoce), pediría disculpas por los insultos que ha proferido contra ese fallo y quienes lo firmaron. Pero cierro el paréntesis, que es personal, y sigo)

3) Está en el fondo el disenso/error sobre cómo pensar el control judicial. Digo disenso pero digo también error porque L.A. amaga por un lado, otra vez, hace piruetas verbales, pero la respuesta -lo reconoce sin querer decirlo- sabe que no es la que sugiere con fuegos verbales, y que está en otro lado. Digo por qué, pero primero un par de ejemplos. Vuelve a una frase de alto impacto, pero finalmente tan errada como hueca:"Los jueces serían guardianes de la democracia si la democracia fuese una cárcel, (cuando la idea refiere en verdad no a "carceleros" que impiden que "los presos" vivan el libertad, sino a "referís" que permiten que los jugadores hagan lo que quieran, mientras jueguen el juego). Vuelve a frases directamente demagógicas, en las que ni él cree, del tipo: "democracia es una práctica social que costó esfuerzo de generaciones de argentinos" . Esto es, contrapone a la justicia "aristocrática, oscura, opaca," a la que se refiere en el texto, con "la democracia de los argentinos", del pueblo. Todo muy bien. Ahora, la pregunta es: qué pasa si en esa democracia "producto del esfuerzo argentino" y el "gran pueblo tucumano", el gobernador, intendente u opresor de turno hace fraude? Lo controla la misma política mayoritaria que hizo el fraude? Lucas no puede decir que sí, y (como en el texto que escribió para Página) tiene que admitir lo contrario: el fraude debe investigarse, castigarse y revisarse judicialmente. Entonces, cuál es la concepción del control judicial que está defendiendo? La misma que niega en el texto. El juez "oscuro," "opaco", "aristocràtico", "dependiente", debe intervenir cuando hay fraude. Entonces: podemos disentir sobre los hechos -no que en Tucumán hubo fraude, sino cuál fue su dimensión- pero no debemos engañar sobre la teoría que suscribimos, dando señales de "democracia", cuando obviamente hacemos un llamado a un control "externo" a los propios jugadores políticos: un control judicial, que LA se obstina en negar, que insiste en agraviar, pero que no puede evitar que se le cuele por todos lados.

4) Y el cierre es en el mismo estilo: demagógico, de alto impacto, pero engañoso. Se insiste con la vuelta del pueblo  y, entre lágrimas de emoción, se nos dice que el problema lo debe resolver el valioso pueblo tucumano, porque la última palabra la debe tener el pueblo. Muy bien: que nos diga ahora qué se hace si hubo fraude; y cuán diferente es de lo que dijeron los Camaristas sobre el fraude: se vuelve a dar una elección, se vuelve al "gran pueblo tucumano". Entonces, batimos el parche democrático como en el cierre de un acto político, levantando el índice acusador contra los jueces, pero ya dijimos que los problemas de fraude los deciden los jueces. Y, contra ellos, decimos, conmovidos de pasión, que el que debe decidir es el gran pueblo tucumano, que es...exactamente lo que dijo la Cámara defenestrada: que decida el gran pueblo tucumano. Entonces, a pesar de la retórica, la diferencia no estaba en la intervención judicial (a la que insulta pero admite), ni en el resultado (hay que dar nuevas elecciones, totales o parciales, si hubo fraude), sino en la coyuntura, en los detalles del fallo. Pero entonces, dejemos el artificio verbal, no demos señales engañosas, y vayamos al análisis de los hechos, en lugar de amagar con la gran diferencia teórica.

En resumen: toda la pirotecnia, todo el insulto a la justicia, toda la retórica democratista, para reconocer que los problema de fraude deben ser judicializados, y que la solución no es otra (si hubo fraude) que la que dijo la Cámara: volver al pueblo.