21 ene 2009

Disparen sobre Gualeguaychú


El domingo pasado, P12 publicó una nota tremendamente crítica sobre el asambleísmo (acá), que centraba sus dardos sobre la asamblea popular de Gualeguaychú. Con la amiga Maristella Svampa decidimos contestarle, interesados en reivindicar el valor de las asambleas en tiempos de esta crisis radical del sistema de representación. La nota, acá abajo, o en este link (acá)


“Disparen sobre Gualeguaychú”


Por Roberto Gargarella y
Maristella Svampa *

La última consigna del verano parece ser “disparen sobre Gualeguaychú”. Académicos, periodistas y funcionarios, que no dudaban en alentar el más crudo nacionalismo de los asambleístas, se aprestan hoy a celebrar –Gendarmería mediante– la caída de Gualeguaychú, símbolo de la resistencia socioambiental asamblearia. Cierto es que los asambleístas han mostrado más de un flanco débil, al no variar en un ápice sus repertorios de acción (el corte al puente internacional); pero éste no es un dato novedoso. No es la asamblea la que ha cambiado, sino los tiempos políticos del Gobierno. Lo que hasta ayer podía ser capitalizado políticamente hoy aparece demonizado, bastardeado, un obstáculo irritante. Por ello, y a propósito de un artículo de José Natanson sobre “La asamblea, sus ambiciones, sus límites” (en Página/12, el domingo pasado) quisiéramos hablar sobre la forma asamblea, sus potencialidades y limitaciones.

n Precisiones sobre la forma asamblea. Primero conviene recordar que, en la medida en que la política institucional devino cada vez más autorreferencial, ligada a una democracia concentrada y decisionista, de marcado corte excluyente, la acción colectiva no institucional se encaminó –en toda América latina– al desarrollo de formas de democracia directa, que marcaban los límites de la visión institucional-representativa y buscaban recrear –con precariedad y en clara asimetría de poder– nuevas formas de conceptualizar y practicar la política. En esas movilizaciones cobró centralidad la forma asamblea, como nuevo paradigma de la política desde abajo. Pero la forma asamblea no es simple, sino compleja, supone un lento aprendizaje y está lejos de ser unívoca.

Es compleja: en tanto espacio de democracia deliberativa (como sostiene Ariel Colombo), suele conjugar democracia directa, acción directa y desobediencia civil. La forma asamblea no es unívoca. Hay toda una tipología de las asambleas realmente existentes que hoy atraviesan los movimientos sociales y las acciones colectivas. Así, hay expresiones ordinarias (en el sentido de la cotidianidad, esto es, asociadas a los diferentes niveles, momentos y espacios procedimentales de decisión al interior de una organización o movimiento institucionalizados; se trate de una fábrica, un movimiento territorial consolidado o un espacio universitario y/o de intelectuales) y hay expresiones extraordinarias (la insurrección, la pueblada), en las cuales la asamblea deviene una institución en sí misma, esto es, autosuficiente y soberana, una totalidad procedimental y a la vez identitaria: sucedió en Cutral Có y, de diferente manera, marcada por su permanencia, en Gualeguaychú. Los campos organizacionales donde se sitúan son diversos: así, la dinámica de la asamblea de Gualeguaychú difiere respecto de la de las 70 asambleas contra la minería a cielo abierto nucleadas en la Unión de Asambleas Ciudadanas.

n Las limitaciones de Gualeguaychú. El texto de Natanson, si bien parte de la experiencia de Gualeguaychú, se centra en confrontar a la forma asamblea, en general, por medios diversos: en ocasiones, mediante un lenguaje irónico y descalificador (los “soviets de Caballito”); en otras, reduce un fenómeno social extendido en todo el país a un espejismo alentado por universitarios (“la increíble multiplicación de Ubacyts [destinados a investigar el fenómeno]”); a veces plantea preguntas retóricas (“¿el director del hospital debe ser elegido por los pacientes en asamblea?”) que recuerdan otras de triste historia (“¿es que vamos a pedir democracia en medio de una operación, cuando se debe decidir si amputar o no al paciente?”); para concluir con un interrogante destinado a generar aprensión contra la democracia directa, al vincularla con decisiones sobre crímenes de lesa humanidad (¿se pueden decidir tales cuestiones a través de una consulta popular?), un interrogante que es innecesario e irrelevante en el contexto del artículo, pero que puede discutirse –como lo ha venido haciendo la filosofía política– sin necesidad de poner en cuestión el valor de la democracia directa.

Conviene prestar atención a lo que el propio autor denomina la “idea central” del artículo. “El asambleísmo –dice– es un método de decisión política que funciona sólo en ciertas circunstancias y que a menudo resulta poco práctico y escasamente constructivo, y sobre el cual pesa, además, un interrogante central: ¿cuántos habitantes deben participar de una asamblea para que sea representativa?” Decir que el asambleísmo funciona “sólo en ciertas circunstancias” que no se definen (o se apoyan sólo en el propio juicio) es no decir nada, si no se realiza un análisis de la complejidad y la variedad de tipologías de la forma asamblea. Finalmente, la democracia y la dictadura también funcionan “sólo en ciertas circunstancias”, pero dicha afirmación no agrega nada a lo que ya sabemos del mundo. De modo idéntico, decir que el asambleísmo “a menudo resulta poco práctico y escasamente constructivo” tampoco agrega nada: del presidencialismo, el parlamentarismo o cualquier otro sistema de organización colectiva siempre podremos decir exactamente lo mismo: a menudo funcionan, a menudo son prácticos, a menudo son constructivos, a menudo no lo son; sobre todo, si no se nos aclara cuán frecuente es el “a menudo”, ni sabemos bien qué se entiende por “poco práctico” o por “escasamente constructivo”. Por ejemplo, si la idea de “constructivo” se aplicase a la “creación de una identidad colectiva”, entonces alguien podría decir, con cierta razón, que la asamblea de Gualeguaychú ha sido muy constructiva. Si definiéramos “práctico” como “capaz de servir prontamente a la voluntad de aquellos a quienes representa”, la democracia representativa resultaría mucho menos “práctica” que la asamblea entrerriana. Necesitamos afirmaciones respaldadas por algún rigor empírico o teórico, antes que meras sugerencias políticamente intencionadas.

En resumen, la “idea central” del texto es temerosa, imprecisa y políticamente cargada en cada uno de sus tramos. Es temerosa porque el autor pone freno y marcha atrás ante cada uno de sus dichos, para que sea menos obvio lo que dice. Por ser temerosa, la “idea central” es también imprecisa, ya que el autor, sabiendo que quiere afirmar como cierto algo que los hechos no le permiten sostener, rodea a cada frase de un velo de ambigüedad que pretende evitar eventuales críticas.

Conviene recordar que la experiencia de Gualeguaychú representa el pico más alto de la corta historia asamblearia de Argentina, y que ella conlleva un mérito especial, el de poner en la agenda pública la cuestión ambiental de un modo contundente y quizás irreversible. Fue su acción la que logró impedir la instalación de la primera planta pastera programada (la española Ence). Sin embargo, también fue la experiencia que más rápidamente mostró sus límites. Pero los límites de Gualeguaychú no están tanto en su dinámica asamblearia, que muchas veces aparece asociada a una obstinación mediática (debido a la sobreexposición que los mismos medios alimentan); tampoco en su carácter de clase (la marcada presencia de clases medias), sino más bien en el hecho de haber desarrollado una fuerte matriz nacionalista y estatalista (se dirigió principalmente a impulsar acciones del Estado argentino en pugna con el Estado uruguayo, dificultando o hasta dinamitando la organización, alianza y acción transfronteriza de las sociedades civiles de ambas orillas); y el aferramiento a un método único –el corte en el mítico Arroyo Verde– convertido en eje irrenunciable y excluyente de la identidad colectiva, trasmutado de medio a fin en sí mismo.

Por un lado, el enfrentamiento entre los gobiernos argentino y uruguayo sirvió para reactivar la vieja oposición entre “país grande” y “país pequeño”, que recorre históricamente la relación entre ambos países. Por otro lado, el conflicto enfrenta a países que cuentan con una tradición política muy diferente: mientras en Argentina, y más allá de sus detractores, la acción política extrainstitucional constituye un repertorio habitual de las organizaciones sociales, en Uruguay, la existencia de una fuerte tradición institucional (asociada a la democracia directa –como plebiscitos, referéndum–, pero no a la forma asamblea) generó una gran desconfianza hacia todo tipo de acción que se desarrolla por fuera de los carriles institucionales (que suelen calificarse rápidamente como “violentistas”).

Así, el conflicto por las pasteras terminó por instalarse en un registro de difícil solución, antes que en el terreno de la discusión del modelo de organización económica, en conjunto con los pares uruguayos. Esta limitación quedará sin duda como aprendizaje para otras asambleas socioambientales que cuestionan el modelo de desarrollo, una de cuyas patas es el extractivo-exportador; lejos del poder y en situación de obscena asimetría y completamente ignoradas por las cámaras televisivas.

* Profesores UBA/UTDT y UNGS, respectivamente.

18 comentarios:

  1. Creo que hay un desnivel entre la crítica y el artículo criticado. Una publicación periodística no tiene ni puede tener las precisiones de rigor exigidas a un estudio académico: simplemente promueve la reflexión sobre el tema, como que de hecho la provocó. Por otra parte, tampoco veo muy claro en la crítica cuáles son las diferencias sustanciales, pues también termina señalando las limitaciones del asambleísmo de Gualeguaychú.
    Aparte de ello, me parece muy bueblo el blog.

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  2. ya, pero es lo que decia al comienzo, el tema no es agarrarsela contra el periodista, sino -frente a un texto virulento antiasambleistico, que va de la mano de una tendencia renovada en el gobierno- nos interesaba apuntalar al asambleismo. c est tout

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  3. Anónimo12:35 p.m.

    roberto..me gsutrai qeu me recomendaras material bibliografcio par profundizar el tema de las asmbleas(preferentemente en español).

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  4. mira, los trabajos de mi colega ms, son muy buenos como aproximacion sociologica. aparte, maristella esta por sacar un libro bien interesante sobre las asambleas y las protestas contra la explotacion minera en la argentina, mapeando todo lo que existe. ya la he invitado a que exponga del tema en el seminario de este anio, vamos a ver en que fecha

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  5. Anónimo6:50 p.m.

    Nunca el camino de los cortes, las asambleas y el patoterismo (mezclado con violencia) fueron canales civilizados para protestar.
    Que mal que andamos si en el siglo 21 los seguimos utilizando.
    Ademas protestar contra algo que por algunas pruebas no contamina demuestra una intencion de lavar cerebros para defender caprichos de un cierto grupo de personas.
    ¿Hasta cuando vamos a seguir haciendo papelones? ¿Para cuando un pais como la gente?

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  6. anonimo, seria bueno que firmes.
    me parece que mezclas todo. la asamblea fue siempre base de la democracia, que la confundas con patoterismo dice algo de tus convicciones ideologicas

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  7. Anónimo7:32 p.m.

    rg

    el artículo de Sagüés al que había hecho referencia es el de "Derechos y Contraderechos" (ED 186-827). Pero me confundí en el orden, no es una respuesta a tu tesis sobre el tema sino que vos le respondiste a él en el libro sobre el derecho a la protesta. Alguna vez estaría bueno discutir este tema acá en el blog, porque tengo algunas dudas sobre tu libro (en espcial sobre la jurisprudencia de la Corte de EEUU). Por cierto, te puede llegar a interesar este libro que se publica este año sobre el tema: http://www.amazon.com/Free-Protest-Constituent-Demonstration-Constitutional/dp/907759664X/ref=sr_1_1?ie=UTF8&s=books&qid=1232659789&sr=8-1 Es editado por Andras Sajo, juez de la CEDH.

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  8. si, acabo de recibir el libro (vengo de venir a buscarlo en Retiro!), porque escribo un texto ahi, ya lo comentaremos

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  9. Yo te iba a preguntar si era ese. Che, Sajo es juez de la CEDH? Yo le organicé un viaje a un juez de la CEDH por Salta y Jujuy? Grosso!!! Sajo obviamente, que era tipo sencillo, ni siquiera traía valijas cuando viajaba, jaaj!

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  10. Si, Sajo nuestro huesped es ahora juez de la Corte Europea de Derechos Humanos, tremendo!

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  11. Anónimo7:59 p.m.

    Anónimo,
    Sin defender a los asambleistas de Gualeguaychú (cuyo corte de ruta internacional de forma permanente es indefendible) me parece un error identificar cualquier forma de protesta callejera con patoterismo. Con ese criterio, Martin Luther King y la gente del Civil Rights Movemente eran patoteros.

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  12. Anónimo8:04 p.m.

    No sabía que Sajo había estado por acá. Estuvo dando alguna charla o solo de vacaciones?

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  13. sajo estuvo hace...dos anios creo, en un congreso sobre derechos sociales, sacamos un librito de ahi

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  14. RG, realmente me parece de 10 tu articulo,sobre todo y al margen de la discusion de si estan bien o mal las pasteras, me gusta que se defienda el modelo asambleario , creo que si lo podriamos implementar en los barrios para determinados temas podriamos ir insertando en la cabeza de la gente mayor cultura democratica...
    Un abrazo

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  15. Anónimo1:43 a.m.

    Tal vez me exprese mal, pero cuando dije patoterismo quise decir que no hay que perjudicar a otros argentinos prohibiendo el paso y mas en situaciones de emergencia (ej salud).
    Que la gente haga asmbleas esta bien pero debe tener en cunta que ese interes no debe contraponerse a otros. La lucha de argentinos no le sirve a nadie y solo perjudica al pais, diviendolo en vez de unirlo.
    Cuando dije patoterismo no quise confundirlo con convicciones ideologicas porque no era mi intencion.

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  16. pero se hacen asambleas porque la gente esta en desacuerdo! porque tienen, tenemos, intereses encontrados! a eso le llamamos democracia!!! disputa entre gente que quiere vivir junta pero que tiene intereses que no coinciden siempre, y por eso discute, se manifiesta y finalmente vota. todas esas partes son relevantes y no hay que tenerles miedo!

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  17. Anónimo6:11 p.m.

    SALUDOS
    1- por favor Rg que difundas el material bibliografico que te solicitan sobre asambleas. nos hace mucha falta. gracias.
    2- da miedo pedir a "anonimo" que defina Pais en Serio.
    Saludos.-

    llantuh.-

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  18. Roberto,
    Como era de esperarse, el fallo de la Haya no ordenó el cese de actividades de Botnia, que es la causa principal de los piquetes.
    Me interesaría preguntarte qué pensás que se debe hacer al respecto. Cuando leían el fallo, escuchaba frases como que la CIJ se considera la "ultima ratio" en estas controversias y pensaba que había buenas objeciones a esto desde la democracia deliberativa, acerca del carácter contramayoritario y unaccountable que tienen estos tribunales int'les.
    Que me digan que Uruguay violó un tratado de nada sirve, porque la protesta social no es por el mero formalismo de que una conducta no se adecue a una norma sino con el hecho tangible de la posiblidad de una contaminación.
    Saludos,
    PIC

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