Me tocó estar en La Paz el 25 de septiembre, cuando se cumplía un año de la violenta represión policial en Chaparina (350km al noreste de La Paz). En esa fecha, el gobierno indigenista de Evo atacó un campamento compuesto por indígenas que desarrollaban una protesta contra algunas de las iniciativas promovidas por el Presidente. La protesta (que implicó una caminata de 600 km hacia La Paz) era motivada por la construcción de una carretera en el TIPNIS, esto es, el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, espacio protegido, territorio intangible que los indígenas exigían preservar en defensa de sus derechos ancestrales.
La memoria del hecho me dio la oportunidad de reconocer varios temas, que cruzan a dos preocupaciones habituales de este blog: la izquierda y el derecho.
1) Lo valiosísimo de contar con un gobierno indigenista, y la necesidad de criticar al gobierno indigenista cuando incurre en acciones como las citadas. Allí hay al menos dos acciones que son típicas de los gobiernos de este tiempo, en América Latina: i) discurso democrático vs. políticas que favorecen a grupos minoritarios; ii) políticas extractivistas, inscriptas en las peores versiones del desarrollismo histórico regional. Otra vez, me encontré en Bolivia con la dificultad de algunos activistas de izquierda para presentar sus críticas en público. Por suerte, hay cada vez más gente, en la izquierda, que se anima a hablar. La sociedad boliviana muestra una fuerza y una energía cívicas únicas, extraordinarias. Pura admiración hacia ella.
2) El caso me llevó a leer una sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional, que muestra las gravísimas dificultades de la justicia para lidiar con el multiculturalismo, y para tratar como iguales a los miembros de las comunidades indígenas. Vale la pena leer la Sentencia Constitucional Plurinacional n. 300, del 2012, referida al derecho de consulta previa que tienen tales comunidades. Se nota un esfuerzo por tomar en serio los derechos indígenas, pero también fallas manifiestas al hacerlo, explicadas lamentablemente por la cercanía del Tribunal con el gobierno (por caso, en lugar de invalidar directamente la norma bajo análisis, por no asegurar la consulta previa, necesaria, el Tribunal la validó, suponiendo que la misma podía hacerse).
3) La sentencia me ayudó a prestar más atención a uno de los temas para mí más interesantes de la reciente reforma constitucional boliviana: la polémica pero potente iniciativa de elegir popularmente a los miembros del Tribunal Constitucional y la Corte Suprema. Desde acá, nunca creímos que los problemas democráticos de la justicia pudieran resolverse o atacarse siquiera, con la elección democrática de sus miembros. Tales problemas tienen que ver, sobre todo, con el ejercicio de la función judicial, y querer atender a los mismos concentrándose en la selección de los jueces es quedarse en la puerta de entrada del problema. Sin embargo, prestamos atención al proceso promovido por la Constitución de 2009. El resultado, lamentablemente, no fue malo sino peor. El gobierno de Evo manipuló de la peor forma imaginable la selección de los candidatos judiciales: ellos fueron preseleccionados...por el Congreso controlado por Evo (!!!!). Sólo de ahí podían salir los candidatos a disputar bancas judiciales. Es decir: cero posibilidad real de que se elija un juez en principio crítico con el gobierno. Mucho peor aún, dicha maniobra se acompañó de formas diversas para maniatar la discusión pública, a partir de prohibiciones sobre los candidatos, los ciudadanos, y los medios de comunicación (se prohibió, por ejemplo, que los medios difundieran información sobre los candidatos!!!). Un golpe al estómago. Inaceptabilísimo. Una serie de decisiones que arrojan dudas oscuras como el petróleo, sobre las posibilidades de cambiar algo a través del derecho.
4) Todo lo cual me llevó a examinar dos últimas cuestiones, también -lamentablemente- cada vez más comunes en América Latina. Por un lado, advertí la generación de movimientos "sin miedo", provocados por gobiernos intolerantes, indispuestos a ser criticados, ansiosos por perseguir a quienes les objeten algo. El Movimiento Sin Miedo de Bolivia es el más importante de los que aparecieron en la región, y ayer mismo presentó un saludable video en el que demostró, contra lo dicho por el gobierno, que la represión de Chaparina (todavía imperdonablemente impune gracias a las citadas complicidades entre gobierno y justicia), había sido planificada con antelación (http://www.msm.bo/msmsite/). Por otro lado, volví a encontrarme con una constante que aparece en Bolivia, Ecuador, Venezuela o la Argentina: gobiernos que no toleran las expresiones críticas, y se deciden finalmente a embestir contra la libertad de expresión. Aquí en Bolivia el gobierno consiguió una cantidad de subterfugios legales para perseguir periodistas: "desobediencia a la autoridad", "impedir o estorbar el ejercicio de funciones," "encubrimiento," "cooperación directa," "deber de cooperación." Que les quede claro a estos gobiernos (por lo demás, MUY DISTINTOS unos de otros: algunos. como el de Evo, criticables, otros simplemente mafiosos) : la izquierda pelea por la democratización de la palabra, y peleará siempre por la posibilidad de criticar al poder -lo cual no sólo incluye al poder económico sino también, obvia y centralmente, al poder político. Y no hablo aquí de la posibilidad de hacer críticas complacientes, o críticas que antes de hacerse se genuflexionan, besan, elogian, agradecen y piden disculpas. Hablo de críticas impiadosas, hablo de críticas sin contemplaciones.
“Por encima de lo jurídico, es lo político. Quiero que sepan que cuando algún jurista me dice: Evo, te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal, bueno yo le meto, por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: si es ilegal, legalicen Uds. ¿para qué han estudiado?”.
ResponderBorrar“estar sometidos a las leyes es perjudicarnos, aunque digan que es inconstitucional nuestros decretos, nuestro hechos, no importa...”.
http://www.eldiarioexterior.com/emilio-j-cardenas-41333.htm
Jorge
Coincido contigo en tu artículo, Roberto. Encima, Bolivia esta muy dividida (quizás la etapa mas polarizada de su historia) y me pregunto... Como puedo ello ocurrir desde un gobierno de izquierda ??
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