(publicado hoy jueves en La Nación, acá)
En una serie de notas publicadas en el diario La Nación, se
han ido presentando severas críticas frente a lo que describe como un proyecto
garantista, abolicionista en los hechos, y preocupado exclusivamente por los
derechos de los delincuentes -delincuentes a quienes dicho garantismo trataría de
“convertir en mártires.” Como en lo personal me considero muy cercano al
ideario criticado, ofreceré algunos comentarios de respuesta a sus escritos.
En primer lugar, haría una aclaración sobre lo que
significa la preocupación por los derechos
de los delincuentes. Dicha preocupación de ninguna manera debe entenderse como
una forma de minusvalorar (¡ni mucho menos de cercenar¡) los derechos de las
víctimas. Que Juan, como delincuente, tenga derecho a un juicio justo, o derecho
a no ser torturado, no quiere decir que Pedro, como víctima, no goce o no deba
gozar de tales derechos, o que de algún modo merezca menos derechos que los
delincuentes. Tal conclusión parece un sinsentido completo. Simplemente, los
derechos de unos y otros no están en contradicción: no hay un juego de “suma
cero” entre los derechos de las víctimas y los de los victimarios. Sin embargo,
lamentablemente, es muy habitual que se acuse a quienes nos preocupamos
(también) por los derechos de los delincuentes de no pensar en los derechos de
las víctimas, o lo que es peor, de faltarles el respeto a las víctimas, como si
el respeto o los derechos fueran bienes escasos; o como si hubiera alguna razón
(¿cuál?) para no tener la máxima consideración hacia quienes tanto sufren o han
sufrido, por haber sido víctimas directas o indirectas de algún grave crimen.
En segundo lugar, señalaría algo sobre los derechos de las víctimas. Las víctimas y
los familiares de las víctimas merecen, de parte de todos nosotros, y en particular
de parte del Estado, un cuidado muy especial, sobre todo a la luz de los graves
derechos que les han sido conculcados, y que el Estado no ha sabido
garantizarles. Ahora bien, respetar a las víctimas de ningún modo implica considerar
que las víctimas deben arrogarse la decisión o la autoridad principal a la hora
de definir lo que debe hacer el Estado en relación con los victimarios. Las
voces de las víctimas deben ser escuchadas, tal vez de modo especial, cuando
reflexionamos sobre las políticas públicas con las que corresponde responder al
delito. Sin embargo, ello de ninguna forma importa que las víctimas deban ser
quienes tengan la voz decisiva a la hora de definir esas políticas públicas. Y
desde ya, y contra lo que se sugiere en ocasiones, el dolor infinito de las
víctimas no justifica la imposición de penas infinitas sobre los victimarios,
ni justifica restricciones sobre los elementales derechos de éstos. El Estado
argentino, luego de terminada la dictadura, supo dar una buena muestra de lo
que digo. Finalizado el período del Terrorismo de Estado, y a pesar de las
entendibles exigencias maximalistas de algunos familiares de desaparecidos que
habían sufrido atropellos inhumanos, el nuevo Estado democrático decidió dar
una respuesta humana y civilizada, basada en juicios hechos con todas las
garantías. Otra vez: la preocupación por las básicas garantías de los peores
criminales no implicó –y no debe verse, ni se ha visto nunca como- una falta de
respeto a los derechos de los familiares de las víctimas. Y el dolor infinito
de los familiares de los desaparecidos no justifica ni puede amparar la
imposición de un dolor infinito sobre los victimarios. Exigimos justicia, no
venganza.
En tercer lugar, quisiera hacer algunas aclaraciones
sobre la noción mismo de “garantismo.” Los juicios que se hacen sobre dicha
postura suelen ser, ante todo, muy poco generosos: en lugar de leer la postura
que critica a su “mejor luz”, se suele escoger la versión más ridícula e
indefendible del garantismo. En muchas ocasiones, por lo demás, la evaluación
sobre el garantismo se basa simplemente en confusiones a esta altura indebidas
(considerar al garantismo y al abolicionismo, en la práctica, como sinónimos),
o simples errores (he leído en varias ocasiones referencias a las posiciones de
Carlos Nino –con quien yo trabajara- como contracara de las de Raúl Zaffaroni
–habitual sujeto de las críticas de los no-garantistas- pero lo cierto es que
Nino defendía, al igual que Zaffaroni, un garantismo sin fisuras en materia
penal). Es cierto que el garantismo es susceptible de versiones extremas,
muchas veces inaceptables, como las que los no-garantistas presentan a veces a
partir de anécdotas o frases sueltas de algún penalista (i.e, propuestas
irresponsables sobre excarcelaciones sin cuidados), pero lo cierto es que el
no-garantismo también es susceptible de tales versiones grotescas y draconianas
(conocemos no-garantistas que se muestran tolerantes con la tortura, o ávidos
de autoritarismo político). En definitiva, no ganamos nada poniendo la
discusión en estos términos, presentando a la postura rival a partir de
contornos absurdos. Lo que tenemos que preguntarnos es, en cambio: ¿Qué es lo
mejor que tienen los garantistas (y los no-garantistas) para decirnos? ¿Cómo
les respondemos? Éstas son algunas ideas de lo que piden los garantistas:
Frente a un Estado que dentro de las cárceles
muestra su peor faceta, y tortura y mata como nunca antes en los últimos diez
años, el garantismo pide el obvio respeto de los derechos humanos de los condenados.
Frente a un Estado que mantiene presos, durante años, a individuos a quienes no
ha terminado de juzgar y condenar, el garantismo pide el debido cumplimiento de
los compromisos constitucionales e internacionales asumidos por el país. Frente
a un derecho penal que se empecina en tratar a los delincuentes como animales
que hay que “separar” de la sociedad y “domesticar” a fuerza de miedo y
violencia, el garantismo pide exactamente lo contrario, es decir, tratar a
todos como humanos -como los criminales no nos han tratado. El garantismo –como
el humanismo, o como el cristianismo finalmente- considera a los criminales como
seres que piensan y sienten, que pueden entender el mal que han hecho,
arrepentirse de sus errores y enmendar su comportamiento. Afirmar este
principio no implica desconocer que muchos delincuentes no van a cambiar su
forma de comportamiento, ni nos lleva a considerar a los delincuentes como
ángeles, ni mucho menos ver en ellos a mártires. Éste es el gran error de los
críticos del garantismo: creer que el garantismo implica una visión ingenua
sobre los criminales, cuando lo que el garantismo hace es un reclamo sobre el
Estado, exigiéndole un debido respeto por los derechos de todos, se trate de
nuestros amigos o de aquellos a los que no queremos.
Hace ya tiempo y cuando se discutía a raíz de la propuesta de Zafaroni a la Corte, se criticó mucho el garantismo, en esos días escribí una carta que La Nación me publicó que viene al caso y te transcribo. Venía al caso ya que la prédica contra ese propuesto Juez pretendía ampararse en los clásicos, y descalificar al garantismo como algo contrario a la postura "tradicional" del derecho penal y constitucional nuestro.
ResponderBorrar“Cuando, a pesar de la amenaza penal, se sigue robando, la ley no puede hacer nada más. Acaso haya otros medios y procedimientos para que no se robe o para que se robe menos ( desde la elevación del standard de vida hasta la iluminación de los Barrios y la vigilancia). Pero la norma prohibitiva del robo, como tal cuando ha establecido una sanción ha hecho lo más que podía hacer”. Hoy en día, en medio de la polémica a raíz de la vacante en la Corte, esta cita sería impugnada como producto de un excesivo garantismo, obviando que no existe dicho exceso, sino el cumplimiento de las normas constitucionales y el respeto a los principios fundamentales del derecho penal liberal. ¿La cita? Corresponde a Sebastían Soler, quien la escribió hace más de cincuenta años en “Fe En El Derecho”, (pag 73), este autor ha sido reiteradamente citado por los detractores del Dr. Zafaroni en estos días poniéndolo en las antípodas del hoy candidato. El referido autor, que desarrolla esa conclusión a partir de Carrara y Becaria (no creo que nadie se atreva a catalogar de marxistas a estos autores), se nos muestra más “garantista” que sus supuestos discípulos, que lo han leído mal y poco.-
Te dejo la reflexión de la que me acordé cuando leí tu entrada al blog.
Si algún día y por una desgracia un familiar o yo tengo algún encontronazo con la justicia penal, ruego que me toque el más "garantista" de los jueces.
Genial el artículo, un poco de claridad sobre un tema en donde escasea. Qué lastima que la nación le haya quitado la posibilidad a sus blogeros adictos de esgrimir sus argumentos opuestos, que seguramente habrían enriquecido (?) la discusión.
ResponderBorrarTomás
Impecable
ResponderBorrarRoberto, es muy claro el artículo y la verdad es que está muy muy bueno.
ResponderBorrarCoincido en gran medida con esta doctrina que llamaría mas bien "humanista" y no garantista, sin ser doctrinario, abogado o jursta.
Mi gran y tal vez única crítica a los jueces y/o doctrinarios garantistas es que siempre pareciera que se quedan "en su metier". Es decir, siempre abogan fuertemente por la defensa de los derechos de los criminales. Lo cual puede estar muy bien. Pero mi crítica que es rara vez defienden o proponen con énfasis los medios para que no se cometan crímenes.
Es decir, rara vez se ven propuestas para que haya menos crímenes o que estos sean menos salvajes.
Pocas veces lo escuché hablar a Zafaroni y otros sobre control de armas, reestructuración de las fuerzas policiales (sí habló de reeducación pero sólo se quedó ahí) o de la creación de más y mejores escuelas, centros comunitarios, o de muchas medidas que fomenten fuertemente la inclusión social.
Tal vez el enojo del algunos con los garantistas es que parecen (y remarco la palabra parecen) no prestarle atención a las víctimas o a las razones por las cuales se llega a determinados niveles de violencia y crímenes.
De nuevo, estoy de acuerdo con la postura garantista, pero me parece que no estaría mal que puedan ampliar el espectro de sus propuestas.
Saludos
es una de las pocas veces en los ultimos años que coincido con vos. No se si preocuparme
ResponderBorrarRodro
Acuerdo casi completamente con el artículo. Creo que subyace cierto "diálogo" con el libro de Diana Cohen Agrest (leí "Ausencia perpetua", y me pareció un mal libro). Los argumentos de Cohen Agrest merecen ser escuchados. Lo que está sufriendo esa mujer es verdaderamente indecible. Que te maten a un hijo debe ser lo más triste que te puede pasar en la vida. Sin embargo, eso no quita que su libro me haya parecido malo: pareciera que busca en la bibliografía argumentos para reafirmar sus prejuicios en lugar de buscar clarificar. Trata con temas que desconoce, o conoce poco. En el libro de Agrest pude ver que ella enfrentaba a Nino y Zaffaroni en aspectos en que ellos coinciden mucho más de lo que disienten.
ResponderBorrarMi única objeción al artículo es la siguiente petición de principio: que el Estado dentro de las cárceles "tortura y mata como nunca antes en los últimos diez años" es algo que desconozco. Como mínimo, habría que citar alguna fuente. Ignoro si hay estadísticas realmente fiables. Sé que el tema de las estadísticas es un punto inmensamente mejorable de la política de seguridad del gobierno, entre otros tantos. En lo personal, creo que se empeoró la política de seguridad que había comenzado con la asunción de León Arslanián. Me hubiese gustado que siguieran en esa línea.
Saludos!
Quiero decir: que el Estado tortura y mata en las cárceles lo sabemos todos... como también sabemos lo del "gatillo fácil" y etc. Es suficiente con escuchar a Vanesa, la hermana de Luciano Arruga, para que nos demos cuenta de lo muchísimo que falta por hacer. Lo que no sé es si se mata y tortura "como nunca antes en los últimos diez años". Aunque puede ser, no digo que no.
ResponderBorrarRodrigo Manuel Herrero Rosas dijo... Creo que subyace cierto "diálogo" con el libro de Diana Cohen Agrest (leí "Ausencia perpetua", y me pareció un mal libro). ...pareciera que busca en la bibliografía argumentos para reafirmar sus prejuicios en lugar de buscar clarificar. Trata con temas que desconoce, o conoce poco...
ResponderBorrarViolencia simbólica, violencia imbólica...imprescindible revisar el concepto de violencia simbólica de Pierre Bourdieu
EStá muy bueno el artículo. Pero, lo que se ve de afuera, o lo que escuchamos siempre y terminamos tal vez por aceptar, es que los delincuentes entran y salen culpa del garantismo. y en consecuencia, vuelven a delinquir culpa del garantismo. Así, pareciera que el garantismo al poner énfasis en los derechos de los delincuentes hace que el resto de la sociedad quede desprotegida. El problema es más grave en el caso de los menores.
ResponderBorrarEn cierto modo es entendible lo que piensa la gente de la calle que sufre en carne viva a la violencia. Si te asaltan y te cagan a palos, por que vas a querer que traten bien a los delincuentes. Cómo no te vas a indignar si el pibito que te gatillo salió libre al dia siguiente.
Por otro lado, es lamentable lo que viven los presos en las carceles y es obvio que en esas condiciones no se resocializan.
El garantismo solo seguramente no resuelve el problema.
Hojeando el artículo de la nación se ve a Pinedo como defensor del proyecto garantista. Mirá Pinedo?? Tenía su lado bueno.. quien hubiera dicho.
ResponderBorrarSí, imprecindible revisar el concepto de violencia simbólica sin repetirlo como un lorito que seguramente lo leyó poco y mal, el problema es que la violencia siempre es simbólica, tanto la verbal como la del policía pegandote en la cabeza y hace a ambos violentos igual de estrechos y brutales. Haces bien en hacer comentarios anónimos, por lo menos tenes un poco de verguenza, todavía
ResponderBorrarimprescindible, me corrijo
ResponderBorrarLeerlo bien para leer por dónde "hace agua" como hicieron tan bien tantos otros que leen sin repetir palabras que suenan pomposas como si fuera un mantra
ResponderBorrar(aclaración)
A ver Laura, entendeme, yo posteé desde el anónimo por el apresuramiento, por lo pomposo del término es verdad, por estar en medio de una reflexión incompleta, y por no caerle a palos a Rodrigo exactamente como vos me caés ahora. Invitándolo a reconsiderar lo suyo.
ResponderBorrarYo no la leo a Cohen en sus posts del diario nación y menos en sus libros ni en nada. Ni estoy de acuerdo con sus ideas. Pero creo tener la obligación -todos la tenemos- si digo que está en un error de indicar al menos el porqué. Si se equivoca en algo –según mi criterio- el señalar dónde. De lo contrario al decir que se equivoca que lo suyo es malo, que está desorientada etcétera no hago más que ejercer violencia simbólica sobre ella tratando de imponer mis categorías conceptuales, en un entorno que me es afín y apoya mis ideas, máxime cuando acabo de decir que hay que escucharla cómo víctima por su profundo dolor, y nada más y sólo eso. Luego de eso, tomá, acá están mis categorías mis certezas y arrojo las tuyas, las de ella Diana Cohen al universo de lo que no es factible siquiera considerar ni evaluar. Eso es violencia simbólica. Y es peor aún cuando esa ley o ese anteproyecto ni siquiera se discutió de cara a la población como al menos se esbozó con el código civil.
Y creo que el país está demasiado cargado de esa violencia, desde el oficialismo con la imposición de su relato. Con la presidencia bailando en medio de las muertes imponiendo un encuadre y una lectura que arroja fuera de cualquier consideración de lo hablable, debatible, considerable nada menos que la muerte, la exclusión y la miseria. Con la oposición que pone cara de nada y sonrisa y slogans vacíos y no te da la oportunidad de debatir de discutir de elegir las ideas que vos querés para el país y su futuro. Imponen sus ideas sus categorías, y sus conceptos en silencio y de espaldas a quienes los votan, mucho tiene que ver con eso el excelente artículo de Roberto sobre democracia agonal y deliberativa que leí con gusto y nada más. Y me quedé con eso.
Creo que nos tenemos que animar a poner nuestras ideas sobre la mesa y responder y refutar aún lo que nos choca, con ideas, no con juegos de poder, el debate no puede ser un ejercicio de Sumo donde yo dejo fuera al otro y lo arrojo fuera de lo que se puede concebir y considerar que se puede leer como “A Diana Cohen ni escucharla ni contestarla”. Bueno yo no la leo, ya la leí y no estuve de acuerdo. Listo. Si ella me pregunta porqué – o cualquiera se lo digo- pero no es ese el caso ahora.
Saludos .
No puedo ponerme a discutir los fragmentos del libro de Cohen Agrest sin copar los comentarios del post. Daría para un post aparte. No veo qué tiene que ver acá la violencia simbólica: simplemente estoy dando mi opinión. Más que a Bourdieu, se me ocurre parafrasear a Roberto Bolaño: "si estás dispuesto a decir lo que quieres, debes estar dispuesto a escuchar lo que no quieres".
ResponderBorrarAcuerdo con Cohen Agrest en algo que me parece tan obvio como importante: el estado de las cárceles es inadmisible. No sólo es una cuestión de "humanitarismo", sino también de "egoísmo bien entendido": si los delincuentes salen de la cárcel peor de lo que entraron, eso incide negativamente sobre la delincuencia y la inseguridad.
En fin.. no quiero extenderme más porque ya todo está bastante bien sintetizado en el artículo de RG.
Rodrigo
ResponderBorrarTu post es violento más allá de cualquier otra consideración teórica porque es crudamente descalificatorio después dela palmadita "a las víctimas hay que escucharlas por su sufrimiento" estás doblemente obligado a señalar dónde crees vos que ella se equivoca desde que lo haces en un foro en el que la posición de ella es minoriataria o rechazada. Doblemente obligado,... podés señalar una línea de argumentación en pocas líneas y ni te molestás en hacerlo...
En fin , tenés razón no se puede copar el posts con estas disgresiones.
A propósito ¿Qué tiene que ver Roberto Bolaño con ésto?
Martha cc: mi post es violento. La postura de Cohen Agrest es recontra minoritaria. Roberto Bolaño no tiene nada que ver, sólo es un muy buen escritor chileno. Soy un violento simbólico.
ResponderBorrarAbrazo de gol!!
marta, qué poética, pero por favor no te dediques ni a la politica ni a la s ciencias sociales. Saludos
ResponderBorrar¿Y qué hacemos con el garantismo para los de arriba - ejemplo Pedraza y compañía?
ResponderBorrarMaría.
Cual es la necesidad de el "garantismo", ¿acaso las normas sociales y hasta la constitución no dejan en claro cuales son las garantías del ciudadano?, el garantismo se da a modo de "mea culpa", para que los que gobiernan puedan lavarse las manos (total... ¿quienes elijen a los jueces?) entonces dicen "las cosas van mal" e intentan dejar en claro que hay ciertas injusticias que no quieren ni pueden resolver, por lo tanto se va a apañar el delito, "total nada es tán grave que..." entonces le pegan un tiro a cualquier buen vecino, y la condena va a ser leve, con algunos meses de prisión en suspenso, salvo que vuelva a reincidir por cuarta vez en eso de disparale a algún vecino, y a la victima como garantía le dejan la seguridad de que al delincuente le dan una orden de restricción, como si para la victima eso fuera un escudo anti-balas. Eso es garantismo apañar a los chorros para aprovechar a que roben para ellos. No por nada surge en especial durante gobiernos populistas, el chorro tiene derecho a hacer, porque es una victima y no puede ir preso porque la cárcel es "mala y fea". Aceleren los juicios y no va a hacer falta largar criminales por cuestiones burocráticas, den condenas ejemplares y que los hagan trabajar con creces para resarcir a la sociedad.
ResponderBorrar