El kirchnerismo nos deja no sólo una política marcada por el narcotráfico y la megacorrupción, sino también una escena pública caracterizada por la mayor degradación de la palabra, en la historia de nuestra vida democrática: me dicen una cifra y lo primero es no creer en ella, me dan un argumento y lo primero es reírse, para luego tratar de entenderlo a partir de su contrario -es decir, poniéndolo cabeza abajo.
Ejemplo extraordinario lo da la discusión que acaba de darse en la Legislatura porteña, en donde el PRO y el kirchnerismo cogobiernan como las dos caras de la misma moneda (falsa) que son.
La discusión versaba sobre un proyecto para limitar los salarios de los legisladores al doble de lo que ganan, en promedio, los trabajadores de la Ciudad (y así rondar los 20000 pesos) saliendo de los 40000 que cobran hoy los legisladores (80000 en bruto). El proyecto fue defendido, con razón, por Vera-Bergel-Bodart-Ramal (los únicos 4 que votaron por el proyecto: los otros 47, en contra).
Resultaron espectaculares, entonces, los "argumentos" que se dieron en favor de la "no rebaja de sueldo". Doy tres ejemplos que denotan magistralmente algunos de los modos en que se argumenta hoy (insisto, para decodificar estos mensajes, se trata de invertir su contenido propositivo).
1) C. Ritondo, del PRO, prototipo del político estratégico, oportunista, dio un "argumento" -obviamente- de principios (en este caso -y esto en otro contexto sería al menos legítimo- invocó principios de la derecha conservadora). Sostuvo: "Yo nunca estuve de acuerdo con emparejar para abajo." Buenísimo, como corresponde a un político que sólo actúa en base a principios.
2) A. Ibarra, que viene de la peor izquierda, y que supo contratar extras para que lo aplaudieran en la calle, frente a una entrevista televisiva, "argumentó" -no podía ser de otra manera- hablando en contra de los medios, y negando el carácter revolucionario (???) de la medida. Sostuvo: "el proyecto no parece revolucionario, sino funcional a la antipolítica de los grandes medios". Genial.
3) Pero lo más grande vino, como no podía ser de otra manera, del corazón del kirchnerismo. El "argumento," típicamente kirchnerista, consistió en este caso en la invocación de los sagrados intereses de los trabajadores, para... defender los propios privilegios. Así, el legislador "Quito" (o "ponga"?) Aragón sostuvo: "Obviamente" (el sueldo de los legisladores es) "excesivo" pero..."jamás se me ocurriría pedirle a un trabajador que gane menos." Maravilloso!!! Premio total para él!! Todo sea por la dignidad del pueblo trabajador, sudoroso, sufriente, agonizante.
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