"Tal vez, el drama de los constitucionalistas dogmáticos deba ponerse en paralelo con las tribulaciones y recelos de los economistas que creen a ultranza en la libertad de mercado, aborrecen el déficit fiscal y consideran al empleo público un defecto insanable. Ellos también hacen profesión de fe moderna, y por lo tanto, tienen dificultades para entender la dinámica de la nueva era. Se trata de una incapacidad de interpretación. Nadie dice, con sensatez, que no deban corregirse las variables macroeconómicas. El Gobierno lo está intentando, con instrumentos factibles y conciencia de los límites. El pesimismo de los dogmáticos consiste, sin embargo, en creer que si no se cumple con la ortodoxia, tarde o temprano, sobrevendrá el desastre. En definitiva, su horror vacui es la angustia ante lo imperfecto."
Además del indeseable tono "real politik" que sobrevuela al texto (por lo demás, un mal consejo que en su momento terminó llevando a la sepultura a la vieja Alianza, que también, llegada al poder, quiso mostrar que "tenía con qué", y murió inmediatamente por ello), hay en su crítica un error de comprensión grave:
La Constitución no nos refiere a un camino opcional, sino a un compromiso: una obligación sobre pautas mínimas que todo gobierno debe cumplir. Si un gobierno, llegado al poder, viola la libertad de expresión, no está optando por un camino posible, entre varios alternativos y que dependiendo de las circunstancias, puede ser elegido o no. Está violando parte del principal pacto que ha prometido cumplir. La Constitución no es un problema a resolver (como la inflación o el desempleo) sino una exigencia que deriva de un pacto entre iguales. Por tanto, quienes demandamos su cumplimiento (por ejemplo, exigiendo que los jueces no sean elegidos sin acuerdo del Senado) no somos fundamentalistas ni dogmáticos, sino ciudadanos que no queremos que el pacto firmado se rompa otra vez. Es como si Fidanza llamara dogmático a quien entregó su departamento y exige al comprador que se lo pague: no se trata de un fundamentalista inmobiliario sino de alguien que quiere que el otro no viole las reglas (una vez más), haciendo trampa, y dejándolo a uno en el desamparo (otra vez).
p.d.: Con dos addendas. Por un lado, al pacto que es la Constitución se le adicionan ciertos pactos mínimos, de campaña, que también son exigibles (deberíamos volver sobre ello). Uno de los principales compromisos asumidos por el gobierno entrante, en contraste con el gobierno anterior, fue el de no arrasar con las instituciones. Tirar abajo los estantes institucionales apenas llegado al poder resultó, además de todo (además de una ruptura del pacto de campaña) un error político indudable del nuevo gobierno. A las pruebas de su vuelta atrás me remito.
Por otro lado, el caso en cuestión nos refiere al omnipresente problema interpretativo que permitiría decir que "no hay una sola solución constitucional para cada problema." La cuestión es que la presencia del problema interpretativo no impide reconocer la presencia de infinidad de casos claros. En el caso en cuestión, es claro que los jueces (muy en particular los de la Corte) requieren de acuerdo del Senado, sí o sí. La indignación generada por los nombramientos, en torno al proceso, no fue dogmática sino producto de lo obvio: se optaba por una "excusa" constitucional que, en el mejor caso, y por un tiempo, permitía desafiar una exigencia constitucional clara, que no descansa en un dogma sino en un ejercicio de destreza legal y político. Esto es, la designación de los jueces debe depender de un acuerdo político amplio, y no de la voluntad discrecional de alguien. Entonces, otra vez, no confundamos, irresponsablemente, las esferas económica y jurídica. La última nos refiere a compromisos muy básicos -caminos no opcionales- que todo gobierno está obligado a cumplir. Es esto lo que, por suerte, nos separa a los convencidos del derecho de los cultores de la "real politik". Nuestro mundo no abre la puerta al "todo vale" sino que acepta que "algunas cosas, sí o sí, se deben cumplir."
Impecable!
ResponderBorrarEsa manía de que para parecer ecuánime y moderado siempre hay que ubicarse en el medio de algo (aquí, los que quieren que se respete la constitución vs. los ingenieros eficientistas y prácticos -posmodernos ya que está-), sin tener nunca un princip[io rector.
ResponderBorrarSe trata de una situación excepcional frente a la falta de quórum ante discrepancia.
ResponderBorrarRoberto, hoy lei el articulo y justo pense en la necesidad de tu comentario que vendría inexorable. La verdad, increible (o no) e imperdonable de alguien que es bastante inteligente como Fidanza. Y sobre todo con el historial (prontuario) argentino! En fin...
ResponderBorrarJorge
Muy claro. Lástima que las voces mediáticas -como Fidanza- siembran constantemente la confusión en la población en tantos temas, en lugar de educarla. A veces me he preguntado cómo algunos países -Siria, por ej., o algunas naciones africanas- llegaron a ser tierra de nadie, donde la violencia, que siempre juega a favor de los poderosos, es la única ley. Imagino que fue tras sucesivas violaciones, naturalizadas en la opinión pública, a la institucionalidad acordada, a sus pactos de convivencia. Entonces, defender la constitución no es cosa de fundamentalistas que piensan que si no se la respeta sobrevendrá una castigo cósmico. Es pura y dura experiencia argentina: si la Constitución no pone límites a los que nos gobiernan, ni sectores económicos, ni los Fidanzas, ni la tele, ni los artistas militantes, ni nadie nos defiende.
ResponderBorraren general -yo- lo leo con interés a fidanza. lo de hoy me causó enojo. otros días me interesa
ResponderBorrarA mí me enojó de Fidanza que fuera parte del elenco estable de encuestadores, politólogos e intelectuales que previo al 25/10 y al ballotage instalaran en los grandes medios que era inevitable un triunfo del FPV. Hasta Beatriz Sarlo lo daba por sentado; en una ocasión un periodista le hizo notar que de la forma que hablaba estaba diciendo que Scioli ganaba. A veces una idea se instala en la población desde la adhesión o aún desde la oposición, presentando algo como que no se puede cambiar. Menos mal que ya no son tan formadores de opinión. Pero ese es otro tema.
ResponderBorrarCreo Roberto que las lecturas procedimentalistas como las que vos defendés contribuyeron mucho a hacerle perder valor normativo a la Constitución y terminaron habilitando las peores lecturas desde todos los sectores. La Constitución es una norma (vos lo decís claramente) pero al sostener, junto con eso, que se trata de normas totalmente indeterminadas o parcialmente indeterminadas, se termina abriendo la puerta a que cualquier lectura sea posible. El procedimentalismo debe hacerse cargo de eso.
ResponderBorrarNicolás
El único sentido que le encuentro al artículo de Fidanza, que me produce horror a su vacío, es el notable comentario del profesor Gargarella.
ResponderBorraranonimo, tranquilo, hemos escrito decenas de cosas negando lo que decis, y dando razones de por que negamos lo que decis
ResponderBorrarNo es una casualidad que Eduardo F. piense así. Asesoraba a Fernando de la Rúa. Carlos
ResponderBorrar"Vamos a sacar muchas medidas por decreto":
ResponderBorrarhttp://www.lanacion.com.ar/1855816-garavano-vamos-a-sacar-muchas-medidas-por-decreto
CKF 16 DNU en ocho años.
Macriclarín: 29 DNU en días.
Roberto, no es tan claro que se trate un caso claro (en el sentido de conducente a una solución indisputable para todo el conjunto de intérpretes expertos,interpretando como tales y de buena fe: en los hechos, no hay tal obvia unanimidad definitoria de tal claridad -Gelli, Loñ, Rondina, etc. si asumimos esas condiciones para ellos-).
ResponderBorrarPero tu argumento -que comparto fervientemente- no requiere que lo sea.