Seis bambini se agrupan quietos en torno a
la cama mayor. Un burro se aprieta también dentro de la stanza, para ayudar a dar calor al entorno pequeño. Él mira a través de ella, sin esperar mucho más, sin exigencia
alguna, hace años ya sin deseos. Tiene una mano tensa, abierta, sobre la cama, y el otro
puño cerrado, resistiendo los pensamientos. Sus bigotes
enormes, salientes, desprolijos, han crecido sobre la boca, delatando desde hace años sólo silencio.
Ella yace en el lecho común, con el rostro frío, blanco. Con una mano se rodea la
cabeza, un velo gris que la cubre apenas. Tres pares de
zapatos lustradísimos cuelga él, sobre la pared de la cama. Ella tiende
apenas uno, que en toda una vida apenas ha usado. Unos peperoncini disecados
hacen de rosario, sobre la cómoda de madera vieja. Las paredes
gruesas dan discreto refugio a la ceremonia: ellas guardarán de
la pobreza el secreto. Nadie llorará esta noche por su partida,
nadie gritará su ausencia, como nadie celebró entonces por
su venida. Atentos: ella ahora hace un gesto. Atentos, que se ha
quedado por esta vida dormida.
Muy pero muy buenas todas las "italianas", una lágrima, una sonrisa.
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