Publicado hoy en LN, acá
La Cámara de Diputados
acaba de dar media sanción a la norma que legaliza al aborto en la Argentina, y
aparece ahora la incertidumbre acerca de lo que pueda ocurrir con dicha
iniciativa en el ámbito del Senado. Sin embargo, lo cierto es que, en el tema, lo
importante ya ocurrió, y -mejor todavía- lo acontecido no tiene vuelta atrás.
Ello así, cualquiera sea el veredicto que resulte de la votación en el Senado.
En cuestión de apenas meses, a partir de
la lucha incansable de mujeres corajudas como ningún hombre, y al calor de
movimientos sociales como el de Ni una
menos, la Argentina, en un sentido relevante, cambió. Y cambió para bien,
porque el aborto dejó de ser un tema tabú, reservado sólo para los más extremos;
porque cientos de miles de jóvenes tomaron al tema como propio, llenando las
plazas y discutiendo a los gritos entre ellos; porque aún las generaciones más
viejas comenzaron a hablar del aborto, un tema que, como tantos otros, nos habían
dejado escondido. La Argentina cambió porque el paradigma del macho divertido
ya nos avergüenza a todos. Cambió porque ya nadie puede tomar a la ligera la
violencia jurídica que se ha usado históricamente contra las mujeres, de tantos
modos distintos: legislando en su contra pero en su nombre, sin siquiera
escucharlas; imponiéndoles una ley que venía a añadir castigo sobre el castigo
ya sufrido; tomando partido por el hombre, en casos de abuso sexual; o
asumiendo a la mujer como “mero medio”, a cuenta de valores religiosos que eran
sólo los de un sector. Pase lo que pase en el Senado, lo importante ya se dio,
por lo que –un poco más tarde, un poco más temprano- los detalles jurídicos van
a llegar, para dar forma definitiva a cambios
interpretativos ya ocurridos. En materia de aborto (pero no sólo allí) la
Argentina cambió, el cambio es para bien, y lo mejor es que es para siempre.
No al aborto, coja por el orto.
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