Ninguno me cae tan
bien, en el seminario, como Neil Walker. Escocés de Glasgow, profesor en
Edimburgo, lo conocí hace unos años cuando fui invitado a dar una charla en el
seminario que él dirige, heredero del que durante décadas coordinara Neil
McCormick. Amable, abierto, lúcido, pelirrojo, inquieto, es un resumen de lo
mejor de Escocia, que ya es mucho decir. Fanático de Italia (estuvo viviendo 7
años en Florencia, mientras trabajaba en el notable “Instituto” florentino), es
también un apasionado del fútbol (estuvimos largo rato solazándonos con
anécdotas de Marcelo Bielsa, recordamos el inolvidable gol de Archie Gemmil en
el Mundial 78, y contando historias de amor sobre los escoceses que visitaron
Córdoba, donde entrenaba la selección escocesa). Amigo de otros buenos amigos
(Antony Duff); conocedor de la obra de Carlos Nino; políticamente comprometido,
como McCormick, se lo ve activo simpatizante –como lo era aquel- del movimiento
independentista escocés. Pidió, además, por más “aplicaciones” de argentinos
hacia su Universidad (que hoy, luego de F. Atria, viene recibiendo a una
importante colonia de colegas y amigos chilenos) Una joya en el norte de
Europa.
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