La diversidad dentro del Congreso que defiende Waldron es interesante, e incluye precisiones importantes, relativas al número (ya hice referencia al peso y centralidad que le otorga Waldron a una legislatura numerosa), a la "presencia" y a la representación de "intereses."
Sobre la presencia, dice Waldron que el Congreso debe reflejar la plena diversidad de visiones que se incluyen en la sociedad. "Si hay diferencias étnicas, uno quiere que la legislatura incluya a miembros de las diferentes etnias existentes": todos los tipos de vida, todas las diferentes experiencias deben encontrar lugar en el Congreso.
El Congreso, aclara, debe incluir diversidad de opiniones, pero también diversidad de experiencias, y diversidad de intereses. Este último punto no es menor -aclara- en relación con lo que muchos, incluyendo a muchos teóricos de la democracia, piensan: piensan que lo que cuenta es que los legisladores se concentren en los "asuntos" relevantes, y no en "intereses" particulares. Ellos se olvidan de que "el impacto de las medidas sobre los intereses es, de modo habitual, el asunto principal".
Luego, dice Waldron, en la medida que el Congreso tiene esos grados de representatividad, la discusión en el Congreso se convierte en preferible a la democracia directa. Por qué? Porque la representación ayuda a situar la discusión en un nivel de abstracción apropiado: alguien representa al distrito norte, otro al Estado tal, otro al Partido Demócrata: "Queremos que nuestras leyes consideren a la gente universalmente bajo ciertos aspectos, y en la medida en que pasamos a la redacción de leyes, queremos que nuestros representantes presenten los intereses, las preocupaciones, los ideales de la gente, universalmente, bajo ciertos aspectos." La presencia de tales intereses es lo que, para él, mejor sirve al debate legislativo. La representación, como dice Urbinati, "ayuda a despersonalizar las demandas y opiniones" de un modo que torna más propicia la deliberación. Representa lo que personas de diferentes clases tienen en común, y así opera "simplificando los intereses y asimilando los temas".
Aparte de lo dicho, Waldron suma el hecho de que la legislación requiere tiempo y una cuidadosa deliberación, y en este sentido la representación parece tener buenos efectos prácticos: el tiempo y el espacio necesarios para una deliberación masiva parecen difíciles de encontrar. Claro, esto es lo que él dice, pero no es obvio que ello sea suficientemente sólido. Volveremos.
Todo bien con lo que Waldron plantea como el estado ideal de la deliberación en un escenario democrático. Coincido con él en el enfoque normativo que presenta. Al igual que él uno tendería a estar de acuerdo con el hecho de que el Congreso debe reflejar la diversidad social existente. Sin embargo, y al margen de esa imagen idílica, uno se podría preguntar: ¿pero es así en la realidad?, y de forma más exigente aún: y si no es así ¿qué tendría que ocurrir para que lo sea? La respuesta no es, en lo absoluta, sencilla. Una alternativa es que se diga: es irrelevante que el Congreso funcione así o no en la práctica, pues el ideal normativo actúa como parámetro de control, actúa como aquello hacia lo que propende -hacia lo que debería propender- la representación nacional. Y en la medida que se garanticen espacios, realmente legítimos de representación, esa situación, en caso no sea semejante a la ideal, tenderá a disciplinarse. Pero otra respuesta posible también podría ser que en realidad el que no sea así pasa porque alguien -algún órgano ajeno al Congreso- actúe para corregir los defectos o vicios que presente la deliberación pública en escenarios donde esa imagen idílica no se presente. Ese alguien por lo general es la justicia. Son los jueces. Y su herramienta, su modo de actuación, es el control constitucional. En todo caso, a partir de esta intuición, de esta necesidad de intervención de los jueces, podría resultar una teoría de los límites del control constitucional. Una teoría de hasta donde -y bajo qué argumentos- les permitimos intervenir a los jueces cuando de cuestiones políticas se trata. Lo que si no veo claro, por ninguna parte, es que se pueda prescindir de su intervención. Pensar que los políticos se van a disciplinar por sí solos, o que el pueblo los va a disciplinar sin necesidad de ningún contrapeso institucional previo me parece algo quimérico.
ResponderBorrarEl punto es interesante, la representación permite situar a los intereses en el nivel de abstracción adecuado, no como intereses particulares sino bajo categorías universales. Esto es tanto como decir que los representantes, al ejercer su función representativa, propenden a pensar y debatir en términos de categorías abstractas, que consideran los intereses no de unos pocos sino de muchos. Lo que me parece incorrecto es asumir que los ciudadanos comunes no pueden pensar en estos mismos términos, bajo las instituciones adecuadas. Por otro lado, no se puede contraponer democracia representativa versus demcracia directa como si fueran alternativas disponibles, porque la democracia directa pura no es una alternativa disponible, como mínimo tendría que tener representantes que seleccionaran los temas (nadie puede ocuparse todo el tiempo de todos los asuntos) que se someterían a votación, y surgiría la cuestión de cómo seleccionar estos representantes, asi que la representación es inevitable. En realidad, el debate es entre democracia representativa "con" y "sin" mecanismos de democracia directa desde abajo. California puede que sea un mal ejemplo, pero Suiza y Uruguay son modelos de ciudadanía cívica, al menos en términos relativos. En vez de asumir acríticamente que todo sistema de democracia directa se desempeñará de manera plebiscitaria, podemos articular instituciones que atemperen los incentivos hacia la política plebiscitaria, y fomenten las conductas pro-sociales de los votantes. La gente despacha la democracia directa de manera muy apresurada, normalmente mencionando la manipulabilidad de la agenda, la ignorancia de los votantes, pero muchos de esos vicios son atribuibles también a la representación y son riesgos para los que se pueden concebir remedios apropiados. sl
ResponderBorrarFotaza
ResponderBorrarFotaza
ResponderBorrara mi me encantó ver esa imagen, me parecía mágica
ResponderBorrartotalmente sl. es un poco hacer en materia de representación la misma operación impropia que él critica en relación con el control judicial, cuando se compara la mejor versión del control judicial con la peor versión de la representación legislativa. él en cambio compara la mejor versión de esta última con la peor versión de la dem. directa
ResponderBorrartotalmente de acuerdo. Además, al defender la representación en estos términos (la capacidad estructural de situar los intereses en categorías conceptuales universales) se le mete por la puerta trasera la dimensión epistémica que él quiere evitar. sl
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