En la misma época en que Novoa Monreal escribía lo de más abajo, en Chile, Mark Tushnet avanzaba con trabajos igualmente preocupados por el sesgo de clase propio de la justicia -en este caso, en los Estados Unidos. En un conocido artículo de análisis de la jurisprudencia de la Corte (una revisión de lo hecho en el último año por la Corte, que se le encarga a algún profesor de derecho), afirmaba, por un lado, que la Corte “primero decidía si la legislación del caso era valiosa o no, y luego buscaba algún fundamento constitucional para apoyar ese juicio.” Lo más interesante, sin embargo –y lo que más destacaba él mismo de su artículo- era otra cosa: el sesgo de clase que distinguía al máximo tribunal. Sostenía Tushnet: “Mi argumento, en síntesis, es el siguiente: una mayoría de la Corte tuvo la voluntad de invocar las cláusulas de igualdad (la cláusula de la “Igual Protección”) con el objeto de invalidar aquella legislación que pudiese dañar a sus amigos y vecinos, pero no tuvo esa misma voluntad para invalidar la legislación que afectaba a los pobres.”
Tushnet ponía como ejemplo paradigmático de este modo de actuar al voto del Juez Blackmun en United States v. Kras, en el que el magistrado sostuvo la validez de una ley que obligaba a los más pobres al pago de una tasa que en los hechos, y de modo evidente, les resultaba imposible de cubrir. Tushnet señalaba entonces la mirada judicial profundamente sesgada, prejuiciada, completamente ajena a la comprensión del mundo de los que estaban peor. El Juez –decía Tushnet- “parece pensar que los pobres van al cine cada semana y se gastan su dinero en cigarrillos. Pero los pobres, como sostuvo en su opinión disidente el Juez Marshall, tienen mejores cosas que hacer con su dinero.”
Luego criticaba la famosa (y penosa) decisión del máximo tribunal en San Antonio v. Rodríguez (sobre la discriminación entre ricos y pobres en la asignación del presupuesto educativo a nivel estatal), y se preguntaba si la Corte hubiera decidido lo mismo si los estudiantes involucrados hubieran sido de clase media, en lugar de pobres. “La Corte, en esta etapa –marcaba Tushnet- se mostró solícita en relación con los derechos constitucionales de los más aventajados, y despreocupada frente a los derechos de los pobres.” Y concluía diciendo: “El lema del período” podría ser “Igual Protección para los ricos, experimentación social para los pobres.”
Tushnet ponía como ejemplo paradigmático de este modo de actuar al voto del Juez Blackmun en United States v. Kras, en el que el magistrado sostuvo la validez de una ley que obligaba a los más pobres al pago de una tasa que en los hechos, y de modo evidente, les resultaba imposible de cubrir. Tushnet señalaba entonces la mirada judicial profundamente sesgada, prejuiciada, completamente ajena a la comprensión del mundo de los que estaban peor. El Juez –decía Tushnet- “parece pensar que los pobres van al cine cada semana y se gastan su dinero en cigarrillos. Pero los pobres, como sostuvo en su opinión disidente el Juez Marshall, tienen mejores cosas que hacer con su dinero.”
Luego criticaba la famosa (y penosa) decisión del máximo tribunal en San Antonio v. Rodríguez (sobre la discriminación entre ricos y pobres en la asignación del presupuesto educativo a nivel estatal), y se preguntaba si la Corte hubiera decidido lo mismo si los estudiantes involucrados hubieran sido de clase media, en lugar de pobres. “La Corte, en esta etapa –marcaba Tushnet- se mostró solícita en relación con los derechos constitucionales de los más aventajados, y despreocupada frente a los derechos de los pobres.” Y concluía diciendo: “El lema del período” podría ser “Igual Protección para los ricos, experimentación social para los pobres.”
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