25 jul 2019

20 años de Asambleas Ciudadanas: Un primer balance

Cuando pocas esperanzas nos quedan
https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/las-asambleas-ciudadanas-eficaz-instrumento-de-la-democracia-nid2270861

20 años de Asambleas Ciudadanas: un primer balance

Desde hace al menos dos décadas, se han venido realizando exitosas Asambleas Ciudadanas en las latitudes más diversas, y en torno a las cuestiones más difíciles y controvertidas. Menciono y describo rápidamente algunas de ellas, para luego someter a estas experiencias a un primer balance.

*Uno de los primeros ensayos en la materia ocurrió en Australia, en 1998, con una Asamblea Constitucional que, por primera vez resultó compuesta, en partes iguales, por ciudadanos de a pie y políticos profesionales. La Asamblea, que tuvo por misión determinar si Australia se convertía en una república, obtuvo un amplio reconocimiento internacional, en razón de su buen funcionamiento. 

*A los pocos años se produjeron dos hitos cruciales en este desarrollo, que fueron las dos primeras Asambleas Ciudadanas desarrolladas Canadá –en la Columbia Británica, en el 2005; y poco después en Ontario, en el 2006. Estas experiencias –que se extendieron durante varias semanas- introdujeron tres variaciones fundamentales en relación con el antecedente australiano. Por un lado, las Asambleas fueron conformadas exclusivamente por ciudadanos; por otro, sus miembros fueron escogidos a través del sorteo; y además, el procedimiento con que se organizaron las convenciones resultó muy distinto del que fuera seguido en Australia (estas Asambleas contaron con una “fase de aprendizaje,” en donde los participantes recibían aportaciones de “expertos”; seguida por una fase de consultas públicas; y luego recién una etapa de debate y elaboración de propuestas). Notablemente, ambas Asambleas se dedicaron a reformar un tema técnicamente complejo –el sistema electoral- que resultaba en los hechos inmodificable cuando los que quedaban a cargo de tal modificación eran los mismos que luego podían resultar perjudicados por los eventuales cambios (los políticos profesionales). Ambos procesos de reforma fueron seguidos (como en el caso australiano) por la convocatoria a un referendo general sobre el tema discutido,  destinado a permitir la intervención directa del resto de la ciudadanía.

*Más tarde apareció el  Foro Ciudadano Holandés, de  2006, que mostró  dos cambios significativos en relación con los casos de Canadá, que fueron tomados como modelos. Ante todo, el Foro tuvo una dimensión nacional más que local. Y además, en el ejemplo holandés, las recomendaciones de la Asamblea se presentaban ante el parlamento, quien tomaba la decisión final al respecto, en lugar de quedar sujetas a un referéndum popular. 

* Más acá en el tiempo, ocurrió el excepcional proceso de reforma constitucional de Islandia (2009-2013) que, como en otros ejemplos citados, tuvo como origen una situación de crisis política y económica muy fuerte. En este caso, y luego de varios pasos preparatorios, se organizó una Asamblea informativa, compuesta por 950 ciudadanos, que se encargó de determinar los temas a ser tratados en la reforma constitucional. Dicha Asamblea fue seguida por otra encargada específicamente de la reforma. La misma fue integrada también por ciudadanos escogidos por procesos de “lotería”, pero en donde el puro azar fue corregido de forma tal de asegurar siempre que la misma mantuviera ciertos rasgos distintivos (i.e., miembros provenientes de las distintas secciones del país; equidad de género; etc.). El proceso resultó especialmente notable por el modo en que los debates sobre la reforma fueron informados permanentemente por las demandas y propuestas enviadas por la ciudadanía (“crowdsourcing”). El producto final de las deliberaciones también fue sometido luego a un proceso de referendo.

*Finalmente, corresponde citar las experiencias ocurridas en Irlanda, con la Convención Constitucional de 2012, y la Asamblea de 2016. En estos casos, los procesos de discusión fueron organizados de modo algo diferente que los anteriores, debido al papel que volvió a dársele a expertos y a legisladores profesionales. Aquí, los ciudadanos de a pie (dos tercios de la Asamblea) debatieron junto con políticos tradicionales (el tercio restante), en procesos que fueron informados por expertos, pero en donde siempre se dejó la última palabra a los ciudadanos y políticos electos. Además, en ambos casos, las Asambleas se organizaron de modo tal de recibir los puntos de vista y críticas provenientes de ciudadanos organizados en asambleas a lo largo de todo el país. En un país de amplia mayoría católica, la primera Asamblea concluyó con un referendo que aprobó el matrimonio igualitario; y la segunda con otra consulta que aprobó la adopción de una postura más liberal en cuanto a la legislación sobre el aborto.

Como primer balance de lo ocurrido en estas dos décadas de Asambleas Ciudadanas, quisiera destacar algunos hechos llamativos sobre los que nos ilustran estas experiencias; y destacar algunas enseñanzas que se derivan de ellas.

Ante todo, casos como los citados nos ayudan a despejar una larga serie de prejuicios habitualmente asociados con las iniciativas de este tipo. Por un lado, las Asambleas no se llevaron a cabo, exclusivamente, en países pequeños y homogéneos (Islandia), sino también en otros muy poblados y multiculturales (Australia, Canadá). Por otro lado, ellas no se ocuparon, solamente, de temas en principio abstractos y ajenos a los intereses de la mayoría (monarquía-república), sino que fueron capaces también de abordar los asuntos más conflictivos y socialmente divisivos (aborto, matrimonio igualitario). Además, en tales debates no participaron, únicamente, técnicos y personas expertas, sino –muy mayoritariamente- una multitud de personas sin estudios superiores ni actividades profesionalmente calificadas. Otra de las notas salientes de estos procesos fue el modo en que –en todos los casos, y luego de un proceso de información y discusión colectiva- personas del común terminaron convirtiéndose en expertos en cuestiones de relevancia pública, a veces de complejo contenido técnico (sistemas electorales, reforma constitucional).

Merece subrayarse, además, de qué forma todas las Asambleas mencionadas se contrapusieron a los dos modelos de decisión colectiva más comunes en nuestros países: el modelo de la deliberación elitista, en donde los grandes “expertos” sociales –jueces, científicos, o como se les llame- deciden en nombre de todo el resto y sin consultar con la ciudadanía; y el modelo de la participación sin diálogo –un modelo cada vez más habitual en América Latina- en donde se empuja a la ciudadanía a decidir, abruptamente, por sí o no, sobre cuestiones de interés público, descuidando por completo todo el proceso previo de discusión y esclarecimiento mutuo.

Por lo demás, las Asambleas ayudaron a desmentir un supuesto muy extendido dentro de las ciencias sociales contemporáneas: el supuesto según el cual la mayoría de las personas son apáticas y están poco motivadas para involucrarse con cuestiones políticas complejas. Más bien, las personas desconfían de la política partidaria, y se resisten a participar activamente en política cuando advierten que sus voces o aportes no van a ser tomados en serio, o van a considerarse sólo como respaldo a lo ya decidido por otros. Sin embargo, cuando los ciudadanos reconocen que su palabra puede ser tomada en cuenta en la decisión de los asuntos que le interesan, los ciudadanos procuran hacerse escuchar, y se motivan para lograrlo. 

Las Asambleas demostraron, además, que no es verdad que, frente a cuestiones que involucran la propia identidad, o creencias profundas, las personas no pueden cambiar sus opiniones, luego de confrontarlas con las de otros. La evidencia con la que contamos demuestra que aun en países de fuerte conformación religiosa, y luego de procesos de amplio debate público, muchos cambiaron de posición o matizaron sus posturas iniciales sin mayores problemas -lo mismo comprobamos en la Argentina, meses atrás, en la discusión sobre el aborto. Reconocimos entonces, además, el sentido y valor de seguir discutiendo, aún en contextos de fuerte polarización política. 

Tal vez, entonces haya llegado la hora de dejar de una vez de lado muchos de los infundados prejuicios que ayudaron a que no viéramos o a que negáramos aquello de lo que no queríamos hacernos cargo. La discusión y decisión ciudadanas sobre temas de primera importancia pública resulta, además de deseable, perfectamente posible.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

https://www.infobae.com/america/america-latina/2019/07/28/por-primera-vez-jose-pepe-mujica-y-el-candidato-del-frente-amplio-dijeron-que-en-venezuela-hay-una-dictadura/

Anónimo dijo...

Buen dia, Dr
Le consulto sobre la legalidad o la fuerza del respaldo de la decision de una consulta popular del estilo plesbicito para derogar un derecho adquirido
Para expresarme de una manera mas brutal, si soy presidente, quiero poner a consideracion de toda la poblacion , ciudadanos, eliminar un derecho adquirido y solicito el voto por el si, que se elimine. Estoy loco o es posible, es viable, es factible, es ejecutable
Gracias por su atencion
Saludos
Marcos
p/d. es muy interesante su predica, su vocacion por hacer docencia, sobre la participacion ciudadana mas activa y mas concreta

rg dijo...

hola marcos, una cosa es la legalidad, otra la legitimidad o el derecho de hacer algo así. desde la óptica que defiendo, esas consultas deberían resistirse, porque las cuestiones públicas más importantes no merecen ser resueltas de un momento al otro, y de un golpe, sino a través de un procedimiento especial, que sea inclusivo y deliberativo a la vez (de ahí lo interesante de las experiencias que comento, que muestran la posibilidad real de tales prácticas)

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la reflexion. Me alegra su respuesta.

Le devuelvo mi interpretación, se expone el derecho adquirido
( mi ejemplo la Jubilación de jueces y otros afines por montos soberbios y desfasados),

se lo explica, se lo somete a consideración de distintos foros deliberativos, vastos, variados y con cierto tiempo para lograr desnudar la mayor parte de los argumentos a favor y en contra.

Tras recorrer ese camino, si puede resultar razonable, entonces, solicitar el voto de los ciudadanos y conseguir una mayoría que pueda respaldar la decisión (he aquí mi impaciencia y mi problema de ansiedad por conseguir decisiones) ( me doy cuenta que mi falta de paciencia pretende tomar la decision , aqui y ahora y solo por simple mayoría de votos)

Un gustazo, muy grato leer sus reflexiones serenas, profundas que sostienen su conviccion
otra vez, mis saludos muy cordiales
Marcos
p/d. espero que mi ejemplo zonzo y vacuo no le haya generado un soponcio, seguramente hay otros casos de derechos adquiridos por los cuales se puede comenzar.
p/d. mi inquietud no pretende atacar ni achicar el Estado ( y los derechos), para nada; si me parece lógico repasar y repensar ciertas bases sobre los que se han apoyado ciertos derechos ( volver a leer los vistos y los considerando) tal como se huele en el aroma de sus ideas esperanzadoras (para mi)