En lo personal,
seguí los cambios en el gabinete de gobierno con angustia y espanto, pero la
cuestión que interesa no es lo que alguien -como uno- sienta al respecto, sino
lo que esos cambios pueden representar en esta época. Y sobre ello sí me interesaría
decir algo: sobre los datos estructurales o más permanentes que revelan estas
acciones espasmódicas y de coyuntura. Ante todo, mencionaría 3 datos,
vinculados entre sí, que lo recién ocurrido revelarían o reafirmarían: la irracionalidad
en el gobierno; la apuesta por revivir el pasado; y la disposición destructiva
o suicida de la ex Presidenta y su círculo más estrecho (en particular, digamos
por ahora, la Cámpora).
Sobre lo
primero, la irracionalidad. Contra el (ya insostenible) mito de la infalibilidad,
destreza o lucidez estratégica de la Vice Presidenta, lo que se vuelve a
reconocer es el nivel de irracionalidad asombrosa que expresan sus decisiones
más importantes -una irracionalidad que se verifica en la llamativa cantidad de
derrotas sufridas por ella o sus “elegidos,” en las urnas, desde el 2007. La última
y notable muestra de esa irracionalidad está en la respuesta política propuesta
para responder a la derrota reciente: recurrir a los socialmente defenestrados
Aníbal Fernández, Juan Manzur o Daniel Filmus -dirigentes hoy repudiados, por
lo demás, aún por los movimientos propios “pro-derechos” (el feminismo
gubernamental, los movimientos sociales aliados, etc.). Aquí es donde el rumbo ocasionalmente
escogido toca una fibra estructural, y muestra el insólito -nunca antes visto-
nivel de desconexión que existe entre dirigencia y ciudadanía (ello así, en
parte, gracias a un sistema institucional derruido; y una profunda, injusta y
desconocida desigualdad, que lo permea todo).
Sobre lo
segundo, la apuesta por el pasado. El recurso a funcionarios “viejos” -miembros
del “núcleo duro” del pasado kirchnerista- ofrece otra constante en el
pensamiento de la ex Presidenta, y la Cámpora que la secunda: la apelación a lo
antiguo, a lo que tal vez sirvió décadas atrás. Es el tipo de irracional atraso
que ofreció en su momento el “morenismo económico”, durante el gobierno de la
ex Presidenta, esto es, tratar de enderezar la economía volviendo al 45, buscando
re-encauzar las variables económicas dentro de una historia (de la post-guerra)
ya evanecida hace décadas, y hacerlo -contra la naturaleza y el tiempo- a los martillazos,
o con una pistola sobre el escritorio. Ese estilo de reacción-reflejo que busca
responder a problemas de hoy con soluciones de hace más de medio siglo
(soluciones que, por tanto, inevitablemente fracasan) es sintomática.
Sintomática de un país cuyo sistema educativo se estancó o murió, y que se
expresa también, en estos tiempos -triste y lánguidamente- a través de un
funcionariado de formación universitaria (Kicillof, Frederic) que muestra niveles
de desactualización y torpeza que sorprenden.
Sobre lo
tercero, la vocación destructiva o suicida de la ex Presidenta y su círculo. La
“carta” de la actual Vice al país, o -mucho mejor- los audios de Fernanda
Vallejos, expresan de un modo espectacular algunos rasgos temibles, y
permanentes, propios de este núcleo dirigencial, en este tiempo. Se trata de
expresiones de un radicalismo suicida, que en pos del propio interés (pongamos:
reasumir al poder sin intermediaciones molestas) se muestra dispuesto a que todo
estalle. Nada importa: “por mí, que se vaya el gobierno al…”, como expresó con
brutal claridad Vallejos. La idea que ambas manifestaciones expresan es la de
la vuelta al poder (córranse, así volvemos nosotros, porque ustedes son “inquilinos”
“atornillados” en el poder), a cualquier costo -el estallido, el colapso que
arrase con todo y con quien se interponga en el medio. Este rasgo suicida es,
sin dudas, el más preocupante de entre los rasgos que hoy deja entrever la política,
porque se trata del suicidio de quienes pilotean la nave común -talibanes de la
Argentina hundida.
En este punto,
otra vez, cuando removemos la hojarasca de las bravuconadas altisonantes, nos
encontramos con una serie de promesas, sobre lo que viene, que dan miedo. Y es
que la dinámica que se ha desatado, de enfrentamientos dentro del círculo
estrecho del poder, se distingue -como dijera- por la irracionalidad que la
mueve, las opciones fallidas que sistemáticamente escoge, y los costos trágicos
que está dispuesta a hacernos pagar para afirmarse. La dinámica desatada augura
tiempos trágicos sobre todos nosotros, porque se muestra insaciable -nada la
conforma- y extrema -nada, dentro del círculo que decide, la contiene. Sus
protagonistas sufrirán nuevas derrotas políticas en el corto plazo -de ello
quedan pocas dudas- pero lo trágico es el camino, y allí, caminando, estamos
todos, agobiados y golpeados.
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