Textos como "La patria necesita imprentas", "¿Vive usted de las letras? ¡Ni Dios lo permita!" o "La importancia del trabajo intelectual" son representativos de ese Alberdi, que con sus cosas, -entre THDongui y JLRomero decían de Alberdi que su ideología era un "republicanismo autoritario" y un "autoritarismo progresista", no recuerdo qué decía cada cual, JMayer lo defendía un poco- a pesar de todos los contrapuntos que tengamos, alguna que otra alegría nos da.
Eso se puede ver en este pasaje (muy en la línea del Alberdi que RG encontró en el buen libro de O. Terán), de una nota que publicara en "El Nacional" y "El Iniciador" de Montevideo, en su exilio. Viene en forma literaria, lo que prologaría -seguramente- "El viaje de Luz del Día", la Novela escrita por Alberdi, de cierta calidad, con mucha ironía, ácida, liberal-conservadora pero con momentos lúcidos. Personalmente, me gustó, allá, hace tiempo. Ahí va la cita:
-Eh! yo soy como los operativistas y los pájaros: ando tras de las primaveras y las auroras.... Se acabó La Moda: a ese tiempo apareció El iniciador. Me parecieron todos gentes de humor, parecidos a mí. Sé, además, que en esto de letras el país promete tanto como Buenos Aires, y no me sorprende, porque sé de qué madre proceden ambos. Hijos de una misma España, tienen la misma locura por las letras.
- Pues qué, ¿Vive usted de las letras?
- Ni Dios lo permita: preferiría ser ladrón: sería menos despreciable. El robo al menos se ha visto consagrado en Esparta. Pero las letras, en américa ¿Cuándo? Nosotros no conocemos otra nobleza que la del trabajo: todo trabajo es noble entre nosotros, menos el de las letras porque ése no es trabajo, o a lo menos es un trabajo muy degradante. Aquí es un deshonor trabajar con la cabeza, es decir, como hombre; mientras que es una honra trabajar con los brazos y los pies, es decir, como bestia. Sólo el trabajo bestial goza de favor. Galopar, sudar, solearse, mojarse, estropearse; hacer guardia a las vacas, gobernar peónes..., golpearse con todo bicho, mentir a todo trapo para ganar un real en ventas de trapos, de cuernos, de cueros, de cerdas, esto sí es de gran gente, altamente honrosa y brillante: Constituye, entre nosotros la brillante "profesión mercantil".
- Ni Dios lo permita: preferiría ser ladrón: sería menos despreciable. El robo al menos se ha visto consagrado en Esparta. Pero las letras, en américa ¿Cuándo? Nosotros no conocemos otra nobleza que la del trabajo: todo trabajo es noble entre nosotros, menos el de las letras porque ése no es trabajo, o a lo menos es un trabajo muy degradante. Aquí es un deshonor trabajar con la cabeza, es decir, como hombre; mientras que es una honra trabajar con los brazos y los pies, es decir, como bestia. Sólo el trabajo bestial goza de favor. Galopar, sudar, solearse, mojarse, estropearse; hacer guardia a las vacas, gobernar peónes..., golpearse con todo bicho, mentir a todo trapo para ganar un real en ventas de trapos, de cuernos, de cueros, de cerdas, esto sí es de gran gente, altamente honrosa y brillante: Constituye, entre nosotros la brillante "profesión mercantil".
El libro de cuentos que me hizo acordar de los textos de Alberdi era "El fideo más largo del mundo" escrito por Bernardo Jobson (que contiene un muy buen cuento homónimo y otro incluso mejor llamado "Una de las cuestiones..", en la colección dirigida por Abelardo Castillo). Al final, se puede leer una entrevista en la que le hacen a Jobson la siguiente pregunta: "¿Vive usted de la literatura? ¿Qué otras actividades realiza o ha realizado?
Jobson responde: "¿Quién sugirió la pregunta? , ¿Bradbury? En nuestro país, de la literatura viven las editoriales, las imprentas, los talleres de fotocomposición, las distribuidoras, las librerías, los kiosqueros, la ley 11.723, el corrector de pruebas, lo cual involucra ya tanta gente que hasta parece justo que el autor, no.
Hice todo, hago de todo: empleado bancario, de seguros, tío loco, redactor publicitario, periodista, marido incomprendido, fakir, traductor, pensionista en desgracia, pero nunca fui colectivero. Supongo que todo eso es (cómo me gustaría poder decir fue) aleatorio, ese tractor que nos engancha a la culata y nos lleva hacia la realidad, la cotidiana, del país más caro, más imprevisible, más conflictivo, más hermoso del mundo. Esa misma realidad que le hizo decir a Chesterton (quien se atreva imagínelo argentino) la siguiente sutileza: "El humor debe llevarse a cabo antes de que la realidad llegue a ser tan ridícula que ya no sea posible satirizarla".