Y mientras el mundo sigue rodando, hicimos nuestro mágico Retiro Anual, esta vez en La Plata. Tuvimos todo un día de debates, tuvimos parrilla, y tuvimos las 3 ceremonias de cada año: i) la ceremonia del sorteo de libros (una veintena!); ii) la ceremonia del helado (se ve en la foto); y iii) la ceremonia del licor, cerrando el día. Un milagro que se repite cada año.
14 dic 2022
Retiro 2022-La Plata
7 dic 2022
Algunas consideraciones sobre el fallo Vialidad
Quisiera hacer unos breves comentarios sobre el histórico proceso
judicial que culminó ayer. Más allá de omisiones y montos de penas, lo que ocurrió
es ya, de por sí, de enorme importancia. Ante todo, i) la acusación y el fallo
nos ayudan a entender mejor lo que pasó durante un período crucial, extendido y
reciente de la historia argentina (la construcción de una matriz de corrupción,
desde el Estado y con empresas privadas, durante el kirchnerismo); ii) desde el
estrado judicial, además, se asignaron responsabilidades, dejando en claro
quién, de entre los acusados, estuvo a cargo de qué; y iii) el proceso se llevó
adelante con pleno respeto de todas las garantías de los acusados. Ello, más
allá de las obvias y esperables quejas de los hoy condenados. Y todo eso con un
plus: mientras que en el caso de Lula (el “caso-espejo” invocado por el
kirchnerismo) el hoy Presidente electo de Brasil quedó injustamente proscripto,
luego del fallo; en la Argentina de hoy, CFK (con independencia de sus caprichos
y mohines) puede ser candidata, por varios años, a lo que quiera.
La segunda cuestión que plantearía sería la siguiente: Podrá
estabilizarse la decisión? Es muy probable que sí. No hay razones jurídicas ni
políticas para pensar que el fallo vaya a ser resistido, desde la justicia, en
las instancias que faltan para que la decisión adquiera firmeza. Y socialmente?
Entiendo que, asimismo, están dadas las condiciones para que el fallo gane
arraigo social, y que las resistencias que encuentra (o va a encontrar el fallo),
a pesar de ser intensas, resultan finalmente escasas. Si se compara esta
decisión con la otra decisión histórica, ocurrida dentro de la vida judicial
del país -el Juicio a las Juntas, de 1985- uno puede advertir que, entonces (en
1985), el acuerdo social en respaldo de la decisión era sólido y casi unánime.
Hoy, en cambio, el compromiso social que se empieza a advertir, en torno al
fallo, parece significativo pero, aunque mayoritario, resulta todavía muy parcial:
la “construcción social” de ese acuerdo colectivo contra la impunidad, todavía
está por construirse. Sin embargo, es cierto también -y resulta decisivo saber-
que el “poder de fuego” o amenaza que guardaban entonces los pocos “enemigos”
del fallo (sobre todo, las camadas jóvenes de oficiales del ejército) resultaba
entonces, como recordamos bien, muy intenso. Hoy, en cambio, los grupos que se
oponen intensamente al fallo (incluyendo a una minoría “trumpista”, en su
delirio) aparecen políticamente divididos y socialmente desprestigiados.
Finalmente, me preguntaría si -tal como han señalado algunos
miembros presentes de la oposición- puede decirse que “finalmente,” llega un “cambio
de época”, en materia de impunidad (Estamos frente a un quiebre histórico, que
nos lleva hacia el fin de la impunidad del poder?). Diría que no: estamos muy
lejos de ello. Las condiciones favorables a la impunidad de los más poderosos son
estructurales, y se encuentran plenamente intactas. Como podemos ratificar cada
día, a través de las noticias que conocemos con horror, se advierte un acuerdo muy
amplio, dentro de la clase dirigente (políticos, empresarios, sindicalistas,
jueces) dirigido a asegurar beneficios mutuos y autoprotección. Y ese acuerdo
trasciende ideologías (izquierda, derecha) y grupos políticos (kirchneristas,
antikirchneristas), y encuentra apoyo en las mentes jurídicas más brillantes de
nuestra comunidad (hoy, los grandes hacedores de la impunidad del poder). Lo
que acaba de ocurrir, entonces, es el resultado (por un lado, sí), del hastío
social, pero también, decisivamente, el producto del excelente trabajo de una
minoría de fiscales y jueces (dentro de la cual destaca el brillante esfuerzo
del fiscal Luciani y su joven grupo de asistentes). A ellos, entonces, y por
tanto, nuestro mayor agradecimiento. Lo que han logrado, ya queda en la
historia.
2 dic 2022
Pasolini ("una dulzura herida"): El fascismo de los antifascistas
Hoy, después de algunas semanas, me despido de Italia, con una serie de recuerdos y textos de Pasolini, quien fue el dueño de mis últimos días por acá. El recuerdo de Fellini, diciendo de Pasolini que tenía "una suerte de dulzura herida". El de Nanni Moretti, quien le ofreció a Pasolini un silencioso y sentido homenaje, en la última escena de Caro Diario (Moretti va a visitar Ostia, donde lo mataron, y sólo dice "no se por qué nunca antes había venido hasta acá", para cerrar luego su película). El recuerdo de la admiración de Pasolini por Gramsci (a quien Pasolini le dedicó su largo poema "Las cenizas de Gramsci", después de visitar su tumba, dejando en claro el modo en que lo conmovió esa búsqueda crítica, antijerárquica, e inconformista de Gramsci -aún hacia Marx). El recuerdo de la pasión, el dolor y la rabia con la que escribía poesía, ensayos o hacía películas.
Y este hermosísimo párrafo que lo muestra entero, autocrítico, hermoso, denunciando a sus propios pares -los antifascistas- y a él mismo, por la responsabilidad de no haber sabido entender a los fascistas, de no haber sido capaz de "hablar con ellos o a ellos." "Tal vez una sola palabra hubiera bastado"
La responsabilidad es nuestra…No hicimos nada para que los fascistas no lo sean. Sólo los condenamos gratificando nuestra conciencia con nuestra indignación. Y cuando más fuerte y petulante era nuestra indignación, más tranquila nuestra conciencia. En verdad, nos comportamos con estos jóvenes fascistas de modo racista. Quisimos creer, apresurada y despiadadamente, que ellos estaban predestinados racialmente a ser fascistas, y que frente a esta decisión de su destino no hubiera nada para hacer. Y, no nos lo escondamos, todos sabíamos, en nuestra verdadera conciencia, que cuando uno de esos jóvenes decidía ser fascista, eso era puramente casual, no era más que un gesto, inmotivado e irracional. Hubiera bastado una sola palabra de nuestra parte para que eso no sucediese. Pero ninguno de nosotros quiso hablar nunca con ellos o a ellos. Los aceptamos rápidamente como representantes inevitables del Mal. Y tal vez eran adolescentes, muchachos de dieciocho años, que no sabían nada de nada, que se arrojaban de cabeza en esa horrenda aventura, por simple desesperación...