Publico un (penoso) texto de Emir Sader, en réplica a la carta que escribimos muchos académicos y activismos latinoamericanos, en contra de la represión y la violencia utilizadas por el presidente de Ecuador, en pos de la promoción de nuevos proyectos mineros. Luego, una primera respuesta que mereciera el artículo de Sader.
En todo caso, el debate va más allá de ambas personas, porque refiere a los modos en que, durante años, parte importante de la "intelectualidad" latinoamericana decidió respaldar actividades violatorias de derechos, y aún criminales, en pos de la defensa de un proyecto que consideraban "globalmente" más defendible. Esto es, sin importar que en el medio quedaran minorías oprimidas o el medio ambiente vejado.
El debate tiene que seguir. Van los textos
A los intelectuales latinoamericanos, por Emir Sader
En la recta final de la campaña presidencial de Ecuador, cuando se decide si el país seguirá su rumbo progresista o se sumará a los gobiernos de restauración neoliberal, un grupo de intelectuales latinoamericanos y de otros continentes lanza un manifiesto de crítica al gobierno de Rafael Correa, a propósito del tema ambiental en la Amazonia.
Más allá de la justicia o no del reclamo, más allá de la mayor o menor importancia del tema, de lo que se trata es del futuro del país. Por un lado está la candidatura de Lenin Moreno, apoyado por Alianza País y por Rafael Correa. Por el otro, el más rico banquero del país, Guillermo Lasso.
No puede haber dudas del significado de cada una de las candidaturas. No puede haber dudas, salvo un grado altísimo de mala fe, de que la victoria eventual del candidato opositor representará la devastación de los grandes avances conquistados por Ecuador en ese siglo, como además, la devastación de la Amazonia y de los pueblos que la habitan.
No puede haber dudas, salvo una hipocresía abierta, de que cualquier acción que debilite el gobierno de Correa suma votos a la oposición de derecha –la única que tiene fuerza, en Ecuador y en todos los otros países de gobiernos progresistas en América latina–. Contribuye al desmonte de todo lo conquistado, hace inequívocamente el juego a la derecha ecuatoriana.
Sólo puede ser resultado de la concepción equivocada de la ultraizquierda, según la cual hay que derrotar a los gobiernos progresistas, aliándose a quien sea, para que esas fuerzas pudieran tener alguna posibilidad de ocupar algún espacio en el campo político. Una posición aventurera. Basta mirar hacia Argentina y hacia Brasil para darse cuenta de cómo la derrota de los gobiernos progresistas ha abierto espacio para los peores retrocesos en la historia reciente de esos países, incluso en el tema ecológico, que esos intelectuales supuestamente defienden.
Es hora de que los intelectuales que gozan de algún espacio en la esfera pública asuman responsabilides políticas, si no quieren ser definitivamente asimilados a la derecha y aparecer haciendo el juego a la restauración conservadora en América latina. Por lo cual serán condenados públicamente como corresponsables de esos retrocesos.
Aislar el tema ecológico de la disputa mayor en todo el continente entre fuerzas progresistas, antineoliberales, y fuerzas conservadoras, neoliberales, es actuar incluso en contra de las tesis que dicen defender. De ese gran enfrentamiento depende el futuro de esos países y del mismo continente. Depende la situación de los derechos sociales del pueblo, dependen los derechos al empleo y al salario de los trabajadores, depende la protección del medio ambiente, depende la soberanía o el sometimiento externo de nuestros países.
Si no quieren aparecer sumando fuerzas con la derecha, que busca el proceso de venganza en contra de los derechos conquistados por el pueblo en este siglo, no deben dejarse llevar por demandas sectoriales, corporativas, deben saber subordinar esos temas al enfrentamento más grande, que define el futuro de nuestros países. Deben hacerlo para poder seguir manteniendo el rasgo de intelectuales progresistas y no ser tildados de francotiradores, que disparan en contra de las fuerzas que son el dique de contención en contra de la contraofensiva conservadora feroz que la derecha despliega hoy en los países que tuvieron el coraje de desafiar los intereses y las fuerzas de la derecha latinoamericana.
A los intelectuales de otras regiones del mundo ni siquiera les dirijo esta apelación, porque seguramente ellos no conocen nuestra realidad concreta y no se dan cuenta de las consecuencias. Pero sí les pido que no se sumen a pronunciamientos sin darse cuenta de cómo esa actitud repercute en los enfrentamentos políticos centrales que se dan en nuestros países.
Ser de izquierda es sumarse hoy a las fuerzas que resisten a los intentos de restauración conservadora que ya devastan Argentina y Brasil y amenazan caer sobre Ecuador. Es fortalecer la candidatura de Lenin Moreno. Sumarse, de forma consciente o inconsciente, a formas de debilitamiento del gobierno de Rafael Correa es ser connivente con el amenazador retorno del neoliberalismo.
En todo caso, el debate va más allá de ambas personas, porque refiere a los modos en que, durante años, parte importante de la "intelectualidad" latinoamericana decidió respaldar actividades violatorias de derechos, y aún criminales, en pos de la defensa de un proyecto que consideraban "globalmente" más defendible. Esto es, sin importar que en el medio quedaran minorías oprimidas o el medio ambiente vejado.
El debate tiene que seguir. Van los textos
A los intelectuales latinoamericanos, por Emir Sader
En la recta final de la campaña presidencial de Ecuador, cuando se decide si el país seguirá su rumbo progresista o se sumará a los gobiernos de restauración neoliberal, un grupo de intelectuales latinoamericanos y de otros continentes lanza un manifiesto de crítica al gobierno de Rafael Correa, a propósito del tema ambiental en la Amazonia.
Más allá de la justicia o no del reclamo, más allá de la mayor o menor importancia del tema, de lo que se trata es del futuro del país. Por un lado está la candidatura de Lenin Moreno, apoyado por Alianza País y por Rafael Correa. Por el otro, el más rico banquero del país, Guillermo Lasso.
No puede haber dudas del significado de cada una de las candidaturas. No puede haber dudas, salvo un grado altísimo de mala fe, de que la victoria eventual del candidato opositor representará la devastación de los grandes avances conquistados por Ecuador en ese siglo, como además, la devastación de la Amazonia y de los pueblos que la habitan.
No puede haber dudas, salvo una hipocresía abierta, de que cualquier acción que debilite el gobierno de Correa suma votos a la oposición de derecha –la única que tiene fuerza, en Ecuador y en todos los otros países de gobiernos progresistas en América latina–. Contribuye al desmonte de todo lo conquistado, hace inequívocamente el juego a la derecha ecuatoriana.
Sólo puede ser resultado de la concepción equivocada de la ultraizquierda, según la cual hay que derrotar a los gobiernos progresistas, aliándose a quien sea, para que esas fuerzas pudieran tener alguna posibilidad de ocupar algún espacio en el campo político. Una posición aventurera. Basta mirar hacia Argentina y hacia Brasil para darse cuenta de cómo la derrota de los gobiernos progresistas ha abierto espacio para los peores retrocesos en la historia reciente de esos países, incluso en el tema ecológico, que esos intelectuales supuestamente defienden.
Es hora de que los intelectuales que gozan de algún espacio en la esfera pública asuman responsabilides políticas, si no quieren ser definitivamente asimilados a la derecha y aparecer haciendo el juego a la restauración conservadora en América latina. Por lo cual serán condenados públicamente como corresponsables de esos retrocesos.
Aislar el tema ecológico de la disputa mayor en todo el continente entre fuerzas progresistas, antineoliberales, y fuerzas conservadoras, neoliberales, es actuar incluso en contra de las tesis que dicen defender. De ese gran enfrentamiento depende el futuro de esos países y del mismo continente. Depende la situación de los derechos sociales del pueblo, dependen los derechos al empleo y al salario de los trabajadores, depende la protección del medio ambiente, depende la soberanía o el sometimiento externo de nuestros países.
Si no quieren aparecer sumando fuerzas con la derecha, que busca el proceso de venganza en contra de los derechos conquistados por el pueblo en este siglo, no deben dejarse llevar por demandas sectoriales, corporativas, deben saber subordinar esos temas al enfrentamento más grande, que define el futuro de nuestros países. Deben hacerlo para poder seguir manteniendo el rasgo de intelectuales progresistas y no ser tildados de francotiradores, que disparan en contra de las fuerzas que son el dique de contención en contra de la contraofensiva conservadora feroz que la derecha despliega hoy en los países que tuvieron el coraje de desafiar los intereses y las fuerzas de la derecha latinoamericana.
A los intelectuales de otras regiones del mundo ni siquiera les dirijo esta apelación, porque seguramente ellos no conocen nuestra realidad concreta y no se dan cuenta de las consecuencias. Pero sí les pido que no se sumen a pronunciamientos sin darse cuenta de cómo esa actitud repercute en los enfrentamentos políticos centrales que se dan en nuestros países.
Ser de izquierda es sumarse hoy a las fuerzas que resisten a los intentos de restauración conservadora que ya devastan Argentina y Brasil y amenazan caer sobre Ecuador. Es fortalecer la candidatura de Lenin Moreno. Sumarse, de forma consciente o inconsciente, a formas de debilitamiento del gobierno de Rafael Correa es ser connivente con el amenazador retorno del neoliberalismo.
EMIR SADER O LA MENDICIDAD INTELECTUAL
(Respuesta al artículo de opinión “A los intelectuales latinoamericanos”,
publicado en Página 12 el 28 de diciembre de 2016)
Juan Cuvi
Coordinador Nacional de Montecristi Vive
En la vieja tradición soviética de intelectuales enajenados, Emir Sader propone la sumisión incondicional del pensamiento. Olvida –o desconoce– que los intelectuales tienen que producir ideas, no repetir consignas. Por eso se enroncha con la condena que cientos de intelectuales de izquierda han expresado frente a la decisión del gobierno de Correa de disolver a Acción Ecológica… y de reprimir al pueblo shuar, y de criminalizar y perseguir a los líderes populares, y de poner al Estado ecuatoriano al servicio de las transnacionales chinas, y de destruir la biodiversidad amazónica para facilitar la explotación minera y petrolera.
Alineado con ciertos poderes de turno, Sader no quiere aceptar que entre la demagogia de los gobiernos populistas y los derechos de los pueblos median decisiones políticas opacas e inescrupulosas. Como los negocios privados y la corrupción de una flota de funcionarios del régimen correísta alrededor de las gigantescas inversiones extranjeras y de las grandes obras públicas. Poco le importa que en la vorágine populista se hayan sacrificado las agendas de la sociedad civil, de los pueblos indígenas, de los movimientos sociales o de la izquierda. Lo fundamental es ser políticamente correcto con quien paga la cuenta del despilfarro y del clientelismo de una década.
Escribir por encargo, o hacerse de la vista gorda con el cadáver oculto en el sótano, no es una práctica novedosa entre ciertos sectores que fungen de izquierda. Fue una práctica instaurada por el estalinismo a partir del argumento de la confrontación mundial con el capitalismo. Para ello se diseminó por el planeta un ejército de escribanos que reproducían a nivel local las disposiciones emanadas desde el Partido Comunista Soviético. Se echaban loas a Hitler o a Churchill alternativamente, dependiendo de la marcha de los acontecimientos y del desarrollo de las estrategias. Lo único impensable en este juego de simulaciones era formular alguna crítica contra la URSS.
Ese sencillo y perverso mecanismo no solo impidió conocer lo que ocurría al interior de los países del socialismo real, y entender las razones de su espectacular colapso a fines del siglo XX, sino que restringió toda posibilidad de construir un pensamiento alternativo de izquierda en América Latina. Generaciones enteras de revolucionarios quedaron enredados e inmovilizados entre una maraña burocrática absurda e incomprensible. Las aberraciones teóricas del estalinismo nos pasan factura hasta la actualidad. Y todo por esa visión reduccionista de la confrontación ideológica: la realidad tenía que ser embutida en los obtusos dogmas de las teorías oficiales.
Cuestionar las imposiciones políticas e ideológicas de la intelligentsia soviética era un sacrilegio. Quienes osaban poner en duda las verdades oficiales eran automáticamente tachados de contrarrevolucionarios, enemigos del socialismo, quintacolumnistas del capitalismo o, simple y llanamente, de agentes de la CIA. El control se ejercía desde la sacralización del discurso, desde el más pedestre maniqueísmo. La crítica corrió la misma suerte que la autonomía de la razón: ambas quedaron proscritas.
Aquellos intelectuales de izquierda que adscribieron a esta línea política quedaron reducidos a la más penosa mendicidad. Tenían que esperar estoicamente la caridadideológica que chorreaba de las alturas. Y, agradecidos, morder al enemigo de turno. Como hace Emir Sader.
La justificación de estas posturas parte de una dicotomía tan elemental como burda: la validación por simple comparación. El socialismo real era positivo sencillamente porque cumplía la función de contrapeso al ruin capitalismo. Mutatis mutandi, hoy toca defender a los auto-proclamados gobiernos progresistas de la región porque hablan mal de los Estados Unidos. Antes había que apartar la vista de los crímenes masivos, de las purgas, de la devastación ecológica y de la aniquilación de los derechos y libertades en Europa del Este; ahora hay que hacerse los desentendidos con la corrupción, las políticas neoliberales o la destrucción de la organización socialpuestas en práctica por los susodichos gobiernos.
De más está insistir en qué terminó este fundamentalismo político. No solo que el socialismo real jamás llegó a ser una alternativa al capitalismo de Occidente; hoy, el capitalismo ruso es aún más devastador que el que en su momento pretendió combatir. Y detrás de esta dramática conversión únicamente quedaron los escombros de un sueño revolucionario que se llevó consigo las esperanzas de millones de seres humanos.
Emir Sader quiere empujarnos a un dilema que no por parecido resulta igual. Porque la contradicción entre el gobierno ecuatoriano y las fuerzas conservadoras tiene más de cascarón que de condumio. ¿O es que no se ha enterado que durante una década los mayores beneficiarios del modelo populista han sido los principales grupos monopólicos del país? ¿O que el Ecuador entero está empeñado a las transnacionales chinas, muchas de las cuales cuentan entre sus activos con capitales gringos y europeos? ¿O que el gobierno acaba de suscribir un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea en las peores condiciones imaginables?
Argumentar que la continuidad del correísmo implica una defensa de los derechos sociales del pueblo, del empleo y los salarios de los trabajadores, del medio ambiente y de la soberanía refleja un cinismo imperdonable. O simple ignorancia. O mala fe (para utilizar el mismo calificativo con que Sader aboga por la candidatura de Lenín Moreno, y que coincide con una de las muletillas favoritas de Rafael Correa). Es precisamente por el retroceso experimentado en estos diez años en estos derechos que los movimientos sociales y las organizaciones de izquierda han resistido y se han opuesto al gobierno de Alianza País. Y es justamente para impedir la profundización de estas regresiones que el movimiento indígena, las centrales de trabajadores históricas, el movimiento ecologista, las organizaciones de mujeres y la izquierda en general llevan años luchando por auténticas alternativas de cambio social.
Esto es lo que Emir Sader maliciosamente obvia mencionar. Simplifica la contradicción electoral entre el candidato oficialista y Guillermo Lasso, cuyo banco es uno de los grandes beneficiarios del correísmo, para desvanecer la candidatura de Paco Moncayo, de los partidos de izquierda, de la socialdemocracia y de los movimientos sociales. Repite mecánicamente la consigna del correísmo; medra de los discursos oficiales; mendiga instrucciones. Negando la diversidad pretende absolutizaruna supuesta confrontación entre dos sectores (Moreno y Lasso) que tienen más coincidencias que discrepancias.
No son los intelectuales críticos del correísmo quienes le hacen el juego a la derecha; son la condescendencia y la marrullería de Sader las que santifican a un régimen que sistemáticamente ha buscado sepultar toda posibilidad de cambio profundo de la sociedad ecuatoriana. En su caso, no corresponde pedirle que asuma ninguna responsabilidad política; hay que exigirle un mínimo de honestidad.
Diciembre 29, 2016
10 comentarios:
es como una pelea de locas. Como si la falta de critica no permite ver lo evidente. O como si la existencia de crítica permite dejar en claro lo que está mal y lo que está bien. No tiene tanto poder magico la crítica ni tampoco su falta.
La violacion de derechos humanos de gobiernos populistas (sean de derecha o izquierda) no se compensa con el cumplimiento de otros derechos. Ni tampoco, el hecho de que las locas se destripen entre si transforma a las grotescas violaciones de derechos humanos de venezuela, ecuador, bolivia, etc.etc. mas o menos visible. Es como decir: ahí te critico, ahí aparecen los defectos. Como si la crítica desnudara detalles de un sistema casi-perfecto. Los populismos de A.Latina fracasaron precisamente por sus grotescas violaciones a derechos humanos, tan manifiestas que tornan innecesaria recurrir a la categoría de "intelectual".
Alberto R.
Comparto el comentario de Alberto, pero no la conclusión a la que llega. Los populismos no fracasaron por sus violaciones a los derechos humanos. Esta afirmación esconde un orden de prioridades perverso. La propia "crítica" se pierde en un fatalismo (de cartón).
Los gobiernos populistas fracasaron. La izquierda fracasó. O quieren hacer un estado paralelo. Ojo que te meten preso.
Creo que bajo una lectura mas generosa se pueden rescatar algunas cosas del texto de Emir Sader. No creo que su propuesta se base en que los intelectuales de izquierda pierdan todo espíritu critico y miren al costado cuando un gobierno progresista (o por lo menos mas progresista que la alternativa) lleva a cabo un acto censurable. Creo que a lo que apunta es mas bien a sugerir que dichas criticas, aunque bienvenidas, tendrían que ponerse en contexto y quizás tamizarse en miras a la disputa (mas importante) entre gobiernos fundamentalmente progresistas y gobiernos fundamentalmente reaccionarios.
Un profesor con el que curse hace poco, Akhil Amar, estaba profundamente indignado con los jóvenes votantes de Bernie Sanders (quien a su gusto nunca logro nada políticamente mas que dar buenos discursos), y sostenía que el injustificado desencanto de los jóvenes con Hillary Clinton (quien tendrá sus defectos pero era alguien preparada para el cargo) ahora dejo al mundo con un Donald Trump presidente de los Estados Unidos. Después de discutir con el y reflexionar sobre el tema llegue a la conclusion de que cuando hay tanto en juego, a veces no viene mal un poco de pragmatismo a la hora de pensar la política.
Tomas
Digamos que los populismos fracasaron, porque se basan en el personalismo de sus gobernantes ignorantes.
El gobernante incluso con buena voluntad sostiene un argumento positivo (ayudar a los pobres). Quiere cumplir esa finalidad, con los medios que a él le parecen (digamos un presidente/a que se cree ministro de economia, juez, legislador, médico, etc.etc.), y por lo tanto, cree que la economia, la justicia, etc.etc. son asuntos que se resuelven con una charla de café, con la lectura de un clasico de la economia, por ejemplo keynes, lo que resulta respaldado por el equipo que eligió (a su vez con poca resistencia crítica).
Persisten las buenas voluntades, y los problemas se vuelven manifiestos: La respuesta más frecuente (incluso fogoneada desde una lectura berreta de, por ejemplo, maquiavelo), es buscar o fabricar un enemigo (por ejemplo, la prensa). La culpa de todo la tiene el enemigo, al que le atribuyen propiedades negativas (generalmente propias).
Las buenas voluntades persisten, los problemas se profundizan. La culpa no es propia, sino ajena, del enemigo. Y así sigue la cosa.
Este esquema de personalismo mezclado con ignorancia se puede aplicar a cualquier estructura de poder. En algunos casos la buena voluntad se mantiene en algunos argumentos tales como "robamos para el pueblo", "robamos, pero transformamos", y un monton de otras pavadas.
Reitero, ese manejo personalista, mezclado con una gran dosis de ignorancia nos da como resultado el estado actual.
La discusión academica que se plantea en el post, es mas de lo mismo. La discusion de egos, y la justificacion, el robo no fue para tanto, la falta de critica no fue para tanto, etc.etc.
De todas maneras, insisto, los déficits de los populismos son tan grotezcos que no amerita darle una medalla a un crítico por su critica tan certera, pues aquí no se trató de minucias, sino de hechos grotezcos.
A.
A: Los populismos, como le escribí a Alberto, fracasaron no por cierto fatalismo que abunda en muchos intelectuales, sino (arriesgo ahora) porque no lograron profundizar sus políticas dentro del juego democrático (aún cuando enfrentaba formas destituyentes) y la alternancia.
No se puede criticar el personalismo y luego caer en personalismos: ignorancia, buena voluntad, buenos litigantes, y también (¡ay!) pronombres personales..., ¡ego!
Tampoco se puede criticar a un gobierno porque los bancos se enriquecieron. Si vamos a criticar a los gobiernos porque los bancos se enriquecen en este neo(pos)liberalismo mundial, entonces todo nos da lo mismo. Un intelectual serio sostuvo que los populismos o gobiernos progresistas llevaron a cabo un modelo de redistribución del ingreso a partir de los precios de las commodities y luego, más débilmente, estimulando el mercado interno; pero el capital financiero siguió profundamente con su proceso de acumulación, concentración y crisis. ¿Qué nos proponen los nuevos signos en latinoamérica: macri y temer? ¿Un Estado que se retira y que espera que ese capital financiero invierta en trabajo, salud y educación?
Parece que la derecha no es algo crítico y sí lo es el populismo. Lamento que la crítica pierda su densidad porque no logra hacer crítico lo que tiene agazapado en Ecuador; y lo que tiene dentro de su casa en Argentina y Brasil.
Querido David, pero confundes la critica, con el criticado. No tiene nada de malo en atribuir personalismo a los lideres populistas, o formular una crítica sistemica a los populismos.
Tampoco me asumo como intelectual, lo que, de por si, es una actividad, y no es una profesion, o un titulo de nobleza entre algun profesor amateur, o rentado.
Tampoco se deberia confundir una critica localizada, con la formulacion de una ley general "los gobiernos neo-liberales, juegan con la ley de la oferta y la demanda", esa critica es tan amplia que practicamente no dice nada.
De todas maneras, estoy de acuerdo con lo que indicas que el fracaso de los gobiernos populistas gira centralmente en no tomar en serio a la democracia. Si se respetaran al extremo los principios democraticos, posiblemente los debates sobre la economia, y o la psicologia del gobernante de turno, quedarían en segundo plano.
Pero creo que es suficiente remarcar los deficits de "democratividad" de los gobiernos populistas (y sin caer en el relativimo de "grados" de democracia", si, por ejemplo, un gobernante impide la libre circulacion de personas, por ej. cuba, no hay mucho que analizar, ni tampoco que compensar con el respeto de otros derechos. Los derechos humanos no se compensan respetando otros).
A.
Leyuendo entrelíneas para Emir Sader es preferible ´su´ devastación actual de la Amazonia a una hipotética del banquero Lasso. Y pretende convencer que eso es correcto, apelando a los mismos espejitos de colores que apelaba el estalinismo para ocultar y/o justificar la brutal destrucción del medioambiente que llevaron a cabo por años.
A: Sí, déficit de "democraticidad" en los gobiernos populistas. De acuerdo. No comparto eso de respetar "al extremo" los principios democráticos (me suena a política exterior -de dominación- y no a política, política nuestra de cada día). En todo caso, la deliberación, el debate público, la representación de las minorías, la alternancia, la discusión en torno a la organización del estado, etc., son elementos en los que hay principios democráticos que tienen que despertarse.
A veces sí hay que confundir la crítica con el criticado, para ver si resisten un análisis.
La critica puede ser todo lo amplia que quieras, ¿por qué no? Un ejemplo simplísimo: recordar un concepto como ley de la oferta y la demanda no es una ingenuidad vacía que no dice nada. Algunos sabrán recordarlo bien: en detalle, narrativamente, etc. y otros mal y con lagunas y referencias inciertas, etc.
Un gobierno latinoamericano en un sistema neo(pos)liberar en crisis que espera que la generación de empleo venga de la inversión privada y la apertura al mundo, me hace preguntar por nuestras propias empresas privadas, colectivas, mixtas o redes laborales (débiles, siempre en ciernes), pero que tienen lazos históricos en nuestra sociedad. Una cosa es una fila de 10 pibes que van a la fábrica, cooperativa del barrio y otra de 30 que van al centro por el aviso de se busca vendedores/ras full time. Una cosa es reivindicar el tejido laboral que sostienen los trabajadores del Bauen (empresa recuperada) y otra destrozarlo para dar señales al mundo de seguridad jurídica.
¿Cómo podría estar en segundo plano la economía? En cuanto a los personalismos, esto no parece ser excluyente del populismo. Lo vemos.
Vuelvo a llamar la atención sobre la referencia que hacés a los derechos humanos. Me parece que caes en lo mismo a lo que aludís. Pensá en esa estrategia de compensaciones entre el respeto a los derechos humanos y la "ansiada reconciliación" nacional. Decís que los derechos humanos no se compensan respetando otros derechos. Otro te podría responder que la reconciliación nacional no se compensa solo con derechos humanos. Y así seguir con esa perversa estrategia discursiva.
Estimado Roberto: ¿Qué opinión te merece la reforma constitucional que está impulsando el Presidente Lenin Moreno en este rato?
Saludos,
Diego
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