15 dic 2020

Por qué el Lawfare es un cuento

https://www.clarin.com/opinion/lawfare-cuento_0_mrNkXtBup8.html
En los últimos días, los dirigentes más encumbrados del oficialismo volvieron a alinearse indignados, vociferando contra la idea del “lawfare.” Aunque el concepto es susceptible de sentidos diferentes, en términos generales pareciera referir a una articulación internacional que unificaría a poderosos medios de comunicación, a grandes empresarios, y a jueces y políticos influyentes, decididos a actuar contra los más salientes líderes populares del continente, y en favor de la reinstauración del neoliberalismo. Me siento tentado a decir que se trata de una idea más peligrosa que ridícula, como todas las grandes “teorías conspirativas” que atravesaron la historia de nuestro país (la más parecida, la que propusieron los “gobiernos populares” de los años 40/50 para hablar de la “conspiración judía” y la “sinarquía internacional” que supuestamente buscaban debilitarlos). Siento, también, el impulso de señalar de qué modo, el Presidente Donald Trump, repite exactamente el discurso del “lawfare”, para sostener lo inverosímil: que el establishment económico, junto con los grandes medios (CNN, el NYTimes), y ahora la Corte Suprema, se congregaron primero para boicotear a su gobierno y, ahora, para negarle (con una resolución judicial de dos párrafos) la reelección: tonterías en zancos. Prefiero, en todo caso, dejar tales reacciones de lado, para hacer un nuevo intento por demostrar en qué sentido el del “lawfare” es un cuento burdo, falso y peligroso. Comienzo con algunas preguntas y afirmaciones más bien dogmáticas, que críticos y defensores del “lawfare” podríamos compartir. Existen decisiones del Poder Judicial injustas y políticamente motivadas? Claro que sí! Es cierto que, muchas veces, los sectores políticamente dominantes presionan a los jueces para que los protejan a ellos, y embistan contra sus opositores? Seguro! Predomina en el Poder Judicial una ideología de tipo conservador? Parece claro! Es verdad que los gobiernos que llegaron a América Latina con el nuevo siglo, luego de una década de “planes de ajuste” (“neoliberales”) generaron reacciones y resistencias de parte de la elite económica? Obvio! Entonces -podría concluirse- estamos todos de acuerdo que lo que sostiene la “teoría” del “lawfare” es cierto! No -agregaría- por el contrario: tales acuerdos sugieren más bien la falsedad del “lawfare”. Por qué? Porque la “teoría” del “lawfare” pretende negar y ocultar, precisamente, aquello que debiera ayudarnos a entender y tornar evidente -un hecho vulgar, penoso y patético, que distingue a la vida institucional latinoamericana desde hace 200 años. Me refiero a la “dependencia política de la justicia”, y pienso, en particular, en una vieja teoría que sugiere que ningún poder está en mejores condiciones para presionar al Poder Judicial que el que gobierna. Esa línea de análisis (que hoy debe ser enriquecida y actualizada, pero no negada) constituye una obviedad en los estudios de historia judicial en América Latina: desde hace siglos que el poder concentrado y desigual permite que los actores dominantes presionen a la justicia para que actúe a su favor. Los mecanismos y medios de presión son múltiples: los hay formales (pedidos de juicio político; amenazas de reforma -ampliación o reducción de miembros en la Corte; etc.) e informales; los hay negativos (las presiones a través de los servicios de inteligencia; etc.), y positivos (las ofertas de ascensos y cargos futuros, etc.). La “vieja teoría de la dependencia” da cuenta, sencillamente y sin vueltas, de todo aquello que la “teoría” del “lawfare” no puede explicar, explica mal o se desespera por ocultar. A nivel local: la “vieja teoría” nos dice que, lejos de una “conspiración mundial” contra los “gobiernos populares”, los distintos gobiernos menemistas, kirchneristas o macristas -lo mismo da- han aprovechado, cada uno a su manera, y esperablemente, su “posición dominante”, para presionar sobre la justicia. Esto le permite afirmar también, con voz alta y clara, lo que el “lawfare” se muestra ansioso por negar y esconder, esto es, que en las últimas décadas, el kirchnerismo fue menos víctima que verdugo del Poder Judicial. A nivel internacional se repite la misma diferencia abrumadora entre ambos cuerpos explicativos. La “vieja teoría” de la dependencia judicial explica, tranquilamente, por qué en América Latina, en los últimos años, hubo una avanzada judicial contra líderes de todo tipo. La explicación es simplísima, y refiere a niveles de corrupción extraordinarios (generados gracias a la combinación “boom de las commodities” y amplias mayorías parlamentarias), junto con presiones de los gobiernos entrantes destinadas a castigar a los dirigentes de los gobiernos salientes. La “teoría” del “lawfare”, en cambio, se queda tartamudeando ante la urgencia por ocultar lo que no quiere que veamos. El “lawfare” no puede decirnos por qué, entre los “perseguidos” internacionalmente, se amontonan, junto con los ex presidentes “progresistas”, políticos de “derecha” y empresarios “conservadores” que -se suponía- debían haber sido protegidos por el poder neoliberal (Uribe, Kuczynski, Alan García, Odebrecht). Mucho peor, la teoría del “lawfare” no puede decirnos por qué Dilma Rousseff promueve la “ley de delación premiada”; o por qué prominentes líderes del progresismo regional -como Tabaré Vázquez o “Pepe” Mujica- no sólo no concluyeron sus mandatos humillados y perseguidos penalmente -como predecía la “teoría”- sino homenajeados unánimemente por sus políticas de avanzada. Terraplanistas jurídicos, los cultores de la secta del “lawfare” se empeñan en hacernos creer lo imposible, pero tal vez -es la esperanza al menos- ya sea tarde para seguir intentándolo. Cualquiera distingue entre bienes mal habidos y ofrendas al convento; cualquiera puede discernir entre bandidos de poca monta y héroes de la democracia. Ojalá así sea.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

El lawfare es el modo de deshacerse del poder judicial en causas de corrupción. Dicho eso, muchos apoyan la idea del lawfare porque prefieren gobiernos que saben macro corruptos y no les importa un bledo eso.

Anónimo dijo...

Estimado Dr. Gargarella:
Soy frecuente lector de sus publicaciones, con las cuales suelo tener diferencias conceptuales significativas.
Sobre su artículo en particular, "el lawfare es un cuento", quiero detenerme en uno de los argumentos vertebradores de su argumentación. El mismo reza: la explicación es simplísima y refiere a niveles de corrupción extraordinarios (generados por el boom de los commodities y las amplias mayorías parlamentarias).

1) Cuando mucho, me parece que dicha afirmación podría configurar la hipótesis de un trabajo de investigación. Nunca una afirmación validada y comprobada. Al menos no se explica esa dimensión en el artículo. Lo interpreto como un extravío de intuición.

2) Los términos relativos de intercambio favorables como relación causal de los niveles extraordinarios de corrupción no explican nada en sí mismo. ¿Otra vez intuición? ¿El aumento del precio internacional de commodities supone y supondrá corrupción?
Algo similar podría decirse sobre las mayorías legislativas. A razón de verdad, tales afirmaciones podrían someterse a escrutinio si analizáramos los resultados legislativos de las elecciones de 2009 y 2013.

3) La mención del caso de Uruguay para argumentar que el lawfare como instrumento de desprestigio sobre los gobiernos "progresistas" no es tal, pone en evidencia la refutación de la hipótesis original (o al menos un desvío relevante), que indicaba que los países expuestos al "boom de commodities y mayorías legislativas" declinaban a la corrupción. Uruguay presentó esas variables durante los períodos de gobiernos "progresistas" y no padece la deriva de corrupción endémica que describe.

4) Finalmente, su hipótesis (NO afirmación comprobada) da cuenta de niveles de corrupción extraordinarios. ¿ Pero en relación a qué período histórico? ¿a los '90? ¿A los '70? ¿Que cuantía de corrupción pondera, para suponer que esta es superior a otras? ¿Cuáles son los indicadores de referencia?

Me permití escribir estas líneas con la certeza del prestigio académico que ud. detenta y que respeto enormemente. Simplemente, espero estar haciendo una contribución honesta a la pluralidad de ideas.
Un saludo cordial,
Lic. Demian Rigamonti.

mm dijo...

Roberto, suponiendo que el lawfare es un cuento y la derrota del derecho en américa latina no solo una cuestión casuística ( de caso). No es momento de revisar la teoría de la representación política y en todo caso de la imposibilidad de la representación/ delegación en un Otro, cuando estamos en el umbral de sociedades en donde la multiplicidad y el desacuerdo estarían en la base de lo político y lo público.
saludos
Marina

Anónimo dijo...

Muy interesante y esclarecedor. Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Roberto No nos abandones!

Anónimo dijo...

Conocido con ello. No sé por qué creer que porque son argumentos de una izquierda radical y populista, ya por eso esos argumentos tienen que ser tenidos por buenos... Queda mucho por recorrer en Latinoamérica

Professor Thiago Pádua dijo...

Roberto, entendo sua observação sobre aspectos inerentes ao lawfare, justificando características próprias na América Latina. Aliás, um trio bem conhecido (Bergalli, Anitua e Zaffaroni) já nos alertava para um “terrível poder de julgar”, antes da nomenclatura lawfare, e de como é importante compreender a formação e as características do poder judicial. Contudo, sua redução ao suposto neoliberalismo é empobrecedora do fenômeno, além de ignorar que não existe um, senão vários tipos de lawfare. Você esquece que no caso do Brasil, para ficar apenas em um dos tipos, a operação Lava Jato foi desnudada pela operação Vaza Jato, com a descoberta de que a CIA e os Estados Unidos tinham total controle da operação dos “meninos de Curitiba”. Esta semana, aliás, o ministro Fachin (da Suprema Corte brasileira) e que você bem conhece, anulou parte da operação Lava Jato para tentar salvar outras partes da operação (estratégia dos anéis e dos dedos). Assim, penso que você está parcialmente errado ao se pautar pelo reducionismo do fenômeno e, ainda, por um reducionismo semântico. Generaliza, por outro lado, aspectos que são peculiares a um dos vários tipos de law fare.