En la entrevista que se le realizara desde la Revista Crisis a Beatriz Sarlo (ver posts más abajo), hay una pregunta potente pero mal direccionada, que Sarlo responde de modo bien orientado pero demasiado incompleto.
La pregunta se refiere a si la corrupción era “inherente” al modelo “progresista” (latinoamericano), que conocimos en los últimos años. Antes de decir algo al respecto, dejo asentado mi rechazo (fundado en otros textos) sobre la pretensión de llamar “progresista” o de “izquierda” a gobiernos que agravaron la concentración política y económica que debían cuestionar y revertir (ser de izquierda requiere más participación y decisión democráticas en política y economía, y no menos). Los que todavía se mantienen escépticos frente a este tipo de cuestionamientos harían bien en explicar las similitudes entre los resultados –buenos y malos, alentadores y angustiosos, de avanzada o retrógrados- producidos por gobiernos catalogados como “progresistas” (pongamos, la Argentina, Brasil y Venezuela) y otros habitualmente asociados con la derecha o la centro-derecha, en el mismo tiempo (pongamos, los de Perú, Colombia o en parte Chile).
Ahora bien, y para ir al tema que nos ocupa, referido al carácter “necesario” de la corrupción, me parece que ambas partes (entrevistadores y entrevistada) tienen aproximaciones finalmente débiles a la pregunta en cuestión: desde la Revista parecen interesados en “salvar” a gobiernos como el kirchnerista, a través de un enfoque sobre todo ideológico. Por eso les interesa preguntarse: no será que la corrupción era necesaria para “aceitar” o estabilizar las pretensiones de un gobierno de izquierda? Sarlo, en cambio, parece más interesada en “condenar” a gobiernos como el kirchnerista, y por eso empuja la lectura moralista, a pesar de la resistencia que pudo tener frente a dicha respuesta, en algún momento: Alfonsín no era como Kirchner, y por eso no necesitó alimentar (y alimentarse de) la corrupción desatada.
Entiendo que ni la lectura ideológica ni la moral sirven para mucho en estos casos, aunque ambos componentes formen parte de una respuesta más completa. Contra la primera lectura, habrá que recordar que ni la socialdemocracia alemana ni el socialismo escandinavo necesitaron de la híper-corrupción. Alguien dirá: “eso en Europa.” Pero ocurre que tampoco necesitó la corrupción el socialismo de Allende. Alguien dirá: “por eso duró tan poco” o la obviedad de “era otra época.” Pero es que no la necesitó tampoco el “progresismo uruguayo,” contemporáneo a los gobiernos de Kirchner, Lula o Chávez, y tanto o más estables que aquellos. Quiero decir: involucrarse en actos de mega-corrupción y máximo enriquecimiento personal no fue (ni es, ni puede ser) de ninguna manera una exigencia propia del desarrollar o estabilizar ciertas políticas, digamos así, “de avanzada.”
La respuesta basada en la moral personal padece de un problema obvio que también arrastra la respuesta ideológica anterior. Y es que -ambas- enfatizan la cuestión motivacional, más que estructural, de la vida pública. Ambas apuntan a que pensemos en las personas singulares, las más visibles, y no en la “estructura básica” de la sociedad, en sus bases institucionales, políticas y económicas.
Entiendo que la aproximación más completa al problema exige que pensemos, por un lado, en el marco de desigualdades económico-sociales dentro del cual han actuado, con el que han convivido aquellos gobiernos, y que también han desarrollado; y por el otro en la desigualdad política con la que ellos trabajaron y que también cultivaron, fortaleciendo la discrecionalidad –el Cesarismo- de la persona en el mando. Es dentro de ese esquema que la cuestión se torna más comprensible: en un marco institucional dentro del cual el pueblo no tiene la posibilidad efectiva de tomar decisiones en lo que más le importa, y ni siquiera la chance de controlar en algo a sus dirigentes (porque ellos se lo tornan imposible); dentro de un sistema definido por las desigualdades económicas y sociales, pero también políticas, en el que reina la discrecionalidad de los “pocos” en control del poder político y económico (pocas veces tan “pocos” como entonces), la corrupción encuentra condiciones óptimas para crecer. En ese tipo de contextos, la ecuación parece ser: ganancias extraordinarias-corrupción extraordinaria.
Para decirlo de modo aún más claro. Si hubo mega-corrupción, es porque en sistemas de discrecionalidad absoluta y poder concentrado, existe la posibilidad de rapiñar sin techo y sin controles las ganancias extraordinarias que eventualmente se generan. No es “la política de izquierdas” la que necesita de la híper-corrupción, sino los sistemas desiguales y discrecionales los que la tornan posible.
La pregunta se refiere a si la corrupción era “inherente” al modelo “progresista” (latinoamericano), que conocimos en los últimos años. Antes de decir algo al respecto, dejo asentado mi rechazo (fundado en otros textos) sobre la pretensión de llamar “progresista” o de “izquierda” a gobiernos que agravaron la concentración política y económica que debían cuestionar y revertir (ser de izquierda requiere más participación y decisión democráticas en política y economía, y no menos). Los que todavía se mantienen escépticos frente a este tipo de cuestionamientos harían bien en explicar las similitudes entre los resultados –buenos y malos, alentadores y angustiosos, de avanzada o retrógrados- producidos por gobiernos catalogados como “progresistas” (pongamos, la Argentina, Brasil y Venezuela) y otros habitualmente asociados con la derecha o la centro-derecha, en el mismo tiempo (pongamos, los de Perú, Colombia o en parte Chile).
Ahora bien, y para ir al tema que nos ocupa, referido al carácter “necesario” de la corrupción, me parece que ambas partes (entrevistadores y entrevistada) tienen aproximaciones finalmente débiles a la pregunta en cuestión: desde la Revista parecen interesados en “salvar” a gobiernos como el kirchnerista, a través de un enfoque sobre todo ideológico. Por eso les interesa preguntarse: no será que la corrupción era necesaria para “aceitar” o estabilizar las pretensiones de un gobierno de izquierda? Sarlo, en cambio, parece más interesada en “condenar” a gobiernos como el kirchnerista, y por eso empuja la lectura moralista, a pesar de la resistencia que pudo tener frente a dicha respuesta, en algún momento: Alfonsín no era como Kirchner, y por eso no necesitó alimentar (y alimentarse de) la corrupción desatada.
Entiendo que ni la lectura ideológica ni la moral sirven para mucho en estos casos, aunque ambos componentes formen parte de una respuesta más completa. Contra la primera lectura, habrá que recordar que ni la socialdemocracia alemana ni el socialismo escandinavo necesitaron de la híper-corrupción. Alguien dirá: “eso en Europa.” Pero ocurre que tampoco necesitó la corrupción el socialismo de Allende. Alguien dirá: “por eso duró tan poco” o la obviedad de “era otra época.” Pero es que no la necesitó tampoco el “progresismo uruguayo,” contemporáneo a los gobiernos de Kirchner, Lula o Chávez, y tanto o más estables que aquellos. Quiero decir: involucrarse en actos de mega-corrupción y máximo enriquecimiento personal no fue (ni es, ni puede ser) de ninguna manera una exigencia propia del desarrollar o estabilizar ciertas políticas, digamos así, “de avanzada.”
La respuesta basada en la moral personal padece de un problema obvio que también arrastra la respuesta ideológica anterior. Y es que -ambas- enfatizan la cuestión motivacional, más que estructural, de la vida pública. Ambas apuntan a que pensemos en las personas singulares, las más visibles, y no en la “estructura básica” de la sociedad, en sus bases institucionales, políticas y económicas.
Entiendo que la aproximación más completa al problema exige que pensemos, por un lado, en el marco de desigualdades económico-sociales dentro del cual han actuado, con el que han convivido aquellos gobiernos, y que también han desarrollado; y por el otro en la desigualdad política con la que ellos trabajaron y que también cultivaron, fortaleciendo la discrecionalidad –el Cesarismo- de la persona en el mando. Es dentro de ese esquema que la cuestión se torna más comprensible: en un marco institucional dentro del cual el pueblo no tiene la posibilidad efectiva de tomar decisiones en lo que más le importa, y ni siquiera la chance de controlar en algo a sus dirigentes (porque ellos se lo tornan imposible); dentro de un sistema definido por las desigualdades económicas y sociales, pero también políticas, en el que reina la discrecionalidad de los “pocos” en control del poder político y económico (pocas veces tan “pocos” como entonces), la corrupción encuentra condiciones óptimas para crecer. En ese tipo de contextos, la ecuación parece ser: ganancias extraordinarias-corrupción extraordinaria.
Para decirlo de modo aún más claro. Si hubo mega-corrupción, es porque en sistemas de discrecionalidad absoluta y poder concentrado, existe la posibilidad de rapiñar sin techo y sin controles las ganancias extraordinarias que eventualmente se generan. No es “la política de izquierdas” la que necesita de la híper-corrupción, sino los sistemas desiguales y discrecionales los que la tornan posible.
12 comentarios:
Agregando ejemplos. En las regiones de Brasil donde tuvo acceso a los gobiernos locales la izquierda del PT, buena parte de los fundadores del partido, no se registraron denuncias de corrupción. Particularmente en los gobiernos de Río Grande do Sul (Olivio Dutra, Tarso Genro, Raul Pont) y el municipio de Porto Alegre. Que fueron novedosos ejemplos para el mundo de democracia y participación. Al mismo tiempo la minoría con peso relevante en la interna partidaria y crítica de varias de las políticas de alianzas de Lula, que fueron el caldo de cultivo para la corrupción. En el debate de los candidatos a la prefectura de Porto Alegre, la "denuncia" de los partidos de la derecha a la administración del PT era que "gastaban mucho en café". Carlos
pero el PT sólo tenía menos de la quinta parte de las bancas, jamás hubiera podido formar gobierno sino se aliaba al PMDB. Se trata de una negociación política clásica.
¿Donde está el post a la entrevista?
informate andres, no se trató de que se alió con el pmdb, se trató, ponele, de que por primera vez en la historia, establecieron un sistema de reparto mensual de coimas para aceitar la legislación
estoy informado, contestaba el argumento de anónimo 11.03.
Sobre el sistema de coimas en Brasil lo que paso por primera vez es su condena, no su existencia.
no, entonces no estas informado. antes, en la epoca de fernando henrique por ejemplo, habia un sistema "legal" que permitia al presidente utilizar una parte del presupuesto discrecionalmente, y eso le servia para comprar opositores con proyectos especificos. con lula el sistema pasó a ser otro, via el ex izquierdista Dirceu, y se pasó a un sistema "ilegal" de pagos en cash, mensuales
Hubo varios escándalos en particular cuando FHC compró su reelección no permitida previamente, dejemos la chicana a ver quien es más informado y quién menos, no creo que sume mucho.
pero es que no me interesa en absoluto defenderlo a fhc, que sumado a lula son un escándalo. lo que digo es que el sistema de corrupción cambió en su modo, sustancialmente, y por eso saltó ahora y no antes. ahora era reparto de cash mensual, mes a mes. una verguenza infinita, que no desentona con lo que siempre ha sido la clase politica brasilera, pero que ahora la pone en un pico de horror
Puede ser, permitime dudar de si el problema es un empeoramiento de la corrupción o un cambio en el Poder Judicial brasileño (y en el Ministerio Público) que ahora sí controla cosas que antes dejaba pasar, es en serio una duda, no tengo una respuesta cerrada.
es que realmente te falta info, y lo digo porque es info importante. lo mismo con el pjudicial, lo estás leyendo como si fuera el argentina, y realmente nada que ver. allá hay problemas de elitismo como en todos lados, o más, pero no problemas de política presionando sobre los jueces inferiores en particular. ellos son electos luego de concursos de dos años donde la política no entra una sola vez. es muy muy distinto. en argentina leemos poder judicial igual la política presionándolos, allá no es para nada así, o al menos muy muy muy lejos de la argentina
Sé que los concursos son más transparentes y que desde primera mitad de los 2000 se hizo una reforma del Ministerio público que le dió mucha más independencia que en el pasado. Al mismo tiempo leo un montón de acusaciones sobre parcialidad de la justicia en el proceso de investigación que se está dando ahora, en particular a favor del PSD de FHC, con personalidades notorias citadas por los arrepentidos de Odebrecht (Alckmin, Serra) a las que aparentemente la justicia todavía no investigó, difícil saber si son o no ciertas, por eso mis dudas.
no, no se trata de que los concursos sean mas transparentes, sino que en la argentina derivan de un acuerdo exigido por la constitucion en el que participa enteramente la política, mientras que en brasil son concursos técnicos, donde la política no interviene. son dos modalidades muy distintas, y por eso no puede leerse la justicia brasileña a la luz de la argentina, viendo si es más grande o menos la influencia política. los problemas de allá son grandes pero son otros. desde la argentina todo lo queremos leer desde "aníbal fernández o angelici o pepín lo deben haber apretado", y leemos mal así
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