12 feb 2014

Habia que festejar o repudiar las privatizaciones?

Ahora el gobierno vuelve a "privatizar" los ferrocarriles que habia "estatizado," luego de "privatizar" lo que habia hecho publico. El discurso ha cambiado tanto que no me acuerdo si las privatizaciones habia que condenarlas o celebrarlas. Como era????

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora que pagaron toda la inversión en material rodante nuevo se los dan a los privados... como menem...

Anónimo dijo...

Cuanto falta para que sentada a la derecha de Dromi diga " ramal que para, ramal que cierra"??

Rodrigo dijo...

Alfonsín en 2004, advirtiendo sobre los operadores políticos. “Yo me fijo, son cosas que he vivido, cómo se mueven los operadores políticos”:

https://www.youtube.com/watch?v=Ej6c3RJSJ7Q

A grandes rasgos, un plutócrata es alguien que cree que los ricos deben gobernar y dirigir los intereses del país. El plutócrata no necesariamente pertenece a la clase acomodada, puesto que hay partidarios de la plutocracia en todos los estratos sociales.
Si soy el dueño de buena parte de la riqueza de un país, necesariamente deberé negociar con su clase política, es decir, con los representantes del pueblo: qué salarios voy a pagar, cuál es el seguro de desempleo, cuál es el nivel de contaminación que la ley me permite, etc. ¿No debo suponer que al horadar la relación entre los representados y los representantes, la capacidad de imponer mi voluntad aumenta? Si yo me peleo con alguien en sede judicial, seguramente me veré beneficiado si logro envenenar la relación entre el abogado de la otra parte y su representado, porque de ese modo incrementaré mi capacidad de negociación.

Aquellos que creemos que la democracia es –pese a sus vicios- un sistema de gobierno superior a la plutocracia, estamos interesados en difundir la idea de que los ricos deben someterse a las decisiones democráticas, en lugar de hacer pasar sus intereses sectoriales por el “interés de la gente” o “del pueblo” o de “la Patria”.

En términos generales, el plutócrata cree que el país se gobierna como si fuera una gran empresa. La cuestión es que en una empresa, el interés mayor es hacer un buen producto para que los accionistas obtengan ganancias, mientras que en un Estado, hay servicios que necesariamente deben ir “a pérdida”: atender la salud de jubilados y discapacitados, por ejemplo, no otorga beneficios monetarios al inversor.

Muchos de quienes impulsan la idea de que el Estado debe funcionar como una gran empresa, sostienen que los políticos deben cobrar sueldos no muy altos, dormir poco, no irse de vacaciones y comportarse como monjes trapenses, y al mismo tiempo defender nuestros intereses a capa y espada. En tanto que el CEO de una mega empresa, cuando es enviado a otro país a cerrar un negocio millonario, debe alojarse en el mejor hotel, vestirse con los mejores trajes y cenar en el restaurant más caro, porque de lo contrario su imagen conspiraría contra la “seriedad” del contrato que de concretarse favorecerá a los accionistas. Es como pretender que un club amateur compita contra el Barcelona y haga un partido de fútbol digno.

Dicho de otro modo, si aceptamos las premisas de cierta concepción plutocrática difundida en diversos medios masivos de comunicación, un funcionario público elegido para defender los intereses de los ciudadanos de La Matanza podrá estar mal pago, mal dormido y mal comido, pero tendrá que negociar a brazo partido contratos millonarios con el CEO de Telefónica, quien cuenta con recursos económicos y logísticos de primer nivel (abogados, contadores, tecnología de punta), y encima cobra un sueldo más que suculento para dedicarse a pleno al ejercicio de sus funciones. El funcionario público debe cobrar un sueldo bajo porque “maneja nuestra plata”, y además es necesario que sea insobornable al negociar contratos millonarios con los representantes del poder económico y financiero. ¿No le estaremos pidiendo mucho?

Rodrigo dijo...

En este sentido, me pareció interesante destacar este fragmento de un análisis de coyuntura escrito por Atilio Borón.

“Es absurdo, y a estas alturas demencial, que cinco o seis grandes oligopolios manejen el grueso de la divisas que ingresan por la vía de las exportaciones agropecuarias. En una economía tan dolarizada como la Argentina, en donde los componentes importados afectan a casi todas, por no decir todas, las actividades económicas del país, dejar que la disponibilidad de dólares quede en manos de un puñado de oligopolios es un acto de soberana insensatez. En Chile, sin ir más lejos, los ingresos de su riqueza principal, el cobre, los controla exclusivamente el estado. En nuestro país, en cambio, un 80 por ciento de lo producido por las exportaciones cerealeras lo retienen grandes oligopolios transnacionales, y especialmente Cargill y Bunge, seguidos de cerca por Continental y Dreyfus; a su vez un par de grandes empresas controlan los ingresos que producen las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario, principalmente aceite de soja; en la gran minería quienes lo hacen son las transnacionales del sector; y en el área de hidrocarburos (petróleo y gas) las propias empresas, con el agregado ahora de YPF pero sin perder de vista que ésta es una sociedad anónima y no una empresa del estado. Todas estas corporaciones están fuertemente articuladas con la banca extranjera, predominante en la Argentina, y mantienen fluidos contactos con los paraísos fiscales que proliferan sobre todo en el capitalismo desarrollado. En suma: un puñado de 100 empresas controlan aproximadamente el 80 por ciento del total de las exportaciones de la Argentina, y son ellas las que retienen los dólares que surgen de este comercio y que son requeridos por distintos sectores de la economía nacional.

De lo anterior se infiere una conclusión tan simple como contundente: quien controla la disponibilidad de dólares termina teniendo la capacidad de fijar su precio en el mercado local, especialmente ante un Banco Central debilitado y cuyas reservas cayeron de 52.190 millones de dólares en el 2010 a 28.700 millones de dólares al finalizar enero del 2014. Esta debilidad del BCRA le impide desbaratar las maniobras de la cúpula empresarial más concentrada, fuertemente orientada hacia los mercados internacionales, y para la cual el dólar “recontra alto” significa pingües ganancias porque desvaloriza el salario de los trabajadores y les permite alentar la carrera inflacionaria con la seguridad de que su disponibilidad de dólares la sitúa a refugio de cualquier contingencia. En consecuencia, el control de las divisas por parte de ese puñado de grandes oligopolios le permite ser el verdadero autor de las políticas económicas de un país tan dolarizado como la Argentina y, además, extorsionar a cualquier gobierno que no se someta a sus mandatos. Pueden aterrorizar a la población agitando el fantasma de la hiperinflación, que este país padeció a tan brutal costo en 1989 o el espectro del “corralito” de finales del 2001, y de ese modo desestabilizar a un gobierno que debe jugar partidas simultáneas de ajedrez (en el frente fiscal, tributario, monetario, cambiario, productivo) con enemigos que no sólo procuran derrotarlo en una puja puntual sino sobre todo derrocarlo. Y el gobierno actual comete el error de pensar que con concesiones varias podrá apaciguar el “instinto asesino”, como le llaman admirativamente los ideólogos neoliberales, de esos enormes conglomerados para las cuales la ganancia y el ganar -sobre todo el ganar, como recordaba Marx- es una verdadera religión cuyos preceptos son respetados escrupulosamente (…)”

Anónimo dijo...

Una confusión similar a la suya, Dr. Gargarella, tienen en Página 12. Hoy publicaron que asumieron "los representantes" del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura.

A quien representaban los diputados?????

Anónimo dijo...

En realidad, para ser precisos los FFCC nunca se privatizaron. Se concesionaron. El absurdo es que al concesionario se le paga un subsidio descomunal,que él administra a su antojo; es como si uno arrienda una casa y el propietario te hace los arreglos y te da plata encima. Saludos Carlos

Anónimo dijo...

En realidad, para ser precisos los FFCC nunca se privatizaron. Se concesionaron. El absurdo es que al concesionario se le paga un subsidio descomunal,que él administra a su antojo; es como si uno arrienda una casa y el propietario te hace los arreglos y te da plata encima. Saludos Carlos

fahirsch dijo...
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