16 ago 2020

El gobierno de los jueces

Sólo alguna que otra aclaración sobre algunas citas, ya recurrentes, que el periodista HV hace sobre mi viejo (y querido!) libro La Justicia sobre el Gobierno (JG), en este caso acá

https://www.elcohetealaluna.com/el-gobierno-de-los-jueces-2/

Las citas aparecen en el contexto de una nota que (más allá de mis desacuerdos con el contenido) procura intervenir (bienvenido sea) en una discusión política coyuntural, referida a la reforma judicial; la actuación de algunxs jueces en este tiempo; y la soberanía popular. HV toma la posición oficial sobre la materia, y defiende la postura del gobierno apoyándose entre otros argumentos en una cita de mi libro, que dice: “A través de su inevitable tarea interpretativa, los jueces terminan, silenciosamente, tomando el lugar que debería ocupar la voluntad popular”. Por suerte, sigo completamente identificado con esta cita, como con cada línea de aquel libro (no se si es bueno o malo, pero no he cambiado mucho mi modo de pensar sobre la materia). Aclararía, frente a la reiterada cita, algunas cosas.

Hace 30 años que pienso que la "voluntad popular" no se identifica, ni debe identificarse, con la voluntad del gobierno. Por los graves problemas de representación y control políticos que son propios de nuestro sistema institucional (y que tienen su raíz en los mismos problemas estructurales que denuncia HV y que yo denunciaba en aquel libro, referido al Poder Judicial), es dable esperar que la voluntad de los funcionarios públicos -políticos, jueces y burócratas- tenga muy poco que ver con la voluntad ciudadana. Más aún, es dable esperar que i) dicha voluntad se desarrolle con relativa autonomía de las demandas y necesidades que provengan de la voluntad popular; como es esperable que ii) haya más sintonía (más vínculos, más pactos y también más disputas) entre los miembros de la elite del gobierno, que entre aquella elite y la ciudadanía.

De allí que la pretensión de la nota resulte fallida o cuestionable, al presentar a la voluntad judicial como separada u opuesta a la voluntad del pueblo, y a la voluntad del pueblo en línea con que la voluntad de (este) gobierno. Los problemas de la nota se deben entonces a varias razones (cito sólo tres): i) la voluntad del Poder Judicial no es una sola, aunque en general esté en sintonía con la voluntad de las elites del poder (que acceden al Poder Judicial por vías formales -consejo de la magistratura; amenazas de juicio político- e informales -dinero, "premios", servicios de inteligencia); ii) la voluntad de los gobiernos también es heterogénea, aunque su actuar tenga mucho más que ver con las demandas de los poderes económicos prevalecientes, que con la voluntad ciudadana; iii) el poder político (de turno) tiene enormes capacidades para presionar al Poder Judicial (como dijera en i), y para forzarlo a actuar en su favor, otra vez, con las heterogeneidades del caso (de allí también la mirada "tuerta" del "lawfare", frente a la realidad de una justicia habitualmente infisionada por las elites -el poder político y económico predominante).

En suma, romper la asociación voluntad del gobierno-voluntad popular. La voluntad ciudadana, lo sabemos ya, tiene poco que ver con las presiones de los gobiernos por dominar la justicia (vía servicios de inteligencia y consejos de la magistratura); los intentos de nombrar jueces supremos por la ventana; las democratizaciones de la justicia orientadas a restringir las cautelares de los sectores más débiles (desalojados y jubilados); o los actuales intentos de frenar los juicios contra el poder, o asegurar la impunidad de los Cristóbales o Canicobas de turno. 

Decir esto no significa avalar una mirada anti-política, sino otra radicalmente democrática, que vincula a la voluntad popular (no con una manipulable entelequia), sino con instancias prolongadas de debate público. Más: el debate público es posible, siempre, aún en pandemia (por eso el valor persistente de la protesta social y el conflicto social). Más aún, en la Argentina conocimos buenas instancias de esos debates (habitualmente frustrados sobre el final, como el debate sobre la ley de medios, el debate sobre el aborto). Por tanto, y a la luz de la historia, tales discusiones pueden, merecen, deben profundizarse en el futuro -en lugar de ser reemplazados por la voluntad circunstancial de las elites dominantes, que siguen pretendiendo hablar en nombre del mismo pueblo al que ignoran y aplastan si es necesario.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Es posible el debate público para los más pobres de la sociedad, sin un gobierno que los represente (poblemáticamente, pero con evidencias: véase que dentro del universo del Frente que conforma al gobierno hay lugar para organizaciones sociales, villeras, minorías, organismos de derechos humanos, etc.)?

Anónimo dijo...

El debate por el aborto y la ley de medios fueron muy importantes, pero no hubo una sola organización social, villera. ¿Pueden los pobres debatir públicamente, sin un gobierno que los represente (aunque más no sea en este estado de crisis de representatividad, pero que, sin embargo, se trata de un gobierno que ha logrado convocar a las organizaciones sociales y ha convencido incluso en lo discursivo a la oposición con responsabilidad institucional)?

Saco la palabra gobierno e involucro la textura teórica que pretende tu concepto de "debate público": ¿puede pensarse el debate sin el mercado y el Estado? La autonomía de la sociedad que proponés, ¿no es una contradicción con tu idea de democracia deliberativa, ya que establece un sujeto para deducir por su fuerza si hubo o no debate?

sebas feudal dijo...

es un lujo poder conocer aqui tus opiniones, argumentos. por mas que lo intente, no consigo disentir. gracias