17 sept 2007

Políticas Penales y Justicia Social/Continúa



En su libro The Rich Get Richer While the Poor Get Prison, que lleva 8 ediciones (la última de 2007), Jeffrey Reiman insiste con una tesis curiosa, según la cual “el sistema de justicia criminal fracasa en su lucha contra el crimen, a la vez que deja en claro que el crimen es producido por los pobres. Esto conlleva la imagen de que el real peligro para los americanos decentes, que acatan la ley, viene de abajo, y no de arriba en la escala económica. Esta imagen santifica el statu quo con sus disparidades de riqueza, privilegios y oportunidades, y así sirve al interés de los ricos y poderosos de América –los mismos que podrían cambian el sistema de justicia criminal si estuvieran realmente insatisfechos con él.”

Reiman aclara de inmediato dos cosas. Primero, nos dice que él no suscribe una tesis conspirativa, como la que diría que “los ricos y poderosos, intencionalmente, provocan que el sistema fracase, para obtener los beneficios derivados de ello.” Más bien, lo que afirma es que el sistema, tal cual hoy existe, “ha ido creciendo pieza a pieza con el correr del tiempo, y habitualmente movido por las mejores intenciones. El resultado no intencionado y no planeado del mismo, es un sistema que no sólo fracasa en la reducción del crimen, sino que lo hace en un modo que sirve a los intereses de los ricos y poderosos.” Segundo, Reiman mantiene que su tesis se distingue de la tesis marxista más habitual, que tiende a ver “al sistema de justicia criminal como sirviendo a los poderosos a través de la ‘exitosa’ represión de los más pobres.” Su visión, en cambio, viene a decir que el sistema sirve a los poderosos a través de su ‘fracaso’ en la reducción del crimen, antes que a través de su éxito.”



El párrafo que sigue proviene de las conclusiones de Bárbara Hudson a su trabajo Penal Policy and Social Justice, MacMillan Press 1993:

"A pesar de la enorme actividad desarrollada tanto en la práctica penal como en el discurso penal, la justicia criminal continúa siendo enormemente defectuosa…las prisiones continúan estando llenas de sujetos que han cometido daños menores a la propiedad; el sistema penal no distribuye los castigos de modo equitativo, dado que los ricos continúan recibiendo multas, decisiones judiciales que se suspenden o procedimientos administrativos, mientras que los pobres, los que sufren desórdenes mentales, los miembros de la comunidad afroamericana, y los inmigrantes son objeto de procesos penales y prisión…; el sistema no ha ganado en legitimidad, ya que los están en prisión se muestran cada vez más predispuestos a amotinarse, mientras que el público aparece cada vez más crítico de la policía, los tribunales, los servicios correccionales... Cualquiera sea el estándar utilitario o sociológico que se tome en cuenta –reducir los riesgos de la opresión estatal, aumentar el dominio de cada uno sobre su propia vida, promover la cohesión y la armonía sociales, contribuir a la justicia social– la justicia criminal se muestra no sólo inefectiva sino también perniciosa…La práctica penal contemporánea fracasa en satisfacer todo estándar de justicia social, como también fracasa en asegurar un trato justo y equitativo a los que cometen ofensas, en tratar de modo igual a las ofensas equivalentes, y en no penalizar a las personas por quiénes son o qué son, sino sólo por lo que han hecho…Una demostrable sobre-representación de afroamericanos, inmigrantes, desempleados y pobres dentro de la población carcelaria deja a los sistemas penales abiertos a la sospecha de que… reservan las prisiones para reprimir a los desafectados, coercionar a los indigentes y encerrar a los indeseados."

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