17 ene 2009

Carta al legislador

Me subí al Deloreans, ese auto transformado en máquina del tiempo, vi el núcleo de centrinos y apreté el acelerador. A los 88 mph, después de luces y chispas, de desaparecer con una estela de fuego detrás de las ruedas, me encontré en otro ignoto tiempo y -por supuesto- me topé con la esfinge de Hans Kelsen (quien escribió de Psiconálisis y otros temas más interesantes pero se lo recuerda siempre por la pirámide, por su librito de la justicia y su teoría purificada) en el artículo de NPS. Después de aventuras, sorpresas y lo que ustedes saben, todo fue más claro, me di cuenta que las sociedades cambian y no cambian. De nuevo en el presente, luego de de la ayuda increíble de una versión anterior del Doctor Brown, el Doc (no el dotor), no había más dudas, debía transcribir esta carta, que recordé oportunamente.

Si John Stuart Mill -por ejemplo- en 'On Liberty' expuso e hizo una defensa de un -olvidado, como bien se recordó en el post anterior- principio de autonomía privada, de autogobierno personal, aclarando que sobre todo este principio incluye a esos casos de excentricidad extrema, de libertad de espíritu, que viven su parecer en acción radical (cuyo límite era -por supuesto- el daño a terceros), Antonin Artaud, podría haber sido -salvando las distancias temporales y contextuales- uno de esos casos que Mill proyectaba, un vivo ejemplo o un ejemplo vivo. (Algunas frases de Artaud, in fact, hacen recordar sopresivamente a frases de Mill). Ahí va.

Carta al Señor Legislador de la Ley de Estupefacientes.

Señor legislador,
Señor legislador de la ley de 1916, aceptada por el decreto de julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un cretino.

Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin beneficio para el nivel toxicómano de la nación porque

1° El número de toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es mínimo;
2° Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en farmacias;
3° Los toxicómanos que se aprovicionan en las farmacias son todos enfermos.
4° El número de toxicómanos enfermos es mínimo comparado con el de toxicómanos por placer;
5° Las restricciones farmacéuticas de la droga no molestarán a los toxicómanos voluptuosos y organizdos;
6° Siempre habrá infractores;
7° Siempre habrá toxicómanos por vicio de forma, por pasión:
8° Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imperedecedero , que se los deje en paz:

Es, sobre todo, una cuestión de conciencia.

La ley de estupefacientes pone en manos del inspector-usupador de la salud pública el derecho a disponer del dolor de los hombres; es una pretensión singular de la medicina moderna la de querer dictar sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los bálidos de la carta oficial no tienen poder de acción frente a este acto de conciencia: más aún quela muerte, yo soy el dueño de mi dolor. Todo hombre es juez, y juez exclusivo, de la cantidad de dolor físico, y de la vacuidad mental que pueda soportar honestamente.

Lucidez o inlucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad podrá quitarme, es la que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez, la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.

Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia, sois unos pedantes roñosos; hay una cosa que debería medir mejor: el opio es esta imprescindible e imperiosa sustancia que devuelve a la vidad de su alma a quienes tuvieron la desgracia de perderala.

Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica o farmacéutica, o como quieran.

La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina no conoce.
La Angustia que vuestro doctor no entiende.
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.

Por vuestra inicua ley ponéis en manos de personas irresponsables, cretinos de la medicina, farmacéuticos cochinos, jueces fraudulentos, doctores, comadronas, inspectores-doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que es tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.

Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita llegar a una evaluación de mi dolor con precisión, que aquella, fulminante, de mi espíritu.

Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser: Soy el único juez de lo que está en mí.

Volved a vuestros graneros, médicos hediondos, y tú también, señor Legislador Moutonier, que no deliras por amor a los hombres; es por tradición de imbecilidad. Tu ignorancia de lo que es un hombre sólo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo. Yo te deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda su posteridad. Y ahora me trago tu ley.

Antonin Artaud (en "El Pesa-nervios").

PD1: Un final alternativo de otra versión, más allá de las tiempos y diferencias de traducción, termina en lugar de "y ahora me trago tu ley" diciendo "Y mientras tanto soporto tu ley". Vaya diferencia!
PD2: En este contexto, el nuestro, el de un sistema con Judicial Review, la Carta podría llamarse Carta al legislador y a los jueces. Recordar que Artaud, aunque tal vez nunca lo supo, vivía en una tradición legal continental codificada, cuna del proyecto racionalista codificador, con funcionarios de la administración de justicia limitados por la mera aplicación (e inaplicabilidad) de la ley, ja.

5 comentarios:

Alfonso dijo...

Hola Lucas

No se tal vez y salga el kierkegardiano que tengo dentro, pero igual y no es el problema la angustia, sino la desesperación, la angustia es la constante en busca de fe, que cuando no es encontrada caemos inevitablemente en la enfermedad mortal (la desesperación)

Saludos

Anónimo dijo...

q genio! ahorita me pongo el disco (si, de pasta) del flaco L.A.S. para un pequeño homenaje en mi living....
gracias lucas!
abrazo
fede orlando

Lucas A dijo...

Alfonso, entiendo, pero bueno, con tal que no nos salga el Schonpenaurino, estamos bien, =)

Fede, genio vos, discazo ese!!!! y de pasta. Disfrute de coleccionista!!! Abrazo grandeeee,

Sigamos, cheee

Heber Joel Campos dijo...

jejeje Artaud sabía más derecho que muchos (jueces de su época). Quiza ni él mismo lo sabía.

saludes Lucas

Lucas A dijo...

Coincido totalmente Heber, y se aplica a mucha gente que escribía teatro, ficción en general y otras yerbas. Sin saberlo, demostraban aspectos importantes (posturas, defensas, ejemplos, etc) del derecho y de la lucha por -y hasta la gestación y creación del- el derecho. Abrazooo, Sigamos, L.