De las muchísimas cuestiones que surgen del riquìsimo debate sobre el aborto que en este tiempo tenemos, hay algunas que interesan en particular a los partidarios de la democracia deliberativa. Ante todo: hay valor en el debate que tenemos, por más que las exposiciones procedan una luego de la otra, sin intercambios entre los ponentes. Hay valor porque escuchamos muchas posturas diferentes, escuchamos ideas, presentaciones en general meditadas, que en muchos casos toman nota de las anteriores exposiciones, y nosotros como espectadores tenemos la posibilidad de precisar, corregir y sofisticar nuestros propios argumentos, con el paso del tiempo.
Lo que me interesa señalar, de todos modos, es otra cosa, y es el éxito que muestra el método deliberativo. En efecto, en estas semanas de debate nos hemos encontrado con cantidad de testimonios, muchos de ellos de personalidades de primera importancia política, cambiando su postura en torno al tema, luego de escuchar a los testimonios que llegan al espacio público. Por supuesto, parte de esos cambios pueden tener que ver con razones oportunistas y estratégicas. Pero ése es, precisamente, el llamado "valor civilizatorio de la hipocresía": es difícil sostener frente a otros ciertas ideas, cuando por ejemplo se reconoceno evidencian como públicamente implausibles. Los cambios de opinión se pueden deber a muchas razones: mencioné la hipocresía y el oportunismo, pero también están la persuasión, el convencimiento, el paulatino cambio de clima. Exactamente de eso trata el debate: escuchamos, pensamos, nos abrimos a la posibilidad de cambiar de opinión. Con un plus: escuchar tantos cambios de opinión, en un tema como el del aborto, que debe ser el tema que encuentra más "irreductibles", resulta simplemente extraordinario.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario