5 feb 2025

CUADERNO DE VIAJE EN EL PAIS VASCO IV (IV de IV)



y aquí se va la última entrega del viaje vasco!


Día 7, martes 28: De Biarritz a St. Jean de Luz

Parto en tren desde Biarritz a St Jean de Luz. En cumplimiento de las Leyes de Murphy, las filas para comprar el billete se van estirando o acortando según me acerco o retiro de ellas. Para colmo, una cuidadosa, detallista cajera, se detiene en cada cuestión menor, frente a cada cliente. El que compra su ticket, ahora, viene a protestar por la devolución que no le han hecho, de un ticket cancelado, y la conversación va subiendo de tono. Él alega ser pariente del Primer Ministro. La tramitación se extiende al infinito, y cuando me acerco a la caja se me interpone un viejo, que estaba allí sentado al costado, y alega estar antes que yo. Va a conversar con la cajera cómo armarse el viaje con su mujer, como él jubilada. Me tomo la cabeza.



St. Jean de Luz: St. Jean es de los pueblos más bonitos de los que visité hasta ahora. Menos espectacular o conmovedor que Biarritz, es de esos típicos lugares pequeños, sencillos y amables, que tienen muchos de los imprescindibles que el buen vivir (al menos el mío) requiere: el mercado de frutas (bajando de la estación, apenas llegaba, con quesos, tajini y naranjas sanguíneas -que serían pronto mi almuerzo); un cine (frente a la estación, donde esta noche veré una que buscaba hace meses, "Todavía estoy aquí," la última de Walter Salles, candidata al Oscar); un tiovivo (a éste lo estaban reparando); baños y servicios públicos, obviamente, abiertos a todos; y panaderías de donde es imposible salir ileso (el hotel tiene también un buen radiador para las toallas, en donde se seca en instantes la ropa que lavé en la bacha). Eso, junto a un puerto tranquilo, una playa elegante, con un paseo por la costa, que se rodea de mansiones y elegantes casonas.

Día 8, miércoles 29, de St. Jean de Luz a Hendaya, de Hendaya a San Sebastián

Hendaya: Hendaya será mi primera y última parada en Francia, según parece. Se trata de un pueblo pequeño, con una de las playas más extensas de la costa vasca, coronada por dos enormes piedras a las que llaman “los mellizos” (jumeaux). El clima sigue complicado, y -como no pasaré aquí la noche, sino en San Sebastián- llevo el equipaje conmigo. Me pesa, y llueve. Conclusión: tomo un café, me repongo, camino un poco la costa, y sigo de viaje, dirección a San Sebastián, donde dormiré esta noche, antes de partir (a Madrid), cerrando el periplo vasco. En las transiciones, que son varias esta mañana, y por ellas, anoto lo que sigue.



Inmigrantes en autobús

Es en las paradas de autobuses en donde, desde siempre, se encuentran los que tienen menos recursos. En Estados Unidos (recuerdo) tomando el Greyhound (los que no podíamos afrontar el avión) y, por aquí en la Europa peninsular, tomando los buses locales (los que no andamos con vehículo). En estas situaciones límite -quiero decir, más bien, en el borde entre España y Francia- comencé a presenciar una situación muy común, esperable, pero que no había advertido. De las que más me interesan, ésta: por un lado, el agolpamiento de los latinos: hay cantidad por estas zonas (en donde encuentran vínculos, el idioma), y todos tomando el autobús, camino a destino (puede ser al trabajo, al gimnasio, al tren). Por otro lado, enseguida, la más habitual conversación compartida. Ayer, dos latinos que no se conocían, pero que se reconocen sin preguntas, hablando de los deportados por Trump. Hoy, una colombiana que me habla, en la parada, y me dice si me había enterado de los deportados por Trump; una llegada hace un mes, en Francia, me pregunta cómo se hace para pedir cita con el médico. En todo caso, la situación se extiende sobre todos nosotros: inmigrantes, emigrados. Enseguida, las pequeñas solidaridades. Esta mañana, fuimos cuatro en la parada, gritándole al borracho que se moviera: trataba de prender su cigarrillo con una colilla que había encontrado, trastabillando en medio de la parada del autobús, que quería ingresar sin aviso. Llego al lugar que buscaba preguntándole a una familia de iraníes -aunque mi francés mejoró bastante, según (con felicidad) compruebo, es obvio que uno se entiende mejor, en todo, con los emigrados. En el café donde me repongo de la lluvia me atiende una finlandesa, de luz pálida, pero al fin luminosa, que orgullosa me dice (cuando le pregunto qué hace aquí) “éste es mi café, me encanta el país vasco”. Tema compartido, obviamente, entre una mayoría de nosotros, el racismo, sobre todo aquí en Francia (mucho peor que en España, y aún contra los españoles, me dice la colombiana). Recién, en la parada de St.Jean de Luz, se suma una gitana, indignada porque el chofer no nos abre la puerta. Hace diez minutos que ha llegado, y no se digna a dejarnos entrar, mientras él lee sus mensajes, y nosotros aquí, muertos de frío. La gitana le golpea la puerta, y nosotros le insultamos, en castellano: “ahora cuando nos abra se lo hago saber,” anuncia la rumana. “c’ est incroyable, insupportable, honteux, scandaleux, ” -me confirma, agraviada, mientras le pega manotazos al vidrio de la cabina.

Día 9, jueves 30: San Sebastián-Madrid: Paso la última noche en San Sebastián, donde también cierro mi personal y muy intenso ciclo de cine. Anoto las que vi:

Mi ciclo de cine

Como anochece temprano, en esta época del año, y el clima fue algo duro, dediqué las noches a ver películas -cantidad. Me gustó mucho A complete unknown, sobre Dylan (8), notablemente bien actuada (por Chalamet-Dylan; Monica Barbaro-Joan Baez); me decepcionó una vez más la última de Sorrentino, Parthenope (4); me pareció muy deshilachada A real pain (5); me resultó muy calculada Babygirl, con gran actuación de N.Kidman (6); encontré superficial y cruel (como tantas nóridcas de estos tiempos) a una candidata al oscar, The girl with the needle (3); me sorprendió para bien una película india (un cine con el que no me llevo bien), All we imagine as light (8); me había gustado mucho Vermiglio, de una directora ítalo-argentina (8); me pareció delicada y emocionante, como otras de (los) Salles Ainda estou aquí (9); encontré desgarradora -otra vez- una iraní, también (como las tres anteriores) candidata al Oscar, The seed of the sacred fig (8); me resultó típicamente eficiente, la hollywoodense Conclave (7); hallé demasiado larga y aburrida The brutalist, también eficiente (5); me decepcionó la noruega Armand, pequeña y con pretensiones (4); y me pareció ingenua y autorreferente Marcello mio, con Chiara Mastroiani haciendo de su padre (4).

***

Muy temprano, por la mañana, parto hacia Madrid en tren, dando por terminado el viaje vasco. Llueve muchísimo, la estación de tren de Donostia está en arreglos, así que -aunque me alojé a pocos minutos de la estación- tardo en llegar, y llego muy incómodo entre el peso del equipaje, el agua, y las laberínticas escaleras y pasadizos que hay que atravesar, para llegar al tren. Ya junto a las vías, se produce una de esas típicas situaciones de “provocar un resultado, queriendo evitarlo”.






Provocar un resultado, por querer evitarlo

Un torpe guardia anuncia el arribo del tren, queriendo evitar confusiones, ya que primero pasa un tren de cercanías a Irún, y apenas minutos después viene el que va a Madrid. Avisa el guardia, entonces, ante los pasajeros que se agolpan junto al andén, y se protegen de la lluvia: “El próximo tren es el que va a Irún”. Para agregar enseguida -y aquí es donde va a inducir el mal que buscaba impedir- “éste es el tren que va a Irún, no a Madrid.” Y repite: “éste es el tren que va a Irún, no a Madrid.” Los pasajeros que están unos pasos más allá comentan entonces, enseguida: “Ah, bien, parece que éste es el tren que va a Madrid”.



***

El tren llegará en pocas horas a Madrid, y atraviesa, en sus primeros tramos, paisajes para mí soñados. Disfruto, muy en particular, el paisaje cuando vamos llegando a Zumárraga, y desde allí a Vitoria, de alrededor de una hora, con esa mezcla de montaña, piedra, verde y hierro, tan de esta zona. Por lo demás, es todo un detalle cómo cambian clima y paisaje, desde el norte al sur, en tan pocas horas: del viento y la lluvia en un marco rocoso, verde y escarpado, por allá en el norte, a una mañana hermosa y soleada, acá en el sur, que cae sobre la meseta tranquila y sembrada. Tesoros.



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