Este texto me lo publicaron en la revista de cine El Amante de este mes. Es una versión expandida y, espero, mejorada, de un escrito que colgáramos por acá en tiempos del BAFICI (gracias gn!)
Llinás tiene la palabra
Comienzo por un punto apenas filosófico. Hay una reflexión importante, nacida en el Eutifrón y formulada por Sócrates, que cuestiona si “algo es correcto porque Dios lo ordena, o si Dios lo ordena porque es correcto.” Un riesgo que a veces enfrentan los realizadores argentinos (sólo para hablar de cine, y sólo para hablar de la Argentina), es el de concebir la creación artística a partir de la respuesta menos atractiva posible a preguntas como las de Sócrates, esto es, la que dice que un hecho deviene en artístico porque es uno quien lo realiza. El riesgo en cuestión se relaciona con una convicción común y más bien excesiva acerca de las propias capacidades –una convicción que suele contradecir la idea de que uno necesita, imperiosamente, poner todo el esfuerzo y talento propios al servicio de la difícil búsqueda del momento creativo. Finalmente, una mayoría de nosotros contamos con capacidades y talentos limitados, que no niegan la posibilidad de que produzcamos objetos (literarios, cinematográficos) bellos, pero que exigen de nuestra parte un esfuerzo creativo muy especial.
En este contexto, marcado por una exagerada autoconfianza y, quizás también, poca prepotencia de trabajo, la aparición de un film como el de Llinás resulta una novedad, digámoslo así, extraordinaria. Una novedad que vuelve a llevar sangre a las venas de una producción local algo anémica, y que permite llenar de contenido lo que estaba resultando vacuo. Son muchas las cosas que merecerían decirse de la película de Llinás, pero sólo me siento habilitado para señalar un par de ellas.
La primera es felicitarlo por la recuperación del lenguaje. Desde que vi la película, no me he cansado de agradecerle, íntimamente, por la vuelta de la palabra al cine argentino. Es un placer –que he experimentado en este film, pero también en Balnearios, y asimismo en las notas periodísticas que le he leído- reconocer de qué modo sus dichos aparecen como litros de agua pura que se vuelcan, calmos, sobre la tierra seca de la filmografía local. No se trata, simplemente, del hablar bonito o del hablar de corrido (aunque ello también, ay! se ha ido convirtiendo en un mérito). Se trata de hilar oraciones con sentido y contenido, oraciones que surgen de una cierta reflexión previa, antes que de esa amenazadora confusión entre la propia vida y el arte. El retorno de la palabra resulta notable, por lo demás, cuando reconocemos la tan problemática relación que se ha ido estableciendo, en nuestro país, en estas últimas décadas, entre cine y lenguaje.
En efecto, desde hace tiempo, el cine de producción local viene llevándose mal con las palabras. Hay cineastas del mutismo (Alonso, Fontán), cineastas que no tienen mucho para decir en palabras (Moscoso, Ortega, Rotter), cineastas del hablar abúlico (Rejtman, Acuña), cineastas del lenguaje machista (Bernard/Nardini), cineastas del lenguaje barrial (Caetano, Perrone), cineastas del lenguaje demagógico (Campanella), cineastas del lenguaje pretencioso (Ferrari y la reciente Cómo estar muerto), cineastas de la inescrutabilidad, por la inescrutabilidad misma (Matías Piñeiro y El hombre robado, el colectivo de la FUC y A propósito de Buenos Aires), o (lo que es tal vez más habitual en los últimos tiempos), cineastas del “comiencen a hablar a partir de este hecho” (Giralt/Toker y Upa!, tal vez la propia Opus, seguramente Gonzalo Castro y Resfriada –película ésta que, caramba, recibió el premio a la mejor dirección, en el Bafici).
Frente a dicho panorama, el aporte de Llinás no podía ser más saludable: sólo por eso, sólo por permitir que volvamos a escuchar a la pantalla hablando un castellano limpio, divertido, rico, irreverente, Llinás merece nuestro reconocimiento y aplauso. Si Lucrecia Martel había recuperado el oído, Llinás hace ahora lo propio con el lenguaje.
El otro punto que quería marcar se relaciona con el festival de historias que nos ofrece la película. La obra arranca con tres pequeñas anécdotas, tres comienzos más bien clásicos, que parecen escogidos casi al azar, y que de inmediato explotan en un aluvión de otras sub-tramas sorprendentes, que el director deja bien en claro que puede desarrollar y desarrollar y desarrollar tanto como se le ocurra y tanto cuanto lo desee. Una verdadera provocación a los numerosos compañeros de camada que articulan una película a partir de una única, modesta, y muy pequeñita idea -cineastas de "situaciones" o "climas" o, más bien, de "sensaciones," cineastas sin mayor pensamiento, cineastas sin mayor esfuerzo. Es como si Llinás les dijera: "Están buscando historias? Díganme por donde les parece que empiece, y yo sigo hasta donde haga falta.” Y allí va Llinás, diseminando historias intrigantes, atrapantes, graciosas, algo ridículas, misteriosas, irónicas, desopilantes. Hay historias para todos los gustos, y el sabor de que puede haber, fácilmente, todavía más historias. En esa serena libertad y capacidad creadora, Llinás me recuerda a un sicólogo amigo que, en lugar de comenzar sus sesiones preguntándole a su paciente por la infancia o la relación con su padre, prefería partir de cualquier hecho menor que apareciera en el camino (el viento, un detalle en la ropa, la revista que el paciente llevaba en la mano), con la absoluta certeza de que a los pocos segundos, y desde allí, ya iban a estar nadando, juntos, en aguas profundas. Se trata de esa maravillosa certeza de que todo el mundo se encierra en una nuez, y en nuestra relación con la nuez, y que basta con prestar atención a cada una de esas porciones del mundo para descubrir la riqueza infinita que ese mundo nos esconde apenas, incitándonos secretamente a que rompamos la cáscara y nos sorprendamos con él (algo tan hermoso y que, ay! tan raramente hacemos). Llinás nos muestra eso, que hay un fascinante mundo por contar y que está ahí, a nuestro alcance. Pero con una advertencia: se trata de un mundo al que hay que mirarlo y hurgarlo, en lugar de simplemente asumir que ya lo conocemos o es nuestro. Llinás terminó a las cuatro horas y cinco, no para no asustar a los espectadores, sino por modestia, para evitar el riesgo de seguir humillando a los jóvenes de su generación.
22 may 2008
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4 comentarios:
Después de leer tu texto me quedé pensando si pretendías darle cierto carácter universal, objetivo, o simplemente estabas hablando de tu gusto personal. Te veo hacer afirmaciones que tienen la forma universal, y que llevan a clasificaciones, es decir, te llevan a postular un orden de las películas a partir de un principio ordenador. Me parece que estás estableciendo una determinada teoría o concepción del arte, que te sirve como criterio para comparar con otras películas y para establecer la calidad o no de otros. Yo voy a reflexionar tomando tu planteo con esta pretensión universal. Voy a hacer preguntas fundamentalmente, como disparador para la reflexión. Leí la polémica anterior, y pienso que tenés todo el derecho del mundo a hablar de arte sin ser un especialista “titulado” en cine o en literatura. El arte tiene, en principio, es característica: todos pueden hablar sin necesidad de título habilitante, porque el arte tiene cierta cercanía o inmediatez con la gente. No necesitamos necesariamente estudiar para ver una película (¡aunque a veces sí!), tampoco para tener un gusto personal, y dar argumentos, incluso. Eso no quiere decir que siempre digamos algo interesante. Pero partimos de esto, de tu derecho a hablar. Voy a reflexionar en torno a algunos puntos.
1. Hablás del esfuerzo creativo, pero no me queda claro qué querés decir con “esfuerzo creativo”.
a. Podría ser algo empírico, entonces sería el tiempo que un artista le dedica a trabajar en su película. Si es esto, podríamos tener todas las combinaciones posibles entre esfuerzo y calidad de la obra, ya que no hay una relación necesaria entre dedicarle más o menos horas y hacer algo “bueno”. Ese esfuerzo no necesariamente estaría ligado a la calidad de la obra, o a tu interés particular con la obra. No veo la conexión necesaria entre esfuerzo y criterio de juicio de obras buenas y malas. Por este lado vamos mal.
b. Puede ser algo que podemos ver retrospectivamente. Mirando la obra, podríamos postular hacia atrás la existencia de esfuerzo. En este caso dirías que el producto me da la pauta del esfuerzo que se empleó. Entonces, si el esfuerzo creativo no es trabajo empleado a secas, podría significar “trabajo bien empleado”. Cuando hablamos de una obra buena, podemos decir que el esfuerzo creativo estuvo bien encausado, ya que llevó a un buen producto. Puedo acordar con esto, pero me parece que no agrega mucho sentido, decir esto tiene algo tautológico. De todas maneras esta afirmación no permite conectar con una idea particular de lo bueno: lo bueno como bello, como la aparición de lo nuevo, como la crítica a la sociedad, etc. A todas estas nociones de lo bueno podrían agregárseles esa idea tautológica del esfuerzo encausado. La idea de esfuerzo es una confirmación que se da después de establecer que una obra es buena.
c. Quizás con el énfasis que ponés en el esfuerzo querés tomar una posición respecto de la vieja noción de genio creador. La idea de genio pone énfasis en el talento como una capacidad natural y no en el trabajo, que, en principio, en arte es más igualitario. Estoy de acuerdo con abogar contra la idea de genio y desmitificar la creación artística hablando del trabajo. Es algo que tiene larga historia en el arte. Pero me parece que hacés más que eso.
2. Hablás de objetos bellos. Eso también me parece problemático. Si se trata de tu gusto personal, el hecho de que a vos sólo te gusten las obras que entrarían dentro de la noción de lo bello, no hay problema con eso, pero si pretende ser una teoría del arte, me pregunto algunas cosas. Podés darle una vuelta y decir: todo lo bello es bueno, pero no todo lo bueno es bello. Es decir que el mundo de lo bueno sería más amplio que el mundo de lo bello. Esa conexión requiere de criterios según los cuales podríamos decir que algo es bello (ya que si decimos que es bello, decimos que es bueno). ¿La belleza está en la forma, en el contenido? ¿La belleza del objeto transforma a la obra en bella? Me parece que no, porque la categoría de obra es diferente a la de referente. ¿El contenido es el que debe ser bello? Así excluiríamos muchos temas del arte. ¿Por qué limitarle los temas? ¿Tiene que ver con la simetría (la forma)? Esa es una noción clásica. ¿Qué haría que lo no simétrico no sea bello? Me parece que esa conexión funciona como algo dogmático. ¿Y por qué debemos decir cómo se tiene que producir arte? ¿Por qué debemos imponer contenidos concretos: se debe producir algo bello, se deben contar muchas historias, se debe hablar un buen lenguaje? ¿Por qué no tomar un punto de vista histórico? Lo bello ya no parece ser el (único) criterio para producir arte. Ni es el único modo de hacer arte, ni es lo único bueno. Me pregunto si a esta altura es interesante esa noción, si no es demasiado tranquilizadora.
Antes vinculaste el esfuerzo creativo con lo bello. Dijiste que para producir la belleza necesitamos esfuerzo. Eso no dice que si invertimos esfuerzo vamos a obtener algo bello. En todo caso puede decir que estamos por el buen camino, pero no habla del resultado. Sería algo así como una moral de la producción: hay que trabajar y trabajar, la idea del genio es una moral equivocada. Estoy de acuerdo con esto.
3. Hablás del lenguaje y las diferentes formas en las que aparece en cada película. Eso te permite a su vez, hacer una clasificación. Confieso, primero, que no termino de entender qué decís con eso. Y creo que el problema tiene que ver con que no argumentás. Pero en un momento hablás del lenguaje de la película de Llinás, y lo describís como: hablar bonito, con sentido y contenido, con castellano limpio, etc. Parecería que estás dando al cine (al arte en general) el lugar de reservorio del lenguaje. En este punto estás halando de la función del arte ¿Por qué debería ser una especie de manual de gramática? Para eso están los manuales. ¿Debería ser una especie de bonita ilustración de los manuales? ¿Pero acaso no puede tener un sentido propio, que debe ser un satélite de la gramática, un custodio de la lengua como la RAE? Me parece limitar al arte y sacarle la posibilidad de tener un sentido en sí mismo.
4. Establecés una oposición entre películas que cuentan muchas historias y películas que trabajan a partir de una idea pequeña, y terminás diciendo que son cineastas sin pensamientos ni esfuerzo. Vuelve a aparecer la noción de esfuerzo. Evidentemente tenés un criterio para medir el esfuerzo. Lo voy a expresar de esta manera: a muchas historias, mucho esfuerzo. Podría arriesgar esta otra: a pocas historias, poco esfuerzo. No veo la conexión necesaria entre cantidad de historias y esfuerzo. ¿No puede llevar mucho esfuerzo el detalle? Hacer algo bueno lleva esfuerzo, podríamos acordar en esto (aunque no creo que necesariamente sea así); pero hacer algo malo también. El esfuerzo solo puede ser una ética de la producción, pero de ninguna manera una garantía de calidad, entendida como belleza o entendida como sea. Es más o menos claro también que no hay una conexión necesaria entre cantidad de historias y calidad. Decís también que son cineastas sin pensamiento. ¿Es decir que el clima, las sensaciones, la perspectiva desde la que se narra, etc. no son relevantes; no implican un pensamiento, una idea? Me parece que estás diciendo cómo se debe hacer arte a partir del ejemplo de Llinás: con muchas historias, buen lenguaje. No sé si es una posición interesante la normativa cerrada en arte. Mi problema no es con tu elogio de Llinás, sino que eso parece servirte para establecer un criterio comparativo, una teoría normativa dogmática. Cuando hablás de la confusión de pensar que un hecho deviene artístico porque es uno quien lo realiza, pareces hacer la vieja pregunta: ¿qué es el arte? Hegel responde que es algo nacido y vuelto a nacer del espíritu. Otros dicen que es arte todo lo que la institución del arte dice que es arte. Otros, que es arte todo aquello que fue concebido como arte y que tiene un sentido. Es un largo debate abierto. No sé si sea una pregunta interesante, quizás ese acercamiento al arte esté destinado al fracaso. Pero no creo que podamos decir que es arte sólo aquello que es bueno (en sentido más abierto o no) o que nos gusta.
hola, gracias por los cometarios, esta buena -para mi- la discusion que planteas. mira, en todo caso para que nos entendamos, a mi la peli de llinas me gusto, pero no me parece una obra maestra. me gusta muy especialmente cuando la pongo, para decirlo de algun modo, en dialogo con cantidades de obras recientes del cine argentino. pero no tomaria desde mi comentario la base de una teoria objetiva! (aunque si hay puntos que me animaria a generalizar). obvio que una peli puede ser hecha con poco o mucho esfuerzo y ser genial; ser una pelicula muda y fantastica; ser una peli con una sola pequenia historia (son las que prefiero, y veo que tenemos gustos filmicos MUY parecidos) y ser super atrapante. pero me intereso la de llinas como contraste a una oleada de pelis locales-jovenes que vi (vi carradas) y que (aunque hay de todo) incluye una sobreabundancia de peliculas arrogantes, descuidadas, y que finalmente muestran que detras hay poca reflexion, en muchos me animaria a decir poco talento. en este sentido me importa el esfuerzo (no en el sentido biblico de "hay que trabajar"): que no se tiren a chantas cuando se les ocurre una idea buena. es lo que llamo el sindrome houseman: haces una gambeta-jugada increible en el partido y ya te tiras a descansar pensando en lo genio que sos. pero (me digo) ponele algo de garra che.
las pelis en las que pienso son arrogantes tambien en eso: parten de una idea que tiene algun interes, o ponen la camara mejor que el promedio, y ya por eso entienden que nos damos cuenta de que hay un genio detras. y no, hacen peliculas aburridas, que se deshilachan, que no se sabe a donde quieren ir, que no tienen nada para decir. y aca tambien vuelve llinas: frente a peliculas escualidas, insustanciosas, muestra que es posible (y es fantastico) esa cosa vieja de contar historias (una o mil, pero contame una historia, no me dejes con una jugada linda, con un punto de partida que podia ser atractivo, y a partir de ahi "dale, dale para adelante," sin saber adonde hay que ir, adonde queres ir. con eso no hacemos nada). y finalmente el tema del lenguaje. si viste muchas pelis argentinas recientes ese dato debe ser un dato saliente: lo mal que se habla. en sentido formal y sustantivo. la mudez, o el balbuceo, o el lenguaje de la calle (menos por neoneorrealismo que por incapacidad de elaborar una frase): la imposibilidad de articular un discurso. para mi es muy muy muy notable lo mal que se lleva el nuevo cine argentino con el habla. y esto no implica una teoria normativa sobre lo que debe ser el lenguaje en el cine. si, en cambio, me permite decir que lo de llinas, otra vez, resulta notable y distinguido y sorprendente. gana en la forma (que bien que habla y escribe!) y en la sustanica (lo que dice tiene sentido, te lleva a pensar, a hacerte pregunta. repito, no es que las peliculas tienen que hacer esto, pero es maravilloso que se vea que eso se puede hacer, que esta bueno, que vale la pena trabajar la peli y sacarla del balbuceo, para ir a ALGUN otro lado). eso, para mi, implica un contraste extraordinario con lo que hay. pero en fin, no hay una teoria del arte atras, si algunas intuiciones que defenderia mas alla del caso llinas en concreto. salute, mil gracias
En realidad me refería justamente a esas generalizaciones que se pueden entrever, pero extremé un poco la idea hablando de teoría del arte, solo para exagerar un poco, pero me parece que vale igual lo que digo si no pensamos tan extremadamente. Hay algunas ideas generales en tu análisis. Una identidad entre arte y belleza, cierta idea del lenguaje que te lleva a hacer un juicio negativo (a los que hablan mal y sin sentido), o un juicio positivo (a los que hablan bien y con sentido). El juicio negativo no parece extraerse de un análisis de la obra, sino que parece ser que determinados usos del lenguaje son negativos para vos externamente a la obra, mas allá del lugar que tengan en la obra o de la manera en que estén trabajados por el autor y de las razones. A veces ese uso del lenguaje es una necesidad de la obra.
Me preguntaba sobre qué tipo de acercamiento a una obra es mejor. Podríamos acercarnos a partir de la noción de lo bueno, intentando dar razones por las que afirmamos que esa obra es buena. Ese acercamiento no es el que me parece más interesante, pero creo que lo bueno tendría que salirse de la obra misma, es decir, una obra sería buena si logra llevar satisfactoriamente el propósito que la obra misma se plantea. Esta noción de lo bueno es bastante conocida. Es pensarlo como adecuación a un propósito, ese propósito sería interno a la obra. Esta idea no establece una toma de posición estética determinada. Eso no es necesariamente bueno, porque se me ocurre un problema: podrían ser buenas bajo esta luz obras que se propusieran vender, ser sólo una mercancía, si llevaran satisfactoriamente a cabo su propósito. Acá tengo un conflicto entre una posición inmanente a la obra y una posición estética-política determinada. Creo que es absolutamente válido tener una posición estética siempre y cuando se reflexione sobre ella. Incluso me parece que no debería ser descuidada. De todas maneras, la crítica inmanente siempre es válida y hasta necesaria. Ver la composición de una obra (de acuerdo con su propio registro: si es realista o no lo es, etc.) muchas veces sirve como crítica de películas que sólo quieren vender y no logran construir medianamente bien la historia, los momentos, los personajes. Hollywood está lleno de esos casos.
Se me ocurre otra categoría para trabajar con las obras. La noción de valor. Podemos diferenciar entre bueno y valor. El valor puede tener más que ver con algo comparativo. Establece una posición diferencial de esa obra a partir de la relación y de la diferencia con otras obras. Esto me parece interesante porque vincula a esa obra con la situación del arte (histórica y contemporánea). Quizás sea más interesante juzgar el arte a partir de su valor, y ver si la obra introduce una diferencia respecto del arte contemporáneo, y cómo se inserta en la problemática del arte de su tiempo. Esto se vincula con la idea de interés o relevancia. El valor es lo singular en términos relativos y también permite establecer lo nuevo. En este análisis la cuestión de la decisión del intérprete tendría mucho lugar: qué cosas elegimos como base para establecer la diferencia y la comparación. Siempre hay un momento de decisión. Esta puede hacer interesante, relevante o no el análisis.
Bueno, un poco me voy por mis caminos, o podríamos decir: por las ramas. Ja.
Che, que mala cosa que no permitas firmas anónimas porque no me interesaba firmar como la vida abierta, pero no me dejó otra opción. Te mando saludos.
Pero si, yo creo que en mi comentario hay ideas generales, pero no creo que sean "una identidad entre arte y belleza," "cierta idea del lenguaje que ...lleva a hacer un juicio negativo (a los que hablan mal y sin sentido), o un juicio positivo (a los que hablan bien y con sentido)." Yo creo que en estos puntos mi analisis es menos general, mas concreto, y por eso enfatizaba, desde el post a mi comentario anterior, el aspecto comparativo e "historico" de lo que decia. Quiero decir, no decia que "las pelis tienen que estar bien habladas" sino "en la historia cinematografica concreta argentina reciente se ven serios problemas en los modos en que se usa el habla." el problema de no hablar bien y bonito no se deriva de que HAY que hablar bien y bonito, sino de que se nota una dificultad con el uso del lenguaje, que -por lo que conozco e intuyo- veo que esta relacionado con falta de trabajo, pero no trabajo en el sentido de "sudor", sino en el sentido de que si se ponian mas tiempo se hubieran comunicado mejor con nosotros los espectadores. capaz, que uno quiere hacer una peli "realista" y "callejera" entonces ahi obvio que uno pide el uso de un lenguaje como el de llinas. pero el punto no esta ahi, sino en la incapacidad de comunicar aun en aquel lenguaje. para decir algo: trapero, me parece a mi, sabe usar bien el lenguaje "popular," que se transmite en palabras, en movimientos corporales, en silencios. muchos otros, en cambio, me parece que se largan a improvisar mal, y no les sale.
che, lo que no entiendo es lo de la firma y lo anonimo. yo no di ninguna orden a la pagina, para que permita o no permita nada!! si hay algo que traba el ingreso de tu nombre, y lo puedo resolver, avisame. y por que todos tienen que firmar anonimos?? no entiendo cual es el misterio a preservar. salutee
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