Cómo pensar la historia social del país, mirando sólo Mar del Plata
30 dic 2019
26 dic 2019
Permítanme la alegría
Gran noticia de fin de año. Paso insignificante para la humanidad, enorme para uno!
Más allá del reconocimiento, lo importante era no estar teniendo que disciplinarse ante nadie, ni tener que estar haciendo buena letra frente a ninguno, ni estar callándose nada, por temor a que "no nos vuelvan a vetar." Así que: alegría!
Número: Referencia: RD- EX-2019-93344921- GARGARELLA, ROBERTO- RECURSO FAVORABLE PROMO CIC SUPERIOR
Que el Directorio, resolvió hacer lugar al recurso de reconsideración interpuesto por el recurrente y promoverlo a la categoría de Investigador Superior,
teniendo en cuenta que el Doctor Roberto GARGARELLA, cuenta con una indudable proyección internacional, siendo un Investigador de referencia en su campo a nivel latinoamericano y global. Además, posee en número y calidad, publicaciones de indudable validez. Ha formado recursos humanos y tiene una extensísima carrera docente. Su labor institucional ha sido permanente y ha formado parte de las Comisiones de CONICET con regularidad.
Que corresponde hacer efectiva dicha promoción a partir del 01 de noviembre de 2019.
Que la Dirección del Servicio Jurídico y la Gerencia de Asuntos Legales han tomado la intervención que les
compete.
Que el recurso jerárquico en subsidio resulta improcedente en virtud de lo normado en el Decreto Nº 1759/72
(T.O.2017).
Que la Gerencia de Administración ha tomado conocimiento.
Que el gasto que demande el financiamiento de la presente medida, será atendido con cargo a las respectivas
partidas presupuestarias.
Que la presente decisión fue adoptada en la reunión de Directorio del 03 de Diciembre de 2019.
Que el dictado de la presente medida se efectúa en uso de las atribuciones conferidas por los Decretos 1661/96,
Por ello,
EL DIRECTORIO DEL
CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS
RESUELVE:
ARTICULO 1°- Promuévase a partir del 01 de noviembre de 2019, al Doctor Roberto GARGARELLA - DNI
17.083.588- a la categoría de Investigador Superior, haciendo lugar al recurso de reconsideración, por las razones
expuestas en los considerandos.
ARTÍCULO 2°- Declárese improcedente el recurso jerárquico en subsidio en virtud de lo normado en el Decreto Nº
1759/72 (T.O. 2017).
ARTICULO 3°.- Regístrese, comuníquese a las Gerencias de Recursos Humanos, de Administración, de Desarrollo
Científico y Tecnológico, de Evaluación y Planificación, de Asuntos Legales, a la Unidad de Auditoría Interna, al
interesado. Cumplido, archívese.
Más allá del reconocimiento, lo importante era no estar teniendo que disciplinarse ante nadie, ni tener que estar haciendo buena letra frente a ninguno, ni estar callándose nada, por temor a que "no nos vuelvan a vetar." Así que: alegría!
Número: Referencia: RD- EX-2019-93344921- GARGARELLA, ROBERTO- RECURSO FAVORABLE PROMO CIC SUPERIOR
Que el Directorio, resolvió hacer lugar al recurso de reconsideración interpuesto por el recurrente y promoverlo a la categoría de Investigador Superior,
teniendo en cuenta que el Doctor Roberto GARGARELLA, cuenta con una indudable proyección internacional, siendo un Investigador de referencia en su campo a nivel latinoamericano y global. Además, posee en número y calidad, publicaciones de indudable validez. Ha formado recursos humanos y tiene una extensísima carrera docente. Su labor institucional ha sido permanente y ha formado parte de las Comisiones de CONICET con regularidad.
Que corresponde hacer efectiva dicha promoción a partir del 01 de noviembre de 2019.
Que la Dirección del Servicio Jurídico y la Gerencia de Asuntos Legales han tomado la intervención que les
compete.
Que el recurso jerárquico en subsidio resulta improcedente en virtud de lo normado en el Decreto Nº 1759/72
(T.O.2017).
Que la Gerencia de Administración ha tomado conocimiento.
Que el gasto que demande el financiamiento de la presente medida, será atendido con cargo a las respectivas
partidas presupuestarias.
Que la presente decisión fue adoptada en la reunión de Directorio del 03 de Diciembre de 2019.
Que el dictado de la presente medida se efectúa en uso de las atribuciones conferidas por los Decretos 1661/96,
Por ello,
EL DIRECTORIO DEL
CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS
RESUELVE:
ARTICULO 1°- Promuévase a partir del 01 de noviembre de 2019, al Doctor Roberto GARGARELLA - DNI
17.083.588- a la categoría de Investigador Superior, haciendo lugar al recurso de reconsideración, por las razones
expuestas en los considerandos.
ARTÍCULO 2°- Declárese improcedente el recurso jerárquico en subsidio en virtud de lo normado en el Decreto Nº
1759/72 (T.O. 2017).
ARTICULO 3°.- Regístrese, comuníquese a las Gerencias de Recursos Humanos, de Administración, de Desarrollo
Científico y Tecnológico, de Evaluación y Planificación, de Asuntos Legales, a la Unidad de Auditoría Interna, al
interesado. Cumplido, archívese.
19 dic 2019
Quitarle a los que no tienen capacidad para protestar
A los docentes y científicos jubilados no les suspenderán, finalmente, la movilidad de sus haberes
https://www.lanacion.com.ar/economia/a-docentes-cientificos-jubilados-no-les-suspenderan-nid2317224?fbclid=IwAR22pj75h0GyFc_ZDsedEvbqweOhYbYgBBwLnMrokrzs1SW5yOPAUlt1AuI
Por qué un privilegio para nosotros y no para nuestros padres? Será porque a ellos les cuesta movilizarse, protestar y presionar? Aprieten a los que más tienen!
https://www.lanacion.com.ar/economia/a-docentes-cientificos-jubilados-no-les-suspenderan-nid2317224?fbclid=IwAR22pj75h0GyFc_ZDsedEvbqweOhYbYgBBwLnMrokrzs1SW5yOPAUlt1AuI
Por qué un privilegio para nosotros y no para nuestros padres? Será porque a ellos les cuesta movilizarse, protestar y presionar? Aprieten a los que más tienen!
El monstruo que vamos creando
Situación propia del combinar gente que representa una cosa, con gente que representa lo contrario. El propósito: hacerle guiños a todos, al mismo tiempo. El resultado previsible, "el mal" vuelve a triunfar. Esperemos, contra los indicios, que esta vez no vuelva a ocurrir.
Crisis y cambio constitucional en Chile
De esta semana, entrevista que aparece en el Podcast de "Hoja en Blanco"
Todo "Hoja en Blanco," aquí
www.hojaenblanco.weebly.com
Todo "Hoja en Blanco," aquí
www.hojaenblanco.weebly.com
Mi entrevista, en estas plataformas
Soundcloud: https://m. soundcloud.com/ autonomadechile/hoja-en- blanco-capitulo-9-junto-a- roberto-gargarella
17 dic 2019
Únicos apuntes sobre Chile
En Chile sólo por dos días, y muy agradecido de estar por aquí, a partir de la invitación de cantidad de buenos amigos que, por suerte, están trabajando intensa y cooperativamente, comprometidos de manera vital, en este proceso de cambio constitucional (Christian, Constanza, Domingo, Pablo, Jaime, Javier, Pablo, Matías, tantos más!). Tenía muchísimas ganas de llegarme hasta aquí y ver, de primera mano, más de cerca, este fascinante, extraordinario y también preocupante "momento constitucional" (si los "momentos constitucionales" de Ackerman existen, ninguno tan claro e intenso como éste). En un par de días, se me acumulan notas, apuntes, emociones y encuentros. Van sólo algunas postales brevísimas para contar este proceso
La primera nota breve aparece en el avión que me lleva a Chile, un avión de la compañía chilena LAN, de la que era presidente el -todavía- presidente del país, Sebastián Piñera. A nuestro arribo, y presto a bajar del avión, se repite un hecho que ya esperaba (y por eso la foto que me había preparado a tomar). De un modo que NO se repite en ninguna otra de las aerolíneas que conozco, y apenas se inicia el proceso de descenso, dos azafatas ponen su cuerpo, bloqueando el paso entre la Primera Clase y la Clase Turista, en que nos acumulamos incómodos, de a cientos. En cualquiera de las otras aerolíneas que conozco, el descenso es más ambiguo y matizado: los de Primera gozan de una molesta prioridad, pero que se deshace enseguida, con el aval del personal de a bordo. A los pocos instantes de que se ha abierto la puerta de salida (y en la medida en que no haya una puerta especial de salida para los de la Primera Clase), “ricos y pobres” van confluyendo hacia la salida común. Aquí no, nunca: siempre el bloqueo físico. Pero no sólo ocurre que la División de Clases es marcada, y sostenida físicamente por el personal, sino que se produce el agravio siguiente: hasta que el último pasajero de Primera no termine de juntar sus papeles o no acabe de acomodarse sus calcetines, los pasajeros de Clase Turista son obligados a esperar. Allí está el personal de a bordo para impedir que los Turistas les molesten. La furia que se acumula en esos instantes entre los desclasados es brutal. Metáfora nacional: la División de Clases; la coerción; la provocación; la ofensa; la bronca. Luego, el estallido enojado, radical, sorprende poco.
En Valparaíso, donde hago mi primera presentación, salgo a caminar unas cuadras antes de que me pasen a buscar. Tomo un café en "Puro Café," y me dirijo a un kiosko para comprar agua. La ciudad está detonada; las paredes tapiadas; todas las vidrieras cubiertas por paneles de metal (el chiste/ “meme” es el del herrero-millonario: el más solicitado de esta época sin trabajo). En el kiosko al que llego veo un cartel, que se repite en la puerta de entrada y en la pared interior: “Apoyamos la causa. No destruya nuestra fuente de trabajo.”
La primera conferencia en que participo resulta algo accidentada. En particular, por dos mujeres mayores de edad -unos 70 años cada una; provenientes de los cerros. Todo lo que ocurre es tan disruptivo como inesperado y espectacular: la nueva normalidad de una sociedad civil empoderada. No se trata sólo del hecho inusual que dos mujeres mayores, no educadas, de las barriadas pobres, se acercan a la Universidad. Es inhabitual, sorprendente también, que ambas quieran intervenir. Y que levanten la mano. Y que pregunten. Y que cuestionen. Y que desafíen a todos. A todos. Una dice: “lo que yo quiero es que me enseñen a escribir una Constitución.” Y sigue, y sigue. Y la otra, cuestionando a los organizadores: “estas reuniones tienen que trasladarse a los cerros. La Universidad tiene que ir hacia allá.” Disonante, inesperado, notable.
Cuando recibí el honoris, hace apenas unos meses, aquí mismo en Valparaíso, tomé como personaje central de mi presentación a Pedro Lemebel. El H.C. quedó dedicado a él, perseguido, negado, ninguneado, olvidado. Apenas semanas después, es objeto ya firme de reivindicación colectiva. El documental en su homenaje es, por lejos, el más visto del año.
El hijo de mi amigo Christian salía de compras, con su madre, en el auto de ella, hasta que se ven obligados a detenerse: quedan bloqueados en una calle tomada. Al rato, y mientras siguen inmovilizados, ven llegar a “los pacos,” decididos a enfrentar a los manifestantes. El niño entra ahora en pánico y grita asustado: “no quiero perder los ojos”, “no quiero perder los ojos”.
16 dic 2019
La teoría de la democracia en José Nun
Un comentario crítico/amigable a la visión Nuneana
https://www.infobae.com/cultura/2019/12/16/la-teoria-de-la-democracia-en-jose-nun-segun-roberto-gargarella/?utm_source=dlvr.it&utm_medium=twitter
https://www.infobae.com/cultura/2019/12/16/la-teoria-de-la-democracia-en-jose-nun-segun-roberto-gargarella/?utm_source=dlvr.it&utm_medium=twitter
15 dic 2019
Retiro/ El milagro
Es un milagro que podamos seguir juntándonos un fin de semana para discutir, conversar, comer y tomar bien, con la gente de la cátedra y tantos allegadxs. Todo un día de sol debatiendo y disintiendo entre amigues
Llegó el "retiro" de este año, después de
2011 San Pedro
2012 San Antonio de Areco
2013 Chascomús
2014 San Miguel del Monte
2015 Suipacha
2016 Tigre
2017 Uribelarrea
2018 Capilla del Señor
2019 Casa de los Cactus, San Isidro
ACA EN LA CEREMONIA DEL HELADO
LOS NIÑOS NO PUEDEN CREER EL ARGUMENTO DE N.T.
LA CEREMONIA DEL RON
13 dic 2019
De la "Sinarquía" al "Lawfare"
A mediados del siglo xx, la peor versión de nuestras "fuerzas nacionales" abrazaron la idea de una conspiración internacional -la existencia de una "sinarquía" o gobierno de una sociedad secreta- con centro en el poder financiero, y con sujeto principal en la comunidad judía (un ejemplo, acá). La sinarquía, y de su mano, el sionismo, la masonería o el comunismo -dependiendo del viento- eran responsables de los males y ataques que podía sufrir el gobierno popular de turno. Cuando algo iba mal, de inmediato se señalaba a la sinarquía, y todos los partidarios contentos: lo que parecía difícil de explicar resultaba entonces sencillísimo de comprender. Blanco sobre negro. Libros como "Los Protocolos de los Sabios de Sión" terminaban de dar estatus científico al absurdo.
La idea de sinarquía era, en efecto, un delirio, que como siempre partía de algunos hechos ciertos, que le daban verosimilitud: la existencia de grupos de poder nacionales e internacionales; o el hecho de que cualquiera de esos grupos (incluyendo a sindicatos, la Iglesia, las Fuerzas Armadas), presionaban por sus propios intereses. A partir de ahí, se diseñaba una estrategia ideal para encubrir los errores y horrores propios; dividiendo al mundo entre buenos y malos, de modo tal de licuar los propios fallos bajo la idea de que se estaba "del lado del bien"; y presentándose ante el resto como víctima de una conspiración que era finalmente mundial.
La actual idea de "lawfare" tiene exacto el mismo status que décadas atrás la idea de "sinarquía": un delirio, que parte de hechos trivialmente ciertos -en este caso, la existencia de vinculaciones entre política y justicia (vinculaciones que, por cierto, el kirchnerismo tanto como el macrismo supieron siempre explotar)- para concluir en que los males padecidos se deben a que la parte "mala" del mundo conspira contra los propios (los que se mueven por el "amor"...), por razones aviesas y finalmente anti-nacionales.
El status académico de la idea de "lawfare" es nulo -se trata de una idea que no existe, salvo a partir de la promoción que recibiera en su momento, de parte de la ultra-derecha ansiosa de criticar a los organismos internacionales de derechos humanos (en defensa de Kissinger, Guantánamo o Pinochet, según el tiempo). Por esos antecedentes horrendos (por ser una herramienta de la ultra-derecha, contra los organismos de derechos humanos), pero sobre todo porque ya estamos grandes y no podemos seguir jugando a la conspiración sionista, es que da verguenza ajena ver que algunos colegas se sumen al uso de la idea de "lawfare", o que la misma patraña aparezca, como ayer, en un decreto ejecutivo. En fin.
12 dic 2019
11 dic 2019
10 dic 2019
Las presidencias y yo
Me quedé pensando en el rechazo -y sobre todo la ajenidad- que siento en relación con el poder en la Argentina, incluyendo (pero no limitándome) a su clase política, obviamente. Me preguntaba si siempre fue así, y mi brevísimo balance quedó de este modo:
Raúl Alfonsín: Nunca lo voté, y lo resistí en muchas de sus medidas principales, desde las leyes de perdón, hasta el pacto con el empresariado y los sindicatos, a mitad de su gobierno. Marché contra él casi cada vez, aunque colaboraba con Carlos Nino, su asesor, y a través de él, con la redacción de algunos proyectos de reforma (derechos humanos, ley de medios, reforma constitucional). Me acerqué especialmente a Alfonsín al final de su gobierno, cuando la mayoría lo abandonaba y las ratas saltaban del barco. Hoy, cada día reconozco más el valor de muchas de sus acciones y gestos (sus enojos con sectores militares, empresariales y eclesiásticos), y admiro de modo especial el juicio a las juntas, al que considero como la iniciativa más digna y relevante que se tomara en la política argentina, en toda su historia.
Carlos Menem: Tampoco lo voté, y tuve muy en claro quién era desde un comienzo. Recuerdo que un profesor, en FLACSO, me criticaba diciendo que yo en verdad temía la llegada de "la furia del interior". Yo le dije que me parecía que era al revés, que él se estaba dejando engañar por alguien que iba a servir a sus propios enemigos. Y así fue: llegó Menem y nombró a Bunge y Born en economía, como más tarde nombraría a Cavallo.
Fernando de la Rúa: Tampoco lo voté, pero deseé que le fuera bien. A semanas de su inicio, ya estaba completamente desencantado: era claro que no tenía ni la fuerza ni las convicciones para cambiar nada de lo que importaba.
Rodríguez Saá: Una fantochada de principio a fin.
Eduardo Duhalde: Apareció como la persona capacitada para restablecer el orden, en una sociedad que volaba por los aires. Como tal, no me interesó, por conocer algo de historia: el partido del orden (conservador) nunca me gustó. A lo lejos, le reconocería alguno de sus méritos de "viejo caudillo" despierto. Pero, otra vez, en relación con el partido del orden siempre me sentí en la vereda contraria.
Nestor Kirchner: No lo voté, pero el primer año me interesó mucho, como ninguno de sus antecedentes inmediatos. Me entusiasmé con la renovación de la Corte; con su apelación a la transversalidad; con su denuncia de los "señores feudales" a nivel provincial. Cuando me preguntaron, en esos tiempos, por su gobierno, dije que lo miraba expectante y con asombro, pero con prudencia también, dadas las veces que en el país nos habíamos "quemado con leche." Al año, lo había abandonado por completo, cuando tiró por la borda todas las promesas que me habían acercado a él: pactaba con los "señores feudales" que había denunciado; dejaba de lado la transversalidad que había pregonado; y buscaba someter a la justicia usando los servicios de inteligencia.
Cristina Fernández de Kirchner: Convirtiendo en comedia la tragedia, llegó a parecerme un despropósito completo, marcado por todo lo que no tolero: la mentira, la arrogancia, la banalidad, el saqueo. Un horror disfrazado de derechos humanos, éso fue lo peor de todo.
Mauricio Macri: La clase empresaria argentina es creída, superficial, vacía, inepta. Si los "viejos ricos" se enriquecieron saqueando a los "pueblos originarios", los "nuevos ricos" tendieron a hacerlo por el camino de la ilegalidad, y de la mano del Estado. Pero, siempre, sin embargo, con el discurso tecnocrático, hablando de la eficiencia, y creyendo que ocupaban el lugar que ocupaban por talento o inteligencia. Macri fue una expresión y un producto pleno de todo esto. Una enorme pena y, en lo personal, ya casi dos décadas de exilio político.
Alberto Fernández: Hace más de 20 años que sólo voto al trotskismo, así que tampoco lo voté. Ojalá le vaya bien. Hay algunas expectativas abiertas (la despenalización, ya que no la legalización, del aborto; el Ministerio de la Mujer; el apoyo a la investigación); y muchas malas señales (en Medio Ambiente: fracking y minería a cielo abierto, a manos de un cero; la Procuración del Tesoro, una provocación al servicio del ataque a los opositores; en Comunicación, Educación y Cultura, la vuelta a los amigos del propio bando; en Justicia, la prioridad de la impunidad de los propios; en Seguridad, un gran número uno, con la certeza de un terror desde el número dos). Esperanza de la voluntad, angustia para la razón.
9 dic 2019
Pregunta
https://www.lanacion.com.ar/politica/el-gobernador-electo-buenos-aires-axel-kicillof-nid2314130
Viendo las designaciones en el nuevo gobierno de la Provincia (Berni en Seguridad, Alak en Justicia, por ejemplo), pregunto -de buena fe y no de manera belicosa, sino realmente curioso: Qué es lo que lleva al "progresismo" a "entregar" áreas tan cruciales (Seguridad, Justicia, etc.), como si no fueran importantes, como si allí no se librase de manera crucial la batalla por una sociedad mejor? Realmente no lo entiendo (por supuesto que algo similar se puede decir a nivel nacional: Medio Ambiente, Educación, Justicia, la Procuración del Tesoro, por ejemplo, a amigos más que a los mejores, o los más competentes, o los más desafiantes). La excusa no puede ser "los otros decían tener un equipazo y eran un desastre." Lo dijeron y fueron un desastre, pero a) ellos no nos interesan más; b) no es cierto que no haya gente competente y sensata (Ginés GG tal vez lo sea). Insisto: por qué "entregar" áreas cruciales como si no importaran? Una respuesta posible: porque necesitan asegurar ciertos intereses -impunidad; fracking; los negocios de la policía...Quisiera creer que no es por esto, y por eso pregunto.
8 dic 2019
Premio Nacional
Vamos todavía
https://www.cultura.gob.ar/conoce-los-ganadores-de-los-premios-nacionales-2019-8635/?fbclid=IwAR3uyCd5UXr35WbItiZVjabN0m58nKEjXVN1jMKdCu2E8eeLmrrY9JcEIpM
ENSAYO
Ensayo Político
1er premio: Claudia Hilb, por su obra “Abismos de la Modernidad. Reflexiones en torno a Hannah Arendt, Claude Lefort y Leo Strauss”
2do. premio: Roberto Gargarella, por su obra “Castigar al prójimo. Por una refundación democrática del
derecho penal”
3er. premio: Martín Bergel, por su obra “El oriente desplazado. Los intelectuales y los orígenes del
tercermundismo en la Argentina”.
Jurado:
María Matilde Ollier
Jorge Ossona
Vicente Palermo
https://www.cultura.gob.ar/conoce-los-ganadores-de-los-premios-nacionales-2019-8635/?fbclid=IwAR3uyCd5UXr35WbItiZVjabN0m58nKEjXVN1jMKdCu2E8eeLmrrY9JcEIpM
ENSAYO
Ensayo Político
1er premio: Claudia Hilb, por su obra “Abismos de la Modernidad. Reflexiones en torno a Hannah Arendt, Claude Lefort y Leo Strauss”
2do. premio: Roberto Gargarella, por su obra “Castigar al prójimo. Por una refundación democrática del
derecho penal”
3er. premio: Martín Bergel, por su obra “El oriente desplazado. Los intelectuales y los orígenes del
tercermundismo en la Argentina”.
Jurado:
María Matilde Ollier
Jorge Ossona
Vicente Palermo
5 dic 2019
29 nov 2019
Una nueva Constitución para Chile
(publicado hoy en Clarín)
Jaime Guzmán, el temible
jurista del pinochetismo, declaró en 1979, poco antes de que se aprobara la
Constitución (militar) de 1980: “La Constitución debe procurar que si llegan a
gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta
a la que uno mismo anhelaría, porque…el margen de alternativas que la cancha les
imponga a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido como para hacer
extremadamente difícil lo contrario”. Pocas veces en la historia del
constitucionalismo apareció una declaración semejante, de alguien que se
animara a presentar a la Constitución de ese modo: como la cárcel de la
democracia. La Constitución fue pensada entonces como una forma de impedir que la
sociedad decidiera, democráticamente, sobre su propio destino: los adversarios
sólo podrían jugar el juego si lo hacían de un modo aceptable para el gobierno
militar de turno.
Dados los modos
(procedimientos) no-democráticos con que se escribió la Constitución de 1980, y
los contenidos (anti-democráticos) que abiertamente se le incorporaron, dicha
Constitución debe cambiarse, y la actual crisis de la democracia chilena
resulta una excepcional oportunidad para hacerlo. En lo que sigue (y pidiendo
las disculpas necesarias, propias de un “extranjero” que habla del derecho de
otro país), diré por qué es importante que Chile re-escriba su Constitución,
dándole vida a una democracia que, todavía hoy, se encuentra “bajo custodia”
constitucional.
Sobre la lista de
derechos (una de las dos grandes partes de las que se compone cualquier
Constitución) diría que la de Chile es tal vez la más deficitaria de toda
América Latina. Ello así, tanto como por lo que ella incluye, como por lo que
ella omite. Resulta notable, en la actual Constitución, no sólo la negación del
carácter multicultural del país (como si le avergonzara serlo); sino también la
virtual ausencia de compromisos fuertes en materia de derechos sociales y
económicos, compromisos que cualquier país latinoamericano exhibe,
orgullosamente, como trofeos. La Constitución chilena asombra por la virtual
ausencia de herramientas participativas; las trabas a la negociación sindical
(por ramas de actividad); la prohibición de la huelga de los empleados
públicos; el bloqueo a las prestaciones plenamente públicas en salud. Mucho
peor que eso, su lista de derechos enumera tales protecciones como si estuviera
obligada a reconocer lo que el pueblo no merece, por lo cual rodea a la misma de
negativas asombrosas (un ejemplo: en unos 20 casos, la Constitución usa la idea
de “conductas terroristas” para justificar la limitación de derechos).
Sobre la organización del
poder (la segunda parte fundamental de la cual toda Constitución se compone),
encontramos un problema que ya es común a toda América Latina: una “sala de
máquinas” que se preserva cerrada, y que mantiene intocados los rasgos de
elitismo, exclusión, y concentración del poder que eran propios del
constitucionalismo oligárquico de fines del siglo xviii. Un riesgo que se
advierte al respecto es que, frente a los obvios déficits que muestra su
declaración de derechos, Chile pase a reincidir en el otro defecto que es propio
de todo el constitucionalismo regional, desde 1917 y hasta hoy: “reparar” las
viejas Constituciones anexándoles generosas listas de derechos, pero sin
cambiar de modo acorde la organización del poder. Como si fuera posible o
deseable preservar ese constitucionalismo esquizofrénico, de declaraciones de
derechos abiertas, progresivas, y democráticas, de la mano de una organización
del poder elitista, verticalizada, autoritaria.
En este sentido, la
Constitución chilena no sólo requiere adoptar una declaración de derechos
propia del siglo xxi, sino que necesita acercarse a ella ajustando de forma
acorde su organización del poder. Y ello demanda, al menos, dos cosas
fundamentales. Primero, exige dejar de lado, de una vez por todas, esa “cancha”
inclinada que diseñara Jaime Guzmán para impedirle jugar al contrario (un
“dejar de lado” que requiere eliminar los últimos rastros los “enclaves
autoritarios” del modelo anterior, visibles en los quórums desmesurados de la
Constitución de 1980). Segundo, ello exige evitar el “error latinoamericano” en
el que insistimos desde hace más de un siglo, que consiste en conceder (al
decir de Rosalind Dixon) “derechos como sobornos”, esto es decir, responder a
las presiones sociales con la “entrega” de derechos, que se “conceden” como
mero medio para mantener una organización del poder cuasi-monárquica (algo
agravado, en Chile, con un Presidente todo-poderoso; y una organización
judicial -coronada por un Tribunal Constitucional- jerárquica y autoritaria
como pocas en el mundo).
La reconstrucción de la
organización del poder necesita realizarse, sobre todo, en los términos
democráticos que aparecieron desdibujados en 1925; que resultaron sofocados en
1980; y que permanecen inertes desde entonces. Por ello, el principal problema
que enfrenta el constitucionalismo chileno, en la actualidad, no es el de
“reparar” su declaración de derechos (algo que debe hacer con urgencia); ni el
de “remediar” la pobre y dañada estructura de controles (ídem); sino, primeramente,
el de “revivir” el componente democrático del derecho, que hoy sigue
“prisionero” del constitucionalismo. Más todavía: ese “renacimiento”
democrático no podrá lograrse a través de golpes sobre la mesa, ni por algún
pase de magia destinado a convertir en gesto democrático lo que viene a negarlo:
la democracia no se realiza de un día al otro, ni con quórums super-mayoritarios,
ni plebiscitando nada (mucho menos, una Constitución de cientos de artículos,
lo que implica normalmente la “extorsión” de verse obligado a votar por lo que
se rechaza, con el objeto de conseguir lo que se desea). La democracia merece
realizarse de otro modo: conversando como ciudadanos iguales, sobre los
detalles y matices de todo lo que debe ser discutido.
23 nov 2019
La concepción elitista de la justicia
http://sociedadfutura.com.ar/2019/11/22/roberto-gargarella-la-concepcion-elitista-de-la-justicia/?fbclid=IwAR0CuC_aZ8JTmtE0tEYHV-8grara3CgSQ6jXTTX8FNIwpM6FNqnKGA-VPQk
El sistema judicial, tal como lo conocemos, nació bajo supuestos y principios propios de otra época. Supuestos sobre las dificultades de la ciudadanía para tomar control sobre sus propios asuntos; sobre los riesgos generados por los movimientos asamblearios; sobre la influencia negativa que podían ejercer las pasiones y los intereses en el proceso de toma de decisiones. Quisiera subrayar, de todos modos, y en particular, a dos criterios sin dudas relacionados con los anteriores, y relacionados también entre sí, como los determinantes a la hora de diseñar el esquema organizativo de la justicia.
El primer criterio en el que pienso es el que se resume en la idea de la “desconfianza democrática.” Los “Padres Fundadores” del constitucionalismo moderno, de modo bastante unánime, construyeron las instituciones luego incorporados en nuestras Constituciones, a partir de esa visión de la desconfianza. La idea era que, libradas a su suerte, las mayorías iba a tender a arrasar con los derechos de las minorías. También, que ellas tendían a ser guiadas por pretensiones coyunturales y localistas, antes que por los intereses generales. De allí la desconfianza: las mayorías debían ser “contenidas”, para evitar sus naturales excesos; debían ser “separadas” de sus representantes, para impedir que les impusieran a ellos sus demandas auto-interesadas, limitadas y de corto plazo; debían ser, finalmente, “reemplazadas” por los funcionarios electos, para que estos últimos -los gobernantes- decidieran no conforme a los reclamos mayoritarios, o siguiendo el rumbo marcado por esas demandas, sino tomando el lugar mismo de la ciudadanía. Como se sostuviera entonces: “es dable esperar que los representantes del pueblo disciernan mejor el interés nacional, que si lo decidiera el pueblo mismo, convocado para ese fin.”
El segundo criterio al que quería referirme se relaciona con los modos en que, en esos momentos fundacionales, se pensó sobre la imparcialidad -sobre cómo favorecer la toma de decisiones correctas, en situaciones de conflicto, o frente a situaciones de desacuerdo. Se vinculó entonces a la imparcialidad con un procedimiento de reflexión individual, o de reflexión de unos pocos, con conocimiento técnico especializado, y aislados del resto. Esta visión de la imparcialidad, corresponde notarlo, difiere sustantivamente de otra concepción alternativa, que relacionaba la imparcialidad con procesos abiertos de reflexión colectiva. Para decirlo de un modo menos abstracto: al montarse sobre la primera de aquellas visiones (la visión elitista) la justicia comenzaba a tomar distancia de la discusión democrática.
El sistema institucional que hoy tenemos es hijo directo de aquellas ideas. No se trató, por tanto, de afirmaciones meramente retóricas, propias de un tiempo pasado, y que quedaron arrasadas por el tiempo, sino de ideas que trascendieron, y terminaron incrustadas en las instituciones que nos rodean. La “separación” que hoy reconocemos -en la Argentina y en el mundo- entre representantes políticos y representados, no es meramente el producto de una coyuntura desafortunada, líderes excesivos, o una clase dirigente ocasionalmente corrupta. Los abusos de poder que advertimos no son, tampoco -pura y exclusivamente- el mero producto de gobernantes corruptos que han destruido los controles al poder. Si fuera así, bastaría con cambiar a algunos funcionarios por otros mejores; o reparar algunos controles “rotos,” para volver al inicio, al sitio ideal o deseado. Pero no es así. Quiero decir, el tipo de dificultades que confrontamos no responden a problemas de coyuntura, sino a dificultades y decisiones estructurales.
Lo mismo en el ámbito de la justicia. Parece extendida una “sensación” de “distancia” con los jueces; un sentido compartido de falta de vínculo de la ciudadanía con la justicia; en definitiva, una situación de “alienación” de la población en relación con el derecho (un derecho que “habla” y no lo entendemos; que lo “leemos” y nos resulta oscuro y ajeno; que nos lo “traducen” y nos cuesta identificarnos con sus propósitos y objetivo). Resulta un error grave, otra vez, ver a tales problemas, propios de la justicia, como si fueran el producto de coyunturas particulares. Por supuesto: nadie duda, en países como el nuestro, que hoy contamos con un personal judicial que deja mucho que desear, mal preparado, a veces corrupto, excesivamente sensible a las demandas del poder económico, y demasiado dependiente de los requerimientos de la política. Sin embargo, otra vez, los problemas que tenemos frente a nosotros trascienden largamente el momento coyuntural, y al elenco judicial que conocemos. Nuevamente: si cambiáramos el personal judicial, de un día al otro, y por completo, por otro personal más competente, las líneas fundantes del problema -sus razones de fondo- seguirían intactas.
En lo que aquí más me interesa remarcar: el sistema judicial seguiría estando construido sobre la idea de “separación” o “distancia”, y la decisión imparcial continuaría resultando alineada con una visión elitista, y por ello separada de la conversación pública. En efecto, acuerdo con el paradigma prevaleciente, el debate público ha quedado contrapuesto con la idea de justicia; y la idea de “decisión justa” ha sido expropiada del debate democrático. Por ello es que, en sistemas como el nuestro, la “última palabra” sobre las decisiones constitucionales fundamentales -desde la decisión sobre el aborto; a la validez de las medidas económicas; el significado de la idea de privacidad; los alcances de las políticas de seguridad; la posibilidad de una “ley de medios;” la constitucionalidad de las reformas sobre el poder judicial; los cambios en el sistema electoral; y un larguísimo etcétera, no quedan en manos de la discusión pública, sino en manos de la justicia.
Contra dicha visión, quisiera defender aquí, brevemente, una lectura alternativa sobre la cuestión, más en línea con la concepción que asume un vínculo estrecho entre justicia y debate público, entre constitucionalismo y democracia. Defendería, en tal sentido, un ideal regulativo particular, en la materia: el ideal de la conversación entre iguales. Conforme con esta lectura, los problemas colectivos deben ser resueltos colectivamente, por la política -entendida como discusión pública- antes que por la justicia. Vivimos en sociedades plurales y marcadas por nuestras diferencias de criterios, y enfrentamos problemas públicos que tienen su origen en esos razonables desacuerdos. De allí que, sobre nuestras diferencias, lo que debamos hacer es conversar para tratar de resolverlas. Ello, en lugar de trasferir esa decisión a la justicia -en lugar de permitir que se nos expropie, desde la justicia, el poder de definir el contenido de lo que más nos importa.
Alguien podría decir, al respecto: se trata de utopías, de fantasías ajenas al derecho, de propuestas desvinculadas de nuestra vida real. Afortunadamente, hoy contamos -aquí, en la Argentina misma- con buenos ejemplos prácticos para refutar a esa común línea de objeciones. Pensemos, por caso, en la “ley de medios”: lo más interesante que ocurrió, en torno a esa ley, no tuvo que ver con la decisión de la Corte al respecto, ni con el modo en que la política de un gobierno la implementó, o la política de otro gobierno la sacó de juego. Lo más interesante sobre dicha ley fue la discusión pública que dimos al respecto, en ámbitos diferentes, y desde visiones opuestas. A través de dicho debate colectivo demostramos que podíamos involucrarnos, responsable, comprometida e informadamente, en el debate sobre el tema. Más cerca todavía en el tiempo, contamos con un ejemplo mucho mejor. Pensemos, en este caso, en la reciente discusión del aborto. Otra vez, lo mejor que ha ocurrido en el área no es ni la decisión de la Corte (en F.A.L.), sobre el tema; ni lo que la política ha hecho y (sobre todo) ha dejado de hacer en la materia. Lo mejor que hemos tenido en la materia ha sido el debate público que hemos dado en torno al tema. Debate en las calles, en las aulas, y en los foros institucionales. Debate protagonizado, también, y de modo especial, por niñas adolescentes y mujeres jóvenes con pocos recursos. Nuevamente, demostramos allí que, a través del debate público, del diálogo colectivo, podíamos discutir razonablemente, y mejorar, matizar, y aún cambiar, nuestras posiciones iniciales al respecto.
Por lo dicho, entiendo que, de una vez por todas, debemos repensar no sólo la coyuntura de la justicia -cómo está compuesta, quiénes son sus miembros, cómo es que los jueces deciden los casos que hoy nos preocupan- sino sobre todo los criterios que siguen gobernando la organización y funcionamiento -los fines, contenidos y alcances- del Poder Judicial. Mi sugerencia es, a la luz de ejemplos como los citados, la de comenzar a pensar a la justicia de otro modo: no ya a partir de supuestos y principios elitistas, sino -finalmente, y de una vez por todas- a través del ideal de una conversación entre iguales.
Roberto Gargarella es abogado, sociólogo, jurista y especialista en temáticas de Justicia, Democracia, Republicanismo y Derechos Humanos.
El sistema judicial, tal como lo conocemos, nació bajo supuestos y principios propios de otra época. Supuestos sobre las dificultades de la ciudadanía para tomar control sobre sus propios asuntos; sobre los riesgos generados por los movimientos asamblearios; sobre la influencia negativa que podían ejercer las pasiones y los intereses en el proceso de toma de decisiones. Quisiera subrayar, de todos modos, y en particular, a dos criterios sin dudas relacionados con los anteriores, y relacionados también entre sí, como los determinantes a la hora de diseñar el esquema organizativo de la justicia.
El primer criterio en el que pienso es el que se resume en la idea de la “desconfianza democrática.” Los “Padres Fundadores” del constitucionalismo moderno, de modo bastante unánime, construyeron las instituciones luego incorporados en nuestras Constituciones, a partir de esa visión de la desconfianza. La idea era que, libradas a su suerte, las mayorías iba a tender a arrasar con los derechos de las minorías. También, que ellas tendían a ser guiadas por pretensiones coyunturales y localistas, antes que por los intereses generales. De allí la desconfianza: las mayorías debían ser “contenidas”, para evitar sus naturales excesos; debían ser “separadas” de sus representantes, para impedir que les impusieran a ellos sus demandas auto-interesadas, limitadas y de corto plazo; debían ser, finalmente, “reemplazadas” por los funcionarios electos, para que estos últimos -los gobernantes- decidieran no conforme a los reclamos mayoritarios, o siguiendo el rumbo marcado por esas demandas, sino tomando el lugar mismo de la ciudadanía. Como se sostuviera entonces: “es dable esperar que los representantes del pueblo disciernan mejor el interés nacional, que si lo decidiera el pueblo mismo, convocado para ese fin.”
El segundo criterio al que quería referirme se relaciona con los modos en que, en esos momentos fundacionales, se pensó sobre la imparcialidad -sobre cómo favorecer la toma de decisiones correctas, en situaciones de conflicto, o frente a situaciones de desacuerdo. Se vinculó entonces a la imparcialidad con un procedimiento de reflexión individual, o de reflexión de unos pocos, con conocimiento técnico especializado, y aislados del resto. Esta visión de la imparcialidad, corresponde notarlo, difiere sustantivamente de otra concepción alternativa, que relacionaba la imparcialidad con procesos abiertos de reflexión colectiva. Para decirlo de un modo menos abstracto: al montarse sobre la primera de aquellas visiones (la visión elitista) la justicia comenzaba a tomar distancia de la discusión democrática.
El sistema institucional que hoy tenemos es hijo directo de aquellas ideas. No se trató, por tanto, de afirmaciones meramente retóricas, propias de un tiempo pasado, y que quedaron arrasadas por el tiempo, sino de ideas que trascendieron, y terminaron incrustadas en las instituciones que nos rodean. La “separación” que hoy reconocemos -en la Argentina y en el mundo- entre representantes políticos y representados, no es meramente el producto de una coyuntura desafortunada, líderes excesivos, o una clase dirigente ocasionalmente corrupta. Los abusos de poder que advertimos no son, tampoco -pura y exclusivamente- el mero producto de gobernantes corruptos que han destruido los controles al poder. Si fuera así, bastaría con cambiar a algunos funcionarios por otros mejores; o reparar algunos controles “rotos,” para volver al inicio, al sitio ideal o deseado. Pero no es así. Quiero decir, el tipo de dificultades que confrontamos no responden a problemas de coyuntura, sino a dificultades y decisiones estructurales.
Lo mismo en el ámbito de la justicia. Parece extendida una “sensación” de “distancia” con los jueces; un sentido compartido de falta de vínculo de la ciudadanía con la justicia; en definitiva, una situación de “alienación” de la población en relación con el derecho (un derecho que “habla” y no lo entendemos; que lo “leemos” y nos resulta oscuro y ajeno; que nos lo “traducen” y nos cuesta identificarnos con sus propósitos y objetivo). Resulta un error grave, otra vez, ver a tales problemas, propios de la justicia, como si fueran el producto de coyunturas particulares. Por supuesto: nadie duda, en países como el nuestro, que hoy contamos con un personal judicial que deja mucho que desear, mal preparado, a veces corrupto, excesivamente sensible a las demandas del poder económico, y demasiado dependiente de los requerimientos de la política. Sin embargo, otra vez, los problemas que tenemos frente a nosotros trascienden largamente el momento coyuntural, y al elenco judicial que conocemos. Nuevamente: si cambiáramos el personal judicial, de un día al otro, y por completo, por otro personal más competente, las líneas fundantes del problema -sus razones de fondo- seguirían intactas.
En lo que aquí más me interesa remarcar: el sistema judicial seguiría estando construido sobre la idea de “separación” o “distancia”, y la decisión imparcial continuaría resultando alineada con una visión elitista, y por ello separada de la conversación pública. En efecto, acuerdo con el paradigma prevaleciente, el debate público ha quedado contrapuesto con la idea de justicia; y la idea de “decisión justa” ha sido expropiada del debate democrático. Por ello es que, en sistemas como el nuestro, la “última palabra” sobre las decisiones constitucionales fundamentales -desde la decisión sobre el aborto; a la validez de las medidas económicas; el significado de la idea de privacidad; los alcances de las políticas de seguridad; la posibilidad de una “ley de medios;” la constitucionalidad de las reformas sobre el poder judicial; los cambios en el sistema electoral; y un larguísimo etcétera, no quedan en manos de la discusión pública, sino en manos de la justicia.
Contra dicha visión, quisiera defender aquí, brevemente, una lectura alternativa sobre la cuestión, más en línea con la concepción que asume un vínculo estrecho entre justicia y debate público, entre constitucionalismo y democracia. Defendería, en tal sentido, un ideal regulativo particular, en la materia: el ideal de la conversación entre iguales. Conforme con esta lectura, los problemas colectivos deben ser resueltos colectivamente, por la política -entendida como discusión pública- antes que por la justicia. Vivimos en sociedades plurales y marcadas por nuestras diferencias de criterios, y enfrentamos problemas públicos que tienen su origen en esos razonables desacuerdos. De allí que, sobre nuestras diferencias, lo que debamos hacer es conversar para tratar de resolverlas. Ello, en lugar de trasferir esa decisión a la justicia -en lugar de permitir que se nos expropie, desde la justicia, el poder de definir el contenido de lo que más nos importa.
Alguien podría decir, al respecto: se trata de utopías, de fantasías ajenas al derecho, de propuestas desvinculadas de nuestra vida real. Afortunadamente, hoy contamos -aquí, en la Argentina misma- con buenos ejemplos prácticos para refutar a esa común línea de objeciones. Pensemos, por caso, en la “ley de medios”: lo más interesante que ocurrió, en torno a esa ley, no tuvo que ver con la decisión de la Corte al respecto, ni con el modo en que la política de un gobierno la implementó, o la política de otro gobierno la sacó de juego. Lo más interesante sobre dicha ley fue la discusión pública que dimos al respecto, en ámbitos diferentes, y desde visiones opuestas. A través de dicho debate colectivo demostramos que podíamos involucrarnos, responsable, comprometida e informadamente, en el debate sobre el tema. Más cerca todavía en el tiempo, contamos con un ejemplo mucho mejor. Pensemos, en este caso, en la reciente discusión del aborto. Otra vez, lo mejor que ha ocurrido en el área no es ni la decisión de la Corte (en F.A.L.), sobre el tema; ni lo que la política ha hecho y (sobre todo) ha dejado de hacer en la materia. Lo mejor que hemos tenido en la materia ha sido el debate público que hemos dado en torno al tema. Debate en las calles, en las aulas, y en los foros institucionales. Debate protagonizado, también, y de modo especial, por niñas adolescentes y mujeres jóvenes con pocos recursos. Nuevamente, demostramos allí que, a través del debate público, del diálogo colectivo, podíamos discutir razonablemente, y mejorar, matizar, y aún cambiar, nuestras posiciones iniciales al respecto.
Por lo dicho, entiendo que, de una vez por todas, debemos repensar no sólo la coyuntura de la justicia -cómo está compuesta, quiénes son sus miembros, cómo es que los jueces deciden los casos que hoy nos preocupan- sino sobre todo los criterios que siguen gobernando la organización y funcionamiento -los fines, contenidos y alcances- del Poder Judicial. Mi sugerencia es, a la luz de ejemplos como los citados, la de comenzar a pensar a la justicia de otro modo: no ya a partir de supuestos y principios elitistas, sino -finalmente, y de una vez por todas- a través del ideal de una conversación entre iguales.
Roberto Gargarella es abogado, sociólogo, jurista y especialista en temáticas de Justicia, Democracia, Republicanismo y Derechos Humanos.
22 nov 2019
Es la democracia...! (no el constitucionalismo)
En los últimos dos años, académicos provenientes de las disciplinas más diversas, inundaron las bibliotecas con escritos referidos a un “nuevo fenómeno”, al que resumieron con la idea de la “erosión democrática”. La idea de la “erosión democrática” alude al “desgaste” que nuestros sistemas de gobierno sufren, “desde adentro”, provocando lo que, años atrás, el investigador argentino Guillermo O’Donnell denominara su “muerte lenta.” Esta “muerte lenta” de las democracias contrasta con la trágica práctica que fuera tan común en América Latina, hasta hace pocas décadas atrás: la “muerte súbita”, que era propia de democracias que se terminaban de un día al siguiente, a través de violentos golpes de estado, y que llevaban al abrupto reemplazo de gobiernos elegidos popularmente, por gobiernos militares.
Otro rasgo de esta “muerte lenta” o “erosión” tendría que ver con el vaciamiento del carácter democrático del sistema institucional, paso a paso, y a través de sucesivas medidas que se presentan como legales. Ejemplos: hoy, el Presidente pasa a dominar a uno de los órganos de control encargados de limitarlo (digamos, amplía el número de los miembros de la Corte Suprema, y llena las vacantes con personal “amigo”); mañana, deja de nombrar a uno de los funcionarios que podían llegar a desafiarlo (digamos, deja vacante el cargo de Defensor del Pueblo); pasado mañana, se arroga un derecho que no le correspondía (digamos, accede, gracias a los favores de la Corte renovada, a una nueva reelección); y así hasta vaciar de sentido al completo sistema de “frenos y contrapesos”. Al final del día, y a través de sucesivos pasos (“legales”, todos ellos), el poder se ha concentrado al extremo, y la estructura de los checks and balances ya no existe.
Sólo para dar alguna idea de la producción que se ha dado en el área, mencionaría que Tom Ginsburg y Aziz Huq dedicaron un libro al tema de “cómo salvar las democracias constitucionales”, frente la problema de la “erosión democrática” (un término que propusieron ellos); el conocido profesor Adam Przeworski (asiduo visitante de la Argentina) escribió un libro sobre las democracias que van “retrocediendo” de a poco (democratic backsliding); Steven Levitsky y Daniel Ziblatt publicaron lo que es ya un “best seller” mundial, sobre el problema de la “muerte de las democracias”; el belga David Van Reybrouck habló de la “fatiga democrática”. Los constitucionalistas Cass Sunstein y Mark Tushnet, cada uno por su lado, editaron sendos volúmenes sobre el tema, preguntándose si podía ocurrir en los Estados Unidos el fenómeno de deterioro grave de la democracia, que solía ocurrir “fronteras afuera”.
Como ejemplos salientes de lo mencionado (democracias que son “erosionadas” desde adentro) tenemos a casos como los Donald Trump en los Estados Unidos; Viktor Orban en Hungría; o Recep Erdogan en Turquía. Ahora bien: ¿Hablan estos estudios acerca de problemas que tienen sentido también en América Latina? Por supuesto que sí. Baste pensar en ejemplos como los Jair Bolsonaro en Brasil; o Daniel Ortega en Nicaragua; o, de modo más extremo y aterrador (teniendo el cuento del número de muertos, presos políticos y torturados), el caso de Nicolás Maduro en Venezuela. En tales situaciones -diferentes entre sí- no se advierte la “muerte abrupta” que era clásica de los golpes de estado latinoamericanos, sino la “erosión” que se va produciendo “desde adentro” y lentamente, sobre el sistema democrático.
Según entiendo, hay algo muy importante que estos estudios nos ayudan a observar, en relación con un tipo de problemas que décadas atrás se manifestaban de modos por completo distinto. De allí que, tiempo atrás, la recurrencia de esas “muertes abruptas” de la democracia nos llevara a pensar en formas de “flexibilizar” el sistema institucional, dotándolo de “válvulas de escape.” Hoy, en cambio, el problema del “deterioro lento, y desde adentro,” nos exige pensar en otro tipo de medidas de “remedio”. Por ejemplo, podemos pensar en iniciativas destinadas a “restaurar” el sistema de checks and balances, o a diversificar y fortalecer los controles ante el poder (sobre todo, controles ante el Poder Ejecutivo, quien aparece como el principal generador de “desajustes”). Reconocer esto es dar pasos adelante en una discusión relevante y actual.
Dicho lo anterior, sin embargo, quisiera llamar la atención sobre ciertos problemas de diagnóstico que advierto en enfoques como los citados -problemas que nos refieren a ciertos límites de los estudios citados, y que se traducen finalmente en el no-reconocimiento de la naturaleza y dimensión de los dilemas que hoy enfrentamos. Esencialmente: tales enfoques se proponen pensar sobre la crisis de la democracia, prestando atención, de modo casi exclusivo, a la crisis del constitucionalismo. Por supuesto, resulta crucial tomar en serio los modos en que el poder establecido socava los controles que se erigen en su torno; como lo es criticar el gradual sometimiento de los órganos judiciales; u objetar cada nuevo paso dado por el Ejecutivo, a favor de una nueva reelección. Necesitamos reparar el esquema de “frenos y balances” con urgencia. Sin embargo, los problemas de la democracia son, esencialmente, distintos de los problemas del constitucionalismo.
Que la ciudadanía se sienta alienada de la política; que repudie -aquí o allí- a la clase dirigente; que descrea de la justicia; que festeje el cierre eventual del Congreso, no tiene que ver con cuestiones de nombres y apellidos; fallas ocasionales de un órgano de control; o crisis económicas coyunturales. Otra vez: tiene sentido remover a Trump o a Bolsonaro a través de un impeachment (por supuesto!); es necesario garantizar mayor independencia en los jueces; es urgente mejorar el elenco de nuestros representantes. Sin embargo, por más cambios de personas que se hagan, aquí o allí, la ciudadanía no recuperará su fe en la democracia. Quiero decir, ningún “ajuste” en las “tuercas” del sistema de frenos y controles, servirá para reparar la “maquinaria democrática”, que es la que hoy falla.
Por ello, lo que el diverso pueblo de Chile necesita hoy (y reclama) es recuperar “voz” y autoridad en los procesos de toma de decisión que lo afectan e involucran de modo directo. Lo que la ciudadanía exige, entonces, no una nueva Constitución, cualquiera sea, sino una que sea producto de su voluntad, y que ayude a hacer efectiva a esa voluntad. De modo similar, lo que el diverso pueblo de Bolivia exige hoy es que nadie -ni un Presidente “salvador” ni ninguna dictadura que eventualmente lo reemplace- pretenda imponer su voluntad indiscutida sobre todo el resto. El problema, nuevamente, no se resuelve reeligiendo a Evo, ni removiéndolo, ni reemplazándolo por una junta ocasional: de lo que se trata es de devolver autoridad a la ciudadanía que resulta, de una u otra forma, siempre desplazada. Lo mismo en la Argentina: nuestros problemas y angustias no dependían de algunos importantes ajustes, aquí y allá, en el esquema de frenos y controles; ni se resolverán, en los años que vienen, con un mero cambio en el personal de gobierno. Nada cambiará realmente mientras quienes gobiernan puedan decidir sobre todo lo importante, según su exclusivo criterio (qué hacer en política ambiental; qué con la minería; qué con el aborto; qué con la economía), como si nosotros fuéramos meros espectadores, destinados a mirar, consentir o aplaudir. De todo esto hablamos cuando hablamos de democracia: de recuperar definitivamente nuestra capacidad colectiva de pensar, discutir y decidir acerca del modo en que organizarnos y tomar decisiones sobre nuestro propio destino.
20 nov 2019
Rita Segato sobre Bolivia
Nunca perder la mirada crítica, bajo la maldecida idea de "hacerle el juego al enemigo"
Gracias Rita
https://www.lavaca.org/portada/rita-segato-sobre-bolivia-es-el-momento-oportuno-para-pensar-a-bolivia-criticamente/?fbclid=IwAR0beYolMN34VBDknXufMwDGGsl814RqyOpv3Rt7tFw8g7VkW0rhYZp3OIE
"Evo está aquí prácticamente canonizado, lo cual es insoportable, entre otras cosas, porque nosotras sabemos cómo es el machismo de Evo, algo que aquí cuando lo cuento, lo explico, no me lo creen. Esa idea de que me jubilaré ‘y cuando me retire lo haré con mi charango, con mi coca y con mi quinceañera’, cuando lo digo, la gente me mira con sospecha. Entonces son muy importantes dos acciones por parte de nosotras mujeres. Primero, tratar de trabajar para que esas expresiones y el machismo en los gobernantes no sea más visto como un dato secundario, un problema menor, como son siempre vistos los crímenes contra nosotras. Tanto la justicia como la opinión pública ve la violencia y el maltrato, porque esa frase de Evo y muchas otras que ha dicho son formas de maltrato a nosotras las mujeres, son relativizadas y perdonadas como parte de una costumbre y que no hacen mal a nadie, al final. Y eso es un error muy grande, porque ahí se delata el autoritarismo de un gobernante y la pretensión de estar por encima del bien y del mal. Es un tema central: la agresión verbal, física, psicológica, moral a las mujeres es una agresión política, no una agresión basada en las intenciones de la libido, del deseo, de la punción masculina. Son agresiones políticas que delatan la voluntad de poder, la voluntad opresiva de los líderes que así se manifiestan. Falta mucha lucha para poner en el centro ese tipo de cuestiones."
Gracias Rita
https://www.lavaca.org/portada/rita-segato-sobre-bolivia-es-el-momento-oportuno-para-pensar-a-bolivia-criticamente/?fbclid=IwAR0beYolMN34VBDknXufMwDGGsl814RqyOpv3Rt7tFw8g7VkW0rhYZp3OIE
"Evo está aquí prácticamente canonizado, lo cual es insoportable, entre otras cosas, porque nosotras sabemos cómo es el machismo de Evo, algo que aquí cuando lo cuento, lo explico, no me lo creen. Esa idea de que me jubilaré ‘y cuando me retire lo haré con mi charango, con mi coca y con mi quinceañera’, cuando lo digo, la gente me mira con sospecha. Entonces son muy importantes dos acciones por parte de nosotras mujeres. Primero, tratar de trabajar para que esas expresiones y el machismo en los gobernantes no sea más visto como un dato secundario, un problema menor, como son siempre vistos los crímenes contra nosotras. Tanto la justicia como la opinión pública ve la violencia y el maltrato, porque esa frase de Evo y muchas otras que ha dicho son formas de maltrato a nosotras las mujeres, son relativizadas y perdonadas como parte de una costumbre y que no hacen mal a nadie, al final. Y eso es un error muy grande, porque ahí se delata el autoritarismo de un gobernante y la pretensión de estar por encima del bien y del mal. Es un tema central: la agresión verbal, física, psicológica, moral a las mujeres es una agresión política, no una agresión basada en las intenciones de la libido, del deseo, de la punción masculina. Son agresiones políticas que delatan la voluntad de poder, la voluntad opresiva de los líderes que así se manifiestan. Falta mucha lucha para poner en el centro ese tipo de cuestiones."
18 nov 2019
17 nov 2019
15 nov 2019
Qué buena la presentación!
(del muro de don Nico T.)
Ayer presentamos nuestra última obra colectiva "Constitución Nacional Comentada" coordinada por Roberto Gargarella y Sebastián Guidi en el lnstituto Gioja de la Facultad de Derecho de la UBA.
Acorde a nuestra forma de ver el derecho convocamos a una reunión abierta para charlar horizontalmente sobre democracia, constitucionalismo y derechos.
Fue un intercambio muy interesante, diverso, profundo y con mucho respeto donde nuestras distintas miradas del derecho pudieron dialogar.
Fue una alegría y un honor compartir la actividad con María Angélica Gelli, Mónica Pinto, Raúl Gustavo Ferreyra, Andres Gil Dominguez, Silvina Ramirez, Guido Risso, Marcelo Alegre, Gustavo Maurino, Jorge Saénz, Marcelo López Alfonsin, Juan Saénz, Demian Zayat, Ines Jaureguiberry, Ramiro Álvarez Ugarte, Matías Alejandro Sucunza Rusterholsz, Mariano Fernández Valle, Jonas Elfman, Eduardo Ferreyra, Nahuel Maisley, Sheila Hei, Vladimir Alexei Chorny Elizalde, José Miguel Ipohorski Lenkiewicz, Maximiliano Carrasco, Laura Saldivia Menajovsky, Emiliano Vitaliani, Mara Cerioli, Mariela Romanelli, Agustín Pardini, Rocío Giménez, Antonela Vallejos, Virginia Neyra, Cintia Zamponi, Lilen Reyes y muchas/os otros/as.
La obra tuvo como autores a Roberto Gargarella, Marcelo Alegre, Hernán Gullco, Julián Rotenberg, Federico Apostolidis, Fede Orlando, Sheila Heimenrath, Horacio Etchichury, Leonardo Limanski, Juan Saénz, Andrés Rossetti, Magdalena Álvarez, Delfina Beguerie, Ramiro Álvarez Ugarte, Julio Rivera (h), Vladimir Chorny, Nahuel Masley, Laura Menajovsky, Damián Azrak, Maximiliano Carrasco, Jonás Elfman, Matías Sucunza, María Victoria Ricciardi, María Gracia Andía, Clara Raffo, Daniela Pearce, Martín Aldao, Liliana Ronconi, Laura Clérico, Celia Lerman, José Ipohorsky, Gustavo Maurino, María Luisa Piqué, Ana Clara Piechestein, Gustavo Beade, Fernando Bracaccini, Sergio Giuliano, Silvina Ramírez, Marta Masó, Gabriel Bouzat, José Elías, Sebastián Guidi, Roberto Saba, Carla Maenza, Francisco Quintana, Demian Zayat, Florencia Saulino, Verónica Tarzia, Lucas Grosman, Eduardo Ferreyra, Francisco Verbic, Miguel Ángel Benedetti, Ornela Mazza Gigena, Gustavo Arballo, Víctor Bazán, Juan Nieto, Brenda Dvoskin, Samanta Biscardi, Leonardo Filippini, Tatiana Podliszewski, Inés Jaureguiberry, Guido Risso, Ángeles Ahumada Aguirre, Justina Uriburu, Nicolás Dassen, Sergio Vergara, Melissa Viola, Eugenia Artabe, Leonel Gonzalez, Laura Cirulnik y Nicolás Tauber con la colaboración de Pato Mendez Montenegro, Emiliano Vitaliani.
Por mucha más construcción conjunta de un derecho al servicio de la democracia, la igualdad, la libertad y la fraternidad.
13 nov 2019
11 nov 2019
10 nov 2019
9 nov 2019
Crónicas columbianas 20 (Y es el final!): Latinos de la Secta del Fénix
En un cuento brevísimo, La
secta del Fénix, Borges habla de un grupo al que vincula y diferencia de
los gitanos (a quienes describe como “chalanes, caldereros, herreros y
decidores de la buenaventura”). Dice de aquellos que aparecen reunidos sólo por
un Secreto. Los integrantes de la secta, agrega Borges, no comparten “un libro
sagrado que los congregue como la Escritura a Israel,” carecen de “una memoria
común,” y aparecen “desparramados por la faz de la tierra.” A todos ellos -concluye-
“una sola cosa el Secreto los une y los unirá hasta el fin de sus días.”
Pensaba en ese cuento,
pensando en los Latinos que estamos por aquí arriba, en los Estados Unidos. A diferencia
de los sectarios del Fénix, nosotros sí compartimos el color de piel y algunos
rasgos, y a todos nos reúne, ante todo, el Idioma: el lenguaje compartido
sienta las bases morales de nuestro Secreto.
Al Secreto lo custodiamos
entre todos, reforzándolo cada vez que nos vemos. Y mientras la vida se desliza
suave por el piso de encima, por aquí abajo tramitamos el conflicto en las formas
nuestras. En la zona gris en la que nos encontramos, sin guiñarnos el ojo, sin
tocarnos para alguna seña, sin pasarnos por detrás de la espalda la clave, nos reconocemos: simplemente,
todos nosotros lo sabemos. Me ocurrió ayer otra vez, en alguna tienda. Un patrono
hosco y malhablado, cobrando de más a los cándidos parroquianos, y murmurando injurias
a sus empleados. Me acerco a uno de los nuestros, poseedor del Secreto, nos
miramos, nos decimos cuatro o cinco gracias en el Idioma común, nos reímos discretos,
y de allí me vuelvo, yo con lo mío, él con su parte: nos entendemos. Hace unos
días también, en el lugar de comidas, todos de prisa, retándose el uno al otro,
en sus apuradas, y ahí nos vemos. Nos sonreímos por lo bajo, nos decimos no con
la cabeza (no dábamos crédito a esos excesos), y resolvemos la cuestión por el
costado izquierdo, sin decir otra cuestión que nada. O también, entonces: ella
en la Caja, yo con la mercancía que se torna difícil, y de repente nos vemos, se
enciende la luz, y la mercancía ingresa. Y nadie más ha sabido nada. El Secreto,
en esos casos, no se habla ni entre los propios.
Los que saben el Secreto,
y residen aquí, se han ubicado ya, estratégicamente, en cada posición ordenada,
en cada recoveco. En el último vericueto de este mundo, por cada rincón, aún el
más oculto: “desparramados.” Los poseedores del Secreto podrían considerarse,
en los hechos, los dueños de todo, pero no les interesa pensar en ello, mucho
menos anunciárselo al resto. Son los que manejan las palancas definitivas de la
maquinaria de infierno. Entiéndase bien, si quisieran, si se pusieran de
acuerdo, pudieran frenarla. Pero no lo hacen, pudiendo hacerlo. Sin que lo
admitan, sin que lo hagan explícito, optan por mantener la rueda girando. A la
vez la horadan, a la vez la giran. Ésa es la idea. No es la filosofía de la
revolución, tampoco es la mía, pero una parte del Plan, la más conocida, es ésa.
Preservar y minar. Conservar y socavar. Hasta que un día. Hasta que un día se
revele o rebele el Secreto. La Historia con mayúsculas, en tanto, sigue por allí, como abstraída,
distraída en sus pensamientos, tan ajena a todo. Entonces se dice: “mande
Señor,” “como Usted diga” o -en el lenguaje de ellos- “yes Sir,” “come here
please.” Mientras el protocolo avanza, mientras nos encontramos de perfil, y sin que
nadie lo advierta, nos miramos. Calladamente asentimos, atisbándonos apenas,
sin que se note sonriendo. Hasta que un día.
Crónicas columbianas 18: Ganó MacKinnon!!!??
Ayer hubo un gran debate sobre libertad de expresión en Columbia, con la presencia de F. Schauer, J.Waldron, V. Blassi, C. MacKinnon, y R. Post. MacKinnon volvió a sostener -de modo muy contundente, como hacía mucho no la escuchaba- su posición dura sobre la limitación a la libre expresión, en casos como los relacionados con la pornografía.
Yo estaría de acuerdo con ella en varios puntos básicos:
1) En leer el derecho desde una visión "sustantiva" y no formal o abstracta de la igualdad
2) En reivindicar una lectura de no-subordinación, no-sometimiento y no-jerarquía, también sino especialmente en temas de género
3) En criticar a la jurisprudencia prevaleciente, como reforzadora del status quo y las posiciones de los sectores dominantes
4) Incluso, en considerar a la pornografía como un daño
Sin embargo, agregaría:
5) No todo daño debe ameritar restricciones en materia de derechos; y además,
6) Daños como los que ella describe, merecen ser atacados a través de sus causas, en lugar de querer reparar la desigualdad, la subordinación o el sometimiento, restringiendo la expresión. Porque, si vamos a utilizar esa herramienta, deberíamos limitar ante todo a las telenovelas románticas (que reproducen como nada la desigualdad de género), y los filmes de violencia.
Sin embargo, ella termina de hablar, y
Blassi no le sugiere nada
Schauer le hace una pregunta a partir de cualquier otro tema
Waldron reconoce que la pornografía es un daño, y
MacKinnon celebra la victoria, diciendo que por fin, luego de décadas, todos admiten el daño de la pornografía, y lo liberador que era ello
Como no hubo espacio para preguntas, a la salida lo busqué a Waldron si pensaba que entonces debían suprimirse o limitarse las telenovelas, etc....y para mi perplejidad dijo que sí, que había que indagar una a una, abiertos a ello. Increíble!!
(perdón la foto movida, pero es la única que salió!)
8 nov 2019
Crónicas columbianas 17 (se acaba!): En Yale, contra la teoría de la "erosión democrática"
Presenté algunos
argumentos contra el modo en que parte de la teoría está mirando el problema de
la “erosión democrática”. Por “erosión democrática” se entiende al hecho, que
se asume distintivo de nuestro tiempo, de democracias que van perdiendo sentido
y contenido, socavadas desde adentro. Cuando antes se entendía que las
democracias (típicamente, en América Latina) “morían de un golpe” (en su forma
más grave, a través de golpes de estado) ahora ellas van siendo desmanteladas
desde adentro, pieza a pieza, y siempre a través de pasos “legales.” Mientras,
la ciudadanía se muestra relativamente apática, y no controla, sino que muchas
veces avala, esos excesos.
Aunque comparto la
preocupación de fondo (central en el libro que he venido a escribir), critico
por varias razones el modo en que la teoría jurídica y política está pensando
el problema. Pienso en varias razones, de distinto nivel de importancia, y a
continuación enumero algunas de ellas.
·
1) El tema más importante: la teoría está
confundiendo los temas de constitucionalismo (problemas en los “checks and
balances”, falta de control judicial, etc.), con los temas de la democracia
(“fatiga democrática”, alienación jurídica, sentir compartido de “extrañamiento”
con los representantes). Solucionando, en el mejor caso, los problemas en los
frenos y balances, mantenemos intactos los problemas más importantes del
momento, que son problemas democráticos.
·
2) Sobre la cuestión democrática y el
problema del “hastío”. Es crucial dejar de ver la cuestión como hoy se lo hace,
esto es, vinculando a la cuestión con a) una mala coyuntura; b) desajustes en
las instituciones; c) desajustes debidos a malos gobernantes; y d) ciudadanos
apáticos. Se trata de problemas estructurales, que trascienden la coyuntura y
las personas, y que tampoco se resuelven (por tanto) ajustando tuercas aquí o
allá (sobre el tema de la apatía vuelvo en seguida). En lo que hace
a los problemas estructurales: tenemos un sistema institucional fundado
en una visión elitista de la democracia, y pensado para una sociología
política que ya no existe (sociedades pequeñas, divididas en pocos grupos,
internamente homogéneos, y miembros auto-interesados, lo que daba la ilusión de
que con unos pocos representantes, de aquí y de allá, todos quedábamos
representados).
3) El tema no es sólo que se pensó al sistema para una sociedad
que ya no está sino, sobre todo, que hoy vivimos un momento de “empoderamiento
democrático”, que lleva a que nos asumamos (con razón) dueños de los problemas
que nos afectan, y con derecho a ser consultados o a decidir sobre ellos. Esto
es lo que genera lo que vengo llamando el problema de la disonancia
democrática: instituciones que -como un traje estrecho- ya no encajan en las
sociedades multiculturales, y democráticamente empoderadas de hoy. El
resultado: plena disconformidad, y una sociedad que desborda a sus instituciones,
por todas partes.
·
4) Otro error importante, se advierte en el modo
en el que se piensa a la “apatía ciudadana”. Primero, porque no hay que dar
como un dato algo que está lejos de serlo (baste mirar los levantamientos ciudadanos
en Chile, Ecuador, Bolivia, España…). Segundo, la apatía, en todo caso, debe
verse como un producto endógeno del sistema institucional, y no como un
fenómeno exógeno, externo al mismo. Otra vez: no ver esto lleva a que no
pensemos en las reformas institucionales que necesitamos, mientras “levantamos
el dedo acusador” contra la ciudadanía. Tercero: no hay por qué partir, como lo
hace la teoría dominante, de una “teoría minimalista de la democracia.” Aquí,
me interesa defender una aproximación a la democracia como “conversación
entre iguales”.
·
5) Un tema menor: desde Guillermo O’Donnell y
la “muerte lenta de la democracia” (más de 20 años atrás), estamos hablando del
tema: el tema no es nuevo, y no empezó ni con Trump ni en Estados Unidos.
·
6) Otro tema menor: desde que Alberdi propuso
combinar híper-presidencialismo (estado de sitio, intervención federal, etc.) y
“checks and balances”, convivimos en América Latina con la “erosión democrática”.
A veces de “muerte lenta,” a veces de “muerte rápida.”
Conclusión: el problema está ahí, pero el diagnóstico se está errando. De este modo, podremos mejorar algunos, pero sin tocar un centímetro de la cuestión de fondo. El problema democrático de nuestro tiempo
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