8 may 2008

Sebastián vs. El Criador (round...?)


Personalizo el debate sólo en broma. Creo que la discusión trasciende a los contendientes (el gran SL, el gran Criador), y vale la pena hacerla visible. Para quien le interese, va un texto de SL

Contra el Criador de Gorilas.

La tesis que sostiene que no hay procedimientos racionales para determinar la validez de los juicios morales –el escepticismo ético- es una posición respetable, pero claramente controvertible. Esta posición ha sido defendida por el Criador de Gorilas, uno de los bloggers que más frecuento. El Criador se burla en algunos de sus blogs de quienes defienden la teoría deliberativa porque, según sus propias palabras, “sólo la autoridad hace las leyes”, porque los conflictos entre principios morales son irresolubles y porque la teoría deliberativa “ignora el poder y los intereses”. A partir de estas premisas, el Criador sostiene que la democracia liberal “es el mejor marco mínimo para que los valores (y los modos de vida asociados) coexistan”. Y remata: “no pido más que eso, ni que unos convenzan a otros”.

Después de desacreditar el uso de la argumentación racional en las instituciones, y cualquier intento por promover que las partes de un conflicto justifiquen sus posiciones, el Criador arremete contra lo que considera que es una verdadera insensatez: pensar que el parlamentarismo va a promover la deliberación sobre cuestiones públicas más que el presidencialismo. Según el Criador, ésta es una tesis que no tiene fundamentos empíricos sólidos. Es más –dice- las evidencias apuntan a lo contrario. Dado que el presidencialismo es más propenso a generar situaciones de “gobierno dividido”, parece más propenso a generar deliberación, simplemente porque hay dos actores de veto institucionales en vez de uno solo”, mientras que un parlamentarismo (all else being equal) “tiende más a la mayoría indivisa que el presidencialismo. Dos mayorías distintas me parece el mayor incentivo para la deliberación, y me resulta claro que el presidencialismo favorece eso”.

Leyendo sus ácidas críticas, uno puede detectar dos argumentos. El primero es filosófico, el segundo es descriptivo. Me gustaría contestar a ambos argumentos, porque los considero inválidos. Al primero lo considero insostenible desde un punto de vista filosófico, al segundo –a la tesis que vincula en términos relativos el presidencialismo con la deliberación- lo considero falso. Pero me interesa sobretodo atacar el primero. Primero, porque sostener el escepticismo –tal como lo sostiene el Criador- de una manera coherente, le llevaría desacreditar los mismos fundamentos que sostienen la democracia como régimen (sea parlamentarista, presidencialista, o semi-presidencialista). Y segundo, porque no podemos formular una hipótesis empírica sin antes definir los conceptos que utilizamos. Y si resulta que esos conceptos están fundados en una teoría de la deliberación, luego no podemos olvidar que ésta es crucial para pasar a la fase de medición y contrastación. Porque si definimos deliberación con arreglo a una teoría deliberativa “ingenua” (como la que es objeto de los ataques –también ingenuos- del Criador), entonces de poco sirve que los datos digan que el presidencialismo favorece la deliberación. Y es que podríamos responderle: tus mediciones están basadas en una teoría ingenua de la deliberación, luego, estas contrastando otra cosa. Pero es que, además, quienes defendemos la teoría deliberativa no somos –como él ingenuamente cree- denostadores de la ciencia política. Todo lo contrario: estamos dispuestos a aceptar los hallazgos provisorios de la ciencia política y modificar nuestras teorías.

Comienzo brevemente por su defensa del escepticismo. Aunque el escepticismo pueda tener algún atractivo cuando se lo pone en relación con el dogmatismo y el fanatismo (aquí las alusiones a nuestra lealtad acrítica a las “sacrosantas” ideas de alguien las tomamos como una broma, no problem), lo cierto es que el escepticismo ético conduce a dilemas prácticos insolubles. Uno de esos ejemplos prácticos lo podemos encontrar en la justificación de la democracia. El Criador acepta la democracia (faltaba más!), pero (si quiere ser coherente con su escepticismo) resulta no cree que pueda demostrarse racionalmente que ella es el mejor régimen político. Porque ¿cómo podría justificar la democracia si no cree en la posibilidad de llegar a un acuerdo razonable, si no cree en la prevalencia racional de ningún principio? El Criador podría contestar, con inteligencia, que como no hay posiciones más razonables que otras, o argumentos mejores que otros, sólo cabe tomar a las preferencias como nos vienen dadas. Al no ser ninguna preferencia mejor que otra desde el punto de vista moral, todas las preferencias deben contar por igual, y debe satisfacerse la mayor cantidad de preferencias. Y entonces –diría el Criador- ya estamos en la democracia y en la regla de la mayoría. Pero el problema es que una posición como ésta, además de no ser escéptica (porque ya afirma el principio de que todas las preferencias deben contar por igual), conduce a otros dilemas. Por ejemplo: ¿qué pasa si algunas personas prefieren, en vez de la regla de la mayoría, delegar la toma de decisiones en un dictador? Si queremos ser coherentes con nuestras premisas, estas preferencias autoritarias deberían contar por igual en el cálculo de votos. Y entonces la defensa de la democracia del Criador basada en el escepticismo se autodestruye, o es contingente e inestable: sólo depende de la circunstancia de que una democracia sea defendida por una mayoría de ciudadanos. Por eso me atrevo a decir que el Criador no es un demócrata convencido. La coherencia le obligaría a aceptar que los golpes de estados están justificados cuando una mayoría así lo consiente.

Frente a este escepticismo, quienes defendemos la teoría deliberativa sostenemos que es posible el acuerdo razonable sobre algunas cuestiones públicas. No decimos que la argumentación racional y la deliberación sean infalibles, ni decimos que puedan resolverse todos los conflictos entre principios. Reconocemos que existen dilemas morales que no tienen una respuesta razonable, que hay situaciones en las que sólo cabe un juicio salomónico. Tanto como encontramos paradojas insolubles en el mundo de las matemáticas, en el mundo de la moral también encontramos conflictos trágicos. Pero una cosa es afirmar que existen conflictos trágicos y otra muy distinta es sostener que porque existen conflictos trágicos luego nada es amigable a la razón. Porque esto es cometer una falacia ecológica. Y peor todavía: una cosa es decir que algunos casos no son amigables a la razón, y otra cosa es inferir de ello la posición normativa de que la deliberación no debe promoverse en las instituciones. Un razonamiento semejante olvida o ignora la máxima kantiana/weberiana que dice que de una proposición descriptiva no puede derivarse una proposición normativa.

El Criador y sus comentadores atacan una teoría ingenua de la deliberación. Esta teoría ingenua diría así: todas las cuestiones públicas pueden ser resueltas a través del diálogo entre personas altruistas, luego, debemos promover el diálogo y el consenso entre las partes de un conflicto. Luego, debemos convertir a los partidos en “grupos de estudio y reflexión política”, debemos prohibir la expresión de intereses egoístas y debemos promover las virtudes de la participación y la deliberación entre los ciudadanos. El ideal de esta teoría ingenua sería el de materializar en todos los dominios de la vida social una “ideal speech situation”, una situación en la que todos participan en igualdad de condiciones, dispuestos a argumentar, a ponerse en el punto de vista de los demás, a aportar información empírica, a dejar fuera del diálogo cualquier sentimiento, etcétera.

Quienes defendemos la deliberación estamos de acuerdo con que esta caracterización de la teoría deliberativa resulta ingenua. Más aún, tanto nos parece ingenua que hasta nos resulta una ingenuidad criticar esta teoría. Como sostuvo Gargarella en uno de sus posts, una teoría deliberativa plausible de la democracia toma a la “ideal speech situation” sólo como un ideal regulativo. Este ideal no siempre funciona como sus críticos piensan que funciona. Se equivocan, por ejemplo, al pensar que el ideal obliga a transformar a los partidos en “grupos de estudio y reflexión”, o cuando sostienen que el ideal obliga a “alcanzar el consenso”, o cuando sugieren que el ideal promueve la abolición de los grupos de intereses o stakeholders. Una interpretación plausible del ideal, en cambio, sostiene que las desviaciones reales del ideal tienen consecuencias normativas diversas, en función de las circunstancias. Por ejemplo, ningún teórico sostiene que las posiciones autointeresadas deben ser desechadas de los discursos. Como bien sostuvo la Estudiante Crónica en uno de sus posts, la exposición de preferencias autointeresadas sirve para esclarecer el conflicto, para iluminar las posibles alternativas de solución y en ocasiones para develar discursos opresores que se aceptan acríticamente. John Rawls, por ejemplo, sostiene que los que participan en una discusión pública sólo tienen el derecho de presentar, en el debido momento, razones que cualquiera podría ser capaz de aceptar en unas condiciones ideales. Esto significa que no quedan excluidos los intereses, ni siquiera las declaraciones de fe, ni el recurso a la autoridad. Sólo significa que cualquier preferencia que se presente en el discurso público debe hacer un esfuerzo por justificar, esto es, por tener el respaldo de una razón intersubjetiva. Por demás, resulta bastante curioso que el Criador diga que la teoría deliberativa pretende convertir a los partidos políticos en grupos de reflexión y estudio. Por que si en el procedimiento democrático sólo se expresaran preferencias autointeresadas (como él defiende), el debate que se da en los parlamentos sería una mera contraposición de intereses, y no de principios, ideologías y concepciones sociales que pretenden justificar esos intereses. De más está decir que, si esto fuera así, ni siquiera habría partidos políticos, que son los que respaldan con principios los intereses en competencia. Llamaríamos a debatir a los stakeholders y punto. De manera que ni siquiera su afirmación de que los parlamentos son exclusivamente “arenas de competencia” resulta empíricamente válida.

Dije que el ideal deliberativo es un ideal regulativo que tiene diversas implicaciones normativas según las circunstancias. David Estlund sostiene, por ejemplo, que la comunicación que se da en esfera pública informal (la que se da en las asociaciones de interés, medios de comunicación, protestas sociales) se desvía notablemente de la “ideal speech situation”, fundamentalmente porque las partes no están en condiciones de igualdad. Y dado que las partes no están en condiciones de igualdad, entonces el deber de civilidad en la comunicación –dice Estlund- no debería ser tan fuerte. Ello le lleva a justificar algunos actos ilocucionarios (actos con contenidos expresivos) que pueden ser considerados ilícitos por las normas vigentes. Pero esa justificación, según Estlund, es selectiva: procede sólo y en tanto que estos actos sean cometidos por personas que están siendo sistemáticamente excluidas del sistema de cooperación social. Más allá de que estemos de acuerdo con este pensamiento, el argumento de Estlund es interesante para este debate porque muestra que el ideal deliberativo, interpretado como ideal regulativo, tiene implicaciones contrarias a las que los críticos (ingenuos) creen que tiene. En vez de pretender transformar a la sociedad en una asociación de académicos movidos por la verdad, lo que hace es justificar manifestaciones de protesta social que se consideran ilícitas por las normas vigentes. Las acusaciones de que la teoría deliberativa no concede ningún espacio al conflicto están, desde esta visión, bastante mal dirigidas.

Podría decir algo parecido con la regulación de los medios de comunicación y con la financiación de la política, pero no quiero extenderme demasiado. Por eso voy a pasar directamente al segundo de los argumentos, que fue el que dio motivo a todo este debate. El Criador critica la tesis que dice que el parlamentarismo promueve más la deliberación pública que el presidencialismo. El Criador concede que los puntos de veto (efectivos) pueden ser un incentivo para la deliberación. Esta concesión, dicho sea de paso, es hipócrita, dado que él no considera que pueda haber ningún acuerdo razonable, ni que la argumentación pueda tener algún valor epistémico. Pero al Criador le interesa, aún así, demostrar que ni siquiera concediendo importancia a la deliberación podemos afirmar que el parlamentarismo promueve ésta. El problema es que su posición parte de una teoría ingenua de la deliberación. El asume que a la teoría deliberativa sólo le importa juntar a las partes a deliberar, movidas por un insaciable deseo compartido de encontrar la verdad. Y se olvida que la teoría sólo sienta un ideal regulativo. A la teoría deliberativa no le interesa únicamente la existencia de puntos de veto efectivos en el sistema, aunque los considera importantes. Le interesa también que los partidos sean programáticos, que estén institucionalizados, que los ciudadanos puedan castigar los desvíos de las promesas electorales, le interesa que las campañas estén definidas en “issues”, que exista publicidad en el trámite de aprobación de una ley. El Criador dice: un presidencialismo es más propenso al gobierno dividido, luego, la existencia de puntos de veto hace más probable la consulta entre partidos. Pero yo pregunto: other things being equal, y en términos relativos (parlamentarismo vs. presidencialismo), ¿qué régimen propende más a la formación de un sistema de partidos institucionalizados, definidos en términos programáticos, y a la gestación de campañas electorales definidas en “issues”? ¿Qué régimen propende más a la publicidad en el debate previo a la formación de las leyes: un presidencialismo que no obliga al Presidente a concurrir a justificar su propuesta ante la oposición, o un parlamentarismo que tiene el primer ministro en el Parlamento? ¿Qué régimen propende más a consultar a los legisladores: un Presidente que “puede” no consultar a sus legisladores, o un primer ministro que “no puede” dejar de consultar a sus legisladores (aunque en la realidad no exista más que disciplina partidaria e incentivos selectivos)? En todo caso, estas son dudas que tengo, y agradezco al Criador el haberme incitado a reflexionar sobre algunas ideas que –reconozco- suscribía de una manera acrítica. Y desde ya, agradezco que su blog sea el espacio tan interesante de debate que es.

18 comentarios:

Ramiro dijo...

Muy bueno, muy bueno. ¿Dónde dice Estlund eso? Me interesa.

rg dijo...

yo tengo un texto que es democracy and the real speech situation, de estlund, que va por ahi. una version modificada salio en un libro que armamos con unos amigos, deliberative democracy and its discontents

Alejandro Haimovich dijo...

bien ahi por sl, el argumento de autoridad tributa hobbesianamente pero hobbes no era un esceptico en materia moral, kelsen por otra parte no decansaba en el principio de autoridad y por cierto se hubiera escandalizado de pretenderse cruzar el abismo logico entre el ser el deber ser. Una de las cuestiones mas interesantes de todo el debate me parece el tema de la realpolitik, digo la realpolitik pareciera ser una especie de espada de damocles que pende sobre cualquier propuesta estigmatizada como ingenua o utópica, esto es la realpolitik siempre aparece como una categoría conservadora que obtura cualquier inciativa de transformacion y eso hay que reconocerlo, no es para nada ingenuo, se sigue.

rg dijo...

bueno, el criador desdijo una y mil veces hablar desde ahi. ahora bien, habria que ver si esas desmentidas se condicen con los hechos. yo quiero creerle

sl dijo...

Fe de erratas: donde dice "John Rawls, por ejemplo, sostiene que los que participan en una discusión pública sólo tienen el derecho de presentar" debe decir el "deber de presentar". Donde dice "llamaríamos a los stakeholders a deliberar" debería decir "llamariamos a los stakeholders a votar".
Saludos, SL

estudiante crónica dijo...

Sebastian, no voy a discutir sobre el debate filosofico. We can agree to disagree sobre eso.

Pero sobre la parte que vos llamas "descriptiva":
1) tu ceteris paribus es complicado "other things being equal" es bastante dificil, porque las instituciones no aparecen de la nada en un estado, La decisiones que llevan a adoptar un sistema politico (parlamentarismo, presidencialismo, semipresidencialismo) estan relacionadas con todas esas cosas que, justamente, no son iguales.
2) "qué régimen propende más a la formación de un sistema de partidos institucionalizados, definidos en términos programáticos, y a la gestación de campañas electorales definidas en “issues"?". Primero de todo, tendriamos que definir de que parlamentarismo hablamos (Westminster vs. consocional) El regimen parlamentario no siempre propende a la formacion de un sistema de partidos institucionalizados (exhibit a: 3ra republica francesa. Exhibit B: Italia. Otro riesgo del parlamentarismo es el pluralismo polarizado (exhibit A: Alemania pre 1933). Ahora, el sistema Westminster esta mas relacionado con partidos institucionalizados, pero el sistema Westminster es menos proclive al debate publico. Un buen ejemplo es la decision de Tony Blair de ir a la guerra con Iraq y el poco debate que hubo en el parlamento al respecto. Hubo algunos -pocos- legisladores que dejaron Labour. No parece la solucion ideal)
Ademas, hay confounding variables. Los partidos en general discuten menos issues y hacen campnahas mas personalizadas -en regimenes parlamentarios Y presidencialistas- por lo que no podriamos atribuir la variable dependiente "discusion de issues" a la variable independiente "sistema de gobierno".

sl dijo...

Ok Estudiante crónica, reconozco que hay que tener cuidado con el "other things being equal". Pero también hay que tener cuidado con bajar de nivel y dar un ejemplo singular (ej: discusión de la guerra de irak) para refutar una tesis general (que habla de una tendencia).

Pongamos que PARL es parlamentarismo y PRES es presidencialismo, MAY sistema mayoritario, PROP sistema electoral proporcional, DES+ desarrollo ecónomico alto, y DES- desarrollo económico bajo. Mi comparación (ingenua) diría así: en un país PRES + PROP + DES- causan X (negativo), y en otro país PARL + PROP + DES+ causan y (algo positivo), entonces el problema es D.

Si te entiendo bien, vos me querés decir que podría darse también lo siguiente:

PARL + PROP + DES- causan X

o

PARL + MAY + DES(+) causan X

o

PRES + MAY + DES(+) causan Y

Ya se que hay mas variables,pero estoy simplificando. El problema de esta aproximación es que nos deja sin escapatoria. Anula cualquier posibilidad de reforma, porque estamos destinados a

PARL + MAY + DES(-)
PARL + PROP + DES(-)
PRES + MAY + DES(-)

Lo que yo humildemente digo es que entre PARL + PROP + DES(-) y PRES + PROP + DES(-), la primera es, en términos relativos, una mejor opción, aunque el resultado no sea bueno de todos modos.
Pero en fin, entiendo que la cosa es mucho mas compleja y hay que analizar la cuestión electoral, los sistemas de selección de candidatos, la organización interna de los partidos, y otras variables más. Pero en todas estas variables habría cosas por cambiar, y esto para mí es un desafío, en vez de un obstáculo a la reforma.

gA dijo...

Yo creo que la idea de que el parlamentarismo mejora per se termina dependiendo de tantas variables que no se sostiene, salvo como wishful thinking.

sl dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
sl dijo...

Borre el anterior comentario para agregar una aclaracion. En la contestación a Estudiante, decía que mi comparación ingenua llegaba a la conclusión de que el problema era "D". Bueno, debía decir el problema es PRES.
Gustavo, si, puede que tengas razón. Al final, uno termina diciendo "hay tantas variables intervinientes que no podemos controlar!", mejor nos dedicamos a otra cosa y dejamos todo como esta.

sl dijo...

Igual, estudiante, no quiero polemizar sobre este tema. Reconozco que la cuestión del parlamentarismo y el presidencialismo requiere de un estudio más detenido. Con esto, te concedo muchas de las críticas o cautelas que vos y el Criador exponían. Igual el debate empírico sigue pendiente, prometo leer más sobre este tema y tener una visión más informada. Saludos

rg dijo...

hoy, creo, la politica pasa por aca
http://www.youtube.com/watch?v=pPRbBVykn5A

sl dijo...

Muy bueno, lo había visto, me lo paso un amigo. Fijate este:
http://es.youtube.com/watch?v=vZ9myHhpS9s

rg dijo...

bueno, bueno como siempre lo que viene de ellos

sl dijo...

si, unos fenomenos. Yo los descubrí tarde, gracias a internet. Ahora me doy cuenta que el humor absurdo de muchos humoristas argentinos viene de ahí, aunque claro, con el toque nacional nuestro.

Lucas A dijo...

Académicamente tenemos una obligación de argumentar (con razones o datos, pruebas, cuali/cuanti, whatever) las posiciones, como los funcionarios públicos/judiciales tienen que argumentar sus decisiones.

A pesar de ello, tanto en la academia como en la justicia, se ven "académicos" y jueces que viven en el wishful thinking, que evaden las pruebas (teóricas o empíricas) y la racionalidad.

Por lo que mi punto será el siguiente: Tanto la inconveniencia del parlamentarismo y sus factores determinantes y condicionantes deben ser evaluados (con pruebas datos y demás) como debe ser racionalmente fundamentado y razonablemente (con arreglo a los valores democráticos) calificada su posible performance.

Ahora, lo mismo con el presidencialismo. Mi pregunta es: podemos fundamentar el presidencialismo como institución, con datos, con arreglos a lo racional (medios y fines) pero también desde una concepción de la democracia (con arreglos a valores, igualdad, libertad, etc). Ese es el desafío.

Por eso, como dice GA, puede ser Wishful Thinking pensar en el parlamentarismo, pero es también irracional -sobre una forma de legitimidad histórica/tradicional y carismática en el caso de argentina- aceptar el presidencialismo, asi de fácil, descartando su opción clásica (una opción el parlamentarismo teórico)
(nada decimos de los gobiernos de alemania o japón, que son constrained-parlamentarism, personalemten los tengo poco estudiados, pero estudiarlos -a veces- me parece insuficiente, necesitaría VIVIRLOS).

Por eso, repito algo importante sobre los datos, no sé si los datos resuelven disputas morales, porque creo que las mismas investigaciones pueden estar en disputas. Las perspectivas críticas de epistemologías no confían tanto en los métodos cuanti y cuali ni en las tringulaciones metodológicas, porque los métodos de investigación empírica se pueden convertir en wishful thinking, pura irracionalidad.

Diría que los puros cuantitativistas hacen eso. Lo traforman en dogmas. Igual que los cualitativistas puros. Se puede promover y ser investigador practicante de investigación empíricas (conglobando miles de mundos diferentes), pero no es racional aceptar los resultados empíricos acríticamente como muchos hacen sobre todo en las investigaciones empíricas, siempre limitadas, siempre una muestra acotada de un universo muy complejo e inabarcable. Eso no debe impedirnos actuar, investigar empiria o lógica-matemática, pero siempre debemos evitar la soberbia del investigador, porque eso SÍ es wishful thinking.

Sigamos,
Lucas.

Sebaskur dijo...

Quisiera sumarme humilde y respetuosamente a las críticas de Sebastián hacia El Criador en relación a la primer parte de su texto. .

La DD no parte de un individuo absolutamente racional, desinteresado, altruísta y serio como perro en bote. Una primera afinación la da la idea del desacuerdo irrazonable.

1.1.- El conflicto toma toda otra dimensión que la simple divergencia de intereses, pone en presencia valores fumdamentales como las creencias religiosas que no pueden ser objeto de negociación. Todo lo que se puede hacer para evitar este conflicto es recurrir a la tolerancia. Con Rawls el ciudadano "deliberativista" está basado en la tolerancia y en la imparcialidad. Los valores sociales de tales ciudadanos son sus valores razonables. El conflicto argumentativo fuera de lo razonable no debe entrar en la agenda de la deliberación y son eliminados desde el comienzo. (Rawls, 1995, ch. II.)

1.2.- Gutmann y Thompson responden a este problema sugiriendo el principio deliberativo de reciprocidad. Frente a un desacuerdo moral fundamental los ciudadanos movidos por el ideal de reciprocidad abandonan sus intereses personales y, en la medida de lo posible, sus argumentos morales incompatibles con la positición moral opuesta. Sin necesariamente resolver el conflicto, ellos llegan a un nivel de respeto mutuo. « Moral argument can arouse moral fanatics, but it also combats their claims on their own terms» (18. Gutmann, Thompson, 1996, ch. 2)

La DD tampoco toma toda deliberación como transparente ni toda expresión de preferencias como autónoma.

2.1 La hipocrecía reguladora como ejemplo de censura de grupo.
1.- Por censura de grupo se entiende los diversos modos de presión social contra las toma de posiciones abiertamente egoístas. La deliberación se fía, por ejemplo, de la "fuerza civilizadora de la hipocresía" para convertir los argumentos abiertamente agoístas. Postulando la existencia de una norma social contra la expresión de preferencias egoístas en público este mecanismo estipula un individuo eogísta forzado a expresarse de una manera (falsamente) imparcial que vendrá a adoptar este mecanismo de corrección de disonancias. (Elster, 1994, p. 190.)

2.2.- À portes fermées.
A fin de cuentas -y salvo casos groseros- es imposible distiguir entre una preferencia auténticamente autónoma y un simple efecto de conformismo. El "poder de la razón" no garantiza nada. Más aún, la deliberación a gran escala tiene tendencia a exacerbar mecanismos coercitivos contra la formación autónoma de preferencias. (Elster, 1998, p. 107-9.) Es en este "efecto muchedumbre" donde los líderes oportunistas pueden servirse de los efectos de la muchedumbre por la demagogia o la retórica: A fin de corregir estas tendencias es preferible para los representantes reunirse a puertas cerradas. Esta violación al principio de publicidad puede ser justificada de manera deliberativa cuando los ciudadanos deciden libremente (por voto o concenso) que sería mejor a nombre de la colectividad que los representantes no sean tentados de caer en la demagogia. ( Luban, 1996, p. 189-92 ; Gutmann, Thompson, 2000, p. 176-77.)

2.3.- La imparcialidad constituye la forma más común de motivación orientada hacia lo colectivo. Todas las variantes de la DD la exigen. Para Elster la imparcialidad se encuentra necesariamente en toda concepción seria de la justicia. El problema, es que una infinidad de veriantes de justicia repetan este criterio y algunas corresponden más al interés privado del agente que otras. (Elster, 1999, p. 339). Esto no significa que el agente elige intencionalmente el concepto de justicia que más le conviene (aunque la posibilidad no está excluída) sino que es claro que la transmutación del interés en razón se efectúa cuando los dos exiben los puntos comunes. Con el tiempo una contracción a la coherencia se impone. El agente tendrá tendencia a conservar los mismos criterios de justicia en diferentes contextos. No podemos a la vez creer sinceramente en un principio cualquiera de justicia y modificarlo o abandonarlo según nuestros intereses (privados o no). Según Elster esto iría en detrimento del autoestima del individuo. (Elster, 1999, p. 343-49. No se trata aquí de la fuerza civilizadora de la hipocrecía porque las creencias no son hipócritas).

2.4.- La falsa representación de preferencias está igualmente ligada a las normas sociales. Ella emana de una presión social a comportarse correctamente en el ágora. La norma conduce al individuo a "parecer" motivado por consideraciones de justicia y no a estar sinceramente motivado. Puede manifestarse en función de dos razones principales, el conformismo y la persuasion. Esta primera razón se aplica en vistas de evitar la desaprobación. El simple hecho de calificar una asamble de "deliberativa" ejerce una influencia notable y considerable sobre el género de proposiciones que allí se pueden emitir. (Elster, 1998, p. 100.) La persuación parece más al conformismo, pero mientras que el último toma la forma negativa de una censura la persuación se sirve de la razón como ventaja de negociación. Un caso interesante consiste en las amenazas como forma de advertencia. Amenazar constituye una utilización de una posición de poder, lo que va contra la exigencia de la "fuerza del mejor argumento" habermasiano. Transformando intencionalmente una amenaza en una advertencia ella debiene un argumento razonable que puede ser debatido. (Elster, 1998, p. 100-4 ; Schelling, 1960). Por ejemplo, en lugar de que el patrón amenace a sus empleados "si ustedes no dejan sus reivindicaciones, yo voy a despedir a algunos de ustedes" nosotros podemos encontrar la advertencia "si ustedes no abandonan sus reivindicaciones, el mercado me forzará a despedir a algunos de ustedes".

Y sólo son algunos ejemplos (solo unos pocos) de cómo la DD contiene y nunca dice no escuchar ni desatender las críticas del Criador.

sebaskur(!) dijo...

Perdón por los errores de tipeo
Saludos