https://www.lanacion.com.ar/opinion/coronavirus-los-problemas-del-estado-emergencia-america-nid2348990
Hace algunos
años, y discutiendo sobre los poderes de emergencia otorgados en favor del
Ejecutivo, el profesor Stephen Holmes contó la trágica historia que había atravesado
su hija. Luego de sufrir un accidente gravísimo (ella cayó de espaldas desde la
ventana de un segundo piso), un equipo médico se acercó prontamente a
asistirla. Mientras, agrupadas en torno al equipo sanitario, las personas
gritaban desesperadas por acciones urgentes (“más rápido, más rápido!!”), las
médicas y enfermeras a cargo del procedimiento optaban por desarrollar, con
sumo cuidado, los protocolos pre-establecidos para estos casos. Conscientes de
la urgencia, el personal médico -decía Holmes- “trataba de minimizar los
riesgos de cometer errores fatales pero evitables, como los que se suelen
cometerse bajo situaciones de presión sicológica extrema.” En otros términos:
la emergencia requiere, más que de medidas improvisadas y rápidas, de reglas y
procedimientos fijados de antemano, ejecutadas por profesionales. Me adelanto
entonces a la conclusión de este texto: podemos aprobar muchas de las
decisiones tomadas por el gobierno en este tiempo, en cuanto a restricciones de
derechos y cuarentenas, pero sin dejar de recordar nunca una historia regada de
enseñanzas, sobre los riesgos propios de i) centralizar el poder al extremo, en
un contexto de desigualdad; ii) limitar derechos constitucionales en nombre de
alguna emergencia; y iii) dejar el espacio público en manos de las fuerzas de
seguridad. Para analizar tales temas, me referiré en lo que sigue a tres
perplejidades que generan las medidas adoptadas hasta el momento
Emergencia
de salud y restricción de derechos. La primera
perplejidad que quiero mencionar refiere a las numerosas voces que, desde las
ciencias médicas y afines, especialmente, reivindican las drásticas restricciones
de derechos que se deciden, en nombre de la “emergencia de salud.” La
“emergencia de salud” es, tal vez, la excusa más perfecta para justificar restricciones
drásticas de derechos (en nuestro país se habló muchas veces de “cirugías
extremas” y “amputaciones necesarias” frente a amenazas tales como el “cáncer
de la subversión”). Sin embargo, como el ejemplo presentado arriba nos sugiere,
tenemos razones para pensar sobre la cuestión con mayor cuidado. Primero, resistir
la idea de que la emergencia exige (“naturalmente”) la concentración de
poderes; y segundo, analizar con extrema prudencia cualquier llamado a
intercambiar “protecciones de salud” por “derechos básicos”. Como señalara John
Rawls, las libertades básicas (que incluyen derechos políticos, de reunión,
petición o queja) gozan de una “prioridad lexicográfica” frente a los
restantes: en principio, no deben limitarse nunca, en nombre de necesidades
sociales, económicas o de otro tipo. La razón no es oscura: se trata de
derechos no “intercambiables” por constituir el “sostén” de todos los demás
derechos. Si ellos se ponen en riesgo, toda la estructura de derechos entra en
crisis. A pesar de lo dicho, América Latina aparece recorrida por decisiones
diarias, que dejan a la luz problemas como el señalado. Así, en Perú acaba de
entrar en vigencia una norma que exime de responsabilidad penal al personal
policial que, en ejercicio de sus funciones, cause lesiones o muerte; o en
Bolivia, el gobierno de facto tomó la “excusa perfecta” del virus para
postergar el llamado establecido a las elecciones nacionales. Insisto entonces
con el primer punto: la “emergencia sanitaria” no resulta obviamente “intercambiable”
con los derechos civiles y políticos; ni requiere de modo “natural” un llamado
al poder concentrado (vuelvo sobre esto en el punto siguiente).
Estado
de sitio y poder presidencial. El segundo comentario
que quiero presentar se vincula con otra perplejidad: la que surge del hecho de
que, dentro de la comunidad jurídica, no aparezcan voces críticas cuestionando
lo que es una declaración virtual de estado de sitio. Para decirlo
resumidamente: las restricciones de derechos pueden llegar a justificarse, pero
sólo algunas y sólo por ley (no por DNU); los decretos de emergencia están
expresamente prohibidos en ciertas áreas (materia penal); el estado de sitio no
puede resultar nunca de una súbita decisión presidencial. Sin embargo, nada de
lo señalado parece importar en la actualidad. Ante todo: es difícil determinar
en qué sentido no nos encontramos hoy en un estado de sitio, dada la
concentración de poderes en el Presidente; la extrema limitación de derechos
constitucionales (incluyendo los derechos de manifestación y reunión); y el
espacio público monopolizado por las fuerzas de seguridad (con el ejército
volcado de lleno a “tareas internas”, relativas a la asistencia social). Es
decir: aunque parte de la comunidad jurídica haga silencio por miedo, y otra avale
lo actuado en nombre de un momento que juzga “demasiado grave,” lo cierto es
que vivimos hoy en una situación jurídicamente irregular, lo cual (en “un
gobierno de abogados y científicos”) no puede tomarse como un detalle menor: la
Constitución, y no sólo la salud, está siendo puesta en juego. Como sugiriera
el ejemplo del comienzo: los protocolos a cumplir (legales en este caso) resultan
cruciales para “minimizar errores esperables en situaciones de crisis”. Lo cual
nos lleva directamente a la cuestión sustantiva: en situaciones de crisis
social y tensión colectiva, necesitamos escuchar mucho más que nunca las voces
de quienes impugnan, demandan y desacuerdan. Tales voces merecen informar y
corregir la toma de decisiones “oficial”, en lugar de resultar relegadas por la
intervención de la dirigencia que las invoca sin consultarlas, o quedar
aplastadas por arengas militares (como las del Ministro de Seguridad de Buenos
Aires).
Historia
política, desigualdad y control policial.
La tercera perplejidad a la que quiero referirme es la que surge frente al modo
en que reconocidos cientistas sociales callan hoy los dos argumentos que nos
daban siempre: la urgencia de evitar los sesgos de clase, y la necesidad de
contextualizar todo análisis, vinculándolo con nuestra propia historia. Pues
bien, ellos fallan hoy, complacientes, en ambos campos. Primero, porque la
“fórmula salvadora” que aceptan e imponen (“lavado de manos y confinamiento”),
resulta de cumplimiento imposible o irrazonable para amplios sectores de la
población (“sin agua y hacinados”). Segundo, porque una vez más, y a pesar de
todo, ellos vuelven a caer embelesados frente al canto de sirena del “ejército
del pueblo” -el que reparte alimentos al “pueblo honesto”- y frente a la policía
que hoy nos pide documentos, nos baja del transporte público y nos requisa,
pero “sólo porque quiere cuidarnos”. Y lo cierto es que, a la luz de la
historia americana, las implicaciones de militarizar el espacio público son
previsiblemente trágicas. Lo re-conocemos todos estos días en América Latina:
policías que abusan de sus poderes, como si estuvieran de fiesta; gendarmes que
obligan a “bailar” a los sospechosos por “portación de rostro”; fuerzas armadas
que disparan contra los pobres, porque ahora pueden. Notable: algunos parecen actuar
hoy como si no lo supieran, como si la historia y el contexto no se los hubiera
venido advirtiendo desde hace más de 200 años.
5 comentarios:
Si bien la nota -excelente y dramática por cierto- se publicó hoy, aparece fechada como aparecida el 30.3.
Totalmente de acuerdo, impresionante como inflaron desde el comienzo la presencia militar, medios muy "rebeldes" que de pronto se paseaban con los camiones de gendarmeria y enfocaban en primer plano la manera en la que el uniformado tipo "rambo" revolvía el guisito. En el campo del derecho laboral muy preocupados en ocultar la trampa del decreto de prohibición de despidos, y resaltando la supuesta guerra con Paolo Roca, como el silencio frente a la represión en Penta y las cínicas declaraciones de Berni. Un abrazo!
Muy buena la nota. Además de lo grave y desproporcionado de las medidas adoptadas, muchas veces son contrarias a los propósitos declamados por nuestros "queridos líderes" (a todo nivel y partidos de gobierno). Por ejemplo parece haber un pensamiento mágico según el cual quienes "controlan" no contagian! O restricciones horarias que concentran gente donde sería indicado desconcentrar. Ni hablar de cómo se sostiene indefinidamente y a cualquier costo sobre nuestras vidas, en derechos, consecuencias económicas y en vidas mismas, un "aguantar con pocos contagios" hasta que aparezca la quimera de la cura milagrosa. Hay países que están tomando otros rumbos que tienen por lo menos un diagnóstico claro de los costos y las perspectivas de lo que se hace. Acá ni se habla del futuro. Tenemos "líderes" que nos mienten sobre los alcances del camino elegido, y mucho menos debaten públicamente las bondades y costos tremendos de las distintas alternativas.
Esto hace, en mi opinión, mucho más grave la lesión de los derechos esenciales, ya que en muchos casos NO ES REAL el beneficio anunciado. No se salvó ninguna vida en Argentina, eso sólo se podrá evaluar cuando haya pasado la tormenta. Mientras tanto, hay buenos motivos para sospechar que el camino elegido autoriatriamente no será sostenible indefinidamente y es muy probable que sus pretendidos beneficios se hagan pedazos cuando ya no se pueda sostener este esferzo colosal. Ahí podría venir el tremendo costo humano, habiendo dinamitado nuestra democracia y destrozado nuestra economía. Ojalá que no sea así, pero ya es gravísima la ausencia de este debate.
Quiero decir, en resumen: es doblemente grave la situación. Al terrible autoritarismo que sufrimos hay que sumarle el muy dudoso su éxito en la práctica de las medidas adoptadas. No parece haber un debate inteligente y profundo sobre los efectos prácticos de las medidas que se están tomando a un insoportable precio sobre nuestra libertad. Perdemos nuestros derechos más esenciales en silencio y con muy dudosas perspectivas de éxito.
para todos los que se burlaban de aquellos críticos iniciales de estas medidas de aislamiento (el dueño de este blog por ej.), por el riesgo de un proto fascismo, vean como sigue la cosa.
la reciente medida del gobierno de CABA exigiendo "permiso" a mayores de 70 para circular (avalado políticamente por AF), es un claro avasallamiento a la libertad de circulación. cuantos mayores se van a terminar muriendo en sus casas por otros motivos?
en vez de haberse burlado había que analizar con más cuidado lo que estaba pasando y lo que se venía, todavía estamos a tiempo...
rg podrías hacer un comentario al respecto?
Estamos perdiendo derechos constitucionales básicos esenciales escritos en nuestra querida Carta Magna-Constitución Nacional- y viendo una asombrosa Hipocresía de los políticos con el "quédate en casa quédate en casa..."""!!! y ¿hasta cuando? . Sectores que necesitan reactivarse y trabajar para tener el ingreso para el día a día pueden resistir? hasta cuando hay que tolerar el incumplimiento de principios y garantías constitucionales básicas... creo que cuando se venga en algún momento el momento de todos los años del seminario vamos a tener bastante tema de que hablar.- lo expresa Rawls con su teoría de la Justicia- que el primer principio básico en una sociedad es la libertad para luego hablar de igualdad....-
-véase pag 39- Gargarella Roberto- "Las teorías de la Justicia después de Rawls..."
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