Olí el aire de pueblo desde el aire, así que poco me sorprendió el hecho. El avión descendió en Auckland, desde donde debí trasladarme al aeropuerto doméstico, para tomar mi siguiente avión a Wellington, y llegar finalmente a destino. Pero un inconveniente de pronto. Subidos al avión, escuchamos la temblorosa voz del copiloto que nos dice: "Por un contratiempo, el piloto no ha llegado, así que el avión lo conduciré yo. Les pedimos ahora que desciendan de la nave hasta nuevo aviso." El copiloto parecía en pánico, por lo cual la mayoría de los pasajeros se preocupó también. Yo no, porque apenas puse el pie en tierra vi a lo lejos a una figura algo despeinada, que venía hacia nosotros. El piloto, que se había quedado dormido, llegaba tarde, y como en una travesura, sonriente, apurando el paso, se dirigía a ocupar su puesto. Un minuto después de nuestro descenso, el altoparlante nos llama entonces, para que montemos de nuevo a la máquina.
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1 comentario:
aire de siesta
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