Cuando
Bill Clinton llegó a Noruega, por primera vez, le pidió al chofer que se
desviara del camino pautado, y emprendiera rumbo hacia su café favorito, antes
de llegar a destino. El chofer sabía lo que hacía y así fue que Clinton llegó,
sin aviso previo, a una pequeña panadería francesa –la panadería Pascal, que
era por entonces mi favorita- a degustar algunas de las delicias del local.
Desde entonces, la panadería se convirtió en un mito, y a partir de allí no
paró de crecer en su fama y de abrir nuevas sucursales. Clinton ratificó en
Napoli que entiende de qué va la cosa: aquí veo sus fotos, comiendo un pedazo
de pizza, en la pizzería a la que llego para cubrir la cena de hoy. Supongo
que, otra vez, Clinton le pidió a su chofer que se desviara de su camino,
pidiéndole que lo llevara hasta su pizzería favorita. Aquí, la pizza entera,
individual, tan sabrosa, humedecida en tomate, con apenas queso, es hecha al instante, entregada en mano, doblada en
cuatro, y envuelta en una pequeña servilleta; se vende a un precio irrisorio (1
euro), y alcanza y sobra para una cena como la de hoy. Clinton sabe elegir
choferes.
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3 comentarios:
En Chile pasó algo similar. Y el local al que fue se llama desde entonces "La picá de Clinton", en el centro de la ciudad
ja! un grande
Clinton también sabe elegir secretarias! espero que no nos cuentes de eso...jaja
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