Si
la primera fermata en cada nueva
ciudad es en una heladería o café, el primer sguardo es a las paredes, los afiches, los graffitis, los kioskos
de revistas o las tabaquerías. De ahí vienen las señales citadinas inaugurales,
con pistas sobre lo que los locales dicen o quieren decir sobre su lugar. En
Napoli, los carteles que veo apenas llego me impresionan: avisos funerarios
pegados como afiches, en cualquier pared, en donde “sus hijos, el hermano, la
suegra, los tíos” invitan a despedir a “la querida abuela”, “dispensando a
todos de traer flores, porque bastará con la presencia.” La primera tabaquería
por la que paso, mientras tanto, es contundente en las imágenes que exhibe
(imágenes que pueden tomar la forma de libro, cartilla, calendario o banderín).
Tres capturan mi atención enseguida: el grandísimo Totó, omnipresente en la
ciudad (he hablado ya de Totó, pero nunca lo suficiente); Maradona (que a pesar
de los años transcurridos sigue teniendo aquí una presencia amada,
arrolladora), y la pastelería local, resumida en la elegante sfogliatella (delicia que en la
Argentina se prepara, de forma decente, apenas en un par de lugares –aunque uno de ellos, ay¡, ha comenzado ya a desandar el
camino de la decencia).
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3 comentarios:
El Diego con onda Che Guevara!!!
GENIAL, RELATO. RG! QUIERO UNO DE HELADOS
ABRAZO
el helado es para llorar de la alegria.
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