10 jul 2020

De la serie "cuentos de la pandemia." El desertor



Huir, huir, huir, tengo que huir. Tu patria no es la mía. Tus enemigos no son los míos. Tus batallas, tus victorias, me son ajenas. Pero es tu voz la que manda. Yo no encuentro más cómo ocultarme. Sólo me queda escapar, seguir partiendo. Pero, dónde, cómo? Qué significa escapar, en esta prisión inmensa, esta prisión en que al país lo han convertido? Sólo me puedo ir, seguir buscando refugio por unos días, de una punta a la otra, pero siempre adentro. Corro de un lado al otro, pero nunca me he ido. Nunca he podido salir: la cárcel es una sola e inmensa.

Donde llego es igual. Me apeo y ya nos miramos, el uno al otro, con sospecha, con recelo. Por eso han ganado. Ése era el objetivo, eso demuestra el éxito. Tengo las papeletas de conchavo, irregulares pero las tengo. Las presento, las toman por buenas, me contratan por un tiempo, trabajo. Y enseguida lo de siempre: llegan ellos, me escabullo, me oculto, otra vez me escapo. Hace tres años vivo escapando. Nos consideran la escoria de la República, una infamia para la Nación. Pero qué República, cuál, cuando sólo uno ordena? Qué Nación, si sólo quedaron fragmentos? Desmembrados, sin nada en común: enfrentados. Es que no hay perdón para nosotros. Para Rosas no hay delito más grave que la deserción. No hay agravio más grave? No hay ofensa peor? Si somos héroes! Héroes somos! Los que renunciamos, los que resistimos, los que decimos que no a este infierno: abismo de violencia y de olvido. Todo el poder armado, contra unos pobres perros. Somos héroes! Nosotros! Héroes somos!

Cada vez que escapé, cargaron sobre todos, sobre cada uno de los que me “abrigaron” –“abrigadores” los llaman, los blasfemos. Fueron sobre cada pariente o amigo que me apañó. No han tenido piedad, ni con uno solo de ellos. Les han hecho saber, por la fuerza, a golpes, la vergüenza que somos nosotros, según ellos. Lo que enseñaron fue en verdad otra cosa: el terror que habitamos, que es un terror sin salida. Lo sé, ya llegan, están sobre mí. Ya me han cercado. Todo lo saben: es un país de espías! Se ciñen sobre mí, los tengo encima.

Ayer supe lo de Manuel, la muerte de Manuel, lo que se animaron. Rosas ordenó lo fusilaran. Y luego, luego de muerto fue lo peor: su brazo derecho, se lo arrancaron. Su brazo derecho! El Juez de Paz de Arrecifes lo ordenó. En la plaza del pueblo: el gran espectáculo, tomó el brazo derecho y lo colgó. Se animaron a eso! Es que no hay salida. Lo mismo un mes atrás, con Navarro. Primero, lo tomaron prisionero. Luego, a Santos Lugares, donde arrastran a todos. Lo liquidaron días después, en Dolores. Todo el pueblo miró en silencio la ceremonia, no sé si con satisfacción o con miedo.

Aquí estoy yo ahora, en la encrucijada otra vez. Llevo las alforjas de mi caballo repletas. La carga de mi cartuchera va llena también. Ésta es la patria que nos legaron, aquí frente a mí. La patria abierta en cuatro. Son cuatro los caminos que enfrentamos: huir, callar, matar o morir. Cuatro son entonces los destinos: ser cobarde, cómplice, mártir, o asesino.


2 comentarios:

mm dijo...

" caminante no hay camino, se hace camino al andar.." escribió Machado.

Así pues,habrá de abrirse otros caminos, que no sean esos cuatro (cerramientos),ya abiertos por otrxs.

https://youtu.be/gjmFiMVHxVU

Anónimo dijo...

Estimado Roberto:
Muy buenos tus cuentos. Sin dudas las ficciones nos ayudan a superar la realidad cuando esta se vuelve intolerable. Aunque cada historia es personal y resuena de manera personal en quien la lee. Resuena en mí la huida de uno de los tantos caudillos y soldados federales escapando de la degollina ordenada por Mitre, luego de la capitulacion (¿traicion?) inexplicable de Urquiza en Pavón. Degollina que incluso para los estándares de la época fue salvaje e inhumana, realizada a manos de soldados uruguayos porque no podía un habitante de las provincias unidas efectuar semejante faena.
Azuzado por el mismo Sarmiento con su famoso "No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país". Y su no menos famosa “Queremos colonos labradores que edifiquen casas, desmonten tierras vírgenes, que cerquen el desierto…" y la remata con que necesitamos una poblacion transplantada de las tierras del norte.
Entonces el que escapa ya no es un soldado sino el propio habitante de estas tierras, de piel morena de habitos pastoriles...
O sea. Resumiendo. Nada. Dejar de escapar, darse vuelta y enfrentarlos con la verdad, con la serenidad que te da saber que no tenés por qué escapar. No en tu tierra.

Martha Casas