20 may 2010

8 minutos de una historia de amor



(Otro relato de un hecho real)

O mejor lo explico así: Me subo al tren Mitre en Retiro, dirección Tigre. Son las nueve de la noche, así que la formación está medio vacía. Consigo asiento fácil, me siento en uno de cuatro, me pongo a esperar. Al rato se sienta enfrente una mujer joven, atractiva, enrulada, jipona, desacartonada, entonces fatal. Casi enseguida, a su lado, joven alto, decreciente pelo, barba poco bríosa, amigable, cara de buen tipo. Ya está, él se queda con ella. Él la mira, la mira extrañado, mira para arriba, mira como que recuerda, se mueve mientras la mira y actúa el recuerdo. El tren va a cerrar las puertas y arrancar. Qué va a pasar, me digo, cuando ya es un hecho que pasará algo. Apenas unos instantes y él ya se abalanza, como urgido, como necesario, como no pudiendo esperar, pero disculpame, le dice, pero no nos vimos el otro día, en lo de Ernesto. A ella le brillan los ojos, pero claro que sí que nos vimos. Ella sabía que algo llegaba, de entre esos vaivenes de duda que fingía él, de esas interrogaciones tan corporales, movimientismo activo que ahora desemboca en en este cruce al que todos los ramales llegan y donde ellos también por fin se encuentran. Pero sí, claro, me acuerdo, vos estabas de camisa a cuadros, responde ella yendo por más. Bueno, me digo, qué entretenido. Vamos bien. Pero cómo seguimos esto, me pregunto, y mientras yo me pregunto ellos ya van respondiendo qué tal, cómo estás, pero vos qué hacés.
En el ínterin nos surge, tempranamente, un primer hecho preocupante (PHP): las ocupaciones de ambos son aburridísimas, andar por ahí es quedar varados, es no salir más.
Y para dónde vas, interroga ella.
Y aquí aparece un segundo hecho, ya casi trágico (HYCT), al punto que me resisto a recordarlo, no quiero: a Belgrano, le dice él. A Belgrano, ni más ni menos. Bel.gra.no.
Es que la cosa es así. A ver si soy claro. De Retiro a Lisandro de la Torre tenemos 7 minutos. De Lisandro a Belgrano otros 3. Tienen 10 minutos en total. Ya pasaron 2, así que les quedan 8 escasísimos minutos. Si quieren que ocurra un hecho afectivamente significativo, hondo (si quieren HASH), les quedan 8 breves minutos, y hay que apurarse.
Entonces, ya pasado el pronto pánico, aparece un primer escorzo interesante. En la historia que desbarrancaba, una vuelta impensada, no esperada pero tampoco imprevisible: Es que toco en un grupo, dice él, cuarentón, guapete. Bueno, bueno, me digo, ahora va bien. Ahora reagrupamos las tropas, juntamos las fuerzas, volvemos a mirar de frente. Sabremos enseguida, además, que nuestro amigo va a un ensayo, el ensayo es importante, lo están esperando porque es el eje de la banda, pero no es lo que nos interesa, no vamos a ocuparnos ahora de la música que le ocupa a él.
Entre sorpresas, risas torpes y giros musicales tan inevitables como improductivos ya estamos en Lisandro de la Torre, lo que es lo mismo que decir que se nos consumieron 5 minutos valiosísimos en qué instrumento tocás, adónde van a tocar, cómo se te dio por hacer música, qué tipo de música hacen, a mí también me encanta esa música (aclaro que a mí no). Está todo muy bien, lo sé, está seguramente muy bien, muy muy bien, pero lo cierto es que yo estaba transpirando, miraba el reloj, quería ser el coach de su equipo de básquet, parar el tren un minuto, juntar a todo el equipo, mirarlo a los ojos a él y decirle: Es ahora o nunca, una vez que pasás Lisandro de la Torre la masa por la velocidad el tiempo, todo se acelera, el tren se convierte en bala, y más vale que estés rápido de reflejos, porque el árbol que no plantaste antes de Lisandro no te crece en Belgrano R.
Él parece un sujeto listo, ningún perejil digamos, pero 3 minutos son 3 minutos, y entre que la gente sube y baja (no son muchos los que bajan en Lisandro, pero igual distraen), se hace un bache en la conversación. Esto es definitivamente habitual, pero no abandonemos nunca, y digo nunca, el compromiso con la verdad. Esto es grave. A esta altura del viaje, cuando quedan 3 apenas misérrimos minutos, vaya que es grave. Él buscaba un flanco abierto, ella no cerraba ninguno, es más, los abría a todos con él, pero la cuestión no era fácil: es la segunda vez que se ven, la primera vez que se hablan, la segunda vez, de tres, que se cierra la puerta del tren, quedan 3 minutos, ya casi 2, qué vas a hacer. Los tres estamos ansiosos. Sabemos que estamos llegando a Belgrano. Es el fin. El fin de una hermosa aventura ferroviaria -andenes y flores por doquier- que bien pudo haber sido una historia diferente, si él, por ejemplo, en vez de pavonearse con el bajo se decidía a darle un giro epistémico a su conversación, jalar la palanca, reorientar las vías y enderezarse hacia la Gran Estación Final.
Él piensa: me ha encantado pero qué hago, todavía no sé ni su nombre, no la voy a invitar a que lo deje todo por mí, a que se venga conmigo. Ni mentarla puedo! Ella piensa: lo que está claro es que es el hombre de mi vida, pero ya huelo los árboles frutados de Belgrano, veo las sombras de sus casas bajas que se acercan, y él se va ir, y qué voy a hacer en medio de los rieles de este encierro. Yo me pongo nervioso, me oculto atrás del libro para que no se me note la respiración agitada, el pulso alterado, que maldigo por dentro.
Lo sabía, acá estamos. Llegamos a Belgrano, él va recogiendo sus bártulos, apenas desplegados, amaga con cerrar la mochila ya cerrada, empieza a ponerse de pie. Los dos se miran ansiosos, se sonríen, saben que el otro sabe, como yo lo sé, pero qué hacemos. La puerta se abre. Es la apertura de puertas más lenta del mundo, aunque la apertura dure, como cualquier otra, unos 20 segundos. Él está de pie, a ella se le escapa una risa, nerviosa: sabés que me iría contenta con vos, piensa, pero acá estoy, qué puedo hacer sino quedarme sentada acá, abrazada a mi carpeta azul, en lugar de abrazarme a vos, es que no tengo excusas para salir, es que no puedo subirme al primer tren express que se me cruza enfrente, es que me duele el alma de estar así, es que se me hace el cuerpo jirones como hilos de seda, finísimos, casi invisibles, tenés razón, pero qué voy a hacer. Yo, espectador participante, no soporto bien estas tensiones envagonadas, me llevo las manos a la cabeza, no disimulo más, no aguanto más. Sin embargo, se nos aparece entonces un detalle que no es menor: hay entereza en él, una dignidad. Me sorprendo. Van 10 de los 20 segundos finales del viaje, estamos a unos pocos renglones de que yo termine de contar esta historia y él está ahí, parado frente a ella, ella allí sorprendida y sentada. Él no se mueve, no acciona, pero se trata de una inmovilidad algo heroica cuando todo lo demás veloz transcurre: Las puertas se abren, la gente se baja, el guarda lleva el silbato a la boca, algunos empujan, otros se acercan amenzantes, los más codiciosos avanzan, sí, hacia mi asiento, más gente sube, el tren se quiere mover. Él, sin embargo, no se mueve, todavía no se va. En cualquier instante el guardia pega el silbato, y ahí lo quiero ver. Pero no. Él está allí inmóvil. Parado frente a ella, valientemente inmovilizado. Cuando algo ocurrió. Tenía que pasar, pero no era previsible ni inevitable que ocurriese. De repente un hecho sucede (UHS). De repente la escena se quiebra.
Esto ocurrió: Él curva su espalda, acerca su cuerpo al asiento de ella, extiende la mano, los dedos delgados sobre su rostro ávido, ella que se deja asir, él le sonríe, ella no atina respuesta, en desconcierto (yo también) ahora mueve apenas el cuerpo hacia él, él decidido, como tomado su cuerpo por una fuerza ajena, hábil, suave, la mano firme, desde el mentón de ella la guía hacia él, ahora la acerca a sus labios, ella cierra los ojos, piensa me arrojo a la fortuna de dios en este mismo instante -voy hacia él- y entonces. Y entonces él la besa la besa la besa la besa la besa, son 5 segundos de eterna coincidencia labial, 5 segundos carnales, desatado deseo en la estación terminal. El hecho se dio (EHSD).
El epílogo, por lo tanto: Ahora él gira un poco, da un paso atrás -era más ágil de lo que pensaba- gacela, sonríe, camina de espaldas sin dejar de mirarla, un paso más. Está afuera. Se cierran las puertas. Él queda en el más allá, el tren empieza a arrancar. Él mira su modesta inolvidable victoria desde allá afuera, ella lo sigue pequeña gloria desde aquí dentro.
El hecho ya ocurrió, ella está aquí atónita y más hermosa, frente a mí, y yo –solo testigo consciente de esta novela pautada en tres estaciones- soy el único que lo sabe. Ella se aferra a su carpeta azul, abrazándola en ella a él, se muerde los labios mojados, se emociona y nadie lo advierte, se queda así, iluminándome sus ojos, conteniendo la alegría que se le escurre entre dientes, por las comisuras de los labios cerrados, se queda así, temblando el resto del viaje, rumiando en su memoria las imágenes de este encuentro vial: 8 minutos de indetenible y pleno, apretujado, ferroviario amor.

49 comentarios:

Lucas A dijo...

Bravo!!!! Buenísima la historia, las formas, todo. Viva los trenes y esas situaciones, esos actores, esos dos! Me encantó.

Y lo agradezco especialmente, porque hoy no me quería quedar con tu nota sobre el falso y flaco fallo (FFF) de la muy oportunista pero tardía Corte Suprema (MOPTCS).

Pero esto y la foto, vale varios clap, clap y gracias.

Hay que viajar más en tren, educar el ojo, buscar las historias y leer menos fallos de la Corte Suprema (no lo digo en tu caso, sino a nivel general).

Abrazo grande. Sigamos (ABS),
Lucas

Anónimo dijo...

me encantó!

Anónimo dijo...

sí, a mí también me gustó, pero viajo todos los días en el Mitre...y nada!

rg dijo...

uy! gracias (gracias lucas!), pero juro que fue exactamente asi. la omision de algun nombre, algun detalle de mas, pero fue exactamente asi (pfea)

Miguel Godoy dijo...

Lindo!

ECG dijo...

Excelente narratoria! me mate de risa. Que buenas son las historias del tren!

Anónimo dijo...

Buenisimo.....

Hugo Caceres dijo...

Maestro! Ud. es un verdadero poeta.

Pablo dijo...

Ya fue rg, largá el derecho, no tiene solución, dedicate a esto!!
Genial, muchas gracias, me voy a dormir con una sonrisa.

estudiante crónica dijo...

Muy bueno!

nacho dijo...

esta historia termina en oblogo...
muy bueno

Natalia Sobrevilla dijo...

Pablo tiene razón, el derecho se esta volviendo una distracción,
Deja todo ya y toma tu tren (DTYYTTT) la poesía historias de amor son lo tuyo.

sl dijo...

me dejas sin palabras rg, de verdad admirable lo tuyo, qué linda historia. Me pregunto si tu cabeza descansa algún dia, si hay algun momento en que suspendes el juicio, o la imaginación, y pones la mente en blanco. O si tenes un equipo de amigos secretos que trabaja para vos a todas horas, abrazos

gA dijo...

AACDPLA. Adhiero al comentario del preopinante LA. Muy bueno, de una ingenuidad lucidísima y omnisciente.

rg dijo...

che, fracaso absoluto: escribo un relato triste y la gente se sonríe, alguno dice que se mata de risa. es el final! (gracias a todos por los comentis, de veras)

maristella dijo...

precioso Roberto. Es bueno soltar la palabra; escapar a la enorme tiranía de las ciencias sociales, juridícas y otras... Tomar otras vías.
maristella

rg dijo...

abrazo maristella, nuestra escritora

Natalia Sobrevilla dijo...

Triste hubiera sido que se quedaran hablando de los trabajos aburridos o que se despidieran con una banalidad, quedan ambos con el recuerdo y la promesa del beso, siempre pueden llamar a Ernesto a ver si se reencuentran.

Anónimo dijo...

me encantó

M. dijo...

Esto es un gol!

Sin tu permiso, Roberto, he replicado esto (entre amigos) en mi fb.

Antes de compartir los 8 minutos (ADCL8M), le sume lo que sigue:

este texto pertenece a Roberto Gargarella (googlea).
Pienso: si tuvieramos gente de esta talla (GDET), no sólo el país sería otra cosa, sino que el nivel de nuestras clases, de la academia, de lo que aprendemos y no en las aulas sería fundamentalmente mejor, observaríamos todo con una sensibilidad que hoy por hoy, le es ajena al estudiante de derecho, ni que decir de cuando sale de la factoría con el título de abogado.

Pienso que si nuestros catedráticos (profesores?, académicos?), tuvieran este porte, entonces, Cipriani no tendría carta o vela (CNTCOV) en el asunto PUCP, y las demandas estarían buenas, no sólo de bien hechas, sino que daría gusto sumergirse en ellas y gozar en su lectura.

Señoras y señores, con ustedes, un post de don Roberto Gargarella (PDDRG), quien sigue empeñado en mostrarnos que la academia jurídica no anda enemistada (AJNAE) ni con la cultura, ni con el arte... De mi parte debo decir que, llevamos buen tiempo creyendo en eso, aunque no se note...
-ES ASÍ!-


____
abrazo, fuerte!

M.
elvanguardista.wordpress.com

rg dijo...

abrazo, maestro

Anónimo dijo...

Buenisimo Roberto, un regalo lindo, un tratarnos bien.

LL.-

Anónimo dijo...

Buenisima Robert, pero esta que publica el NYT hoy, me interesa mas.

http://www.nytimes.com/2010/05/21/world/asia/21china.html?ref=world

Enrique

Pedro Caminos dijo...

Muy bueno, no podía dejar de leer. Me concentré tanto que no me di cuenta de que el celular me sonó como diez veces en el interín.

éft dijo...

grandiosa, hermosa, intensa la narración, Roberto, gracias. que gran narrativa. me quedé sin aire. bravo!.

Hourya dijo...

Magnifico! me quedé sin respiro hasta el final.
gracias

Unknown dijo...

excelente historia!

muy muy buena!

Unknown dijo...

excelente historia!

muy muy buena!

Nacho Aguirre dijo...

Me afecta mucho tu relato, Roberto. Porque me obliga a perdonarte todas las boludeces jurídico-derechosas que venís publicando.
Ojo: mi aprecio era y es incondicional, no quedó nunca afectado por tu oposicionismo pertinaz ni por tus lecturas capciosas de los hechos políticos. Me sumo fervorosamente a los que reclaman que te pases del todo al campo de la literatura.
Quisiera, si no te molesta, averiguar un solo dato: ¿a qué hora subiste al tren? Porque la mina esa debe haber quedado recaliente...
Abrazo.

rg dijo...

hourya: pero te habia contado esta historia, no?

nacho: no tenes nada que perdonarme. es al reves. no podria ni intentar la literatura si fuera pro k. vos crees que es compatible bancarlo a boudou o a de vido con escribir una historia de amor? claro que no! la literatura y la politica seran de izquierda o no seran! abrazo

Anónimo dijo...

Bueno, ahora sí, en serio: R ni fantasees con pasarte a la literatura. La historia es... linda, supongamos, pero escrita en prosa de ensayo republicanista-deliberativo, se vuelve insufrible. Me la banqué en más de 8 eternos minutos, por la cantidad de comentarios a favor que ví. Definitivamente, !te estima mucho la gente! Yo, también pero prefiero la amigable franqueza. Está rebuscadamente escrita. Quedo “atónito” de corroborar la pobreza de criterio de los comentaristas. Algunas perlas ensayísticas:

“Y entonces él la besa la besa la besa la besa la besa” (o sea, ¿mucho? ah, sí, claro)

“abrazándola en ella a él, se muerde los labios mojados...” (¿letra óscura de Shakira?)
“las comisuras de los labios cerrados” (¿informe médico-legal?)
“rumiando en su memoria las imágenes de este encuentro vial” (¿cuál vaca melancólica?)
“ferroviario amor” (ah, claro, porque sucedió en vehículo que utiliza vías férreas. Muy original)
“Él buscaba un flanco abierto, ella no cerraba ninguno” (¿Arjona?)
“El hecho ya ocurrió, ella está aquí atónita y más hermosa” (¿tipo, Pampita atisbando al lobizón? “atónito” es más para avistamiento de ovnis o esas cosas, ¿no?)

!Aguante RG escritor constitucionalista!!!

Ricardo dijo...

Maravillosa historia, brillantemente relatada.

Saludos.

julieta eme dijo...

me arrojo a la fortuna de dios en este mismo instante

me encantó.

Anónimo dijo...

Me encantó, rg.
Me pasó como a eft y hourya, me quedé sin aire hasta el final.
Y voy a discrepar con algunos: ¿por qué tiene que ser derecho O literatura? Yo pienso que cuanto más artista es un jurista, mejor jurista será. Silvina.

La Usina dijo...

Felicitaciones Roberto! Esperamos ansiosos la siguiente

Anónimo dijo...

¡Sublime, Gargarella! Un saludo desde Colombia, la gratitud porque nos compartes más allá de tu sapiencia tu sensibilidad.

Ma. Laura dijo...

Increible RG!

Muy emocinante que los protagonistas pudieran leerla! Es bellisimo que hayas plasmado el comienzo de su amor con este relato!

Un beso.

ncassanello dijo...

domingo lluvioso, adelantando trabajo para el miercoles en el estudio... y esta historia rica como café calentito. gracias

Anónimo dijo...

De esas historias vi un montón en el metro de Santiago... pero con protagonistas mucho más irresolutos... no creo que la responsabilidad de ello sea de la idiosincracia propia que nos distingue.. prefiero culpar al feo paisaje subterráneo, y a la inmovilidad que produce meter a 100 personas en un vagón de 10x2.
Saludos de Chile

mm dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=eJ9ISsr4yGo

Hernán dijo...

Groso, impresionante historia. Ni gana de leerla, tenía, pero me enganchó. Que lindo.

Hernán dijo...

Che Roberto, leer tu comentario, me hizo preguntar: ¿Qué bandas escuchás?

Hernán dijo...

Che Roberto, leer tu comentario, me hizo preguntar: ¿Qué bandas escuchás?

rg dijo...

de todo, aunque el ultimo anio me enganche mucho con folklore y luis salinas; y en los agradecimientos de un libro hice referencia como inspiradora a una cancion de bob dylan interpretada por nina simone

Anónimo dijo...

Ay, chava! Me late que esta historia nunca existió. No me la creo. Está probando si se puede pasar a la literatura, realmente.
Los que elogiaron el texto deberían ser mas respetuosos con el tiempo ajeno.

Elaine

Anónimo dijo...

Me llegó el link por mail, y lo agradezco, porque me sorprendí con una historia vital y magníficamente narrada.
RG, sos todoterreno, no es justo, che!
Saludos desde Chubut,
Rodrigo.

Alfredo dijo...

Una pequeña maravilla. Un artefacto retórico que se despliega con la lectura y nos coloca en el mismo asiento -felices, incómodos, expectantes- que el testigo privilegiado, el que se mantiene oculto detrás del paisaje urbano. La vida pasa así de rápido, hay que estar advertido para no bajarse -perder- el tren. Felicitaciones Roberto!

rg dijo...

hola alfredo, gracias!

ADRIANA ALBORNOZ dijo...

Me encantó!!!. Es la primera vez que leo un cuento tuyo (aunqe te conozco [ATC] por otras lides, claro. Hace bastante que no viajo en tren; lo hice hace muchos años en el Sarmiento desde Ramos Mejía hacia Once y no pasaba nada che!!!También te sigo en política. Gracias!!! Y disculpas por usar tus modos en sigla.