25 nov 2023

Escala barcelonesa: Una anciana lee

 


Estoy de escala en Barcelona, por un par de días, de regreso a Edimburgo. Paso las dos mañanas por la Universidad, porque tomo examen. Es miércoles, bastante temprano -poco después de las 8 de la mañana- y me dirijo a la Facultad en subte. En la estación, sentada junto al andén, me sorprende muchísimo una figura. Una señora vieja, flaquita, con el pelo raleado, abrigada porque hace frío, sentada en el banco, está leyendo. Tanto me sorprende esa actitud lectora, en ese lugar, en ese cuerpo frágil, mínimo, que le tomo una foto. Enseguida, cuando pasa el metro, mi sospecha se confirma: ella no se inmuta y lo deja pasar: ella no llegó allí para subirse al subte. La viejita está ahí, sentada y leyendo, para no estar sola en su casa, por la sensación de sentirse, de alguna manera, rodeada y leyendo. O quizás es que en su casa no se dan las condiciones propicias para hacerlo -la tranquilidad, el respeto, una comodidad básica para quedarse leyendo. Lo siento mucho. Vuelvo al día siguiente, misma estación, aunque una hora más tarde. No esperaba nada, pero llego y la vuelvo a ver. Ahí está ella. Otra vez me sacude la escena: flaquita, sentada, abrigada, con su libro enorme, la misma pollera, las mismas zapatillas, la misma blusa -sólo cambia, de ayer a hoy, el abrigo. Pasa el tren una vez más, y otra vez ella ni lo mira. Se queda allí sentada, ensimismada, los ojos oscuros sobre las hojas blancas, satisfecha quizás con el modesto abrigo que le ofrece la estación, la fugaz compañía que nosotros, que la ignoramos, le ofrecemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola. Me impresiona este relato, gracias. Hace una semana volvía de comer, 24 horas, Cabildo y una viejita flaquita arropada arrimada a una pared, esperando nada. Fue muy triste.