2 oct 2015

Una década de deserción jurídica

Publicado hoy en La Nación, acá


Para quienes nos sentimos parte integrante, activa, de la comunidad jurídica argentina, existen dos hechos en particular, propios de esta época, que nos resultan especialmente gravosos. El primero de ellos se refiere a la dimensión y los modos de la defección de tantos colegas. La pregunta es: qué explica que tantos de nuestros pares hayan pasado a avalar, sin la menor autocrítica, lo que hasta hace poco ellos mismos repudiaban? La segunda cuestión tiene que ver con la extraordinaria contribución que pudo haber significado -frente a dicho contexto de debacle legal- el accionar principista, hasta el final comprometido, de algunos operadores jurídicos, decididos a no negociar el contenido de sus decisiones con aquellos que debían ser reprendidos por las mismas. 

Sobre la primera cuestión –referida a los colegas que prefirieron no impartir justicia, sino negociarla- conviene subrayar lo siguiente. La incomodidad que nos genera esa situación de defección generalizada no se relaciona, únicamente, con el hecho de que tantos pares actuaran de modo contrario al que muchos hubiéramos preferido. Se trata de que dichos colegas obraran de manera contraria a sus propias, enfáticas, prédicas de antaño. Me refiero, por citar algunos ejemplos, a colegas que –por convicción y decisión propias- supieron convertirse en adalides de las garantías procesales y máximos críticos de la violencia policial, pero terminaron poniendo su saber técnico al servicio de la rama más autoritaria y brutal del Ministerio de Seguridad, que representó en esta década todo aquello contra lo cual habían militado en otro momento –léase la discrecionalidad policial, la represión de la protesta, la mano dura contra los más débiles. Me refiero a fiscales que supieron tomar como orgullosa misión la de poner al poder político entre las cuerdas, en tiempos de Menem, y que luego utilizaron ese mismo ímpetu y esas mismas facultades persecutorias para asegurar la impunidad del poder (la impunidad de los millonarios de esta época), en tiempos de Kirchner.  Me refiero a jueces que, en su momento, supieron conmovernos demostrando que actuar de otro modo –más ingenioso y audaz- era posible, y que terminaron usando su creatividad y astucia para ayudar sin que se note a sus ocasionales aliados políticos, de corrupción demasiado saliente. Me refiero a activistas que decidieron, por sí solos, abrazar como constitutiva de su identidad la causa de la muerte de los jóvenes Kosteki y Santillán, para aparecer luego sirviendo a los principales responsables políticos de esas muertes (los mismos responsables que en aquel entonces insistieron en la idea de que los piqueteros “se matan entre ellos con el fin de perjudicar al gobierno”). Me refiero a juristas que con fervor propiciaron condenas de por vida a “criminales de lesa humanidad” y que, poco después, se encargaron de sembrar dudas sobre las responsabilidades propias del ex Jefe del Ejército –una figura que carga sobre sus espaldas imputaciones tan serias como las que habían hecho posibles aquellas primeras condenas. Me refiero también a abogados con convicciones que decidieron, ellos mismos, edificar su vida en torno a la lucha contra la persecución a los obreros, y que terminaron conviviendo, justificando o buscando moderar las críticas contra lo planes de espionaje y seguimiento de sindicalistas y militantes opositores, puestos en marcha desde la cúpula misma del gobierno.

Ejemplos como los citados debieran bastar de modo suficiente para sostener lo afirmado más arriba. No se trata, simplemente, de colegas que no se comportaron de acuerdo con los ideales que uno hubiera favorecido, sino de individuos que terminaron deshonrando los principios que ellos mismos, vociferantes o altivos, habían proclamado. No se trata, tampoco, de abogados cercanos que no interpretaron el derecho como uno proponía interpretarlo. No: hablamos de colegas que manipularon argumentos jurídicos para servir a quienes debían ser blanco de sus embates. Y es que, simplemente –y más allá de los mil desacuerdos que nos separen, en torno a los contenidos del derecho- ninguna persona de buena fe cree que la Procuración estaba autorizada a hacer muchas de las designaciones que hizo; o que el derecho permitía al Consejo de la Magistratura reemplazar jueces subrogantes del modo en que lo hizo; o que la Ley de Medios le reconocía a la AFSCA el poder de aceptar muchas de las fusiones y compras que convalidó con impudicia; o que la publicidad oficial podía distribuirse bajo criterios de puro amiguismo; o que la legalidad del uso de la cadena nacional podía depender de lo que declarara al respecto la misma persona que abusaba de ella. 

En casos como los citados, entre tantos otros, no quedamos enfrentados por un modo distinto de interpretar el derecho, sino separados por un modo diferente, decente o indigno, de aplicarlo. Y es que no es cierto que el derecho sea compatible con una interpretación o la contraria (“una biblioteca dice una cosa, pero otra biblioteca dice lo opuesto”). No: hay interpretaciones de la ley buenas, otras regulares, y muchas otras solamente absurdas, inconcebibles, y que nadie que no quiera simplemente trampear el derecho puede reconocer como válidas. En estos tiempos, muchos de nuestros colegas han querido que considerásemos plausibles las que eran, en verdad, interpretaciones puramente disparatadas.

Reconociendo que lo que hacían era injustificable, algunos colegas defendieron su obrar alegando, ya no razones jurídicas, sino excusas políticas. Nos dijeron: “la corporación judicial” debe ser derrotada; “los del otro lado son peores”; “los que ocupaban ese cargo tampoco estaban bien designados;” “en este momento lo que importa es fortalecer el poder político contra el poder económico que lo ataca” Como resulta obvio, cualquiera de los males que tales emotivas frases denuncian puede ser reparado a través de medios realistas, cercanos y perfectamente acordes con versiones no inmorales del derecho. Nada impide, por caso, combatir a la “corporación judicial” por medios legales (concursos más transparentes; formas de acceso sencillo y sin costo a la justicia, para los más pobres); como nada prohíbe  reemplazar las malas designaciones vigentes por otras hechas conforme a la ley (concursos en los que se premie, simplemente, a los mejores candidatos, elegidos en acuerdos sin trampas -acuerdos que la oposición no rechazaría); como nada obsta a apoyar a un proyecto político, denunciando y ayudando a separar, a la vez, sus raíces infectas.  

Lo dicho hasta aquí nos lleva a la segunda cuestión citada al comienzo. Se trata de que, cuanto mayor y más grave es la defección de tantos colegas, más crece la certeza de lo que pudo haber significado la presencia de algún o algunos magistrados que se animaran a seguir una causa hasta el final, aunque ello afectara a sus vínculos y amistades. No se trata del anhelo por una historia de héroes, sino de constatar que una construcción colectiva diferente requiere de algunos firmes, inclaudicables pasos que no se dieron –pasos que pudieron darse, pero que se evitaron cuidadosamente.

La masiva defección de tantos colegas de la comunidad jurídica (que, seguramente, no ha de se muy diferente a la defección que se ha dado entre miembros de las comunidades de músicos, escritores, artistas o empresarios) llevó a que prevalecieran, en esta década, las prescripciones y cierres de causas sin fundamentos; los cajoneos” de casos y la demora de decisiones que involucraban a amigos y aliados; la entrega de fallos; los sobreseimientos sin razón; las decisiones basadas no en el derecho sino en el mero cálculo de conveniencias; la desestimación de pruebas obvias; la inacción frente a los hechos probados; la interposición de recursos y excepciones injustificadas para proteger a los más enriquecidos. Lo ocurrido nos exige preguntarnos por el por qué, para poder ir más allá del mero lamento. Posiblemente –y por conjeturar- se haya tratado una de una mezcla de elementos muy poderosa y común en el ámbito legal. Una combinación de motivaciones como lo son la ambición y el miedo (el deseo de ascenso, de poder de influencia, de mayores ingresos; junto al temor a ser señalado, el pánico de perder los privilegios ya logrados), potenciadas estos años en sus extremos (por un lado, por los niveles de dinero derramados desde el poder; y por otro, por los niveles y modos de la amenaza –vía inteligencia- a la que se recurrió en este tiempo). También en el ámbito del derecho, lo que vamos dejando atrás es una larga década de desidia, complicidad y silencio. 


18 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal vez nunca fueron grandes, tal vez los grandes juristas, tambien son producto de una cultura personalista, autoritaria y machista. Tal vez lo que siempre dijeron, nunca fue una genialidad, sino que el atributo "genialidad" es simplemente un resultado de nuestras conductas acomodaticias, y lameloides. Entonces, pedir que un pobre infeliz sea un heroe, en realidad habla mal de nuestro criterio para considerar a un pobre infeliz como un heroe del pensamiento, y eso refleje nuestro grave caso de personalismo, ignorancia, y de creer que nuestra academia está a nivel del primer mundo, cuando no es asi, cuando nuestros lideres abolicionistas, en realidad son acomodaticios con los peores vicios imaginables. El panorama no es desolador, a lo mejor cambie, deberiamos empezar por ser un poco mas humildes y dejar de argumentar "X es un brillante profesor, o jurista" sin saber qué hizo en concreto. REsulta que ahora nos damos cuenta de que el marketing de la miseria (tomar un pobre, criticar a la jsuticia, para escribir sobre el, aceptar cargos, premios etc.etc.), y en definitiva, para enriquecerse personalmente, no es ningun genio, sino que simplemente es un vulgar oportunista. Lo positivo será que el cambie pase por cada uno, y que renunciemos al personalismo egolatra propio de un revelador de lo ignorante que somos.

Juan Pablo.

p.d. Cuanto mas desigual una sociedad, más se quiere sobresalir. Por eso somos el pais que siempre da la nota. Por eso tenemos los mejores juristas del mundo!

Anónimo dijo...

Tantas defecciones! Me hace recordar la historia del conductor que escucha en la radio que un auto avanza de contramano . "Uno! Son centenares!", comenta.

Anónimo dijo...

Muy bien, falta ahora la segunda parte de tu artículo, en donde hables de las defecciones de los vergonzantes abogados que defendieron a Clarín en la Audiencia de la Corte,o también de los que participan todos los días desde hace ocho años del vaciamiento de la Justicia de la Ciudad. Ya sabemos que una parte de la verdad es la peor de las mentiras. Por favor no me digas que no vivís en la Ciudad o que no leés Clarín.

rg dijo...

vivo en provincia, al menos hasta que gane anibal f

Anónimo dijo...

1) A)"sin la menor autocrítica"...Quién dice que la comunidad jurídica no es autocrítica? Su solo actuar? Se puede ser crítico de algo como contradictorio, reconocer sus grises, e igualmente adherir a esas contradicciones. Por ejemplo con el argumento de "no hay nada mejor" o "los de al lado son peores" que me parecen válidos cuando la realidad pesa más que los principios. Ser crítico no implica siempre un cambio, los principios no van primero que la realidad, los principios son teóricos y la realidad es práctica. Los principios no son rígidos, no van en linea recta sino que tienen que adaptarse a la realidad, hay contradicciones y choques constantes. Si nuestras realidades son contradictorias los abogados no viven en una caja de cristal. B) Por otro lado, hay tipos de contradicciones. No es lo mismo un juez que apoyaba al frente de izquierda y ahora adhiere al PRO, o que se decía crítico las privatizaciones y hoy vota en contra de la estatización de los ferrocarriles, a un abogado que reivindica justicia por kosteki y santillan que pedían pan y trabajo, pero vota a anibal porque cree que, si bien anibal apesta y fue responsable político, votando a quienes le pueden ganar habría una provincia con menos pan y menos trabajo.
2) La comunidad jurídica se volcó a avalar lo que repudiaban, totalmente. Los ejemplos citados fueron muy acertados...ahora, cuál es la tercer vía que le permitiría a la comunidad jurídica repudiar el asesinato de kosteki y santillán y no servir a sus responsables? Votar al PRO? A UNA? Cuál es la solución mágica? A caso hay forma de ser real sin entrar en colisión con los principios? Estamos hablando de política partidaria, elegir implica renunciar a muchas cosas, incluidos algunos principios, es el costo de adherir a partidos conformados por muchas personas diferentes entre sí.

rg dijo...

pero es que, lo sabes, democracia sólo es en una partecita el voto, lo que importa es el día a día. entonces uno repudia el asesinato, milita contra los que fueron responsables, vota a la izquierda (ponele, en provincia), cuál es el problema? además, miremos lo que pasó en españa: durante años se dijo: o votás al psoe o viene el pp. o al revés. en madrid y en barcelona nuestros amigos armaron otros partidos alternativos, una solución increíblemente hermosa, que muestra que hay remil alternativas al infierno de los aníbal fernández
en fin, todo una pena, siento las diferencias

Anónimo dijo...

1)No hay problema en votar a la izquierda? jaja creo que no hay nada más inútil que votar a una minoría para escapar de las contradicciones de los partidos que disputan el país...Eso es muy fácil roberto. Ser coherente entonces es muy fácil, en ese caso podría anular siempre el voto y decir mi principio es "todos los políticos roban" y listo, mirá que coherente...Y ahora, ese tipo es autocrítico? Nose, me parece que siempre se pone el acento en aquellos que buscamos justicia y tenemos "principios" (que es una palabra que no me gusta, pero ponele) orientados a una sociedad más equitativa y democráctica, y lo hacemos apostando a lo real, afrontando las contradicciones de los partidos de masas, porque entendemos que definen el rumbo de los países, mientras que las minorías siempre quedan a salvo, protegidas por la impunidad que les da ser minorías y poder ajustar sus principios de manera más coherente pero con grandes imposibilidades de llevar sus principios a la práctica.
2) Si, yase que no se trata solo de votar...pero hablar en términos partidarios ayuda mucho a bajar a la realidad, y mostrar la inviabilidad de hablar en términos de "principios".
3) Creo que el ejemplo de España es muy bueno, y es un buen golpe a mi argumento. Sin embargo, sostengo que las realidades europeas tienen otra lógica. En Argentina tenemos el fenómeno del peronismo y eso condiciona de manera significativa la aparición de alternativas con adhesión de masas.

rg dijo...

lo mismo decían en españa: esas cosas se pueden hacer en américa latina, en donde se experimenta. acá está todo consolidado, dos partidos, chau. y no. se trató que durante años se tragaron sapos insoportables, y un día ya no. probaron hacer una alternativa de izquierda en vez de seguir comiendo m

Anónimo dijo...

te Comento una anecdota tonta propósito del planteo de Anonimo 4:01 p. m..
Ocho años, envalentonada por estar en patota con mis otros hermanos le hacemos el planteo a mi madre "laportadoradetodaslasrespuestas" un planteo capcioso mas que nada para poner aprueba su supuesta infalibilidad moral y etica. El planteo es asi.:
Un grupo de secuestradores, al estilo del juego del miedo propone, exige "o matan a este" (una persona x, ponele odiado por ellos) o matamos a todos lo que van en el tren.
Planteo -capcioso y maligno por si alguein duda de la perversidad de la infancia-- ¿no es acaso lo correcto matar al que indican los secuestradores, porque es el mal menor?
Respuesta de mi madre, mater et magistra:
--No, no es lo correcto.
--Porque no? De otro modo matarían a los inocentes, a un tren lleno de personas! Llevaríamos sobre nuestras conciencias las vidas de todas esas personas!
--Son ellos los que matarían, la responsabilidad moral será de ellos, de ningun modo sería eso tu culpa. Lo que de ningún modo podés hacer es matar a un inocente. Y vos no podés entregar su vida, el perverso (el asesino) de todos modos seguirá matando sin importar lo que hagas.

No abundo m'as. Aquí hay dos puntos:
--No tenemos control sobre todas las cosas que pasan, menos con un voto. Menos sobre la perversidad de los psicópatas.
--No podés aceptar la extorsión ni el chantaje de los perversos. Regla básica de cualquier negociador que está negociando con terroristas.

Entonces,...de qué hablábabmos?, ah de votar a Anibal F.
No, de ninguna manera.

m.c.

Rodrigo dijo...

Esos planteos abstractos como los de M.C., aplicados a la política, son una huevada. Están bien para una tesis sobre Habermas, pero para un planteo político no sirven de nada. No hay nada más sencillo que ser principista al mango: "repudio el gol con la mano de Maradona a los ingleses en 1986", "repudio las declaraciones de Aníbal Fernández en tal programa", "repudio la desnutrición infantil", "repudio la atroz desigualdad", "repudio la muerte de tal o cual". Uno puede pasarse la vida entera "repudiando" para quedar como un campeón moral. No le veo demasiado mérito.

Eduardo Reviriego dijo...

Roberto:
Excelente comentario.
¿Qué se podría agregar?, bueno que en estos tiempos en que el tardo kirchnerismo intenta pasar por un buen "franciscano", recordarle que: "No solo de pan vive el hombre", y que ellos son la prueba viviente de que: "Hay de todo en la viña del Señor"

Anónimo dijo...

Rodrigo, no se trata de lo que repudias, se trata de lo que avalás. "Avalo a Anibal Fernandez" Avalo el fraude en Tucuman. Avalo los negociados detrás de la muerte de Once. Avalo las coimas que motorizaron los acuerdos conla Barrick y que terminaron en el derrame de cianuro. Avalo a Boudou. Avalo la vergonzante intervención sobre el caso Nisman. Avalo a los milicios por razones terribilisimas.
Llamar abstracto a un argumento es pereza mental, además de mala fe. Pero vos insistís Rodrigo. A lo mejor tenés suerte y alguien nota tus esfuerzos en este blog que me parece que es lo unico que te motiva.

De paso te digo asumo que a cierta gente hablarle de moral, etica, valores es una causa perdida. Sobre todos a los que aplican la aritmetica de los valores.
Uno mas uno es dos me llevo tres por cuatro coma cinco al cuadrado me da un saldo positivo con varios muertos entre ellos un fiscal un derrame de cianuro y un fiscal suicidado, asesinado. Sigan así que para jusificar sobran razones.

marthac.

rg dijo...

ede acuerdo martha

Anónimo dijo...

M.C: 1)Yo no estoy de acuerdo con lo que dijo tu mamá. La responsabilidad moral no vale vidas. La moral no va primero que la vida, o al menos es bastante discutible. Bien podría decir que, la moral pesa sobre mi si mato a ese hombre, pero en el caso de que mueran todos por dejar a salvo mi moral, pesará ahora sobre mí, mi pésima lógica. (Por dejar morir muchos cuando podría haber dejado morir 1 solo)
2) Eso de que el voto no cambia nada, es un argumento que corre por izquierda y se da vuelta muy fácil. Los partidos cambian la vida de las poblaciones, las decisiones políticas influyen sobre el empelo, las condiciones de vida, la economía, el desarrollo de las naciones, etc. No podemos partir de la premisa de que "todo da igual" bajo el pretexto de "lo que yo propongo es mejor que lo que proponen ellos dos, entonces ellos son igual de malos respecto de lo que yo propongo" (premisa de las minorías) pero que de ningún modo implica que sean iguales, sobre todo si mi opción minoritaria no tiene chances de ganar y la vida de las mayorías se reduce a esos dos proyectos restantes.
3) Votar a Anibal fernandez es cuestionable, por supuesto. Pero nose que les hace creer que votar a una minoría que es mera espectadora de los procesos que se dan en la Argentina, es menos cuestionable. La única diferencia es, y quizá ahora cobre un poco de sentido tu ejemplo M.C, salvar nuestra moral o aplicar nuestra razón práctica.

El "anónimo" del 4:01, es anónima, mi nombre es Julieta.

Anónimo dijo...

Hola Julieta. "El "anónimo" del 4:01, es anónima, mi nombre es Julieta." tenés razón, debí poner anonimx o algo así.
Con respecto al dilema del terrorista, lo que intentó explicarme mi santa madre pese a mi poca edad y no se si lo transmití bien, es que vos no tenés ningún control sobre lo que pueda hacer el terrorista, que finalmente va a seguir su matanza una vez que vos mataste al inocente, o te puede intimar a que sigas ejecutando gente. Sin embargo si vos matás al inocente perdés lo único que tenías hasta ese momento que es tu dignidad y tu *derecho a reclamar*. Cuando vos quieras decir algo contra el régimen del terror el terrorista te dirá "ah...pero vos mataste aquel inocente , ¿te acordás?, somos iguales al fin y al cabo"
Nosotros vivivmos un dilema semejante en los setenta cuando grupos terroristas ponían bombas. Y luego vinieron los militares a matarlos.
querés que te cuente toda esa historia? El mismo zaffaroni los justificó.
Entonces si vos votás a Anibal y anibal gana...

m.c.

Anónimo dijo...

Julieta, ¿qué quiere decir "En Argentina tenemos el fenómeno del peronismo y eso condiciona de manera significativa la aparición de alternativas con adhesión de masas"? ¿Quiere decir que todos tenemos que tomar al peronismo como algo dado, perpetuo o inmodificable? Me parece una ridiculez espantosa.
También me parece espantosa tu argumentación moral sobre el caso de una muerte vs. varias muertes o de matar vs. dejar morir. Hacés aritmética con la vida. Tremendo. Me recuerda a la declaración testimoial de Eichmann.
Tenés una visión política sacada de un manual de Peronismo I.

Anónimo dijo...

m.c No entendí muy bien lo de los terroristas, para empezar no todos los "terroristas" del 70 ponían bombas, ni los militares los mataban precisamente por poner bombas, pero ese es un debate aparte. No creo que votar a anibal sea avalar a terroristas (que además es un término muy deformado por los medios masivos de comunicación), si esa es la cuestión, simplemente no comparto.

Anónimo: 1) No tenes que tomar al peronismo como algo perpetuo, sobre todo porque el peronismo de perón, de isabel de perón, de menem, y de nestor kirchner, fueron todo menos inmodificables. Ahora, si me parece que tenemos que tenerlo presente como una particularidad de nuestro sistema partidario o "bipartidario", donde por ejemplo el peronismo, que a mi entender dificulta la aparición alternativas, que se terminan consolidando como eternas minorías.
2)Bueno, muchas gracias por los elogios morales! jaja Es mi posición frente al caso hipotético, si vos optaras por la segunda, para dejar contanta tu ética y moral, a mi me parecería igual de espantoso. Son posturas, la mía es pragmática.
3) Lamento hacerte acordar a Eichmann, a quien no me parezco en lo absoluto, pero te recomiendo, ya que sacaste el tema, "Eichmann in Jerusalem, a report on the banality of evil" interesante libro, donde hannah harendt habla de la banalidad del mal.

Julieta.

Anónimo dijo...

Julieta, antes de pretender dar cátedra respecto a lo que fueron los 70 o recomendar un libro a alguien que obviamente ya lo leyo al hacer la comparación que hizo, fijate. Vos Julieta ¿leíste el libro? Parece que no, o lo leíste automáticamente como una obligación, o revisaste la contratapa y punto porque si no te guardarías de hacer semejante recomendación.
La banalidad del mal trata precisamente de casos como el tuyo, que sin conciencia tienden los puentes para que se instale un horror como el que se instaló en europa con el nazismo. En aquel entonces, te recuerdo, la víctima inocente fueron los judíos, entregados por los países ocupados al ejercito nazi para que no destrozara su población. Como ves, el mal menor.
mc.