Anoche terminé el día
agotado, mareado. Así que, bien temprano, decidí salir a caminar, esta mañana
de domingo, para quebrar una rutina que todavía no llego a establecer. Quiero despejarme
andando junto al Hudson, sin nadie, nada que me perturbe. Mientras voy
llegando, bajando las barrancas, veo un movimiento intenso, raro (aunque, a
decir verdad, casi todo lo que veo por aquí me parece raro). En todo caso, lo
raro de ahora es esto: un grupo grande de personas, en su mayoría chinos, se
agolpan frente a la primera bajada de las barrancas. Remeras naranjas, banderas
naranjas, gorras naranjas. Parece una secta y sus miembros actúan como si lo
fueran, pero no. Simplemente otro grupo de locos, me digo. Me acerco un poco y busco
leer lo que dicen sus remeras, los papeles que cuelgan de las mesas que han instalado:
parece que es un grupo que “camina por el Alzheimer,” algo tan normal como eso.
La demás gente que anda por allí (no se si los llamaría los “normales”: runners,
maratonistas obsesivos, gimnastas ansiosos que miran su reloj digital o celular
a cada rato, lectores tempranos que buscan un espacio verde) pasan junto al
grupo, y pasan desapercibidos. Los de la secta, mientras tanto, se mueven en su
propio mundo, detrás de los dos o tres líderes del grupo, buscando que llegue
el resto, que se arme el conjunto, y que la actividad -vaya a saberse cuál-
comience. Todos pasan, decía, y pasan desapercibidos. Sin embargo, cuando me
acerco yo, que también quería pasar a través de ellos, sin que me noten, la
cosa es distinta. Uy, me digo, porque lo advierto enseguida. Varios me saludan,
algunos me sonríen, un hombre inclina su cabeza a mi paso. Qué les pasa
conmigo? Una vieja se acerca, busca darme un abrazo. Me asusto un poco. Doy un
paso atrás, apresurado. Querrán secuestrarme? Querrán que forme parte de la
secta? (toman rehenes?). Ahí veo el problema. En mi mochila cuelga, todavía, el
pañuelo naranja que traigo de la Argentina, el que pide la separación Iglesia y
Estado. Ahí está la cuestión, ahí me percato. Espero salir de este lío. Ahora soy
uno más de ellos.
13 oct 2019
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
5 comentarios:
Todavía no usa celular, profesor?
Suerte que no llevas un lazo amarillo. Quizás algún tribunal constitucional te condene a 13 años de prisión
los abogados de los independentistas presos me pidieron que los ayude con un amicus. si tengo tiempo escribo algo. por suerte ellos no son tan prejuiciosos
jaja buenísima
http://www.sinpermiso.info/textos/organizaciones-de-derechos-humanos-internacionales-denuncian-que-el-juicio-a-presos-politicos
Publicar un comentario