Ante la respuesta del amigo Jorge Roa, sobre "el paso de Waldron por Colombia," (ver abajo) , sigue a continuación mi respuesta a su respuesta!
Cuando despertó,
el dinosaurio todavía estaba allí
(Augusto Monterroso)
Me alegra mucho poder mantener abierta esta
conversación con el ilustre amigo Jorge Roa. Conociendo, sin embargo, el
compromiso de ambos con la discusión pública sobre los temas que nos interesan,
y la firmeza -o testarudez- con que sostenemos nuestras posiciones, prometo
presentar una réplica de su réplica muy breve, y ayudar de este modo a apagar
lentamente lo que promete ser un diálogo apasionante para nosotros pero
continuo hasta el infinito. Tenemos y mantendremos dicha polémica, a lo largo
del tiempo y por medios diversos, pero creo que al cabo de este ir y venir ya
hemos dejado en claro nuestros respectivos puntos de vista, que es lo que por
ahora importa. A continuación, por tanto, me centraré sólo en un punto de los
varios que presenta Jorge en su rica e inteligente réplica. El punto que voy a
hacer es pequeño pero no por ello menos relevante.
Lo que me interesó decirle a Jorge desde el
comienzo de este intercambio es que en su texto original -como ahora en su
réplica- él se pierde de tomar en cuenta la significativa crítica que Waldron
está haciendo sobre el modo en que viene ejerciéndose en Colombia el control
judicial. La crítica de Waldron es una que muchos compartimos, y por venir de
quien viene, en el momento en que viene, gana especial sentido. Es una crítica
hecha por quien es, seguramente, el analista más agudo sobre la materia; que es
presentada en un momento en donde la Corte Constitucional Colombiana ha ganado
un enorme reconocimiento internacional -más allá del que siempre tuvo, en América
Latina-; frente mismo al tribunal; y en tiempos en donde él ya no sostiene la
versión más radical y carente de matices que sostenía en un principio. Por todo
ello, resulta particularmente interesante que Waldron -ése gran analista del
control judicial- siga sosteniendo hoy -frente al reconocimiento alcanzado por
la CCC, y en su “momento de moderación”- la crítica que sostiene. Pero Jorge
-como otros buenos colegas- parece preferir que esa crítica “pase de largo”,
como si Waldron no alcanzase a ver lo que está viendo, o no estuviera realmente
preocupado por comprender lo que comprende, o estuviera hablándole al “mundo” o
la “doctrina en general,” y no -muy específicamente- a los jueces y académicos
del derecho colombianos.
El “core” de mi desacuerdo con Jorge se
advierte, precisamente, en el preciso instante en que Jorge busca replicar mi
señalamiento en este respecto. Allí, tratando de aclararme que él sí toma en
serio la crítica de Waldron para Colombia y los colombianos, él revela lo
contrario, al dejar en claro, de modo prístino, que él entiende que Waldron
llegó a Bogotá para hablarle…a la doctrina mundial. Me dice Jorge, entonces, y con
un énfasis pleno de amigables signos de admiración, que él no escribió “un artículo sobre Waldron en
Bogotá para decirle a los lectores: “no lo escuchen, no tiene nada que ver con
nosotros”. ¡¡¡Por el contrario!!!” -continúa- “lo escribí y le puse ese título
porque creo que lo que Waldron dijo en Bogotá
es muy relevante para el debate global sobre el judicial review”. No es
así, Jorge -quisiera insistirle- él fue a Colombia para decir algo
especialmente relevante, no para el “debate global,” sino para el debate colombiano.
Jorge parece presentar a Waldron, en cambio, como si él hubiera hablado frente
a los jueces de Angola -quiero decir, un país alejado de sus preocupaciones
inmediatas- o los de Noruega -quiero decir, un país con un poder judicial
básicamente deferente frente a la política, y un ejercicio del control de
constitucionalidad sin mayores conflictos con el gobierno.
Pero no. Lo cierto es que -y esto es lo que
dio especial atractivo y sentido al paso de Waldron por Colombia, y lo que me
llevó a reivindicar esa visita suya- es que Waldron habló frente a los jueces
de la CCC, con plena consciencia del lugar en donde estaba, y del modo en que
en dicho lugar podían interpretarse sus dichos. Más todavía: lo hizo -y aquí el
mérito que le destaco- poniéndose a estudiar algo de la jurisprudencia y
doctrina colombianas, y tratando de responder en consecuencia (respondiendo de
ese modo a la tradición celebratoria y auto-celebratoria que existe frente al
gran tribunal colombiano). Adviértase que, interpretando de este modo al paso
de Waldron por Colombia, ganan sentido pleno todos sus dichos, sus críticas, y
sus matizaciones, de un modo que lo perderían si Waldron hubiera escogido un
foro internacional cualunque -digamos, el de Angola o Noruega- como excusa para
seguir refinando y modulando su postura inicial sobre el derecho, los
desacuerdos y el “core of the case”. Por eso mismo, se entiende que Waldron le
hable a grandes jueces y juristas como Manuel Cepeda, y no a la doctrina
internacional en general: le dice a Cepeda -y, a través de él, a los grandes
jueces y juristas de Colombia- que la objeción democrática no se salva alegando
(como ellos han alegado) el derecho de la población a modificar la Constitución
a través de procesos políticos de enmienda; ni se elude (como ellos la han
aludido) apelando al hecho de que la Corte se haya abocado a una interpretación
“sustantiva” y no meramente formalista de la Constitución (si la interpretación
hoy requiere tomar en consideración principios, y valores, y derechos, y balancearlos
de modo apropiado, por qué no reconocer, entonces, el carácter político de dicha
tarea, que por tanto pasa a corresponderle centralmente al Congreso). Por eso
también, hace pleno sentido que Waldron haya sostenido -reflexivo y
auto-crítico como se mostrara- que años atrás sólo les hubiera dicho (a los
colombianos, o a los noruegos o angoleños) que el control de constitucionalidad
estaba “mal, mal, mal”. Por supuesto: hoy Waldron -como tantos de nosotros- ha
abierto su postura inicial a matizaciones contextuales. Sin embargo -y esto es,
precisamente (repito) lo que dio atractivo y sentido a su presentación en
Colombia- Waldron se preocupó en señalar que, a pesar de todas las matizaciones
que hoy reconoce a su postura inicial, y la admiración genuina que despierta el
máximo tribunal constitucional colombiano, él todavía seguía advirtiendo
problemas en los modos en que dicho control se ejercía (en Colombia) y se
justificaba (a través de la doctrina y jurisprudencia colombianas). Waldron no
fue hasta allí para apoyar la idea de que (lo cito a Jorge) “debemos aspirar a
ser una sociedad core of the case.” No fue hasta allí, tampoco, para
precisar (frente a la doctrina mundial) de qué modo podría ejercerse el control
judicial en una sociedad “core of the case”, o para pensar, en abstracto, sobre
cómo podrían ayudar los ciudadanos a construir una sociedad semejante (como lo
sugiere Jorge en su respuesta). Waldron fue hasta Colombia, y habló frente a la
CCC, para decir -en ese preciso lugar y tiempo- que, a pesar de todo -los
cambios en su pensamiento; sus últimos escritos; la admiración que suscita la
CCC; los buenos jueces y doctrinarios colombianos- el dinosaurio todavía estaba
allí.
2 comentarios:
No había tenido tiempo de leer este debate y confieso que está bueno. De hecho me recuerda mucho a esta escena de una película de Woody Allen (Annie Hall):
https://www.youtube.com/watch?v=vTSmbMm7MDg
A la entrada de un cine dos comensales se debaten para saber qué fue lo que dijo un tal “Mr Maculling”… y preciso ahí estaba Mr. Maculling!
En este debate constitucional no sé quién es quién pero más allá de lo anecdótico, aquí lo que importa no es si Waldron dijo o no dijo o si entendió o no entendió el contexto colombiano o latinoamericano. Y creo que los dos fallan en saber si están haciendo una lectura waldroniana correcta o no. Eso no es lo importante.
Las entradas de Jorge van a la sustancia para precisamente compilar las respuestas “aclimatadas” al contexto colombiano de todos aquellos que como Waldron o Roberto (desde hace años) consideran que la ciudadanía tiene poco margen democrático en el control constitucional.
El caso colombiano es un contraejemplo no solo de relevancia “criolla” sino de alcances para ilustrar cómo nos miran y miden desde el norte y hasta sobre cómo nos podemos entender en clave sur-sur con por ejemplo: “Angola”.
“If academia were only like this”.
Abrazos y que siga el debate, todavía faltan décadas para que todo esto se disuelva.
Juan C. Herrera
No había tenido tiempo de leer este debate y confieso que está bueno. De hecho me recuerda mucho a esta escena de una película de Woody Allen (Annie Hall):
https://www.youtube.com/watch?v=vTSmbMm7MDg
A la entrada de un cine dos comensales se debaten para saber qué fue lo que dijo un tal “Mr Maculling”… y preciso ahí estaba Mr. Maculling!
En este debate constitucional no sé quién es quién pero más allá de lo anecdótico, aquí lo que importa no es si Waldron dijo o no dijo o si entendió o no entendió el contexto colombiano o latinoamericano. Y creo que los dos fallan en saber si están haciendo una lectura waldroniana correcta o no. Eso no es lo importante.
Las entradas de Jorge van a la sustancia para precisamente compilar las respuestas “aclimatadas” al contexto colombiano de todos aquellos que como Waldron o Roberto (desde hace años) consideran que la ciudadanía tiene poco margen democrático en el control constitucional.
El caso colombiano es un contraejemplo no solo de relevancia “criolla” sino de alcances para ilustrar cómo nos miran y miden desde el norte y hasta sobre cómo nos podemos entender en clave sur-sur con por ejemplo: “Angola”.
“If academia were only like this”.
Abrazos y que siga el debate, todavía faltan décadas para que todo esto se disuelva.
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