8 ene 2014

Contra el elitismo penal

(publicado hoy en la nación, acá ): El elitismo penal invoca los intereses de ciudadanos a los que nunca escucha, mientras que el populismo penal invoca la voluntad de un pueblo al que nunca convoca.

La nota, transcripta a continuación:

Contra el elitismo penal

En los días pasados, y luego de dos años de intenso trabajo, una comisión de notables firmó el Anteproyecto de Reforma del Código Penal que será presentado ante el gobierno, en los próximos días. La reforma del Código Penal representa una tarea necesaria y urgente, sobre todo a la luz de los excesos, los desequilibrios y las incongruencias que pasaron a caracterizar al Código vigente, luego de las “reformas Blumberg” impulsadas de modo oportunista por el ex presidente Néstor Kircnher. Según las primeras informaciones que conocemos, muchos de las viejas incoherencias del Código han quedado resueltas en el proyecto nuevo.

El hecho de que la comisión de expertos estuviera compuesta por prestigiosos juristas y políticos de diversas proveniencias partidarias es por demás auspicioso: necesitamos contar con un Código capaz de receptar una pluralidad de puntos de vista, como los que hoy existen en nuestra sociedad. Por lo demás, el hecho de que –tal como todos los miembros de la comisión se han ocupado de destacar- el proyecto concertado refleje “acuerdos en un 90 por ciento de los casos”, torna a dicho compromiso todavía más atractivo.

Sin embargo, datos favorables como los mencionados no deben impedir que encendamos, otra vez, las luces de alarma. Ello así, en particular, luego de la triste experiencia que hemos vivido en los últimos meses, en torno a la reforma del Código Civil. El principal problema de ambas reformas es el mismo: una reforma que va a impactar sobre todos nosotros no puede quedar en manos de una elite, por más capacitada que sea.

Los riesgos propios de las reformas diseñadas por elites no se originan en la mala fe o a la falta de capacidad de los expertos a cargo de la reforma: presuponemos la buena fe y la capacidad intelectual de sus autores. Sin embargo, como suele ocurrir, si las elites del caso no se abren al franco (re)conocimiento de las “voces ausentes” –las voces más débiles de la sociedad- la reforma comienza a sesgarse, imperceptiblemente, hacia territorios más cercanos al interés de sus autores, y más alejados de las necesidades del resto de la población. El paupérrimo proyecto de reforma del Código Civil auspiciado por el gobierno, nos ofrece una notable ilustración sobre los riesgos señalados. Así, siendo que el Código Civil trata, centralmente, sobre el derecho de propiedad, y siendo también que nuestro país vive desde hace décadas una seria crisis habitacional, el Código propuesto no dice nada sobre el angustiante déficit de vivienda que existe, y aún elimina una anodina referencia a la “función social de la propiedad.” En cambio, y de modo casi irónico, el Código Civil proyectado incorpora referencias a los “countries,” el “tiempo compartido,” y los “cementerios privados.” Males propios de un derecho sesgado, escrito por una elite, y pensado de forma aislada de todo genuino debate público.

En el ámbito penal, los riesgos señalados son mucho mayores. Ello, en razón de que dicha esfera del derecho se ocupa de los usos justificados de la violencia estatal. El riesgo, en este caso, es que la maquinaria represiva del Estado comience a ser utilizada por algunos, en su propio beneficio. No se trata de un problema imaginario: una sociedad tan heterogénea como la nuestra cuenta con una composición carcelaria extremadamente homogénea. Sabemos que los “ricos y poderosos” tienden a permanecer “intocados” por el aparato penal; como sabemos que, que luego de más de doscientos años de existencia, la pesada mano del sistema penal sigue recayendo, cotidianamente, sobre el mismo sector social de siempre. Entonces, una de dos: o es que existe un único sector social (genéticamente) predispuesto al crimen, o es que contamos con un derecho penal escrito, aplicado e interpretado de modo sesgado. Esta segunda explicación, según entiendo, resulta más plausible.

Como en otras ocasiones, es posible que, otra vez, se quiera encubrir el diseño elitista de la nueva reforma con una fachada de discusión. Es probable que se nos diga, otra vez, que el Código va a circular por “múltiples foros sociales” y que va a estar abierto al “debate plural.” Pero conviene anticiparlo: los fuegos artificiales de la discusión no bastan. Por el contrario, indignan. Convocar a “voces diferentes” para que hagan “terapia de grupo” frente a legisladores que ya han decidido lo que quieren hacer, no tiene sentido.

Tampoco se trata de sugerir una vuelta al “populismo penal”. Es sabido: el populismo penal es, simplemente, la contracara del “elitismo penal”. El elitismo penal invoca los intereses de ciudadanos a los que nunca escucha; mientras que el populismo penal invoca la voluntad de un pueblo al que nunca convoca. El populismo penal señala la imagen ocasional de alguna víctima de un crimen, exigiendo castigo, y exclama: “ahí está la voz del pueblo.” Pero las voces del dolor no equivalen al “pueblo”; ni dicen todas lo mismo; ni son escuchadas cuando vuelve la calma. Y aunque merecen el mayor amparo, no son ellas las que deben marcar, por sí solas, la orientación de las políticas penales. Los populistas, sin embargo, toman esas voces arbitrariamente, como excusa para reclamar lo que ellos quieren: un derecho penal más duro, más presente, con penas más severas. En definitiva, más oportunista. En esto suele diferenciarse de lo que dicen los expertos, que no quieren dejarse arrastrar por impulsos espasmódicos; que -con razón- rechazan abandonar la preocupación por las garantías, a cambio de una mayor preocupación por las penas. Estas diferencias, de todos modos, no borran sus profundas coincidencias metodológicas: ni elitistas ni populistas propician un debate que los trascienda a ellos mismos.

Finalmente, de lo que se trata es de recuperar el diálogo, de volver a tender puentes entre el derecho penal y la democracia, para impedir que la ley siga apareciendo, ante la inmensa mayoría de la población, como una voz extraña, ajena, incapaz de reflejar sus necesidades y meditadas pretensiones. De lo que se trata es de ayudar a que todos los sectores empiecen a reconocer su propia voz cuando el derecho hable. Debemos impedir que una mayoría de la población siga relacionándose con el derecho sólo en carácter de víctima del mismo. Necesitamos volver a conversar sobre los usos apropiados del aparato coercitivo estatal. Doscientos años de elitismo penal –doscientos años de políticas penales sesgadas y frustrantes- debieran ser suficientes para decidirnos a pensar el derecho penal de otro modo.


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Y Diana Cohen protesta por el mismo elitismo en las decisiones diciendo en este link
http://www.lanacion.com.ar/1653760-una-legitimacion-de-la-impunidad

...Según trascendió, ignorando el contrato social que fundamenta el Estado de derecho, el Congreso excluiría de las audiencias a la sociedad civil. Más que exclusión, es un síntoma: si se contemplaran los valores vigentes de la sociedad, se alentaría la misma participación que se promovió en la promulgación de las leyes civiles durante la última década. Pero temeroso de la demanda de justicia a la que llaman, ampulosamente, "demagogia punitiva", los cómplices de este zafarrancho caen en una dictadura antipunitiva mediante la cual pretenden imponer valores rechazados por la ciudadanía a la cual deberían responder.

rg dijo...

pero si lees mi nota ves que ella cae en lo que yo rechazo: la alternativa del populismo penal

io dijo...

Por favor, que alguien me recuerde el ultimo debate (no me refiero unicamente a nivel nacional, vale regional o global) que tuvo como resultado una propuesta (objetivamente) superadora a partir de dos posturas contrapuestas.

fahirsch dijo...

"doscientos años de existencia, la pesada mano del sistema penal sigue recayendo, cotidianamente, sobre el mismo sector social de siempre"
Hecho experimental: en 40 años de adulto, mi familia y familias políticas, han sido victimas de por lo menos lo siguiente: 2 asaltos en casa (con consecuencias para las víctimas), 2 robos de casa, 2 robos de automóviles, 1 asalto con robo auto, 1 asalto con robo de auto e intento de secuestro, 4 intentos de asalto, 2 robos de contenido de auto (motochochorros), 1 robo de parabrisas de auto, 2 robos de "pasacasettes" de auto.
Se que la lista es incompleta, pero suman 17 hechos. De los cuales solo en dos casos se encontraron culpables. ¿Debo deducir que los responsables de los 15 restantes eran ricos y por eso no fueron detenidos?
En esos años también fui robado (y mi familia y mis conciudadanos) por un Estado y por quienes ejercen el poder. Tampoco hay culpables detenidos (reconozco que ahora son ricos).
En nuestro país los "pobres y marginados" no son los únicos ausentes de la discusión. Lo somos todos, incluidos aquellos que han votado por el actual gobierno.
La aplicación de un Código Penal, sea bueno o malo, sea democrático o antidemocrático en su origen, presupone que primero debe haber sujetos sobre los que se aplica dicho código. Y eso es lo que no hay.
Estoy de acuerdo que el Código Penal (Y otros códigos, etc.) debe ser discutido ampliamente. Parafraseando a Clemenceau: "La Ley es demasiado importante como para dejarla en manos de abogados".
Estoy de acuerdo que se deben respetar los derechos de las personas. Que haya juicios por jurados para todos los delitos. Que quien es acusado disponga de una buena defensa independientemente de la clase social a la que pertenezca.
No quiero cárceles hacinadas, de hecho descreo de las cárceles.
Pero, por favor, no me diga que solo se persigue a una clase social. La realidad es que en Argentina no se persigue a nadie, salvo ocasionalmente a opositores. Pero por delitos contra la propiedad, por violencia de genero, y otros delitos graves, no se persigue a nadie

l.t.m. dijo...

Con respecto a Diana Cohen, ella apela a argumentos emocionales a los que es muy dificil responder algo, pero no son menos emocionales que cuando un abolicionista dice "tortura!" ante cualquier atisbo de hablar de penas y prisión.
Siguiendo a Io, este es un blog que se supone de debate, con el extenuante esfuerzo de su autor de moderarlo, lo que nos brinda a todos las garantias de respeto y de intecambio civilizado sin embargo poco de eso a no ser alguna agresion aislada como respuesta que encontré a alguna intervención mía frente a los posts abolicionistas.
Se me ocurre que la voluntad de debatir es poca, adivino que de abrirse el debate seria copado por los grupos interesados ultrapunitivistas vs abolicionistas extremos.
Y sería penoso que el grueso de la sociedad quedara excluido, se me ocurre de estar yo alli aceptaría formas alternativas a la carcel como pena por un delito.
Pero gustaría hilar muy finito en el tema de los antecedentes penales, para la reincidenica.
Nada, cosas que se me ocurren al paso.
Estuvo bueno el contrapunto Cohen-Garagarella, en la Nacion.

Anónimo dijo...

Yo creo que el post de Fahirsch debería ser publicado por La Nación a modo de un tertium quid dispuesto a mediar entre Cohen y Gargarella. Lo digo en serio. Es conciso, claro, transparente y posee la fuerza de lo autobiográfico. Y encima es imparcial. Por su voz habla la mía e intuyo que también la de muchos otros que han sido víctimas en estos años de la delincuencia callejera y la desidia estatal.

El Imparcial del Norte

Anónimo dijo...

Por delitos de tránsito tampoco se persigue a nadie, y es todo un síntoma, desde los que tapan las rampas, a los que estacionan en la línea amarilla frente a la parada de los colectivos, o estacionan el auto en la vereda, las clases más pudientes se han apropiado del espacio público con sus automóviles de una forma voraz y ya no se los multa por casi nada.

fahirsch dijo...

Anónimo 1:18 : NO son "las clases más pudientes se han apropiado del espacio público con sus automóviles" las que se han apropiado del espacio público. Son TODAS las clases las que se apropian del espacio público.
Hace muchísimos años me di cuenta que en nuestro país la mayoría ni está en contra de la ley, ni a favor de ella, simplemente la ignora. La ignora en dos sentidos: "no conocer" e "importa un rábano lo que diga".
Creo que somos pocos los que tratamos de vivir de acuerdo a la ley. Y digo tratamos porque muchas veces la ley fue diseñada para ser violada.

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo fahirsch, me refiero a delitos de tránsito donde la posesión de un auto ya supone un cierto poder adquisitivo, por otra parte los recientes cortes de luz dejaron ver la matriz mediocre y mezquina de esa clase media y alta a la que me refiero, que pide a gritos que repriman los cortes de los pobres pero ellos están dispuestos a cortar calles, avenidas, e incluso las vías de los trenes -donde vamos los menos pudientes-.
Vivo en el conurbano y me han robado varias veces y sin duda no eran ricos y no los disculpo por ser pobres, pero casi todos los días me tiran el auto encima en un cruce peatonal y esos que me tiran el auto con actitud criminal en forma crónica te aseguro que pobres no son. Por eso me parece acertado en algún punto lo que dice Roberto. Saludos