La política de verdad y justicia de Raúl Alfonsín se
nutrió del aporte de muchos luchadores por los derechos humanos, académicos, y
dirigentes políticos y sociales. Entre ellos cumplió un papel destacado un
grupo de juristas (al que, en los ochenta, se lo conoció como el grupo de “los
filósofos”) entre los que descollaba Carlos Nino, fallecido el 29 de agosto de
1993. Nino fue, entonces, uno de los responsables ideológicos del diseño del
Juicio a las Juntas.
Existe un registro interesante y temprano del pensamiento
de Nino en la materia. Dicho registro proviene de los años de la dictadura, y
aparece en las grabaciones de las clases dictadas por él en la Sociedad
Argentina de Análisis Filosófico (parte de lo que Diana Maffía llamó “la
Universidad de las catacumbas”) en 1982 y 1983. Estas clases fueron editadas y
publicadas el año pasado (8 lecciones
sobre ética y derecho). En ellas, Nino presentó su visión sobre el curso a
seguir para impedir la impunidad de los jerarcas de la dictadura. Uno de los
aspectos más ultrajantes de las violaciones masivas de derechos por parte del Proceso,
para Nino, fue su carácter clandestino. En tal sentido, afirmó el filósofo, los
militares argentinos fueron peores que los Nazis.
Nino concibió a la política de los juicios como abriendo
un camino diferente frente a las dos alternativas más claras y dominantes
dentro del pensamiento penal. Por un lado, propuso rechazar visiones como las
que, en su momento, defendiera Kant –visiones “retribucionistas” que, en los
hechos, sostenía parte de la sociedad, cuando pedía “juicio y castigo” para
todos los militares vinculados, de un modo u otro, con la dictadura. Para Nino,
el retribucionismo no explica por qué la suma de dos males (imponer un castigo
sobre quienes causaron un mal), habría de resultar en un bien. En términos
políticos, por lo demás, el retribucionismo resultaba, en dicho momento,
difícilmente concebible –al implicar el encierro de la totalidad o casi
totalidad de los miembros de las fuerzas armadas.
Por otro lado, Nino propuso dejar de lado visiones como
las que, en su momento, defendiera Bentham –visiones “utilitaristas” que,
también, eran mantenidas por importantes sectores de la sociedad, cuando se
mostraban menos preocupados por los asuntos de la justicia que por la no repetición
de sangrientos golpes de estado. En tal sentido, el utilitarismo era compatible
con la no condena a ninguno de los imputados, en la medida en que, por algún
otro medio, se asegurase la finalización de una era de grave inestabilidad
política. Para Nino, el utilitarismo tampoco resultaba una alternativa
adecuada: no sólo no aseguraba niveles mínimos de justicia, sino que aparecía
proclive a tomar a las personas como meros medios para la consecución de fines
en principio más importantes.
La política que siguió entonces Alfonsín –la que aconsejó
Nino- buscó escapar de las alternativas retribucionistas y utilitaristas
dominantes: ni el castigo a “todos”, ni la impunidad o la denegación de
justicia. Se decidió, entonces, enjuiciar a los principales responsables de los
atroces crímenes cometidos por la dictadura.
6 comentarios:
Gracias por compartirlo, Roberto. ¿Tienes el enlace? No lo encuentro en la edición de la Ñ. Abrazos!.
Prefiero y aplico esa forma, y esa línea de fondo.
Un grande, Nino.
También puede decirse que la fórmula de Nino (tomada de Nuremberg) era que tengamos muy poca verdad (que se investiguen unos pocos casos) y muy poca justicia (que se juzgue sólo a unos pocos responsables, aunque los de mayor jerarquía), y nos contentemos con eso y su poder simbólico. El propio Alfonsín cuando mandó la ley de obediencia debida al Congreso dijo que mandaba una ley que no le gustaba.
Todo (imposible) o nada (terrible)?
Algunos pensaron que juzgar con amplitud no era posible, pero muchos otros, incluyendo a los organismos, las víctimas, los partidos y diarios de izquierda y centro izquierda, pensaban lo contrario (y llenaron las calles oponiéndose a estas leyes).
Pero lee el post de RG y el libro de Nino sobre el tema: él proponía limitar el juzgamiento (con un alcance similar al que lo hizo la ley de obediencia debida), como algo deseable, la mejor opción posible, independientemente de si se podía o no juzgar todo.
Muchas veces me pregunto, cuando pienso en estos temas, si tener cárceles donde se tortura no es también delito de lesa humanidad por parte de los gobiernos responsables.
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