La gran película La Patota incluye, de modo muy central, muchas reflexiones sobre el derecho (como bien acota en los comentarios S. Mollis). La más explícita aparece en una frase muy construida: "Cuando los pobres están en el medio, a la justicia no le interesa la verdad, sino encontrar culpables." Gran reflexión: veraz e interesante. Para quienes estamos interesados en los temas de castigo y pobreza, la película tiene todavía (bastante) más. La protagonista (en este sentido, como la Mirtha Legrand en La Patota de los años 60), piensa ya sea en el perdón (cristiano en el de Mirtha), ya sea en la brutalidad e inutilidad del castigo: para qué quieren castigar? -pregunta la Paulina actual. No ven cómo los han golpeado? Qué ganan con eso? -agrega.
Contra lo que dice Mollis (aunque supongo que no estará muy en desacuerdo con esto), creo que (nosotros, los críticos del castigo) podemos suscribir sin problemas la posición de la Paulina actual. De ninguna manera esperar que la gente actúe como ella (no es esperable, y es entendible que sea así), pero sí mantener la crítica en esa línea: el castigo es una locura, mucho más teniendo en cuenta cómo se lo piensa hoy, mucho más cuando se lo rodea -a las escondidas, como hoy- de golpes y torturas explícitas, que se superponen con la tortura implícita que es la cárcel. Tampoco creo que haya que hacer mucha concesión discursiva a lo que pensamos, ni en términos estratégicos. Decimos lo correcto, así que simplemente hay que decirlo claro, convencidos, y en todo caso argumentando mejor: la razón está de este lado. Y, cuando lo que está en juego son los derechos humanos básicos de cientos de miles de personas, hoy torturadas por el sistema estatal, no hay mucha transacción en la que involucrarse: se trata de una cuestión, en buena medida, radical, en parte de todo o nada, categórica. No se puede tomar como regla la tortura, en ninguna de sus formas.
2 comentarios:
La postura de Paulina es la que suscribimos y por la que militamos, escribimos, discutimos y hasta nos peleamos.
No la reniego y creo que no deberíamos hacerlo. Tampoco creo que haya que hacer concesiones. Hay que asumirnos como críticos del castigo, abolicionistas, minimalistas o lo que cada uno sea. Ahí estamos de acuerdo.
Es cierto que a veces eso nos pone en una situación en la que algunos no van a mirar nuestros argumentos y nos van a pegar por cómo nos definimos.
Pienso que a veces dejamos de lado algunas discusiones que no nos son ajenas y que traerían muchísimas luz sobre nuestros reclamos. Ahí es donde veo la estrategia, pero esa estrategia no implica ceder. Bueno, al menos no es mi intención pero es cierto que hay un riesgo, y ahí compro totalmente lo que dijiste: "Decimos lo correcto, así que simplemente hay que decirlo claro, convencidos, y en todo caso argumentando mejor: la razón está de este lado.".
Me habré desanimado a partir de las últimas discusiones, pero rendirse jamás.
Gracias por el empuje y abrazo.
Hola Roberto, agregaría a lo que planteás la siguiente idea. Cuando Paulina dice (o algo así) "qué gano con el castigo", pareciera que se desliza no solo la pregunta en cuanto a cuáles son los beneficios o efectos que el sistema busca con ese proceder sino lo que el castigo significa ante el trauma de la víctima, pues no repara ni soluciona nada. Sería interesante discutir esta idea (teniendo en cuenta que muchas veces el castigo se presenta como una forma de ejercicio de los derechos de la víctima).
saludos, Francisco
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