21 ago 2012

UBA/Represores/Abstracción machacona

En este artículo (acà) don H. González continúa con el debate sobre la UBA y la prohibición de la enseñanza a los represores de la dictadura. El texto mejora la postura de los "prohibicionistas" (o como sea que les llamemos) pero los argumentos siguen sin aparecer. Qué es lo que dice el amigo HG?

Da varios golpes a la mirada constitucional sobre el tema, pero lo cierto es que la Constitución necesita estar justamente en los casos difíciles y no en los fáciles: para los fáciles suele bastar el sentido común.

Con absoluta buena fe pregunto: qué quieren decir frases como èsta?:

La activación de derechos constitucionales en las cárceles introduce un principio salutífero de ciudadanía y los estudios que se imparten permiten un generoso establecimiento de un derecho educacional. ¿Pero puede hacérselo sin sapiencia filosófica, sin metaprincipios de la memoria y sin reflexión sobre los presupuestos últimos de la misma justicia?

Hablamos de derechos constitucionales, con absoluta conciencia de las implicaciones filosóficas del tema, con todos los metaprincipios que se quieran, y con plena decisión de discutir sobre los principios últimos (eso sí, después no nos acusen de "abstractos" a "nosotros")

Dice también:

Pero las cosas no son tan simples, al punto de poderse resolver la gravedad de este tema con la lógica constitucional o reflexiones que hagan de estos prisioneros un motivo para provocar nuestra propia misericordia. 

Pero bien, salgamos de la lógica constitucional, pero para estos casos, a cuál lógica vamos, y quién decide en ella? En todo caso, hasta ahora no tenemos argumentos, Aparece entonces el siguiente párrafo, que parece ser el pasaje clave del artículo. Dice don HG:

Desde luego, deben regir las leyes comunes porque nada debe quedar exento de esta crucial categoría civilizatoria: ser sujetos de derecho es lo que mantiene viva la trama heredada de la cultura. Pero también hay distintos momentos de suspensión ética socialmente acordados de lo que las leyes indican. La constitución, el sentimiento antidiscriminatorio y el sistema de las libertades públicas –la Justicia, en suma– se resguarda mucho más con la censura de sus momentos de abstracción machacona, permitiendo así el rescate de los puntos irresueltos de una historia

Ok, estamos de acuerdo: las leyes rigen para todos. Pero lo que sigue es fuertísimo: qué quiere decir que en "distintos momentos" llega la "suspensión ética"?? Cuáles serían esos momentos "socialmente acordados"? Otra vez, lo digo de buena fe, porque lo que està en juego (en ciertos casos dejar de lado al derecho, dejar de lado la moral, dejar de lado la ética, dejar de lado la Constitución, dejar de lado los sentimientos antidiscriminatorios, dejar de lado el sistema de libertades públicas -la Justicia en suma) es demasiado serio, para no decir NADA acerca de cuándo, cómo, por qué, por quiénes; para apelar simplemente a consensos que no conoce nadie (salvo una elite intelectual?); y para despacharnos a los que no pensamos lo mismo diciéndonos (a "nosotros", luego de todo lo escrito en textos como éste), que nos quedamos con la "abstracción machacona". Si lo de uno es "abstracción machacona," qué tipo de abstraccióm implica el pedido de "suspensión ética" de "lo que las leyes indican" en nombre de "la sapiencia filosófica y los metaprincipios de la memoria"?

14 comentarios:

Ramiro dijo...

Oh. My. God.

Hay que formar la agrupación La Abstracción Machacona hoy mismo.

Eduardo Reviriego dijo...

Aunque entiendo que siempre es conveniente preguntarse, antes que nada, sobre si vale la pena tratar de averiguar lo que ha querido decir Horacio González,en toda ocasión en que habla o escribe, no dejó de llamarme la atención esta frase:
"Esos puntos son precisamente la base para nuevos programas universitarios que se refieran tanto a las nuevas reformas autonómicas universitarias como al resguardo de la libre reflexión sobre el pasado, a condición de que éste siga existiendo en su drama específico."
¿Cuál sería esa libre reflexión, que queda condicionada a una cierta visión del pasado? Según el autor, entonces no habría libertad para los que niegan la visión oficial de ese pasado, los que no podrían así expresarse. Entraríamos así en un estado de excepción -frase que utiliza el autor- en el que el soberano determinaría cuál es la versión del pasado sobre la que se puede reflexionar, y los que no comparten esa postura, quedarían excluidos de esa posibilidad.
Como con acierto dice Giorgio Agamben: "El problema, sobre todo, es que si no se comprende lo que se pone en juego en el fascismo, no se llega a advertir siquiera el sentido de la democracia" En: Estado de excepción. Homo Sacer II.I. Adriana Hidalgo. Bs. As. 2004. pág. 12.

rg dijo...

totalmente ramiro, ahi la ascendí a título

Anónimo dijo...

Una vez más, H. González vuelve a exhibir en su máxima expresión esa lógica situacionista, esa lógica de la excepción de la que tanto se han valido los intelectuales kirchneristas para analizar (y, de paso, justificar) cierto ejercicio del poder. ¿Qué tipo de ejercicio, específicamente? Pues aquél que no escatima en apelar a ciertas dosis de despotismo, arbitrariedad y discreción cuando 'las situaciones' así lo demanden. Hasta aquí, no hay demasiado de revelador en la retórica de González, como no la hay en la de ninguno de estos pensadores. El problema surge no bien nos detenemos ante la siguiente pregunta: ¿Cuáles son, según ellos, las situaciones de excepción que demandan decisiones sin precedentes? Y aquí es donde la cosa se pone interesante, pues las situaciones de excepción son precisamente las que ellos definan como 'situaciones de excepción', ejerciendo una suerte de derecho soberano a definir la realidad que habría sido otorgado nada menos que por el apoyo democrático del pueblo. 'Soberano', decía C. Schmitt, es el que decide el estado de excepción. Pues bien, según H. González, al decidir qué hacer con la petición de los dictadores de estudiar en la universidad, las autoridades de la UBA también se comportarían ejerciendo esa suerte de soberanía definidora de la realidad a la que su respaldo democrático las autorizaría.
El Imparcial del Norte

Anónimo dijo...

El problema con la lógica de la excepción es que permite justificar 'cualquier cosa'. En el debate que tuviste con Mocca, RG, él hizo mucho énfasis en algo que supuestamente vos (y otros), escribiendo desde la soledad del claustro universitario, negarían. Él volvió a insistir en eso de que la materia central de la política es el poder y que el ejercicio del poder no puede afrontarse ingenuamente, tapándonos la nariz cuando algo no nos gusta. Ello explica, entre otras cosas, las 'alianzas' que el kirchnerismo se vio impulsado a tender con sectores políticos que en una situación ideal no merecerían nuestra estima. La contestación que vos le diste fue mediante el ejemplo de Formosa: ¿por qué no tomar como medida, por ejemplo, una negativa a enviarle recursos económicos? A lo que él te contestó, no desacertadamente (según creo), que por qué el PUEBLO formoseño tendría que pagar por la corrupción de su clase dirigente. Lo que hay que decirle a Mocca es que más allá de que ésta no sea una medida acertada, tampoco es acertada la lógica con la cual él analiza la necesidad de este tipo de alianzas. Con la misma lógica, el gobierno de Menem, por ejemplo, pudo justificar la necesidad de reformar la Corte Suprema y tornarla un poder adicto al Ejecutivo: porque las necesidades de la realidad argentina hacían imperativo contar con un Ejecutivo fuerte, con un Ejecutivo que garantizara la gobernabilidad, esa misma gobernabilidad que se habría visto dificultada por un Poder Judicial independiente. Vuelvo al comienzo: El problema con la lógica de la excepción es que permite justificar cualquier cosa, desde las peores alianzas hasta las transformaciones institucionales más radicales.

pablo dijo...

Lo interesante del razonamiento de HG es la analogía existente con aquellas posturas que justifican la suspensión de los derechos para los detenidos en Guantanamo o la aplicación de torturas a los prisioneros de guerra. La idea común es la existencia de una suerte de paréntesis en la condición universal de los derechos humanos, un detenerse de los mismos respecto de, precisamente, la elevación como dato sustancial de las condiciones del sujeto, cuando lo que precisamente hace el estatuto recreado desde la Declaración Universal en adelante, es obturar dichas circunstancias, para garantizar la defensa de valores que hemos considerado como propios, necesarios y fundamentales.
La suspensión de la ética que anima entonces la opinión de HG debe verse desde la perspectiva de la consagración, a pesar de que podríamos acordar que desde lo discursivo estamos rodeados de derechos, de determinadas rupturas, de quiebres en la lógica propia del sistema constitucional en orden a determinadas circunstancias. El problema no es solo el limite, sino precisamente, la formulación de la posibilidad del recorte, de la posibilidad de recrear zonas donde los sujetos se encuentran privados de derechos humanos, cuando deberíamos tener presente que los mismos son o representan los grados mínimos de tutela, de protección del individuo o los pueblos frente a los poderes, sean estos del Estado, corporaciones, mayorías, etc.-
Más allá de la respuesta, más allá de sindicar la impostura de un razonamiento como el formulado por HG, como también su no correspondencia con los enunciados que el mismo sostiene en otros foros, en otros temas, lo que no habría dejar de pasar por alto, es que de alguna manera esta matriz se comienza a normalizar, a cotidianizar, es decir, a volverse parte de un sentido común, de una suerte de excepción de la que todos, eventualmente ya sea por experiencia como por visión del mundo, podríamos llegar a participar. Excepción que como sabemos, y en todos los casos, termina por adquirir el estatuto que supuestamente viene a negar, es decir, de la excepción a la regla a la regla de la excepción.
El atractivo de la reflexión de HG es el fuerte contenido emocional que el mismo despliega, contenido que podríamos asignarle una suerte de carriles que aparecen como separados pero que terminan por juntarse en algún punto. Un primer carril es, obviamente, el personaje, esto es, alguno de los genocidas. El segundo carril es cierta “molestia”, calificada como “machacadora” de los derechos constitucionales. En algún punto este razonamiento también participa de aquél que podríamos encontrar en los noticieros de la tarde, donde se agolpan los reclamos de penas severas, de que los derechos humanos son para los delincuentes. Delincuente más la casi certeza de que los derechos y garantías constitucionales aparecen como obstáculos para la satisfacción de la necesidad de venganza de la población. Así lo que comienza como atractivo adquiere la cualidad casi perversa y propia de la fascinación inmediata, redondea, circula omitiendo la regla básica. Aquella regla que reivindicamos como nuestra instancia final para el arreglo de nuestra interacción cotidiana, y más allá o más acá de los metarelatos, o incluso de las objeciones que nuestras propias convicciones podrían formular.
Uno apremiado por el trabajo cotidiano, y por esa especie de pulsión por opinar, muchas veces se va un poco al c... pero bueno muchos saludos

Anónimo dijo...

Encuentro que la idea de la suspensión ética y la abstracción machacona muy bien podría ser capitalizada por la derecha para justificar desde la tortura a la pena de muerte en casos de "inseguridad".
Digo, toda la derecha siempre sostuvo que los derechos y las garantías en el proceso eran abstracciones machaconas inventadas por los académicos y los jueces para proteger a los "delincuentes".
Es la misma lógica sólo que con un discurso supuestamente profundo y filosóficamente "fundado" pero que en verdad esconde una razón de estado espantosa.
Por último, ¿no le parece aberrante a González que el estado condicione el ejercicio de derechos a la visión moral del mundo que tenga el sujeto que pretende ejercerlos? ¿Puede el estado exigir que los habitantes piensen de un determinado modo para poder ejercer sus derechos?
Toda la línea de Horacio González nos lleva a sostener que, en estos casos, el sujeto pierde su condición de persona por el hecho de no haber introyectado la narrativa del poder, de manera que el sujeto es tal sólo si asume en forma real o fingida la obediencia al poder.
Qué "intelectuales" de izquierda!! Socorroooo

Eduardo Reviriego dijo...

No hay dudas de que el tema da para mucho.
En este contexto, no dejan de ser interesantes estas consideraciones de Reyes Mate, sobre la real dimensión de los Derechos Humanos, especialmente cuando escribe que: "La violencia política no la sitúa Benjamin tanto en el totalitarismo subyacente al idealismo del pensamiento occidental, cuanto en la in-significancia de lo singular para ese mismo idealismo. Es como si solo supiéramos pensar a lo grande: en vez de pensar al hombre real construimos un sujeto trascendental -la humanidad- que sería el sujeto real de los derechos humanos, por ejemplo. Ahora bien, si aceptamos como doctrina indiscutible la existencia de los derechos humanos, mientras que en la realidad de los hombres concretos brilla por su ausencia, será porque para la verdad de esa doctrina lo importante es el sujeto trascendental y no los sujetos reales. Esto quiere decir que para esta doctrina o, mejor, para la filosofía que segrega este tipo de doctrinas, la realidad concreta es in-significante, por eso puede la humanidad gozar de buena salud aunque los hombres de carne y hueso estén en las últimas. El peligro de este tipo de construcciones teóricas es que pueden justificar cualquier proyecto que apunte muy alto, aunque tenga un severo costo humano y social, porque lo concreto, al carecer de significación teórica, ni valida ni invalida el proyecto general. Esto se ve mucho más claramente en las teorías del progreso, tan volcada hacia la promesa de felicidad de futuras generaciones o de una buena parte de la humanidad presente, que no puede ver los cadáveres y escombros que cimientan la marcha triunfal de la historia." En: Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política. Trotta. Madrid. 2003. pag. 22

Anónimo dijo...

La postura del PO la leíste?
po.org.ar/po1235/2012/08/16/represores-afuera-de-la-uba/

rg dijo...

uh. el po piensa distinto. voy a cambiar mi postura ya¡¡
que kirchneristas son algunos,por favor

Eduardo Reviriego dijo...

Cuanto le cuesta a algunos entender, que en una democracia, siempre existe la posibilidad de disentir.

aldo luis dijo...

Después de leer los párrafos de H. González se confirma que el kirchnerismo más que una ideología es un género literario o, como dice Iglesias Illa en Holy Fuck, una actitud estética.

Anónimo dijo...

Sí, un género literario cercano a la ficcionalización, pero de pésimo valor estético.

Anonimo 912 dijo...

¿Querés inclusión educativa?
¡Ahí tenés!
http://portales.educacion.gov.ar/spu/files/2012/08/Bicentenario-agosto-2012-14-8.pdf