Aun cuando las protestas que lo inspiraron, allá por la crisis de 2001 y sus coletazos posteriores, se han acallado el libro Carta abierta sobre la intolerancia. Apuntes sobre derecho y protesta, que Siglo veintiuno editores acaba de reeditar en una versión ampliada, sigue teniendo algo que decir sobre el estado del debate público en la Argentina. En diálogo con Infobae, su autor, el constitucionalista Roberto Gargarella, lo explicó así: "Hay un tema que es de esta época, que es cómo se trata al disidente: puede ser que la manifestación de protesta, de crítica, de disidencia sea a través de un acampe, como el de los qom, que sea a través de corte de calle, o que sea en la vida cotidiana cómo se trata a quienes critican". Reflexionar sobre la intolerancia, entonces, implica detenerse en "un clima de cierta hostilidad, que ha sido hostilidad judicial, y es en general hostilidad de quien está en control del gobierno, que no es amigo normalmente de quienes lo critican".
El libro propone "hacer una conexión
entre democracia y disidencia, democracia y crítica, democracia y
protesta", un país con "una tradición, una práctica, una costumbre, una
gimnasia de levantarse y ponerse de pie" ante las demandas -explica
Gargarella-, cuyas dos manifestaciones más recientes fueron las
multitudinarias marchas por los derechos de la mujer bajo el slogan #NiUnaMenos y por la muerte del fiscal Alberto Nisman. ¿Por qué en democracia es especialmente importante el valor de la disidencia?
"No porque tengamos que ser todos hermanos, porque tengamos que ser
todos amigos, porque tengamos que ser todos tolerantes, sino porque
queremos decidir mejor. Si vamos a tomar una decisión, aquellos que se
oponen a esa decisión -de cualquier tipo: qué vamos a hacer con la
regulación de la eutanasia, qué vamos a hacer con la regulación de la
homosexualidad, qué vamos a hacer con la regulación de salarios, de
impuestos...-, si no escuchamos de modo muy especial al que objeta, al
que critica, corremos el riesgo, aun en contra de nuestros propios
intereses, de tomar una decisión que no toma en cuenta reclamos,
necesidades importantes de otros", sostiene. "El que disiente tiene algo muy importante que aportar", añade.
La
resistencia del poder público ante las protestas genera que las
manifestaciones se hagan más ruidosas "denunciando que el canal
institucional normal no está funcionando". Sin embargo, más allá de la
reivindicación del derecho a reclamar, "es importante cambiar el foco y
preguntarle al poder público por qué está actuando o dejando de actuar
del modo en que lo hace a la luz del tipo de compromiso que tiene
asumido con todos nosotros". "Nuestro derecho está lleno de compromisos
muy fuertes en término sociales, económicos, culturales, derechos de
todo tipo, y uno no tiene por qué tomar eso como poesía; esos son
derechos que uno tiene justamente razones para reclamar", explica
Gargarella, y añade: "Uno debería poder enfocar al poder político y
preguntarle: por qué usted no está asegurando ciertos derechos básicos
de estos grupos, sean los qom o sea quien sea. Este es un momento del
país en el que hay cantidad de derechos insatisfechos. Y muchas veces se
toman esos derechos como si fuera un reclamo por privilegios: quiero
que a mí también me den... No, yo estoy reclamando por un derecho, no
por un privilegio. Esa distinción entre mucha gente lo que reclama es no
que me den un tratamiento especial porque soy bonito, pido mi derecho
básico porque es el que usted está comprometido, obligado, a
asegurarme".
-Esta intolerancia al que manifiesta una disidencia, ¿cree que es privativa del kirchnerismo, del peronismo?
-No,
no. De cualquiera que esté en el poder. Ahora, por supuesto que
cualquiera que esté en el poder reacciona de distinto modo. El
kirchnerismo ha tenido una modalidad de reacción para mí muy preocupante
que también habla de cómo es que entiende la democracia, manifestado en
cosas que han reiterado miles de veces. Usted que protesta, ¿por qué no
hace un partido político y me gana la elección? Nada que ver... No
tengo que hacer ningún partido político, no tengo que esperar a la
próxima elección, hoy tengo este derecho y usted me lo tiene que
asegurar. Esta idea de la única forma interesante de responder o
desafiar al gobierno es hacer un partido político y ganar las elecciones
muestra una idea muy pobre y muy estrecha de democracia. La democracia
no se ejerce el día de la elección, democracia es lo que pasa todos los
días y esa protesta, esa queja y esa demanda que uno hace todos los
días. Ese latiguillo en el discurso oficial es muestra de algo bastante
más serio, que tiene que ver con el modo en que entiende el gobierno la
idea de democracia.
La Justicia, en la mira del kirchnerismo
Las
últimas grandes manifestaciones que hubo en la Argentina tuvieron como
objeto de demanda a la Justicia. Para Gargarella, "aun la vieja
corporación judicial admite la necesidad de una reforma, como que no es
todo tipo de reforma judicial admisible. Están las dos cosas: una
urgencia de modificar la Justicia en términos de independencia, en
términos de democratización, en términos de acceso de los más pobres a
la Justicia, pero al mismo tiempo hay que estar muy en guardia porque
sin dudas el poder de turno, como otros poderes lo podrían haber hecho,
lo que quieren es tener a la Justicia bajo su control, y lo que ha hecho
es una política de exterminio -metaforicamente hablando- sobre aquellos
jueces que ponían algún obstáculo", sostiene.
Tras
un primer período en que el kirchnerismo, "por razones estrictamente
políticas" -que no necesariamente son "malas razones"-, "se vio obligado
y tuvo la virtud de llevar adelante reformas que muchos, incluso dentro
de la comunidad jurídica, aplaudimos" -simbolizado con la reforma en la
corte-, ahora, en el minuto dos, apenas después, "el kirchnerismo
decide dejar de lado lo que había prometido", lo que se traduce en la
segunda gran serie de medidas como el intento de controlar el Consejo de
la Magistratura. "Inmediatamente después de ese momento
sorprendetemente, extraordinario, aparecen dos reformas del Consejo de
la Magistratura que implican que el gobierno toma el control sobre ellos
y pasan las cosas que hoy seguimos viendo. Un juez que actúa de modo
que parece que es disidente, enseguida es llamado la atención por el
Consejo de la Magistratura", explica Gargarella, al tiempo que señala lo
que llama "construcción de irregularidad": "al poder público hoy le
interesa tener un panorama de irregularidad. todos jueces mal nombrados,
entonces aquel juez mal nombrado hace un movimiento que me molesta, lo
saco y no tiene derecho a hablar porque está mal nombrado".
-Entre los candidatos para la próxima elección, ¿reconoce la intención de encarar seriamente la reforma de la Justicia?
-No
creo que haya en la clase política argentina ni la oportunidad ni la
decisión de encarar problemas estructurales como si lo fueran. La idea
hoy por hoy -ojalá que sea simplemente por la circunstancia del momento-
es salir del paso, y en todo caso tener un triunfo electoral. Pero no
se advierte que la gente está incorporada con su propio cuerpo en los
conflictos que abordan.
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