De Maristella S., publicado en Ñ (acá)
América del Sur vive un momento político-social muy inquietante, de fuerte polarización en diferentes países y de crisis del pluralismo político. Aunque el espectro regional es amplio, quiero referirme aquí a aquellos dos países que más expectativas políticas transformadoras concitaron desde las llamadas izquierdas progresistas latinoamericanas en la última década: Bolivia y Ecuador. La razón de ello es que en el último mes asistimos a dos hechos elocuentes que ponen de relieve la amenaza y cercenamiento de libertades políticas en ambos países.
Bolivia y Ecuador (y, en menor medida, por su carácter siempre controversial, Venezuela) lideraron el ranking de los gobiernos de izquierda en la región, cuyo correlato fue un proceso de innovación social e institucional, protagonizados por organizaciones indígenas y movimientos sociales. Así, a través de la Asamblea Constituyente el gobierno de Evo Morales estableció el reconocimiento de los derechos colectivos y la creación del Estado Plurinacional y las Autonomías indígenas. Por su parte, Ecuador constitucionalizó los Derechos de la Naturaleza y estableció un Plan del Buen Vivir que apuntaba a la salida del modelo primario-exportador, acompañando esto con la propuesta innovadora como la de dejar parte del petróleo bajo tierra (Iniciativa Yasuní).
En 2015, las promesas de generar “otros modelos de desarrollo” parecen ya muy lejanas. Así, en Bolivia, el 9 de agosto pasado, el vicepresidente Alvaro García Linera, connotado intelectual y sociólogo, fustigó con una retórica virulenta a cuatro ONG nacionales, a las cuales trató de mentirosas, amenazándolas con expulsarlas del país (sic), debido a que sus informes contradicen el discurso oficial (pues muestran el avance del agronegocio), o bien porque defienden las comunidades indígeno-campesinas frente a la expansión del extractivismo (así, acusó a una de estas ONG de hacer “trotskismo verde”).
Días más tarde, con un conjunto de intelectuales, entre ellos Boaventura de Sousa Santos, Leonardo Boff, el ecuatoriano Alberto Acosta y la expareja del vicepresidente, la mexicana Raquel Gutiérrez, y varios argentinos (Beatriz Sarlo, Roberto Gargarella, Rubén Lo Vuolo y la autora de esta nota, entre otros), enviamos una carta abierta a García Linera rechazando las descalificaciones y amenazas, las que de concretarse, implicarían una violación de los derechos civiles y, por consiguiente, un enorme retroceso para la democracia boliviana. En dicha carta, de gran circulación en Bolivia, subrayamos también que “la disidencia o la crítica intelectual no se combate a fuerza de censura y efecto de amenazas y descalificaciones, sino con más debate, más apertura a la discusión política e intelectual; esto es, con más democracia”. García Linera contestó con otra carta, la cual si bien abre a una discusión pendiente sobre extractivismo y modelos de desarrollo, insiste en que las ONG en el banquillo mienten y que no fueron amenazadas de expulsión, sino de defender “los intereses de la derecha política internacional”.
La posición de García Linera tiene antecedentes. Así, en 2011, cuando el gobierno de Evo Morales generó el conflicto en el Tipnis (Territorio Indígena Parque Nacional Isidoro Secure), por la construcción de una carretera, García Linera escribió un libro, Geopolítica de la Amazonía (2012) donde criticaba el “ambientalismo colonial” y demonizaba las ONG y las agencias de cooperación (situándolas en el mismo plano) así como a diversas organizaciones indígenas históricas que se habían opuesto a dicha carretera.
En Ecuador, la situación es de mayor gravedad, pues los dichos y amenazas suelen convertirse en hechos. Así, el pasado 13 de agosto tuvo lugar una importante marcha liderada por la Confederación Nacional de Pueblos Originarios del Ecuador (Conaie), la que terminó –como sucede en los últimos tiempos en ese país– en represión. En la misma fue golpeada la periodista franco-brasileña Manuela Picq, residente desde hace 8 años en el país, donde es profesora universitaria y pareja de un líder indígena. Mientras estaba en el hospital, Manuela Picq se enteró de que su visa había sido cancelada y que estaba obligada a abandonar el país. Finalmente, gracias a la solidaridad nacional e internacional, Picq no fue deportada.
Tampoco es la primera vez que el gobierno de Rafael Correa lleva a cabo este tipo de acciones, que lo colocan muy lejos de la idealización política e intelectual que se ha venido haciendo de los gobiernos progresistas, por ejemplo, en la Argentina. En 2009, Correa despojó de su personería jurídica a la reconocida ONG Acción ecológica, pero tuvo que retroceder frente al rechazo internacional. En diciembre de 2013 expulsó del país a la Fundación Pachamama, y en 2014, canceló súbitamente la visa de Oliver Utne, consultor de origen estadounidense (yerno de Alberto Acosta, reconocido economista y político opositor) que debió abandonar el país. Por otro lado, el carácter autoritario del gobierno de Correa tiene su correlato en la creciente criminalización de estudiantes y organizaciones indígenas-campesinas que luchan contra el extractivismo, hay más de 200 personas procesadas (varias de ellas, bajo la figura de terrorismo).
¿A qué se debe el corrimiento político en estos países, impensable unos pocos años atrás? Desde mi perspectiva, hay dos inflexiones mayores que ayudan a explicarlo: por un lado, la acentuación del extractivismo; por otro lado, el retorno del populismo. En primer lugar, asistimos al fin de las llamadas “tensiones creativas” propias del comienzo de ambos gobiernos y a la consolidación de una política netamente extractivista que colisiona con los derechos consagrados por las constituciones, reclamados por las organizaciones indígenas y ecologistas. Con ello, Bolivia y Ecuador traicionaron sus promesas políticas originales de Buen Vivir y respeto a la Naturaleza y lejos de alentar cualquier escenario de transición y salida del extractivismo, hoy proceden como cualquier otro gobierno latinoamericano, promoviendo la expansión de las fronteras del capital y la exportación masiva de commodities, a través de la multiplicación de megaproyectos extractivos (minería, expansión de la frontera petrolera, soja, entre otros).
En segundo lugar, este proceso significó una estigmatización creciente de la narrativa indigenista y ecologista, desplazada por la narrativa populista, donde convergen visión estatalista y culto al líder, bajo esquemas hiperpresidencialistas. Asistimos así al retorno de un populismo de alta intensidad, asociado al ejercicio de la política como permanente confrontación entre dos polos antagónicos (el nuevo bloque popular versus oligarquía, medios de comunicación dominantes y el “ambientalismo colonial” o el “ecoterrorismo”). La inflexión no es menor, pues el populismo, como fenómeno político complejo y contradictorio, presenta una tensión constitutiva entre elementos democráticos y no democráticos. Tarde o temprano, ello hace que nos preguntemos sobre el tipo de hegemonía que se va construyendo en esa tensión peligrosa entre una concepción plural y otra organicista de la democracia; entre la inclusión de las demandas y la cancelación de las diferencias. Los dos hechos reseñados, aunque revisten una gravedad diferente (Ecuador está varios pasos adelante), forman parte de esta tentación de corrimiento de las fronteras.
Por último, no es lo mismo hablar de nueva izquierda latinoamericana que de populismos del siglo XXI. En el pasaje de una caracterización a otra algo importante se perdió, algo que evoca el abandono, sino la pérdida de la dimensión emancipatoria de la política y la evolución hacia modelos de dominación de corte tradicional, basados en el culto al líder y su identificación con el Estado.
Miembro de Plataforma 2012
14 comentarios:
Roberto
Correa ha sido un autoritario desde el primer día. Y no ha vacilado en usar todo el poder del Estado para silenciar a los que lo cuestionan. Ahora le tocó a los ambientalistas y a los indigenistas. Pero es como el poema de Niemoller, "cuando vinieron por mi ya no había nadie". Correa ha pulverizado la independencia del Poder Judicial y ha sancionado toda clase de normas draconianas para perseguir a los críticos. Todos deberían haber pataleado desde el primer día. Ahora ya es tarde.
Roberto, lamentablemente anonimo tiene algo de razón, solo la retórica "progre izquierdista" y las medidas en ese sentido taparon que en el fondo se trataba de un populismo de vertiente totalitaria, en el fondo son ladri progresistas
Sin embargo, actualmente, en el caso de Guatemala, se están escapando como ratas los funcionarios más importantes, luego del encarcelamiento de la vicepresidenta, y probable encarcelamiento del presidente. Guatemala se está constituyendo, de este modo, en el primer país latinoamericano que toma serias cartas en el asunto para la persecucion y encarcelamiento de politicos de alto nivel corruptos. Martin
Es que la realidad no es pura. La izquierda de la habla Maristela en su escrito corresponde mas a la que podría ser generada en un tubo de ensayo que a la realidad de los procesos políticos que viven las sociedades reales. Es muy facil teorizar respecto de que es y que no es "izquierda". La postura de Maristela, Roberto y otros de similar vertiente corresponde en verdad a lo que se llamaba años atrás "liberal de izquierda". No entender que lo vivido en los ultimos 10-15 años en América Latina ha sido un proceso superador de lo vivido en los 50 años anteriores es no tener consciencia real de la historia reciente. Después vienen todas las críticas (justas) que puedan hacerse, pero para que exista un correlato mínimo de esas críticas con la realidad hay que aceptar ese hecho de partida. La incapacidad de entenderlo (y luego aceptarlo) es, a mi juicio, el gran fracaso del núcleo englobado en Plataforma 12...
Si no se hace esta distinción, todo queda apretado en el mismo paquete y pasa a ser lo mismo Cristina Kirchner que Macri, Sabatella que Clarín. Se toman como iguales el PT que los movimientos brasileños precedentes y en el caso específico de Bolivia se ignora la abismal diferencia entre el gobierno de Evo y los 50 años anteriores. En el caso particular de Bolivia, no puedo imaginar que calse de ceguera impide ver ésto, que es cristalino. Acaso convenga volver a leer a Mariategui, no?
Guillermo
A los miembros de Plataforma les deben parecer más criticables las políticas de Correa que las de Abdalá Bucaram. Parece que cualquier gobierno que se califique "de centroizquierda" y no pase las normas Iso 9000 del izquierdómetro es peor que un Macri o un Abdalá Bucaram. Recuerdo lo que era Ecuador en los 90:
En agosto de 1996, el impresentable Abdalá Bucaram –hijo de una influyente familia de la costa, ex atleta olímpico- ganó las elecciones con un discurso mesiánico y antipolítico que conquistó el apoyo de los ciudadanos, decepcionados por la crisis económica y la incompetencia de los viejos partidos. Sus primeras medidas como presidente fueron: el anuncio de que grabaría un disco con el grupo Los Iracundos, la decisión de no mudarse al palacio presidencial con el argumento de que carecía de una cancha de fútbol, el intento de contratar a Diego Maradona por un millón de dólares y la invitación a Carlos Menem para que cantaran tangos a dúo en la VI Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile. Además, claro, de un paquete de medidas económicas que incluyó un severo ajuste fiscal y un incremento de tarifas y que, junto a una corrupción desaforada, fue generando una creciente indignación en las clases medias y en el poderoso movimiento indígena.
No digo que no haya que criticar, digo que me extraña que le dediquen más críticas a Evo Morales y Correa que a cualquier Macri que podría llegar a gobernar. La "izquierderecha" de siempre.
no entiendo por que la critica gratuita, falsa y boba, rodrigo. leé los documentos de plataforma, están todos ordenaditos. los principales blancos son el gobierno, macri y el empresariado. no hay documentos contra evo o correa, ninguno, salvo artículos individuales de sus miembros. esto es, decís una burrada, agresiva, falsa y gratuita
Disculpas, debo haber confundido a los de Plataforma con tu blog. Debería haber dicho: los principales focos de crítica de RG son el kirchnerismo y el kirchnerismo. Por eso se sugiere: antes de votar a narcos asesinos, prefiero a Macri (es poco más o menos lo que decís respecto a Aníbal Fernández).
es gracioso, porque justo lo decís a la luz de la crítica a evo-correo, y apenas termino de criticar a mendoza y el empresariado minero mendocino, por la politica en el area. en todo caso, si, creo que en materia de escala de horror, hoy en politica, primero está aníbal f. y los narco asesinatos, y la negación de la miseria, y la mentira permanente. eso no convierte a nadie en bueno, sólo afirmar que me resulta claro cuál es el grado más alto del horror, hoy en la política argentina
No te enojes Rg. Los Rodrigos ahora destilan bronca por tenerse que tragar el sapo de Scioli. Les está resultando difícil digerir semejante sapo. Pero bueno, el kirchnerismo es así. Vive tragándose sapos y obliga a tragárselos sin chistar a sus reproductores...
De acuerdo con Guillermo y Rodrigo.
Cualquier análisis "desde la izquierda", que no tenga en cuenta las enormes diferencias que existen entre los gobiernos latinoamericanos actuales y los de la década del '90, y ponga al kirchnerismo o a Evo en la misma bolsa que las derechas de siempre (macri, peña nieto, etc.), no da cuenta de una parte importante de la realidad, desde una posición idealista de libro.
YO no estoy obligado a tragarme sapos ni milito para el kirchnerismo: entre el mal de Scioli y el mal peor de Macri y su alianza electoralista, me quedo con Scioli. Entre los partidos A, B y C que juntan el 80-90%, elijo el peor, el menos mierda, el mejor, el menos mejor (como le quieran decir), sin sentir culpa. El ultracatólico podrá priorizar su conciencia moral y decir: no voto a ningún partido que esté a favor del aborto (porque no quiero que se asesinen niños). El ecológico extremo dirá "si matan a una foca no los voto nunca más", y así. El resto de la población, en general, vota como un almacenero. Porque la minoría intensa politizada es eso: una minoría.
Hola Roberto, siempre es interesante leer tu blog. Intervengo en la discusión porque soy ecuatoriano y soy testigo de estos ocho años de correísmo. Las críticas de Maristella son fundamentadas e, incluso, se quedan cortas (además del extractivismo, este gobierno se caracteriza por la criminalización de la protesta social, la penalización del aborto, una política de salud sexual conservadora, la utilización de un impresionante aparataje mediático para atacar a los/as opositores/as, la declaratoria desproporcionada e injustificada de estados de excepción, entre otros).
Ciertamente la situación no siempre fue así, desde la constituyente del 2007 y la promulgación de la Constitución de Montecristi de 2008, el descontento popular se ha intensificado ante decisiones verticales y excluyentes cada vez más antidemocráticas (las reformas constitucionales son una prueba grosera de ello). Con la distancia del tiempo, quizá el problema se encontraba en la misma Constitución que nos dio tanta esperanza, no nos dimos cuenta de que detrás de tantas buenas intenciones e innovaciones recogidas en ella se encontraba escondido el mismo monstruo conservador característico de nuestra historia.
El fenómeno Rafael Correa es nuestra creación, en el año 2006-2007 ante la falta de institucionalidad y las lamentables experiencias en nuestra política doméstica, quisimos a un presidente, como se dice en Ecuador, “bien parado” (valiente, atrevido), para refundar el país; y aceptamos que el diseño institucional se ponga a su servicio. Quisimos emplear la causa de nuestros males para el “bien común” y nos salió mal (comprobamos que el verticalismo no es una forma de democracia, es la manifestación de su ausencia).
El consuelo de muchos correístas es que antes fue peor y sí, si uno pone el ejemplo de Abdalá Bucaram, claro que es peor, pero no creo que avancemos mucho si tomamos los ejemplos más grotescos. Tratando de ser más objetivos, no podemos negar que en ciertas áreas ha mejorado nuestro país, aunque con costos injustificados (especialmente respecto a derechos sociales).
Ahora el problema radica en qué hacer. El panorama es poco alentador pues los personajes que aspiran a reemplazar a Correa (del mismo partido o fuera de él) son, a mi parecer, peores. La utilización perversa del discurso de izquierda ha provocado la deslegitimación social de un proyecto emancipador.
La rancia derecha recalcitrante de nuestro país (liderada por el alcalde Jaime Nebot -protagonista del gobierno represor de L. F. Cordero en los ochenta) ha ganado un protagonismo que da miedo (imaginemos a un gobierno de este tipo con las extraordinarias potestades del ejecutivo, sirviéndose de ellas sin tener que pagar un precio político).
Muchas personas y grupos que respeto mucho tienen la idea de que con tal de que saquemos a Correa, no importa quien venga, no creo que sea tan simple como eso, pues nuevamente cometeríamos el mismo error, pensar que la culpa la tiene el malvado Correa.
Desde la incertidumbre,
Diego
P.d. En unas semanas viajaré a Bs As y coincide con tu charla del 23, es posible asistir? o hace falta inscribirse antes?
Saludos cordiales desde Cuenca.
gracias diego, muy bueno el reporte. al seminario, gratis y sin aviso
A propósito: estoy revisando tu ensayo sobre "La izquierda que no es", publicado en una revista de este centro. Es interesante y útil. Luego, tal vez, diga más... Creo que valdría la pena que lo colgaras aquí.
Un abrazo.
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