La
primera imagen que vi en la calle, esta vez, apenas salí del hotel, fue la de
una orquídea colgada de un árbol. Es un hecho natural en la ciudad, desde hace
al menos 10 años, y los encargados de injertarlas allí arriba, de cuidarlas, de
seguirlas mientras intentan crecer, abrazadas al árbol, son los porteros de los
edificios. Milagros que dependen de personas anónimas, que trabajan mientras no
las vemos, que ni sabemos que existen, de quienes ni conocemos las caras, a
quienes ni podemos decirles gracias.
8 nov 2018
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