26 jul 2008

Simone Weil y los deberes de los representantes del pueblo

Hace un tiempo estoy leyendo desordenada y asistemáticamente a Simone Weil. Filósofa, poeta, epistemóloga, militante de izquierda, docente universitaria y después maestra de obreras y obreros, trabajadora de fábrica, todas esas y muchas más, Weil participó en la guerra civil española y, después, en la segunda guerra mundial estuvo en la resistencia francesa, lo que la llevará a morir en Inglaterra en agosto de 1943 (sólo después que su tuberculosis se agravara porque su solidaridad con los franceses de la zona ocupada la llevó a negarse comer más de lo que ellos comían).

Y entre tantas referencias y menciones, durante estos últimos días, a los mandatos, las votaciones y las traiciones, volví sobre este pasaje que encontré hace menos de un mes en un libro de "Escritos históricos y políticos" de Weil. Es de un artículo incompleto, una serie de fragmentos inconclusos. Se titula "Los deberes de los representates del pueblo" y es de 1928 o 1929, no sé sabe la fecha precisa.


"El papel del pueblo consiste en decidir las leyes, es decir, lo que debe ser para que la persona humana sea respetada, com por ejemplo: no habrá guerra; las faltas contra el derecho público serán castigadas como conviene que una persona libre sea castigada; los niños apredenrán a leer. El papel del gobierno es ejecutar las leyes en tanto lo permitan las circunstancias; así, en un país en el que el conjunto de los ciudadanos no tuviera suficiente dinero para que se construyan escuelas en todas partes, el gobierno tendría que emplear el dinero del que dispone de manera que el mayor número posible de ciudadanos sepa leer, y que la instrucción se reparta ente las clases con la mayor igualdad posible".

Después introduce a un cuerpo especial diciendo "Pero entre el pueblo que dice lo que debe ser y el jefe que ejecuta, se precisa un cuerpo de ciudadanos que se aseguren de que el gobierno hace todo lo que puede para que la ley se cumpla, y en caso contrario, denuncie al gobierno ante el pueblo, que no dispone de la posibilidad de ejercer directamente ese control continuo. Pero hay que tener cuidado de que esos inspectores sigan siendo ciudadanos, sin formar nunca un cuerpo".

"Para esto es necesario que sea elegidos, no tanto porque el pueblo los vaya a elegir siempre bien, sino paar que se sientan siempre a disposición del pueblo. Pero es preciso que, teniendo tiempo disponible, trabajen sin embargo de manera que sigan siendo ciudadanos entre ciudadanos; estando claro que que el oficio de abogado, por ejemplo, no es propiamente un trabajo, no es necesario que vivan juntos, se reúnan sin cesar, se constituyan en grupos; no es preciso que su función de control se convierta en un oficio como lo es la función de administrador".

Weil parece estar en contra de las doctrinas partidarias, de la disciplinas y dógmas atadas a aquellas, dejando un ámbito para la constante reflexión moral en sus representates ideales: "Por último, como tan sólo tienen que decidir si la voluntad del pueblo se aplica y nunca decidir qué leyes son buenas, no tienen que juzgar según una doctrina constituida de antemano, sino que deben tener un nuevo juicio para cada ocasión."

"Por ejemplo, si, como es evidente, el sentimiento del pueblo es que es mejor que no haya guerra, un representante del pueblo que juzgase que la guerra puede ser buena, incluso cuando se la pudiera evitar, y aprobara ciertos actos del gobierno de acuerdo con ese principio, sería traidor a su función".

Llega la pregunta ¿cómo hacer que los representantes cumplan con su representación del pueblo?, entonces Weill escribe: "Con esto, serían necesario pocos cambios para que fuéramos una república. Hay que distinguir en primer lugar lo que debe ser de lo que necesariamente es; por ejemplo, que el pueblo se pronuncie claramente mediante requerimientos sobre lo que considera que debe ser, lo que no ofrece ninguna dificultad; pues nadie, a no ser que esté cegado por interés, dirá que la guerra, el paro, las largas horas de trabajo, la prisión preventiva deben mantenerse si se puede actuar de otro modo".

"Es necesario que, mediante la papeleta del voto, el pueblo le haga comprender a los diputados que su función no es sino denunciar al gobierno si éste no acaba con las injusticias que se pueden abolir
; y que, además, todo lo que hace de los diputados un cuerpo, y de la función de diputado una carrera, asamblea, partidos, puestos dados a los diputados, sea abolido; que los diputados juzguen sobre documentos más que según discuros, den a conocer su opinión a los electores más que a sus colegas, se reúnan pocas veces, no sean miembros de ningún partido, no saquen de su función ninguna ventaja temporal distinta al necesario descanso".

4 comentarios:

rg dijo...

grande simone weil. quiero mas!

Sergio M dijo...

Es interesante lo de Weil (nunca habia esuchado acerca de ella). Parece muy cercano a ideas de democracia directa (quizas por eso el enfasis en educacion).

Al mismo tiempo, me deja una sensacion de utopismo (o quizas vacio), sobretodo en cuanto a como llegar a la ley (quien elige que tratar, porque, etc) o las estructuras que sostienen o agrupan ideas.

P.d.: muy bueno eso de que "el oficio de abogado, por ejemplo, no es propiamente un trabajo"

Miguel Godoy dijo...

Hola Lucas... a mi también me gusta Simone Weil.

Te mando lo que he leído hace unos dias y que me re gustó. Perdoname por la traducción mal hecha!

"Es la sombra de las entidades vacías que impide no apenas de percebermos los datos del problema, pero en la verdad de sentir que existe un problema a resolver y no una fatalidad a la cual submeterse. Ellas causan estupefacción a los espíritus; no solo hacen morir pero, lo que es infinitamente mas grave, ellas nos hacen olvidar el valor de la vida. La cazada a las entidades de todos los dominios de la vida política y social es una tarea urgente de salud publica. Y esta no es una tarea fácil: toda la atmosfera intelectual de nuestra época favorece a la floración y a la multiplicación de las entidades” (In: La Guerre et La Notion de Force – Ne Recommençons pas la Guerre de Troie, p.484-486)

Lucas A dijo...

Hay mucho por leer y escribir de Weil.

Sí, el utopismo, personalmente diría más que es la vocación filosófica de pensar en serio ideas como las de democracia, o derechos, o igualdad y enfrentar a la opresión, al fascismo, a la explotación. Y así, denunciar al ver que esas estructuras, más o menos, no hacen sino negar (o negociar) todas esas ideas...

No creo que pueda decir que Weil era una utopista en el sentido negativo, por irreal, porque tenía una filosofía alejada, sino que justamente, todo lo contrario, pensaba esto en una democracia sindical, desde una fabrica.

Gracias Miguel por la cita!
Obvio que habrá más Simone Weil. Sigamos, mientras tanto.
Lucas.