25 ene 2017

Lo que la ideología no explica

Publicado hoy en Clarín

En los últimos tiempos, ha tomado fuerza una pregunta parecida a la siguiente: ¿puede verse a la híper-corrupción como un elemento inherente o necesario en los gobiernos “populistas” o “progresistas” que predominaron en la región en los últimos 10 años? Quisiera abordar esta cuestión desde varios ángulos.

En primer lugar, me adelantaría a responder a la misma con un “no” rotundo. De ningún modo una política distributiva más amplia “necesita” la práctica sistemática de híper-corrupción, como la que caracterizó a los gobiernos de los Kirchner en la Argentina, Lula en Brasil, o Chávez en Venezuela. No “necesitaron” la híper-corrupción la socialdemocracia alemana, ni el socialismo democrático escandinavo, ni el socialismo de Allende, ni el “progresismo uruguayo,” en tiempos históricos, momentos sociales y ámbitos geográficos muy diferentes (lo que ayuda a bloquear la respuesta “siempre lista” que niega todo diciendo: “es que se trataba de otro contexto”).

En segundo lugar, desafiaría a la pregunta inicial por considerar “progresista” (o, mucho peor, de “izquierda”) a gobiernos que no cambiaron radical ni fundamentalmente la estructura distributiva existente; no cuestionaron el derecho de propiedad; no modificaron significativamente el orden impositivo; terminaron con niveles de desigualdad más o menos iguales, sino mayores, que cuando comenzaron; no atacaron la renta financiera de modo decisivo; y, sobre todo, no democratizaron la política ni la economía, concentrando todavía más estructuras políticas y económicas ya muy concentradas.

En tercer lugar, diría que la pregunta en cuestión ha propiciado de modo habitual dos respuestas más bien contrarias, y que parecen ambas, en el mejor de los casos, fuertemente incompletas: la respuesta “ideológica” y la “moralista.” La primera está interesada en afirmar –y sobre todo en “salvar”- el componente “progresista” o “izquierdista” de los gobiernos anteriores; mientras que la segunda está preocupada por subrayar el carácter “inmoral” de sus líderes. En lo personal tengo posición tomada al respecto (lo he dicho ya, no creo que pueda hablarse de aquellos como gobiernos “progresistas,” y además –agregaría- reconozco un mundo de diferencias entre, por poner algún caso, la ética krausista/yrigoyenista de Raúl Alfonsín y el pragmatismo depredatorio de Néstor Kirchner). En todo caso, prefiero resistir ambas respuestas, por el modo en que acentúan el componente personalista o heroico de la política.

Frente a tales senderos de respuesta, preferiría explorar otro que nos refiere más directamente al aspecto estructural, antes que motivacional, de la política, y que sería la siguiente. A resultas del excepcional incremento en el precio de exportación de las commodities, los gobiernos latinoamericanos, luego del 2002, alcanzaron tasas de crecimiento económico extraordinarias -un promedio del 5.5 anual entre 2004 y 2007- que permitieron generar beneficios sociales (i.e., recuperación de los niveles de empleo seriamente afectados a resultas de los programas de ajuste económico de los años 90), sin poner en cuestión las formas de acumulación desiguales, informales y abusivas, tradicionales en la región. Se trató de una situación con ciertos “parecidos de familia” relevantes con la que caracterizó a los gobiernos “populistas” de los años 40, beneficiados también –al menos por una década- por cambios significativos en el escenario local e internacional -exportación de materias primas y sustitución de importaciones en los años de la Segunda Guerra Mundial.

Entre aquellos gobiernos y estos recientes hay otro elemento adicional, en común, que es aquel sobre el cual querría poner el foco: el de la discrecionalidad política (o la falta de controles populares o democráticos sobre la política y la economía). Queda entonces mejor definido, según entiendo, el cuadro desde el cual puede entenderse más apropiadamente el carácter “inherente” o no de la corrupción asociada con cierto modelo institucional, político y económico. Digámoslo así: en el marco de fuertes desigualdades económicas y un sistema político híper-discrecional o débilmente democrático, el crecimiento económico extraordinario suele generar una corrupción extraordinaria –hablemos de la Rusia de Putin, la Venezuela de Chávez, o la Argentina de Kirchner. Ni la ideología política ni la moral personal explican mucho, por sí solas, en tales casos.

9 comentarios:

mm dijo...


En la relación de variables que proponés para explicar la corrupción te pregunto cómo sitúas el caso Bolivia, que ha tenido crecimiento económico, participa de las restricciones del diseño constitucional de los países latinoamericanos (tu tesis sobre la "sala de máquinas" que dificultan el control y participación ciudadana), comparte el modelo de liderazgo personalista y sin embargo no se ha caracterizado por una gestión con niveles de corrupción siderales como Argentina, Venezuela y Brasil.

Sin descartar cuestiones multivariables, lo novedoso de los tres casos enunciados es que por primera vez, "la corrupción se transforma en una empresa política racional con ciertos rasgos carismáticos "a la weberiana. Refiero a que existió en Chávez como en Néstor Kirchner Lula- Dilma la intención de organizar un sistema de financiamiento de la política que habilite la continuidad de un modelo con un perfil ideológico compartido anclado en una forma populista autofinanciada.

Esta lógica de relaciones es la que más me llama la atención cuando leo y releo entrevistas o discursos de tales personajes: la voluntad de continuidad de un proyecto nacional y "latinoamericano" que sólo puede entenderse montado en un mecanismo de sustento económico "de la política" al margen de la ley.

saludos.

mm dijo...

... el caso Odebrecht de retornos cruzados en la obra pública es la punta del icberg de un mecanismo aceitado que necesita de "acuerdos racionales". El caso del tráfico de armas desde Venezuela que pasa por Argentina es otro dato.Por qué no aparearlos en una misma lógica orientada al autofinanciamiento de la política? Si es condenable o no resulta independiente de las motivaciones sobre los fines de la organización. NO hay aquí una cuestión moral, que en todo caso corresponde a un juicio de terceros sobre acciones orientadas por otras motivaciones. ( desde ya que no comparto la idea de la corrupción como modo de financiamiento racional de la política, pero no hablamos de peras, si no de tomates.)

Anónimo dijo...

Esas explicaciones también deben tener un correlato en la justicia. Si no hay sancion en los casos gravisimos de corrpucion. Parece que los matices que presentas son solo ideologicos o teoricos. Si no se advierte que detrás el dinero que paga viajes en avion privado, lujosas carteras, etc.etc. hay un grupo criminal, y un monton de victimas debido al faltante de recursos que eso signfiica, quedaremos solo en una discusion de la teoria politica.
Mirna.

andresvas dijo...

Sólo un comentario, en tu corte clasificatorio donde definís quién es progresista o, más todavía, de izquierda y quien no, me parece que el caso uruguayo tampoco cumple con tus requisitos (me refiero a los que enunciás en tu párrafo que comienza con "En segundo lugar...")

andresvas dijo...

Ya que es tan difícil saber cual es el sello legítimo que autoriza a decir qué es de izquierda, mientras tanto, acá,la Internacional Socialista nos da una buena definición de qué es la derecha (caso argentino).
http://misionesopina.com.ar/la-ucr-fue-suspendida-de-la-internacional-socialista/

rg dijo...

por supuesto que uruguay no califica. digo que para los que quieren comparar con los pares de la zona, uruguay muestra que puede hacer políticas parecidas sin ahogarse en corrupción

andresvas dijo...

ok

Ernesto dijo...

Me gustó tu columna y coincido en que "la ideología no explica" pero no entiendo por qué decis que "la moral personal" no explica. Tenés contraejemplos (como los que aportás para hablar de ideología) de líderes políticos de moral intachable que hayan caído en la corrupción? Otra cosa es decir que es uno de tantos factores. O sea, no es condición suficiente pero sí es necesaria.

rg dijo...

ta, lo que digo es que te desvia la atencion a la cuestion individual o heroica, cuando demasiado pasa por lo mas estructural institucional