ANNECY
Mendicidad selectiva. Paseando bien temprano, por la mañana de Annecy (indudablemente, voy al mercado de hoy martes), me encuentro con un mendicante: muy joven, muy simpático, muy gracioso. Nos quedamos hablando un poco, le digo que no tengo nada para darle, y sigo camino. A la hora, me lo vuelvo a encontrar, en otro lugar distante. Me sonríe, me saluda y me dice “encore”/“otra vez”. Yo le digo que ahora sí tengo algo para darle, poco pero algo. Abro mi bolsa y le muestro: llevo una pera y una naranja, que si quería se le compartía. Tomo la naranja y se la ofrezco. Él me mira, sonriente otra vez, y me dice “Oh oui, mais je préfère la poire”: quería mi pera! Pero ésa es MI pera! Ok, le digo, va bien -refunfuñando- y se la doy. Mendicidad con preferencias estrictas.
Marie-Claire. A Marie-Claire la conocí al momento de mi llegada a Annecy: es la encargada de la limpieza del lugar en donde iba a quedarme. Ocurrió que, apenas arribado al pueblo, tuve dificultades para ingresar a mi pieza (necesitaba marcar tres códigos diferentes para poder entrar en el cuarto!). Con la pesada mochila a cuestas, me siento en el umbral del apartamento y llamo al número que me habían facilitado con la reserva: era el de Marie-Claire. Con mi francés titubeante pero muy mejorado, le hablo, le explico mi situación, y ella -muy simpática- dice que viene a mi rescate enseguida. Al rato, veo a una mujer, entrada en años, que llega con su bicicleta. Mira en dirección a mí, y empieza a reirse (a carcajadas!). Yo miro hacia atrás, buscando al causante, y no encuentro a nadie: el causante soy yo! Recién ahí me doy cuenta de que ella es Marie-Claire. Se baja de su bicicleta, todavía riendo (vaya a saberse por qué), me da un abrazo, y pasamos a reinos los dos juntos (vaya a saberse por qué). Minuto uno y ya somos amigos de toda la vida (hace apenas instantes me acabo de despedir de ella, también a los abrazos: ambos emocionados!). Au revoir, Marie-Claire!
El cafetero del barrio. Apenas había caminado unas cuadras, en Annecy (no había llegado aún a mi apartamento!), y me detengo ya en un café que parece interesante, donde comienzo a hablar con el dueño. Él, evidencia ser un militante del café (dice que su sueño es llegar a la Marzocco, su Ferrari). Como me había ocurrido días atrás en Lyon (y esto revela que hay algo extendido e interesante al respecto), a los 10 minutos de estar allí, el barista ya estaba facilitándome una lista con los 4 cafés de calidad del pueblo (el pueblo, valga aclarar, es mucho más pequeño que Lyon). Me anota, en particular, la dirección de los dos cafés que prefiere. Lo más notable es que al rato me voy, me encuentro ya a dos cuadras del lugar, y escucho -para mi sorpresa- que alguien corre detrás de mí y me llama: era el barista. Es que se había confundido con la dirección de uno de los cafés y quería corregirla. Notable. Viva Annecy!
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