La reconciliación con Francia. No es que me hubiera peleado con Francia, pero me siento reconciliado con ella. Tengo cantidad de cosas que me enojan, de este país, como de buena parte de la Europa de este tiempo, empezando por el racismo y cierta arrogancia, y siguiendo por lo que Gerald Cohen llamó (en un texto que definió como “no publicado e impublicable”) charlatanismo académico o, siguiendo a H.Frankfurt, “bullshit” (“Why One Kind of Bullshit Flourishes in France”). Pero quiero concentrarme aquí en lo contrario. Termino el recorrido francés (la grieta por donde entra la luz en Lyon; la turísitica Chamonix; la atractiva, aunque no emocionante, Chambery; la -para mí- desconocida perla de Chapareillan; la ciudad noble y de porte seguro que es Grenoble), y lo hago contento y reconciliado con el país. Es que todo el trayectó por el costado este de Francia resultó hermoso y feliz. Bueno (y me lo digo a mí) hay que saber perdonar, y hay que tener el coraje de la reconciliación. En ese espíritu amical, enumero libremente, sin orden y sin pretensión de exhaustividad ni de mayor precisión, las cosas que me encantan (en el sentido de “encantamiento”) de Francia, y que me vinculan con ella. Algunas de las cosas que menciono (será evidente) vienen desde siempre, y otras resultan más propias de este recorrido.
L' amour est declaré. Lo que me encanta de Francia -lo que más- son los mercados que se abren en calles y plazas, en cada ville, varias veces por semana (y, por supuesto, y en particular -ya lo he dicho- los vendedores con enormes mostachos). Punto altísimo y permanente de mi viaje, de la historia de Francia, y de su historia conmigo (cómo no hay algo idéntico en la Argentina!). Me encantan también los saludos, en particular el de bon courage: qué bueno despedir a alguien pudiéndole decir algo así! (agrego que, en el viaje que acabo de hacer, en un autobús interurbano, subieron/bajaron una treintena de personas, y no hubo una sola que no descendiera del autobús, por la puerta trasera, saludando desde atrás y en voz alta al conductor, que respondió a cada saludo, de manera amable). Me encanta que, en cada pueblito al que fui, hubiera un carrousel restaurado y en movimiento. Me encantan los croissants aux amandes, desde siempre (y en general la presencia de las boulangeries en la vida de cada día). Me encanta ver a la gente circulando con una baguette (y a veces el diario) bajo el brazo (en un viaje anterior, en un pueblito mínimo y hermoso, La Buille, tuve que estacionarme frente a la panadería de la villa, para contemplar fascinado la interminable ceremonia de todo un pueblo entrando a buscar su baguette del día). Me encanta que el país esté repleto de inmigrantes -árabes, marroquíes, africanos- capaces de aportarle al país la riqueza y vitalidad que de otro modo podrían faltarle. Me encanta Zidane, y todo lo que supo representar, como capitán del seleccionado francés, y profundamente extranjero (y me emocionó y alegró muchísimo el jovencito Antoine Griezmann, principal figura de la última Francia campeona del mundo, atendiendo la conferencia de prensa final encapotado con una gigantesca bandera del Uruguay, en nombre de su amigo uruguayo: Arriba la celeste! Vamo Uruguay!). Me encantan las epiceries (podría considerar, incluso, ser un epicere, si es que se tratase de una epicerie bien abarrotada) Me encanta la proliferación de cines, aún en las villas más pequeñas, aún en este tiempo post-pandémico, y la cultura cinéfila que se arma en torno a ellos: Bravo (en francés)! Me encanta la cultura sindical que se preserva. Me encanta poder encontrar cus-cus, o tajines marroquíes, y comidas africanas, en cada barrio. Me encantan la cidra, el vino dulce (tipo Sauternes), los higos (verlos abiertos más que comerlos), la manteca que nunca como, las confitures como la de St.Dalfour. Me encanta el idioma y (hacer el intento de) hablar en francés. Me encanta, encanta, el fundamentalismo de los quesos, y me encanta que cuenten con 400 variedades, cada una -por supuesto- completamente diferente de las restantes. Quiero decir, entonces, L' amour est declaré!
(buscaba un título para esta sección, justo cuando se me apareció esa precisa vidriera).
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