Frente al Danubio, cerca del Parlamento Húngaro, hay un pequeño, modesto, extraordinario homenaje a los judíos fusilados y arrojados al río: réplicas de zapatos hechas de hierro: zapatos viejos, destruidos, casi nuevos, de mujeres, niños, varones, zapatos quitados en la desesperación, zapatos abandonados, zapatos arreglados mil veces. Pocas veces vi una obra semejante, capaz de causarme tanto impacto emocional, de decir tanto, con tanto silencio, abandonada apenas frente al río, en un lugar casi oculto. Me pareció increible. Para colmo, cuando sacaba las fotos, tropecé con un par de zapatos, perdidos entre la multitud de pares de hierro, pero que eran reales, de una mujer que había dejado allí los suyos, disimuladamente (aparecen en una de las fotos). Caramba. Emoción sobre emoción.
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