Texto que publicara en la Revista Ñ (29 sept. 2012)
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/modelo-importado-Constitucion_0_782921715.html
Producto de una dedicada edición (en la que
colaboraron Sebastián Abad, Esteban Amador y Guillermo Jensen), e introducido
por un exquisito prólogo de Natalio Botana, la editorial Hydra acaba de
publicar el libro Constitución y
política, que reúne dos textos centrales de Juan Bautista Alberdi y Domingo
Sarmiento, en torno a la Constitución Argentina de 1853. Por un lado, los Comentarios a la Constitución de la
Confederación Argentina, escrito por Sarmiento; y por el otro, los Estudios sobre la Constitución argentina de
1853, redactado por Alberdi.
La discusión que el libro
recoge representa la continuidad de la seria polémica que se diera entre ambos
pensadores. Por supuesto, Alberdi y Sarmiento coincidían en cantidad de
cuestiones fundamentales, con las cuales podríamos seguir coincidiendo nosotros
hoy, a partir de un común interés en la reforma institucional. Ambos criticaban
al entramado de instituciones vigentes en el país país; ambos mostraban
confianza en el sentido y valor del cambio constitucional; ambos compartían la
certeza de que en el pasado podían hallarse claves de enorme importancia para
modificar el presente. Muchos de nosotros podríamos suscribir hoy, cada uno de
tales acuerdos. Sin embargo, tan cierto como lo anterior es que Alberdi y
Sarmiento se encontraban separados –finalmente enfrentados- en cantidad de
cuestiones también sustantivas, que también a nosotros podrían separarnos.
Tales diferencias aparecían, en muchos casos, exageradas por ellos mismos, como
una forma de marcar diferencias que tal vez, en el fondo, no eran tan graves ni
tan reales.
La polémica entre ellos
resultaba curiosa, por cierto, teniendo en cuenta que ambos compartían un
pasado de acuerdos y elogios mutuos, que había encontrado su punto más alto en
Chile, cuando ambos se encontraban exiliados y miraban con desdén a Juan Manuel
de Rosas. Sin embargo, derrotado este último, las diferencias entre Alberdi y
Sarmiento parecieron expandirse de pronto, y se agudizaron hasta el extremo en momentos
en que comenzaba a discutirse la Constitución. Fue así que, súbitamente, los
viejos aliados ingresaron en un territorio marcado por la ofensa, la burla, la
descortesía hacia el otro; y también por los comentarios agudos, los
comentarios brillantes, la ironía fina.
La
primera parte de la polémica entre ambos fue epistolar, y quedó reflejada en cinco
extensas cartas, que cada uno fue escribiendo en desafío o respuesta hacia el
otro: las cartas quillotanas,
escritas por Alberdi, desde Quillota, entre enero y febrero de 1853; y cinco cartas
de réplica producidas por Sarmiento, y tituladas Las ciento y una. La disputa que refleja Constitución y política, en cambio, es más reposada. Aquí, se
advierten diferencias fundamentales entre ambos intelectuales públicos, pero el
arrebato ha dejado lugar para una reflexión más serena.
De
los muchos temas de los que trata esta parte de la polémica, hay uno, en
particular, que destaca frente a todos los otros. Me refiero a la discusión
acerca del papel del pasado –las tradiciones propias- sobre el presente, que se
acompañara entonces por otra cercana: la discusión acerca del lugar que
correspondía otorgársele a las experiencias e instituciones foráneas, en
relación con las prácticas e instituciones locales. Se trataba de una disputa
que hoy sigue siendo decisiva, y que a veces es presentada, en la actualidad,
como una disputa sobre el valor (y la misma posibilidad) de los “transplantes”
e “injertos” institucionales.
Dónde
es que observamos hoy la continuidad de aquellas discusiones? En múltiples situaciones:
Cuando nos enfrentamos acerca del valor de “importar” recetas constitucionales,
como las provenientes de las recientes reformas en Bolivia, Ecuador o
Venezuela, minimizando las diferencias que nos separan de tales países, o
exagerando los efectos de nuestra común pertenencia a Latinoamérica. Cuando,
frente a ineficiencias propias de nuestros sistemas políticos, apelamos a la
necesidad de seguir el “modelo europeo”, desentendiéndonos de las brechas
culturales y económicas que nos separan del mismo; o por el contrario bloquemos
la posibilidad de compararnos con ellos, alegando “peculiaridades” que
tornarían único a nuestro caso. Cuando, con ligereza, señalamos a cualquier
acto presente, como si remitiese a lo mismo a lo que remitían los peores actos
pasados (“ésta acción es destituyente”); o cuando realizamos análisis
simplemente a-históricos, desentendidos del aquí y ahora políticos en donde
estamos situados. De estos materiales y estas preguntas, tan pertinentes en el
presente, se nutrían la polémica pasada entre nuestros dos próceres.
En
dicha polémica, Sarmiento parecía colocarse cerca de un extremo: denostaba a los
antecedentes locales –a los que consideraba “(borrados) como caracteres
trazados en la arena”- y sugería seguir aquellas experiencias internacionales
exitosas –aquellas que habían “recibido la sanción del tiempo.” Al decir lo
dicho, Sarmiento pensaba fundamentalmente en un caso: el modelo estadounidense,
al que proponía adherir de modo incondicional. Para el sanjuanino, no tenía
ningún sentido invocar “el capcioso pretexto de la originalidad o de las
especificidades nacionales, porque la verdad es una, y sus aplicaciones sólo
tienen autoridad cuando cuentan con la sanción del éxito”. Explicitando y
resumiendo su filosofía en la materia, Sarmiento sostuvo entonces que “los pueblos deben adaptarse a la forma de
gobierno, y no la forma de gobierno a la aptitud de los pueblos”. Y también:
“el legislador debe propender siempre a levantar los hechos a la altura de la
razón, poniendo a la ley de parte de ésta, en vez de capitular con los hechos
que no tienen razón de ser”. El ejercicio propuesto por Sarmiento era
racional-deductivo, muy distinto al que defendería, contra él, Alberdi –un
análisis que pretendía estar anclado en lo más propio de la historia nacional.
Influido por el historicismo
francés, por los escritos de Guizot y sobre todo de Savigny, a quien conociera
a través del estudio de Lemminier, Alberdi rechazaba la idea de que se pudieran
importar un constitucionalismo “ajeno” a las tradiciones locales. El buen
constitucionalismo, por el contrario, era el que resultaba capaz de reconocer
las propias realidades del poder local. Como dijera en el Prefacio al Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, “el hombre
redacta, no crea la ley”. Y también: “El poder es hijo de los acontecimientos;
la constitución no lo crea sino que consagra y adopta...Pero en tanto que el
Poder, creado por los hechos, no es admitido voluntariamente por el país como
institución escrita en la carta, no tiene verdadera legitimidad, es un
accidente que puede desaparecer, no es un beneficio que valga la sangre
derramada en procurárselo”.
Las
posiciones ofrecidas por ambos autores parecían ser contradictorias entre sí,
irreductibles, sin punto de encuentro. Sin embargo, como suele ocurrir, la
disputa, magnificada y atizada por ellos mismos, resultaba en el fondo bastante
más compleja de lo que sugerían las palabras dichas. En verdad, Sarmiento, el
que aparecía despreciando las tradiciones locales, puede ser considerado el
primer gran sociólogo nacional: pocos hombres públicos tuvieron, como él, un
ojo tan atento, interesado y agudo para mirar y entender las prácticas locales
(y el Facundo es sólo un gran ejemplo
al respecto). Alberdi, mientras tanto, el que reivindicaba, frente a aquél, el
lugar de las propias prácticas, el que se enojaba por la recurrencia de
Sarmiento a los ejemplos foráneos, fue el primer gran comparatista argentino.
Su libro Bases es, ante todo, un
recorrido minucioso y lúcido en torno al derecho comparado en América Latina.
Su crítica a la mirada de Sarmiento sobre la “importación” de modelos
institucionales “ajenos”, y en particular, su crítica al uso del ejemplo de los
Estados Unidos, escondía su admiración y su conocimiento fino del derecho norteamericano,
y su propia, permanente apelación a los ejemplos vecinos (el caso de Chile
resultaba, al respecto, el más visible. Ello, al decir de Alberdi, porque el
contexto argentino “mil veces más se asemeja al de Chile que al de Estados
Unidos”).
Lo
cierto es que el final de esta extendida polémica dejó en claro que Alberdi y
Sarmiento no habían podido resolver las fundamentales preguntas que se habían
formulado: Cuánto peso otorgarle a las propias tradiciones, a la hora de crear
el nuevo derecho? Qué lugar darle al “derecho importado,” en este proceso
creativo? Cómo garantizar una operación “injerto legal” exitosa –cómo evitar un
“rechazo”, de parte del “cuerpo” legal existente? De qué modo enfrentar las
limitaciones impuestas por el pasado sobre el presente? Cómo hacer para
erradicar las prácticas pasadas menos deseables (es que había alguna forma de
hacerlo)?
En
esa grave dificultad para dar una respuesta definitiva a tales cruciales
asuntos, Alberdi y Sarmiento no estuvieron solos. Muchos de los principales
pensadores constitucionales del siglo xix padecieron similares dificultades,
enfrentados a similares angustias: Desde Simón Bolívar a José María Samper,
pasando por Andrés Bello, Jacinto Chacón, Victorino Lastarria, Lucas Alamán o
Lorenzo Zavala, entre tantos otros, se enfrentaron a similares interrogantes,
sin poder ofrecer respuestas contundentes o definitivas en la materia.
Hoy, en momentos en que
vuelve a hablarse de reforma constitucional, tendemos a acompañar a nuestros
antecesores en muchas de sus búsquedas, todavía irresueltas. Muchos de
nosotros, convencidos del valor de la reforma constitucional, consideramos tan
importantes los avances en la materia, como el hecho de que ellos estén atados
a momentos constitucionales, como los que supieron identificar quienes nos
antecedieron: el logro y la consolidación independencia, en un comienzo; el
desierto y el atraso, en tiempos de Alberdi y Sarmiento; la cuestión social, a
principios del siglo xx; la tragedia de
los derechos humanes, a finales del siglo xx. Nos preguntamos entonces, como se
preguntaban ellos, cuál es el gran drama de nuestra época, cuál el desafío que
las instituciones -también las legales-
deben ayudarnos a enfrentar?
6 comentarios:
no tiene nada que ver con el tema .. pero te lo envio :
ARCHIVAN LA CAUSA DEL SERVICIO GERARDO MARTÍNEZ, BURÓCRATA k DE LA UOCRA, Y PIDEN PRISIÓN PREVENTIVA PARA HERMOSILLA Y CORIA TRABAJADORES DE KRAFT-TERRABUSI Y MILITANTES DEL PTS. EN EL CASO DE CORIA FUE ECHADO EN LA HISTÓRICA HUELGA DEL 2009. HERMOSILLA ES PARTE DE LA COMISIÓN INTERNA QUE DIRIGE LA FÁBRICA...
A pesar de la comprobación, a través de los listados oficiales, de la pertenencia del burócrata de la construcción, Gerardo Martínez, al Batallón 601 de Inteligencia, durante la dictadura, y de las numerosas pruebas que presentaron los trabajadores del SITRAIC, junto a las organizaciones que los acompañamos, denunciando su responsabilidad por la desaparición de trabajadores de la construcción por las fuerzas represivas, el Juez Ariel Lijo hizo lugar al pedido del fiscal Jorge Di Lello y archivó la causa.
El juez, que sólo aceptó citar a un testigo … fallecido en 1995, cumplió la orden del gobierno, expresada en un informe del entonces secretario de DDHH de la Nación, Eduardo Luis Duhalde. El funcionario, en su momento, presentó un informe que desligaba a Martínez de la responsabilidad por la desaparición de varios obreros de la UOCRA durante la dictadura. No podía esperarse otra cosa del gobierno, más que defender, a capa y espada, a una de las figuras que impulsaron como recambio de Moyano para la CGT.
En los informes públicos, a partir de la apertura de los archivos del 601, claramente del legajo de Gerardo Martínez se puede concluir su trabajo para los servicios de inteligencia, teniendo éste, sin lugar a dudas, consecuencias concretas. Martínez fue presentado en julio de 1981 e ingresó como Personal Civil de Inteligencia (PCI) bajo el apodo de “Gabriel Antonio Mansilla”, con la categoría C3 IN 14 y con “horario completo”. Martínez juró brindar “lealtad y fidelidad” al organismo de inteligencia el 18 de enero de 1982 en Campo de Mayo. Su especialidad fue agente de reunión en el ámbito gremial. Los “PCI” enviaban información al Batallón 601, que luego analizaban, clasificaban y redistribuían para convertirla en “objetivos” o “blancos” sobre los que actuaban los grupos operativos.”
No corren la misma suerte que el burócrata Gerardo Martínez, los trabajadores que a diario luchan por mejorar sus condiciones laborales y así deben enfrentar, no sólo a la patronal y la burocracia sindical, sino también al estado con su aparato represivo y judicial al servicio de la clase dominante.
El Fiscal Federal de Tres de Febrero, Paulo Starc, pidió a la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín la prisión preventiva de Javier Hermosilla, delegado de Kraft y del trabajador de la misma firma, Oscar Coria, despedido tras la lucha de 2009, ambos militantes del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS). No caben dudas que la persecución está destinada a quienes desarrollan una tarea sindical antiburocrática y se organizan políticamente contra el sistema.
No puede verse con mayor claridad al servicio de qué intereses se encuentra el poder judicial y el gobierno.
http://correpi.lahaine.org/?p=1159
¿CUÁNTO DE HISTORIA Y CUÁNTO DE MODERNISMO DEBEMOS USAR PARA LAS NUEVAS NORMATIVAS SOCIALES? YA SARMIENTO Y ALBERDI LO DISCUTÍAN CON ASPEREZA
-Por mi profesión siempre quise usar lo más moderno. Bastaba que las cosas funcionaran. No tenía que convencer a nadie. Con ese criterio de “meterle para adelante” pensé que se podría tener un gran éxito en las reformas sociales. A partir del 96 había descubierto Internet y su enorme potencialidad para las mismas. Tardé bastante en percibir que en este terreno los acuerdos con otros son absolutamente indispensables.
-Ni los dictadores pueden dictar lo que conciben “lo mejor” para sus pueblos. Ya en aquella época en que fundaron la República, se notaban posturas extremas: Los que quieren dictar comportamientos y normas como solemos hacer con los niños (Sarmiento), y los que piensan que las normas modernas requieren el tiempo en que la gente quiera adoptarlas (Alberdi). Y eso depende más de la comprensión que de la bondad de las normas.
-En el 96, ilusionado con la posibilidad me puse a trabajar y luego publicar en Internet. Estoy en los buscadores con mi nombre completo. No estoy desconforme, porque lentamente algunas reformas van tomando cuerpo. No imaginé tanta lentitud. Primero, la computación e Internet modificaron el panorama de las ciencias. Luego la tecnología y de la producción. Lo que va más lento es la política, especialmente en el terreno de la democracia participativa. Será que hay intereses creados?
-Siempre me gusta sugerir soluciones para los problemas detectados. Las posturas representadas por ambos fundadores de nuestra República creo que tiene una salida elegante: Hoy se puede discutir a fondo por Internet cualquier reforma. Hay muchas maneras de organizarlo. Creo que todas pasan por formar una Asamblea ciudadana para cada problema. Cualquiera podría inscribirse para deliberar cosa que se puede hacer por Internet. Hay muchos detalles para analizar, pero hasta que no lo digan los partidos esto no funcionará.
Hola Roberto, disculpame que traiga otro tema que no tiene que ver con el tratado aqui en el post. Te quiero preguntar cuál es tu opinión acerca de lo que pasó hace unos años en Islandia, la llamada "revolución silenciada". Supongo que la conoces, en medio de la grave crisis económica internacional, creo que fue en el 2008, la gente se hartó, sacó a los gobernantes y banqueros corruptos, y constituyó un nuevo gobierno con gente capaz, honesta, respetada por todos. Creó tambien una nueva Constitución, más simple y efectiva, y desde ese momento todo mejoró y pudieron salir rápidamente de la crisis. Una especie de democracia directa. Me gustaría saber tambien si pensas que es algo muy dificl de hacer acá. A mi me gustó mucho la idea, porque no fue un golpe de estado civil, todo lo contrario, fue usando la Ley que el pueblo se sacó de encima a los gobernantes corruptos que no dejaban crecer el pais y al fin tener una sociedad realmente igualitaria como vos decis, un pais mejor para todos.
Aprovecho para decirte que me parece excelente tu blog, muy valioso lo que hacés
Saludos
hmm, la verdad es que lo veo incomporable e intrasladable. islandia es como decir villa devoto en tamano, un pais minisculo, y para colmo con recursos y gente bien formada y enmarcada en europa. tampoco me parece que la cuestion, en el caso de ellos, pasó por cambiar por una constitucion mas simple y efectiva. no pasa por ahi, creo. en fin, complicado, gracias
Es cierto, Islandia es un país muy distinto, además de pequeño, una de las democracias más antiguas, y de un nivel de desarrollo muy superior al nuestro. También es cierto que cambiando la Constitución no se puede lograr mucho, se necesita un cambio más profundo. Estos días en que veo que hay cierta movilización en gran parte de la gente, pienso que sería bueno aprovechar esta oportunidad.En realidad me gustaría que se fueran todos, que venga gente buena, que la hay. Hoy ví al juez Recondo en tv, no lo conozco pero me pareció una buena persona, también Despouy.Se necesita ese tipo de gente. Es una pena que un país rico como el nuestro este asi, en manos de una clase dirigente incapaz y corrupta. En el 2001 dijimos que se vayan todos, y no solo no se fueron sino que se quedaron los peores, y cada vez se comportan peor. Espero que no perdamos esta oportunidad, que hagamos algo esta vez, aunque no se que podríamos hacer. Tal vez se tendría que juntar gente que valga la pena, algo que vaya más alla de partidos políticos, sin tanta burocracia política, y tratar de hacer algo.
Saludos y gracias por la respuesta
Gabliela: Después de mucho indagar en los partidos políticos (por Internet) me parece que la presión a los partidos debe provenir de amplios sectores ciudadanos. Nosotros en general no estamos enrolados en ninguno de ellos. Sin embargo la realidad es que son ellos los que marcan los rumbos. Su estructura piramidal hace que las opiniones de los ciudadanos, verdaderos accionistas de esta empresa. NO CUENTA. Sólo cuenta un poco en la impostura del voto. Poco, porque en general nos obligan a votar por más de lo mismo, uno u otro. La salida está en nosotros, los ciudadadnos. Pero claro, nadie nos organizará. debemos hacerlo nosotros mismos. ¿cómo?
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